La ecuaci¨®n anexionista
Las acciones de Ham¨¢s y su alianza con Ir¨¢n han posibilitado un notable cambio de postura en las grandes potencias occidentales
Declarar una guerra, una invasi¨®n, una anexi¨®n territorial es un acto con consecuencias tan inmediatas como inaceptables: la p¨¦rdida de vidas y de mundos. Lo hemos visto en la inexcusable incursi¨®n rusa, en el ataque a civiles perpetrado por Ham¨¢s, en la desproporcionada represalia de Israel, que lleva d¨ªas bombardeando Gaza y anunciando su invasi¨®n.
Aunque sea dif¨ªcil, apartemos la dolorosa consideraci¨®n de las v¨ªctimas, el sufrimiento de las mujeres, la orfandad de los ni?os cuando no sus propias muertes, y la destrucci¨®n de los hogares, escuelas, hospitales que, entre ataque y ataque, los gazat¨ªes nunca alcanzan a reconstruir; apartemos el pensamiento de los precarios campos de refugiados que podr¨ªan erigirse junto al hambre y la enfermedad de los que sobrevivan a esto que sin duda ser¨¢ una masacre.
?Por qu¨¦ propongo esta abstracci¨®n? Porque el resurgimiento de los misiles podr¨ªa empujarnos a pensar la anunciada invasi¨®n como una respuesta meramente defensiva del presente cuando lo imperativo es entender que en esta operaci¨®n hay un c¨¢lculo pol¨ªtico de largo recorrido.
El prometido despliegue de ese ej¨¦rcito poderoso y sofisticado, el israel¨ª, ha esperado por esta ocasi¨®n para tomarse el territorio de una vez por todas. Y si est¨¢ demorando en hacerlo es porque la estrategia militar debe asegurar el ¨¦xito m¨¢s absoluto: no se trata de la mera matem¨¢tica material (el tipo y la cantidad de armamento a usar, el transporte, la manutenci¨®n de los soldados) sino, sobre todo, de calibrar el efecto pol¨ªtico de la anexi¨®n definitiva.
Ese c¨¢lculo es fundamental, y es preciso anotar que el Gobierno israel¨ª ha logrado manejarlo muy efectivamente. Es lo que le ha permitido mantener el apoyo de las grandes potencias aun desobedeciendo la normativa internacional. Es lo que le ha ayudado a presentarse como ¡°la ¨²nica democracia de Oriente Pr¨®ximo¡±, pese a que ejerce desde hace d¨¦cadas una ocupaci¨®n ilegal de los territorios palestinos, pese al trato denigratorio y abusivo que les concede, y, en otro plano, pese a que el Gobierno atraviesa su momento m¨¢s autoritario, con pol¨ªticos radicales cada vez m¨¢s elocuentes en su deseo de acabar con ¡°el problema palestino¡±.
Ese ¡°problema¡±, que es ante todo territorial, surgi¨® tempranamente en el discurso de los viejos sionistas de izquierdas ocupados en conseguir un ¡°hogar seguro¡± para los jud¨ªos, y se reforz¨® en la ret¨®rica fundacional de Israel, en 1948. La guerra de 1949 y la necesidad de asegurar el nuevo Estado justificar¨ªa, de hecho, la expropiaci¨®n y la expulsi¨®n del pueblo palestino que muchos israel¨ªes llegaron a afirmar (como todav¨ªa afirman algunos ministros del Gobierno) que nunca hab¨ªa existido. El ¡°problema¡± y su soluci¨®n anexionista, vuelve a expresarse en la ampliaci¨®n territorial ocurrida en 1967: la guerra de los Seis D¨ªas dio pie para la toma de Gaza y Cisjordania, de Jerusal¨¦n Este, Sina¨ª y los Altos del Gol¨¢n.
El expansionismo israel¨ª vuelve a elevarse en el muro de 700 kil¨®metros que cuando est¨¦ completo habr¨¢ arrebatado, de facto, otro 10% del territorio cisjordano, dividiendo, como ya divide, pueblos palestinos, familias palestinas, y desposeyendo, como ya desposee, a miles de sus diezmadas tierras de cultivo.
Los acuerdos de Oslo fueron apenas una pausa en la matem¨¢tica de la anexi¨®n: en esos acuerdos el l¨ªder de la OLP, Yasir Arafat, reconoci¨® la legitimidad de Israel y el cese de la resistencia armada a cambio de la autodeterminaci¨®n palestina. Israel acept¨®, pero de inmediato incumpli¨®, y desde entonces viene desarrollando una pol¨ªtica sistem¨¢tica de desalojo palestino, sea por v¨ªa administrativa (expulsiones masivas por falta de documentos de propiedad que los palestinos nunca tuvieron sobre sus hogares ancestrales), o por v¨ªa militar (la destrucci¨®n de casas de los militantes antisionistas y de sus familias), o por v¨ªa de la continua construcci¨®n de asentamientos ilegales en tierras que Israel debiera respetar, pero que no respeta porque trufar el territorio de asentamientos imposibilita la soluci¨®n de los dos Estados.
Es as¨ª como puede leerse el cerco que, al impedir la entrada de alimentos y de agua potable y de combustible y de electricidad, est¨¢ sofocando a la poblaci¨®n gazat¨ª. Y as¨ª debe leerse la llamada a evacuar el norte de la estrecha Franja impuesta a una gente que no tiene a donde ir y que si saliera de sus hogares ya no podr¨ªa volver, como tantos palestinos expatriados a lo largo de 75 a?os.
Si la anexi¨®n de los territorios cisjordanos y gazat¨ªes ha sido un proyecto de m¨¢xima prioridad pol¨ªtica para Israel, un proyecto acelerado durante los sucesivos periodos de Netanyahu, hasta ahora no parec¨ªa el momento propicio ni hab¨ªa una excusa suficientemente poderosa para conseguir apoyo internacional. Pero las acciones de Ham¨¢s y su alianza con Ir¨¢n han posibilitado un notable cambio de postura en las grandes potencias occidentales, evidenciado en las declaraciones del primer ministro de Canad¨¢ y en las del presidente estadounidense, que se suman al inquebrantable apoyo alem¨¢n y franc¨¦s que esta vez han desplegado banderas israel¨ªes sobre sus edificios p¨²blicos y prohibido las manifestaciones propalestinas y hasta el uso del alusivo pa?uelo blanquinegro. Ese apoyo es la cifra que faltaba para que cerrara la ecuaci¨®n anexionista.
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