?Gran coalici¨®n? Espa?a no es Alemania
Los medios germanos muestran su perplejidad ante el hecho de que la pol¨ªtica espa?ola no refleje un acuerdo entre las dos grandes fuerzas, pero hay importantes diferencias entre ambos pa¨ªses
La intervenci¨®n de Pedro S¨¢nchez en el Parlamento Europeo el pasado 13 de diciembre y su pol¨¦mica verbal con el presidente del Partido Popular Europeo, el eurodiputado democristiano alem¨¢n Manfred Weber, acerca de la ley de amnist¨ªa y la pertinencia o no de pactar con ¡°los extremos¡±, pusieron de manifiesto una profunda divergencia de percepci¨®n que va m¨¢s all¨¢ del debate coyuntural. Desde las elecciones de julio de 2023, varios comentaristas pol¨ªticos y corresponsales alemanes de diversos medios han mostrado su perplejidad ante algo que en su pa¨ªs es normal desde hace varias d¨¦cadas: la conformaci¨®n de un gobierno de gran coalici¨®n entre los dos partidos centrales del sistema pol¨ªtico, socialdem¨®cratas y democristianos, cuando la aritm¨¦tica parlamentaria no permite la construcci¨®n de alternativas conservadoras con liberales, o socialdem¨®cratas con ecologistas y liberales. A eso se unen diversas combinaciones en los distintos gobiernos regionales de los L?nder: Jamaica (democristianos, liberales y ecologistas), sem¨¢foro (ecologistas, socialdem¨®cratas y liberales), Kenia (socialdem¨®cratas, democristianos y ecologistas)... En teor¨ªa, tanto Die Linke, el partido heredero en parte del antiguo partido socialista unificado de la RDA, como la derecha radical (Alternativa por Alemania, AfD) han sido excluidos de esas coaliciones, aunque excepciones ha habido. Y la derecha democristiana (CDU y su partido aliado, los socialcristianos b¨¢varos de la CSU) se debate entre la conveniencia de pactar con la extrema derecha o excluirla, con el riesgo de que atraiga voto protesta.
De ah¨ª la sorpresa con que desde Alemania se ha juzgado a menudo el hecho de que el PSOE y su l¨ªder hayan deso¨ªdo los cantos de sirena del PP de N¨²?ez Feijoo, y de algunos veteranos de su propio partido, para conformar un gobierno de gran coalici¨®n. ?C¨®mo es posible que, si las urnas favorecieron a los dos grandes partidos en detrimento de Vox y Sumar, pero tambi¨¦n en parte de los independentistas catalanes, S¨¢nchez prefiere pactar con una ensalada de partidos territoriales, incluyendo al pr¨®fugo Puigdemont?
Las respuestas han sido a menudo superficiales, y calcos de las campa?as medi¨¢ticas de desprestigio de S¨¢nchez. A menudo se ha destacado la desmedida ambici¨®n de poder del presidente espa?ol, incapaz de anteponer el inter¨¦s general del pa¨ªs y su estabilidad a su deseo de poder. Sin embargo, convendr¨ªa recordar algunas diferencias inmediatas entre la situaci¨®n alemana y la espa?ola. Primera, la agresividad de la campa?a electoral del PP, basada en el rechazo a un constructo imaginario, el sanchismo, plagada de descalificaciones. Un estilo cultivado ya por el l¨ªder popular en sus tiempos gallegos ¡ªla campa?a auton¨®mica del 2009 incluy¨® hip¨¦rboles y bulos con apoyo de medios amigos¡ª, y que tiene precedentes tanto en el V¨¢yase, se?or Gonz¨¢lez de 1993 y 1996, como en el antizapaterismo de 2008 y 2011. Pero que mina los puentes para cualquier entendimiento posterior, incluso aplicando la dieta que recomendaba Churchill a los pol¨ªticos, la de tragarse sus propias palabras. Segunda, la fuerza electoral e institucional de los nacionalismos subestatales, en parte orientados a la izquierda o el centro-izquierda, lo que crea un terreno favorable para el entendimiento entre culturas pol¨ªticas con amplio terreno compartido, y una actitud similar hacia el pasado reciente. Invocar la unidad nacional y la integridad del Estado frente al separatismo todav¨ªa recuerda demasiado a tiempos pasados, y s¨®lo ha funcionado en circunstancias excepcionales: el Pa¨ªs Vasco en tiempos de violencia terrorista y frente abertzale; y la respuesta inmediata al desaf¨ªo catalanista de 2017. Tercera, por muy discutibles que sean algunas amistades exteriores de Podemos y otras fuerzas, no son comparables a un partido sucesor ¡ªen parte¡ª del partido ¨²nico de una dictadura, como en el caso alem¨¢n.
