S¨¢nchez ante S¨¢nchez
Cualquiera que sea la decisi¨®n del presidente del Gobierno sobre su continuidad, Espa?a necesita estabilidad
Pedro S¨¢nchez ha colocado la vida pol¨ªtica espa?ola en una situaci¨®n in¨¦dita. Tras la publicaci¨®n de la carta abierta desde su cuenta de X, en una reacci¨®n de ¨ªndole personal pero con indudable trascendencia pol¨ªtica y un aire plebiscitario, y tras darse un plazo de cinco d¨ªas para reflexionar sobre su futuro, est¨¢ previsto que ma?ana anuncie si contin¨²a o no como presidente del Gobierno. Con esta decisi¨®n de alto riesgo la cuesti¨®n que ha puesto sobre la mesa no es solo si se queda o se va. Mediante una t¨¦cnica comunicativa inusual en nuestro pa¨ªs ¡ªdirigirse directamente a la ciudadan¨ªa en un tono personal y en una nota sin sello oficial¡ª, el presidente ha abierto un debate sobre las condiciones en las que se hace pol¨ªtica, sobre los l¨ªmites de su acci¨®n cuando se crea artificialmente un ambiente tenso, se utiliza un lenguaje b¨¢rbaro y las amenazas ocupan el lugar de su noble ejercicio.
La carta puede ser una se?al de alerta sobre el funesto impacto de la pseudoprensa en las democracias contempor¨¢neas en su empe?o por instalar a la sociedad en una realidad paralela en la que hechos y verdad no penetren. La fiscalizaci¨®n del poder, de todos los poderes, nada tiene que ver con la difusi¨®n de bulos o con la insidia. M¨¢s bien la perjudica, porque el aluvi¨®n de mentiras se convierte en una pantalla tras la que el poder se oculta para no responder a las preguntas verdaderas. Se extiende adem¨¢s a una parte del poder judicial instrumentalizado pol¨ªticamente y a unos partidos cuyos usos y costumbres sobrepasan todos los l¨ªmites de lo que es aceptable para ejercer su funci¨®n p¨²blica en una democracia liberal. Los ataques por todos esos frentes se han hecho tan rampantes y t¨®xicos que llegan a provocar la sensaci¨®n de vivir en un estado de indefensi¨®n democr¨¢tica en un sector importante de la ciudadan¨ªa. Parte de ese malestar se sustanci¨® el s¨¢bado a trav¨¦s de la reacci¨®n de militantes y simpatizantes socialistas movilizados para respaldar al presidente en un Comit¨¦ Federal tambi¨¦n in¨¦dito que acab¨® con la direcci¨®n del PSOE compartiendo calle con la militancia.
Pero si nuestro pa¨ªs no se puede permitir este nivel de barbarizaci¨®n de la vida pol¨ªtica, tampoco puede vivir en un estado de excepci¨®n permanente. M¨¢s all¨¢ de la adhesi¨®n de sus simpatizantes y su partido, la decisi¨®n que anuncie S¨¢nchez este lunes devuelve el debate autom¨¢ticamente a las instituciones compartidas, que es el lugar donde debe sustanciarse y donde debe priorizarse la estabilidad que Espa?a necesita y merece. Si el presidente decide dimitir, dos salidas son posibles, que disuelva las Cortes y convoque elecciones. O que simplemente dimita y se active el mecanismo constitucional de la investidura, con nuevas consultas del Rey a las que acudir¨ªa por parte del PSOE un nuevo candidato o candidata. Las dos salidas son igualmente leg¨ªtimas constitucionalmente ¡ªy estamos rodeados de democracias en las que la dimisi¨®n de un primer ministro no implica en absoluto nuevos comicios¡ª, teniendo en cuenta, adem¨¢s, que los espa?oles votaron en unas elecciones generales hace nueve meses.
Si tras estos d¨ªas de reflexi¨®n, Pedro S¨¢nchez decide seguir al frente de un Gobierno pleno de legitimidad tras las elecciones del 23 de julio pasado, tiene en su mano someterse a una cuesti¨®n de confianza en el Congreso de los Diputados, aunque, en puridad, no ha habido un cuestionamiento de esa confianza por parte de la C¨¢mara, no es ese el origen de esta crisis. Lo relevante ser¨¢ saber a qu¨¦ conclusiones pol¨ªticas ha llegado para enfrentar esa impotencia democr¨¢tica que expresaba en su carta y que tiene que ver con el ecosistema en el que hoy se desenvuelve la pol¨ªtica en buena parte del mundo y con la agresividad de las derechas espa?olas. Qu¨¦ est¨¢ dispuesto a hacer ¨¦l, su Gobierno, su partido y las mayor¨ªas sociales que les apoyan para no incrementar sino combatir eficazmente una toxicidad que pone en jaque a las democracias.
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