La Europa provinciana que no quiere a Beethoven
Los austriacos, apegados al terru?o y a las nostalgias nacionalistas, prefieren celebrar a un m¨²sico de localismo probado y dejarse de efusiones continentales
Como todas las grandes orquestas, la Filarm¨®nica de Viena debe su excelencia a la contribuci¨®n de m¨²sicos de todo el mundo. Un 40% de los miembros actuales son extranjeros, y destaca el contingente de nacionales de pa¨ªses del antiguo Imperio Austroh¨²ngaro (checos, eslovacos, h¨²ngaros, rumanos¡), lo que tiene sentido en una instituci¨®n consagrada en parte a explotar la nostalgia imperial. De eso va tambi¨¦n un poco el Concierto de A?o Nuevo, la mayor operaci¨®n propagand¨ªstica del chovinismo austriaco, y es fabuloso que utilice como instrumento a su instituci¨®n m¨¢s cosmopolita.
Este a?o, con el director Christian Thielemann, honraron el bicentenario de Anton Bruckner, que se celebra este 2024. No cabe reproche cultural a la elecci¨®n, pero es curioso que prefieran homenajear a un compositor m¨¢s austriaco que la tarta Sacher y no aludiesen al otro gran bicentenario musical de este a?o: el estreno en Viena en 1824 de la Novena de Beethoven, himno de la alegr¨ªa. El himno de Europa es una versi¨®n de Karajan, maestro de Thielemann, por lo que el mismo director que val¨ªa para el roto de Bruckner serv¨ªa para el descosido de Beethoven.
Dec¨ªa Billy Wilder que los austriacos eran brillantes, pues convencieron al mundo de que Hitler era alem¨¢n y Beethoven, austriaco. Los austriacos de hoy, apegados al terru?o y a las nostalgias nacionalistas, prefieren celebrar a un m¨²sico de localismo probado y dejarse de efusiones europe¨ªstas. En 2024, Austria celebrar¨¢ elecciones, y las encuestas dicen que el Partido de la Libertad, ultraderechista, va a arrasar como primera e indiscutida fuerza. Como nos descuidemos, los dos siglos del himno de Europa no los va a festejar nadie. En Viena, donde se compuso y se toc¨® por primera vez, no est¨¢n los ¨¢nimos a favor.
El Concierto de A?o Nuevo se ve en 100 pa¨ªses. Es uno de esos pocos acontecimientos que merecen ser llamados globales: cientos de millones de personas dan palmas al un¨ªsono con La marcha Radetzky, en un ritual ecum¨¦nico y dom¨¦stico que transforma una m¨²sica b¨¦lica en un jolgorio que pone a todo el mundo de buen humor y nos re¨²ne en un legado cultural com¨²n. En un continente cada vez m¨¢s aldeano, esta forma ingenua y banal de saludar al a?o puede convertirse en una peque?a subversi¨®n. O, como poco, en un recordatorio de una Europa que nunca fue.
A 2024 le pido que, sin olvidar a Bruckner, que no tiene culpa de nada, le dediquemos unos pensamientos m¨¢s entusiastas al sordo de Beethoven, que fue alem¨¢n y no austriaco, pero con su m¨²sica nos ense?¨® a ser, sobre todo, europeos.
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