Las tres lecciones de Marissa Mayer
?Por qu¨¦ se comportan como lemmings empe?ados en despe?arse las empresas m¨¢s capaces del mundo?
S¨¦ que suena a frase de LinkedIn, pero pienso a menudo en la carrera de Marissa Mayer, que fue junto a Sheryl Sandberg la m¨¢s famosa de las ejecutivas de Silicon Valley. Una de sus muchas funciones en Google consisti¨® en vigilar su p¨¢gina principal, manteni¨¦ndola lo m¨¢s limpia y blanca posible. Eso significaba decirle que no a quien se acercara con una idea de bombero. ¡°¡ªMira Marissa, que hemos pensado que... ¡ªNo ¡ªPero el presidente ha dicho que¡ ¡ªQue no¡±. Me hace much¨ªsima gracia imaginarme a Mayer como una hero¨ªna de la inacci¨®n, una Bartleby moderna, porque s¨¦ que ella es m¨¢s bien todo lo contrario. Lecci¨®n uno: a veces es mejor no tocar nada, pero el esfuerzo empleado en convencer al resto es mayor que el de hacer el cambio.
Tambi¨¦n suelo recordar cuando dej¨® la empresa para ponerse al frente de Yahoo! y se estrell¨® como pocas veces se ha visto. Al parecer existen trabajos imposibles de realizar, como gobernar un pa¨ªs mediterr¨¢neo o ser jefa de un elefante corporativo en decadencia. El t¨¦rmino ¡°techo de cristal¡±, que define la dificultad femenina para acceder a ciertos altos puestos, es mucho m¨¢s popular que su opuesto, el ¡°acantilado de cristal¡±, que explica que cuando una misi¨®n importante est¨¢ condenada al fracaso puede acabar en manos de una se?ora porque total, de perdidos al r¨ªo. Lecci¨®n dos: si vemos un precipicio en el horizonte, aunque nos entren muchas ganas, es mejor no lanzarse por ¨¦l. O, parafraseando al escritor Terry Pratchett, a veces la luz al final del t¨²nel es la de un lanzallamas.
El ¨²ltimo aprendizaje es reciente. A pesar de su especializaci¨®n en inteligencia artificial por Stanford y una impresionante experiencia y capacidad, Mayer ha ca¨ªdo con su propia empresa de IA, Sunshine, en el mismo error que est¨¢n cometiendo una por una todas las tecnol¨®gicas, presentando un producto inmaduro. Aqu¨ª se combinan elegantemente las dos lecciones anteriores en una tercera: por el amor de Dios, por mucho que los dem¨¢s se tiren por un puente, si no est¨¢ listo no lo lances.
Todo esto viene porque en la ¨²ltima semana la p¨¢gina de b¨²squedas de Google en EE UU se llen¨® de sugerencias desquiciadas como comerse una roca peque?a al d¨ªa o probar la pizza con pegamento, debido a la inclusi¨®n prematura de respuestas generadas con IA. ?Por qu¨¦ se comportan como lemmings empe?ados en despe?arse las empresas m¨¢s capaces del mundo, incluida aquella que integr¨® a los cient¨ªficos de DeepMind que vencieron al ser humano jugando al Go, financi¨® el c¨¦lebre paper ¡°Attention is all you need¡± que desencaden¨® los avances actuales, y que sigue realizando descubrimientos m¨¦dicos de ciencia ficci¨®n? La respuesta corta es la presi¨®n de los accionistas tras la aparici¨®n de un disruptor enloquecido y brillante, OpenAI, que ha desbaratado calendarios y roto normas del juego, en un caso claro del dilema del innovador descrito por el profesor de Harvard Clayton Christensen en su libro cl¨¢sico de 1995 sobre los problemas de las empresas consolidadas cuando aparecen nuevos competidores con tecnolog¨ªas imperfectas, pero a quienes se les permiten m¨¢s errores.
Para la respuesta larga habr¨ªa que examinar la deriva del capitalismo y su ansia infinita de crecimiento, leerse las teor¨ªas del escritor Cory Doctorow (enshittification) y del periodista Ed Zitron (econom¨ªa podrida) o pensar un rato en Marissa Mayer y en la usad¨ªsima frase de Pascal: ¡°toda la desdicha de los hombres proviene de una sola causa: no saben permanecer en reposo, en un cuarto¡±.
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