De donde nace el resentimiento
Vania o Iv¨¢n, ruso o riojano, es un pobre hombre que no entiende el presente y que se siente estafado
?ltimamente escucho teorizar sobre las razones que provocan que haya hombres que se sienten excluidos, ninguneados, alimentados por el resentimiento, las ideas conspiranoicas, el rencor hacia las mujeres, la nostalgia de un pasado que creyeron s¨®lido. Pero lo te¨®rico, sea de orden sociol¨®gico o filos¨®fico, se mueve con frecuencia en terrenos demasiados abstractos. Lo que hace la ficci¨®n es el mecanismo contrario: en vez de observar a un colectivo, concentra la mirada en seres humanos concretos; por eso cuando hablamos de verdad literaria nos referimos a estar sintiendo en ella los latidos de un coraz¨®n. He estado viendo las dos asombrosas versiones que sobre El t¨ªo Vania de Ch¨¦jov ha escrito y dirigido Pablo Rem¨®n, interpretadas por un excelente reparto, y en ellas he encontrado tanto los ecos de la verdad chejoviana como una manera poco frecuentada de contar el presente. Hay algo paralelo en aquel 1900 en que Ch¨¦jov estren¨® su funci¨®n y este 2024 que ahora nos atenaza. Un escritor tan intuitivo como ¨¦l debi¨® presentir, a cuatro a?os de su muerte, que un cambio brutal se iba a producir en Rusia, dado que sus personajes parecen estar al borde siempre de un abismo vital: no paran de rumiar deseos incumplidos, frustraciones, son protagonistas de biograf¨ªas nada ¨¦picas que en alg¨²n momento de la juventud prometieron cierta grandeza. El t¨ªo Vania de esta doble funci¨®n se convierte en un t¨ªo Iv¨¢n del campo espa?ol, un hombre que se ve entrando en la vejez habiendo errado todos los tiros. No es un est¨²pido, intuimos en ¨¦l trazas de hombre sensible, pero la suerte no le ha sonre¨ªdo: las mujeres hermosas lo han rehuido y ha vivido alimentando los proyectos de otros, resign¨¢ndose a una existencia estrecha que ahora le pesa como una losa. A pesar de que las tierras que administra no le han permitido vivir holgadamente, ¨¦l ha perdido la vida ayudando a su cu?ado, el pomposo intelectual, con la creencia de que val¨ªa la pena financiar a quien posee el conocimiento. Vania sobrelleva con humildad esa existencia de escasas emociones hasta que un verano aparecen por all¨ª pontificando, d¨¢ndoselas de no se sabe qu¨¦, el hombre de letras y su hermosa mujer, y entonces todas las rutinas que sostienen su d¨ªa a d¨ªa se desmoronan: el rencor le empuja a hacer recuento de su vida miserable.
El t¨ªo Vania, tan nuestro como ruso, est¨¢ interpretado por Javier C¨¢mara, que lo ha convertido en campesino riojano, dej¨¢ndose mecer por sus propios recuerdos hasta el punto de que en cada funci¨®n el c¨®mico se nutre del esp¨ªritu de su padre, el hombre que fuera m¨²sico y agricultor en Albelda de Iregua, y qui¨¦n sabe si es hasta posible que gracias a ese juego actoral algo se le haya desvelado del alma paterna, eso algo misterioso que jam¨¢s entendemos de los padres, y que aqu¨ª se nos descubre gracias a amalgamar el discurso de un campesino ruso con el de un agricultor espa?ol. Vania o Iv¨¢n, ruso o riojano, es un pobre hombre que no entiende el presente y que observa la injusta diferencia entre aquellos que llegan de la ciudad, sea Madrid o San Petersburgo, sinti¨¦ndose profundamente estafado. Es al considerar el notable contraste entre los forasteros y los que se quedan cuando a este so?ador frustrado la realidad se le desmorona. La literatura, al menos la buena, no juzga, sino que asiste asombrada a la comedia humana, mostr¨¢ndose compasiva con la peripecia del que lleva las de perder, incluso en sus irritantes errores. Viendo este Vania entra uno de lleno en el coraz¨®n de un resentido.
Dice Vania, ¡°D¨ªa y noche, como un esp¨ªritu maligno, me sofoca la idea de que he gastado mi vida sin remedio. No tengo un pasado, todo ¨¦l lo he derrochado tontamente en frusler¨ªas, y el presente me aterra por lo absurdo¡±. Cuando escucho una disertaci¨®n sobre a qu¨¦ responde la rabia de los que se creen olvidados, procuro imaginar los delirios de un hombre concreto.
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