El debate | ?Sigue Espa?a siendo cat¨®lica?
Las celebraciones religiosas de la Semana Santa en Espa?a permitir¨ªan pensar en un fuerte compromiso de la ciudadan¨ªa con la religi¨®n, una premisa que contrasta con la p¨¦rdida de vocaciones y de fieles en los templos
La conmemoraci¨®n estos d¨ªas de la pasi¨®n de Cristo, de su muerte y resurrecci¨®n, suscita el debate sobre la religiosidad y el catolicismo de la sociedad espa?ola, la misma que seg¨²n las encuestas va abandonando sus creencias y vaciando las iglesias y al mismo tiempo llena las calles de penitentes y cofrades por estas fechas. Entre el sentimiento de identidad y pertenencia y una nueva forma de entender la espiritualidad, el profesor C¨¦sar Rina Sim¨®n y el sacerdote y escritor Pablo D¡¯Ors reflexionan sobre los v¨ªnculos actuales de la sociedad espa?ola con la Iglesia cat¨®lica.
Entre el pertenecer y el creer
C?SAR RINA SIM?N
Hace un siglo, los escritores Gabriel Alomar y Eugenio Noel se?alaban que Espa?a era un pa¨ªs cat¨®lico por el que no hab¨ªa pasado el cristianismo. Diferenciaban entre el catolicismo entendido como cultura, pol¨ªtica y performance, y el cristianismo como sistema de creencias y fuente de principios morales. Lo cierto es que Espa?a no tiene credo porque solo existe en la imaginaci¨®n, y ambos vectores transitan surcos diferenciados en nuestros cerebros. La asimilaci¨®n entre catolicismo y naci¨®n tiene una innegable vertiente emocional: c¨®mo y con qui¨¦n nos identificamos, independientemente de nuestras creencias, que pertenecen a esferas cambiantes e insondables. La Iglesia cat¨®lica ha perdido buena parte de la influencia que disfrut¨® durante el nacionalcatolicismo. Sobrevive como propiciadora de ritos de paso, escenario para la representaci¨®n de nostalgias y red de comunidades parroquiales en declive demogr¨¢fico. Sin embargo, m¨²ltiples investigaciones constatan un creciente inter¨¦s por todo lo trascendente y espiritual. Vivimos un tiempo de inflaci¨®n de lo religioso, solo que su eje de irradiaci¨®n se ha dispersado entre diversos agentes que pueden presentarse bajo apariencias laicas. El auge actual de los nacionalismos en todo el mundo responde a esta din¨¢mica.
Las fiestas populares de la Semana Santa ejemplifican este horizonte de formas cat¨®licas y significados seculares; de templos vac¨ªos y calles repletas de penitentes, costaleros, mantillas y espectadores. Las procesiones se imaginan medievales y barrocas, si bien tienen un origen ligado a fen¨®menos modernos: el turismo, la sacralizaci¨®n de la pol¨ªtica, las identidades territoriales y el espacio de la ciudad, convertida en escenario de una poli¨¦drica ¨®pera popular. Su narrativa oficial es nacionalista y cat¨®lica pero sus significaciones trascienden del fen¨®meno religioso y de la esfera de las jerarqu¨ªas. De hecho, la Iglesia ha intentado hist¨®ricamente purificarlas y reconducirlas a los templos, tild¨¢ndolas de ¡°ritos paganos¡±, ¡°creencias incultas¡± o ¡°pr¨¢cticas heterodoxas.¡± De cara a la propaganda externa, la Iglesia, que ni las organiza ni las financia, las usa para reivindicar su capacidad de movilizaci¨®n y el catolicismo latente del pueblo espa?ol.
Como rituales condensadores de imaginarios colectivos, est¨¢n transitados por fuertes tensiones pol¨ªticas y culturales. Los modelos ideol¨®gicos maniqueos no pueden comprender esta aparente confusi¨®n de pulsiones antit¨¦ticas. Debido al papel que tuvieron durante la dictadura, las procesiones han sido asimiladas con el franquismo y con el estereotipo de la espa?olada. Sin embargo, la Semana Santa ha explotado en las ¨²ltimas d¨¦cadas, ya en democracia, coincidiendo con el ¡°abandono¡± de los templos y con el proceso de secularizaci¨®n. Nunca ha habido tantas cofrad¨ªas, im¨¢genes religiosas, desfiles y millares de personas consumiendo productos cofrades todo el a?o. Es un fen¨®meno inaudito de resignificaci¨®n popular de fiestas en nombre de las identidades locales, del arraigo y de tradiciones. Tambi¨¦n nos habla de la capacidad colonizadora del consumo y de la mercantilizaci¨®n de las experiencias ¡°aut¨¦nticas¡± o ¡°ancestrales¡±.
La inflaci¨®n cofrade tiene m¨²ltiples lecturas y todas tienen que ver con las incertidumbres del presente. Porque uno de los rasgos distintivos de nuestra ¨¦poca es la retrotop¨ªa: la b¨²squeda de redenciones colectivas en el pasado y el gusto por la dramatizaci¨®n historicista. Ah¨ª radica la clave del agigantamiento de la Semana Santa: permite representar en el espacio urbano la continuidad de la comunidad en el tiempo y participar en rituales simb¨®licos de resistencia a la aceleraci¨®n, al desarraigo y a las transformaciones de la globalizaci¨®n, aunque se haga recurriendo a elementos eminentemente globalizados y a performances cat¨®licas descontextualizadas. Tambi¨¦n posibilita la participaci¨®n en las ¡°cosas¡± de la ciudad y la vinculaci¨®n a un proyecto asociativo, identitario y trascendente. En definitiva, un impasse en las experiencias individualistas y las exigencias utilitarias cotidianas. Esto explicar¨ªa la vitalidad de una fiesta de pertenencia y no tanto de creencias.
