Pol¨ªtica sin abismos
Es, sin duda, muy recomendable compatibilizar la prudencia pol¨ªtica (que tambi¨¦n es una virtud moral) con el derecho p¨²blico. La amnist¨ªa no es en s¨ª inmoral, lo inmoral es su justificaci¨®n
People who jump waterfalls sometimes can make mistakes
Aunque M¨¢riam Mart¨ªnez-Bascu?¨¢n (Al otro lado del abismo, 15 de diciembre de 2023) parece referirse a un art¨ªculo m¨ªo del d¨ªa anterior (El esp¨ªritu de las leyes), no estoy seguro de haber escrito el texto que ella ha le¨ªdo. Primero, porque problematiza la idea de moral p¨²blica de Rousseau, a quien yo ni siquiera nombraba, y que no es mi referencia para concebir el pacto social. Segundo, porque se opone a la ¡°hipermoralizaci¨®n de la discusi¨®n p¨²blica¡± (el enfrentamiento entre doctrinas morales incompatibles que divide a los ciudadanos en buenos y malos), que ejemplifica con el ¡°muro de contenci¨®n¡± construido por Pedro S¨¢nchez, y se declara partidaria del ¡°pluralismo razonable¡± de John Rawls. Pero en mi tribuna yo tambi¨¦n deploraba esa ¡°moralizaci¨®n¡±, justamente porque al convertir el debate pol¨ªtico en disputa moral cuestiona las instituciones, que no pueden resolverlo, y lo sustituye, como ella se?ala con acierto, por un conflicto emocional. De modo que el consenso impl¨ªcito que yo denominaba repetidamente ¡°moralidad p¨²blica¡± no es en absoluto una doctrina metaf¨ªsica ni un calent¨®n pasional, sino exactamente lo que Rawls designa con esa misma expresi¨®n (overlapping consensus), es decir, lo que pueden compartir en el ¨¢mbito p¨²blico ciudadanos cuyas creencias privadas son dispares.
A m¨ª, como a ella, me parece insuficiente (?ser¨ªa exagerado decir ¡°inmoral¡±?) la justificaci¨®n que el PSOE ha dado de sus medidas pol¨ªticas. Pero, a diferencia de Mart¨ªnez-Bascu?¨¢n, tampoco creo que quepa dar de ellas una justificaci¨®n estrictamente pol¨ªtica por sus consecuencias. Ella advierte que para hacerlo se han de dejar de lado las razones jur¨ªdicas, dado que los jueces tienen un ¡°desprecio ol¨ªmpico por las consecuencias¡±. Como todos los que exigen ¡°soluciones pol¨ªticas y no judiciales¡± para los problemas pol¨ªticos, olvida que el poder judicial es tan pol¨ªtico como los otros dos del Estado. Entre sus funciones est¨¢ la de garantizar la legalidad de los poderes p¨²blicos, es decir, su legitimidad pol¨ªtica. Fue por quebrantar esa legalidad, y no por razones morales, por lo que los l¨ªderes del proc¨¨s fueron condenados, como respuesta pol¨ªtica a un problema pol¨ªtico. Y es por ello que sugerir una v¨ªa para el poder pol¨ªtico al margen de esos guardarra¨ªles crea un desgarro en el v¨ªnculo social que, como se?ala Mart¨ªnez-Bascu?¨¢n, ¡°est¨¢ violentando las costuras de nuestra democracia, horadando nuestro n¨²cleo liberal¡±, porque enfrenta al poder ejecutivo y al legislativo con el judicial. De admitirse semejante conflicto, dec¨ªa Kant ¡ªque es mi referencia para el concepto de pacto social¡ª, las razones de la pol¨ªtica se reducir¨ªan a unas ¡°m¨¢ximas con las que elegir los medios m¨¢s id¨®neos para los prop¨®sitos de cada cual calculados en funci¨®n del propio provecho¡±.
¡°Evaluar por las consecuencias¡± equivale aqu¨ª a aceptar que el fin justifica los medios, contra la sensata afirmaci¨®n de Camus de que en pol¨ªtica son los medios (en palabras de la articulista: ¡°el respeto a los procedimientos, al Estado de derecho o a la separaci¨®n de poderes¡±) los que justifican el fin, porque la pol¨ªtica s¨®lo es leg¨ªtima si circula por los ra¨ªles del derecho. Al sostener que ¡°s¨®lo el tiempo dir¨¢¡± si las razones de Pedro S¨¢nchez ¡°fueron malas en t¨¦rminos de la convivencia en Espa?a, de la crispaci¨®n o la polarizaci¨®n¡±, se nos pide un acto de fe (que es una virtud moral) en su ¨¦xito. Porque s¨®lo si las consecuencias son buenas y cesa la polarizaci¨®n podr¨¢ llegarse a un acuerdo para tal evaluaci¨®n, pues en caso contrario ni siquiera un verificador internacional podr¨ªa establecerla. Es, sin duda, muy recomendable compatibilizar la prudencia pol¨ªtica (que tambi¨¦n es una virtud moral) con el derecho p¨²blico, que (?qu¨¦ le vamos a hacer!) se inspira en principios morales, pero ¡ªsigue diciendo Kant¡ª ¡°se puede pensar esa compatibilidad en un pol¨ªtico moral, que hace coexistir los principios de la prudencia con la moral, pero no en un moralista pol¨ªtico, que se forja una moral a la medida de lo que resulta conveniente para provecho del pol¨ªtico¡±. Esta amnist¨ªa no es de suyo inmoral, lo inmoral es precisamente su justificaci¨®n.
Puedo imaginar, como mi interlocutora, un abismo con dos lados (¡°la Espa?a de charanga y pandereta¡± y ¡°la Espa?a del cincel y de la maza¡±, por ejemplo), ambos al borde del precipicio. Pero en este contexto metaf¨®rico s¨®lo hay una manera de hacer lo que ella llama ¡°tirar para el otro lado del abismo¡±: saltar desde el lado en el que estamos para intentar aterrizar en el otro. Yo no recomendar¨ªa esta estrategia, no s¨®lo porque los dos lados son muy semejantes, sino porque, parafraseando al poeta, quienes caminan saltando abismos corren el riesgo de caer al vac¨ªo.
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