He escuchado otro debate

Este mi¨¦rcoles escuch¨¦ un debate distinto al que, por todo lo que s¨¦, presenciaron los dem¨¢s ciudadanos. Debo de ser un tipo raro. Vi que el candidato a la investidura empezaba su discurso analizando las graves consecuencias para Espa?a de un mapa internacional con dos guerras abiertas y otras varias enquistadas. Vi que hac¨ªa repetidas menciones a la crisis clim¨¢tica, a la transici¨®n energ¨¦tica y a la pandemia. Vi que apoyaba unas pol¨ªticas cimentadas en el conocimiento cient¨ªfico, que reconoc¨ªa que la desigualdad alcanza l¨ªmites insoportables y que las actuales pol¨ªticas de vivienda son err¨®neas. A esas alturas de la intervenci¨®n, tuve que soportar a un analista quej¨¢ndose de que el candidato estaba escurriendo el bulto para no hablar de la amnist¨ªa, que al parecer era la ¨²nica cuesti¨®n crucial para la salvaci¨®n de nuestras almas. Mientras redacto esto no puedo saber qu¨¦ van a escribir mis colegas columnistas, pero no hace falta ser Sherlock Holmes para adivinar que el clima, la guerra, la ciencia y el precio de los pisos van a quedar fuera de foco.

No me entiendan mal. No soy tan ingenuo como indica el p¨¢rrafo anterior. S¨¦ que la amnist¨ªa es una cuesti¨®n central de la coyuntura pol¨ªtica espa?ola. S¨¦ que la primera mitad del discurso de Pedro S¨¢nchez ¨Desa mitad en la que habl¨® de otras cosas¨D es un inteligente y meditado ejercicio de oratoria, a mi juicio muy brillante. S¨¦ que ni las energ¨ªas renovables ni la inteligencia artificial van a abrir hoy los informativos. Pero tambi¨¦n s¨¦ que las vicisitudes microterritoriales de esta provincia europea importan muy poco frente a esa primera mitad del discurso de investidura que solo va a ser analizada como un estorbo. S¨¦ que es ah¨ª donde se encuentran los problemas m¨¢s importantes, los que van a marcar tu vida y la de tus hijos. Ah¨ª est¨¢ el tema, no donde t¨² crees. No la tomes conmigo, ya te dije que soy un tipo raro.

?O no lo soy tanto? Al menos desde que experiment¨¦ con el buscador inteligente del reproductor de Apple, iTunes ¨Dse llamaba Genius en la ¨¦poca¨D, soy consciente de que, por m¨¢s enrevesados o sofisticados que sean mis gustos musicales, o los gustos musicales que le hice creer a Genius que yo ten¨ªa, siempre hay otras personas que los comparten. Esta es justo la raz¨®n de que Genius funcione. Busca gente a la que le gusten las mismas canciones que a ti y aplica un principio algo deprimente, pero casi infalible: quienes han coincidido antes, coincidir¨¢n despu¨¦s. El buscador me descubri¨® una m¨²sica maravillosa de la que yo era por completo inconsciente, y eso quiere decir que soy miembro de un clan, disperso y distribuido por medio mundo, pero clan al cabo.

Por lo tanto, debo asumir por coherencia que hay otras personas que tambi¨¦n se fijaron en la primera mitad del discurso de S¨¢nchez, gente menos obsesionada por la amnist¨ªa que ocupada por las guerras devastadoras, la torrefacci¨®n del planeta, las fuentes energ¨¦ticas, las pandemias, la vivienda digna, las artes y las ciencias. Si est¨¢is ah¨ª, recordad que no soy un tipo maligno: ni siquiera he hecho sangre con el tema de Antonio Machado e Ismael Serrano, en un admirable ejercicio de contenci¨®n.