Ser¨¢ cristiana con el tiempo
PABLO D¡¯ORS
Espa?a nunca ha sido cat¨®lica, puesto que la fe solo puede ser profesada por personas, no por pa¨ªses o colectivos. Por supuesto que nuestra naci¨®n ha sido sociol¨®gicamente cat¨®lica, y eso ha tenido algunas consecuencias nefastas, aunque tambi¨¦n otras bastante buenas. Millones de conciencias han quedado devastadas por interpretaciones equivocadas y por una rigidez y un fanatismo detestables. No hace falta poner ejemplos ni abundar en los detalles, no ayuda. Por otro lado, tambi¨¦n millones de conciencias ¡ªentre las que se encuentra, entre otras, la m¨ªa¡ª han encontrado fuerza y consuelo en la Palabra de Dios, en los sacramentos o en la oraci¨®n. Esto es, de igual modo, un hecho incontestable.
Espa?a est¨¢ dejando de ser sociol¨®gicamente cat¨®lica, y esto resulta evidente. Hay numerosos estudios al respecto. Mi amigo Rafael Domingo Osl¨¦, en un sugerente art¨ªculo titulado Alianza conyugal sacramental, afirma que, seg¨²n los estudios del Instituto Nacional de Estad¨ªstica (INE), las bodas cat¨®licas han descendido en Espa?a un 83% en los ¨²ltimos 25 a?os. Este es el dato: de los 194.084 matrimonios que se celebraron en 1996 en Espa?a, 148.947 se celebraron en el seno de la Iglesia cat¨®lica (lo que supone un 76,7% del total ). En 2021, en cambio, apenas cinco lustros despu¨¦s, de las 148.588 bodas que se celebraron en Espa?a, solo 24.957 lo fueron de acuerdo con las prescripciones de la Iglesia (es decir, un 16,8%). Muchos feligreses, ante estos datos, se llevar¨¢n las manos a la cabeza; sin embargo, para m¨ª se trata de una buena noticia, pues hace que la religiosidad sea algo m¨¢s personal y aut¨¦ntico, y no meramente algo establecido o social. Solo as¨ª ¡ªtransformando a la gente hacia su mejor versi¨®n¡ª es la religi¨®n cre¨ªble y deseable. Lo puramente exterior no puede suscitar la vida del esp¨ªritu.
La pregunta que abre este debate suscita, cuanto m¨¢s pienso en ella, otra que estimo m¨¢s interesante: ?sigo yo siendo cat¨®lico? He hecho ¡ªy estoy haciendo¡ª un largo y atribulado camino de b¨²squeda espiritual; y llevo m¨¢s de tres d¨¦cadas ejerciendo el ministerio sacerdotal lo mejor que puedo. Sin embargo, contra las apariencias, eso no responde a la cuesti¨®n.
Cat¨®lico es quien cree en Jesucristo en una tradici¨®n; y ese es, desde luego, mi caso: s¨¦ que Jesucristo vive ¡ªlo he experimentado¡ª; nadie puede neg¨¢rmelo. Decir que Dios no existe suena en mis o¨ªdos tan extra?o como podr¨ªa sonar en los de quien ama y es amado que no existe el amor.
A esta experiencia ¡ªque no es una mera creencia, pues no se mueve en el plano mental, sino en el espiritual¡ª he llegado gracias a la mediaci¨®n de la Iglesia, de modo que no puedo por menos que permanecer en su seno con esp¨ªritu de agradecimiento. La sangre vincula a las personas a sus familias biol¨®gicas, lo quieran o no; la fe que recib¨ª en el bautismo me une firmemente a la comunidad eclesial; y no ser¨¦ yo, ciertamente, quien deshaga este v¨ªnculo.
Claro que mi comprensi¨®n actual del mensaje y de la figura de Jes¨²s de Nazaret no es como la que ten¨ªa cuando era un ni?o; ni siquiera es, por fortuna, la misma que ten¨ªa hace tan solo unos pocos a?os. Incluyendo y coronando la propuesta doctrinal y moral de la iglesia, la trasciendo en un cristianismo que definir¨ªa de m¨ªstico o integrador. Mi religi¨®n es el Amor ¡ªme atrever¨ªa a decir¡ª, y el cristianismo cat¨®lico me ha ayudado a llegar a esta profesi¨®n, que es la ¨²nica imprescindible para crear un mundo mejor.
Digo todo esto porque estoy persuadido de que Occidente, y por tanto Espa?a, tras la deriva del materialismo ¡ªquiz¨¢ la principal de las desgracias¡ª, ser¨¢ cristiano con el tiempo, es decir, descubrir¨¢ a Jesucristo como faro de la humanidad; y quiz¨¢ hasta llegue a ser cat¨®lico, entendiendo este t¨¦rmino en su sentido literal, es decir, universal. No puede ser de otra forma, puesto que la Verdad es una e inclusiva, y se demuestra porque funciona. As¨ª que esta es mi respuesta: Espa?a est¨¢ dejando de ser cat¨®lica para ser cat¨®lica de verdad.
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