Hasta Puigdemont vive ya en la era del ¡®posproc¨¦s¡¯
Desde Vox hasta la CUP, la campa?a para las elecciones catalanas ha ido m¨¢s de temas socioecon¨®micos que de independencia
Hasta Carles Puigdemont vive ya en la era del posproc¨¦s. Desde Vox hasta la CUP, la campa?a para las elecciones catalanas ha ido m¨¢s de temas socioecon¨®micos que de independencia. A¨²n no se ha aplicado la amnist¨ªa, pero sus efectos ya se hacen notar: eliminar el secuestro emocional de la c¨¢rcel o de Waterloo, con tal de devolver la pol¨ªtica a la realidad. Tanto es as¨ª, que a medida que va quedando atr¨¢s el sue?o frustrado de 2017, renace una curiosa nostalgia transversal por aquellos tiempos de esplendor de la vieja Converg¨¨ncia que una vez fue.
El PSC fue h¨¢bil leyendo las coordenadas de estos comicios: ¡°pasar p¨¢gina¡± tras diez a?os de gobiernos favorables a la secesi¨®n, una d¨¦cada perdida, a la vista de los malos resultados del informe PISA o la sequ¨ªa. Y ello no solo amagaba con seducir al votante constitucionalista. Desde hace tiempo, se hab¨ªa instalado un clima de opini¨®n en el propio independentismo sobre que sus l¨ªderes no hab¨ªan servido ni para lograr el Estado propio, ni para gestionar. Ello explica por qu¨¦ ERC y Junts regresaron a la gobernabilidad de Pedro S¨¢nchez para negociar competencias y financiaci¨®n. O incluso, por qu¨¦ el president Pere Aragon¨¨s ha potenciado su perfil t¨¦cnico este 12-M, mientras que Junts ha empapelado media Comunidad aut¨®noma con lemas como ¡°el bon Govern¡±, apartando de escena al sector m¨¢s identitario de la formaci¨®n.
As¨ª que Catalu?a se adentra ya en una nueva pantalla. Ello es fruto del miedo de los dirigentes independentistas a volver a la c¨¢rcel, pero tambi¨¦n, de que los indultos o la amnist¨ªa sirvan para borrar el victimismo que imped¨ªa a la sociedad catalana avanzar tras el fin del proc¨¦s tal como se entendi¨® entre 2012 y 2017. No es de extra?ar que la campa?a se haya polarizado entre PSC y Junts: Catalu?a se divide hoy entre el hast¨ªo de muchos ciudadanos constitucionalistas, frente a la frustraci¨®n de los afines a la ruptura por el fracaso del 1-O.
Lo llamativo es que socialistas y puigdemontistas hayan encontrado la salida evocando el pasado convergent: la propuesta de Illa pasa por devolver la Generalitat a la senda del catalanismo constitucional ¡ªapareci¨® paseando con Miquel Roca i Junyent¡ª mientras Puigdemont promete ahora un futuro econ¨®mico que supere al de Madrid, y pos¨® con Jordi Pujol. Quiz¨¢s por ello, el l¨ªder de Junts est¨¦ siendo capaz de ilusionar m¨¢s a sus bases que Pere Aragon¨¨s. La Catalu?a del posproc¨¦s no ir¨¢ de saberse mejor que nadie el ¨²ltimo dato del CatSalud o de vivienda social: el reto para los l¨ªderes del movimiento es remontar el orgullo de un independentismo que se sinti¨® pisoteado tras el 1-O.
Puigdemont ya ha empezado a transitar esa senda. Su probable regreso a Espa?a le ha obligado a relanzar su partido, definiendo a Junts en el eje izquierda-derecha, con tal de sobrevivir a la nueva pantalla donde ya no habr¨¢ ¡°agravios¡± penales por la cuesti¨®n nacional. De aquella formaci¨®n transversal, populista y personalista que solo giraba alrededor del refer¨¦ndum ilegal, hoy existe un Junts que habla de ¡°m¨¦rito¡± o ¡°cultura del esfuerzo¡± mientras llena su programa con propuestas de bajadas de impuestos. Si el plan es convertirse en una especie de Ayuso catalana, el tiempo lo dir¨¢.
Sin embargo, es probable que ERC acabe teniendo la llave de la gobernabilidad. La coartada perfecta para que Aragon¨¨s apoyara un tripartit entre PSC, ERC y Comuns ser¨ªa que Alian?a Catalana ¡ªpartido soberanista y xen¨®fobo¡ª fuera necesaria para reeditar la mayor¨ªa independentista de ERC, Junts y CUP. Ello le permitir¨ªa acercarse al PSC con menos costes que hace cinco a?os, tras haber firmado un manifiesto sobre no pactar con AC. De romper con la pol¨ªtica de bloques tambi¨¦n ir¨¢ el posproc¨¦s.
La prueba del algod¨®n del cambio de etapa est¨¢ en la derecha. El Partido Popular y Vox han acabado pugnando por cuestiones como la inmigraci¨®n porque el proc¨¦s ha dejado de ser un problema. Lejos de las grandes manifestaciones en Madrid contra la amnist¨ªa, sus quejas han aparecido muy diluidas en los debates electorales en Catalu?a. Lo mismo ocurri¨® en Euskadi: el mantra ¡°que te vote Txapote¡± servir¨¢ para rascar votos en el resto de Espa?a, pero ni Isabel D¨ªaz Ayuso se atrevi¨® a pronunciarlo all¨ª con la misma vehemencia. Alguien se habr¨¢ dado cuenta en el PP de Alberto N¨²?ez Feij¨®o que ambas comunidades no son como las cuentan en la Madridesfera.
Sin embargo, el pasado no puede volver a Catalu?a de la misma forma como se fue: m¨¢s diez a?os no pasan en vano. De un lado, el deseo de tener un Estado propio seguir¨¢ siendo el nervio que atraviesa a esa parte de la sociedad catalana, pero pervivir¨¢ como una especie de independentismo folcl¨®rico: una utop¨ªa en el horizonte por la que dir¨¢n seguir trabajando. Del otro, la base social del constitucionalismo tambi¨¦n ha cambiado. El PSC dista hoy de ser aquel partido catalanista que una vez encarn¨®, al beber ahora de la huella que ha dejado Ciutadans. No es casual que Illa utilice en sus m¨ªtines top¨®nimos en espa?ol como ¡°L¨¦rida¡± o ¡°Bajo Llobregat¡±.
Este 12-M Catalu?a se adentra a la fase del posproc¨¦s: si se lo huele hasta la derecha, lo puede saber ya hasta Puigdemont.
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