Bienes y no dioses
Estados Unidos impuls¨® despu¨¦s de la Segunda Guerra Mundial la construcci¨®n de la Europa democr¨¢tica y del Estado de bienestar; hoy, la brecha entre Washington y Bruselas es cada vez mayor
Ahora que los conflictos suceden en las fronteras de Europa, le dec¨ªa el exministro italiano Enrico Letta a Daniel Verd¨² en una entrevista publicada el mi¨¦rcoles en este peri¨®dico, ¡°no podemos ser dependientes completamente de la voluntad americana de querer afrontarlos¡±. Es como si de pronto Europa despertara de un confortable sue?o para darse de bruces con la realidad. Hay guerras que est¨¢n al lado, y ante las que se tiene que tomar posici¨®n, pero es que las cosas tampoco van bien en lo que toca a innovaci¨®n y desarrollo tecnol¨®gico y, dig¨¢moslo as¨ª, en habilidades y recursos para batirse mejor en el futuro. ¡°La brecha se abre entre nosotros y EE UU: ellos vuelan y nosotros vamos muy mal¡±, dice Letta.
La Europa de la que tanto se presume, la de la democracia y el Estado de bienestar, se construy¨® despu¨¦s de la Segunda Guerra Mundial, y Estados Unidos tuvo un papel decisivo en sus inicios. El continente estaba en ruinas, y las personas, rotas por una cat¨¢strofe que las hab¨ªa dejado a la deriva. ¡°El Plan Marshall¡±, escribe Mark Mazower en La Europa negra (Barlin Libros), ¡°result¨® econ¨®micamente mucho menos importante de lo que imaginaron sus propagandistas o sus detractores¡±. Lo que el historiador brit¨¢nico destaca es que lo relevante de la ayuda no tuvo tanto que ver con esos ¡°escasos d¨®lares¡± que vinieron del otro lado del Atl¨¢ntico, sino con otra cosa. ¡°Los estadounidenses¡±, dice, ¡°contribuyeron a transformar el capitalismo europeo ¡ªjusto como hab¨ªan empezado a hacer antes de la guerra¡ª mediante la modificaci¨®n de las relaciones en el seno de la empresa, la predicaci¨®n del evangelio de la gesti¨®n cient¨ªfica y la modernizaci¨®n de las pr¨¢cticas de trabajo y de los equipos¡±.
Lo que trajeron fue otra manera de entender las cosas, acaso conven¨ªa entonces ¡°reducir el descontento social y la probable difusi¨®n del virus comunista¡±, as¨ª que promovieron que la gente gastara m¨¢s ¡°en una especie de New Deal europeo¡±. Poco despu¨¦s lleg¨® la revoluci¨®n del consumo de los a?os cincuenta. La maquinaria de la publicidad se puso en marcha para producir nuevos deseos: los electrodom¨¦sticos, el coche, la televisi¨®n, y tambi¨¦n el rock and roll. Algunos europeos se encontraban inc¨®modos con aquella invasi¨®n de reclamos que invitaban a la ligereza y a las comodidades y los placeres fr¨ªvolos e intrascendentes, y creci¨® un antiamericanismo furioso y militante. Otros descubrieron en todo aquello ¡°una nueva libertad para definirse y modelar su propia identidad¡±.
¡°El ¨¦xito del capitalismo erosion¨® las rivalidades clasistas y reemplaz¨® la pol¨ªtica de masas activista y ut¨®pica de la ¨¦poca de entreguerras con otra m¨¢s incruenta de consumo y gesti¨®n¡±, apunta Mazower. ¡°Bienes y no dioses era lo que el pueblo pretend¨ªa¡±, dice, y con ese empuje que surgi¨® tras la guerra se fue moldeando una nueva Europa. Ahora toca reinventarla ante un mundo radicalmente distinto, en el que parecen diluirse sus viejos valores (igualdad, libertad, fraternidad) y donde ha perdido peso y buena parte de su poder. La influencia de Estados Unidos no fue nunca homog¨¦nea. Las corrientes que llegaron de all¨ª en la segunda mitad del siglo XX fueron muy distintas e incluso contradictorias, y los europeos las asimilaban, criticaban, devoraban, desechaban discretamente o vomitaban, recreaban. Fue una relaci¨®n llena de tensiones y de est¨ªmulos. Habr¨¢ que ver qu¨¦ ocurre ahora. Europa, en el escenario actual, necesita fortalecerse. La cuesti¨®n es de qu¨¦ manera. Y lo inquietante es que solo se habla de defensa y seguridad.
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