M¨¢s all¨¢ de lo anterior, hay otras diferencias de fondo que hacen dif¨ªcilmente imaginable un gobierno de gran coalici¨®n entre PP y PSOE. En parte tienen que ver con la historia y la gesti¨®n de la memoria de la guerra civil de 1936-39 y del pasado franquista.
Primero, el rechazo visceral de amplios sectores del PP a cualquier pol¨ªtica de memoria democr¨¢tica, as¨ª como a asumir un recuerdo cr¨ªtico de la dictadura como instrumento de mejora de la calidad de la democracia espa?ola. Algo que ni CDU ni CSU cuestionan en Alemania, y ni siquiera (al menos de forma expl¨ªcita) AfD. La derecha espa?ola insiste desde hace d¨¦cadas en las bondades del pacto del olvido durante la transici¨®n, la intangibilidad de la Constituci¨®n de 1978 y la inconveniencia de ¡°desenterrar muertos¡±. Ve en toda pol¨ªtica de reparaci¨®n simb¨®lica semillas de revanchismo.
?Por qu¨¦ esa cerraz¨®n? No existi¨® en Espa?a nada parecido al consenso antifascista de posguerra que, con sus olvidos interesados, contribuy¨® a la reconstrucci¨®n de las legitimidades nacionales y los sistemas pol¨ªticos de varios Estados de posguerra, Alemania occidental entre ellos, con acuerdo en la construcci¨®n de un Estado del Bienestar. Los fundadores de la CDU o del liberal FDP no proven¨ªan del nazismo, aunque entre sus cuadros hubiese antiguos nazis. En Espa?a no pod¨ªa haberlo porque los or¨ªgenes de la derecha liberal-conservadora se sit¨²an en la propia dictadura: siete exministros franquistas, siete, fundaron Alianza Popular, antecesora del PP, todav¨ªa como grupo de procuradores de la Cortes franquistas. Apenas un pu?ado de democristianos, como nos recuerda ?scar Alzaga, ven¨ªan de la oposici¨®n antifranquista. Una condena coherente de la dictadura franquista parece a la derecha espa?ola un cuestionamiento de la legitimidad de sus or¨ªgenes, incluso entre los m¨¢s j¨®venes.
Segundo, y vinculado con lo anterior, una fuerte reticencia entre amplios sectores del PP a ver en Vox un peligro para el sistema democr¨¢tico, algo m¨¢s que un hijo pr¨®fugo y algo gamberro surgido de sus entra?as; y que alguna vez retornar¨¢ al redil cuando depure excrecencias neofalangistas y neocat¨®licas. Algo ruidosos en su expresi¨®n de patriotismo espa?ol, pero que no ostentan banderas preconstitucionales ¡ªsi bien en las manifestaciones de Ferraz resurgieron de las catacumbas¡ª y que proclaman su lealtad a la Constituci¨®n. ?Ultraderecha, neofascistas¡? No, patriotas descarriados, algo exc¨¦ntricos, hom¨®fobos y antifeministas. Y a fin de cuentas piensan algo parecido acerca de la integridad de la patria, la guerra civil y el franquismo. Por el contrario, la actitud de democristianos y liberales ante la derecha radical alemana ha sido mucho m¨¢s coherente con la defensa de los valores democr¨¢ticos, la tolerancia y el pluralismo.
Tercero, la complejidad de la cuesti¨®n nacional. Fuera del partido de los daneses de Schleswig-Holstein y alguna ocurrencia de la CSU b¨¢vara, ni SPD ni CDU en Alemania tienen visiones tan opuestas acerca de cu¨¢l es su naci¨®n. Optan por un patriotismo poco visible, discreto, europe¨ªsta y constitucional, donde lo fundamental no es el texto constitucional en su literalidad, sino los valores a ¨¦l asociados. Por el contrario, en Espa?a el PSOE acoge en su seno, ciertamente, opiniones y sensibilidades m¨¢s equiparables al autonomismo moderado del PP, pero tambi¨¦n al aut¨®nomo PSC catal¨¢n, sino a sectores federalistas (gallegos, valencianos, vascos¡), comprometidos con una Espa?a plural, descentralizada y quiz¨¢ federal. El autonomismo proactivo de algunos sectores del PP es cosa del pasado. Ponerse de acuerdo en c¨®mo afrontar la pluralidad hisp¨¢nica entre PP y PSOE parece empresa imposible, que romper¨ªa sus costuras internas.
Parece obvio, pero conviene reiterarlo. Espa?a no es Alemania. Ni Francia, ni Italia. Aplicar lentes propias a realidades m¨¢s complejas, y distintas, exige un trabajo previo de inmersi¨®n y comprensi¨®n.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.