Oasis Europa
Ojal¨¢ ejerci¨¦ramos como ciudadanos con la historia en mente e hici¨¦ramos todo lo posible para no perder este mundo de hoy imperfecto que tenemos
No quisiera que nuestro mundo se convirtiera en el de ayer. Stefan Zweig me viene a la memoria estos d¨ªas. Casualidad o no, me acuerdo del escritor austr¨ªaco cuando del patio de luces me llega la melod¨ªa del Himno a la Alegr¨ªa tocado por alg¨²n ni?o que se est¨¢ iniciando en el piano. A m¨ª tambi¨¦n me suenan algo desafinadas las notas de la sinfon¨ªa de Beethoven que aprend¨ª a tocar con la flauta. En nuestro d¨ªa a d¨ªa la Uni¨®n parece lejana, un ente burocr¨¢tico cuya autoridad no terminamos de sentir como propia. Y, en cambio, dando un vistazo a la situaci¨®n del mundo, la realidad arroja una verdad incuestionable: Europa es una anomal¨ªa, un oasis de paz entre los convulsos conflictos que nos rodean y, a pesar de los retrocesos en el Estado del bienestar que ha venido imponiendo el neoliberalismo en las ¨²ltimas d¨¦cadas, sigue resistiendo en su defensa de unos valores fundacionales que no surgieron de la nada. Si las naciones del Viejo Continente dejaron atr¨¢s sus diferencias hist¨®ricas y odios at¨¢vicos no fue porque se vieran iluminadas por una s¨²bita epifan¨ªa pacifista, sino que llegaron a la conclusi¨®n de que hab¨ªa que trabajar por la paz ante el horror que dejaron dos guerras mundiales disputadas en buena parte en su propio territorio.
Que las derechas extremas vayan ganando enteros y se propongan una alianza pseudofascista es algo que deber¨ªamos temer tanto como las atrocidades de las que nos hablan los libros de historia. Y deber¨ªa lanzarnos de cabeza a las urnas este domingo para votar lo que sea que no sea populismo, racismo, misoginia de la m¨¢s rancia, aunque se encarne en rubias como Le Pen o Meloni. Europa no ser¨¢ Europa si la convierten en un grupo de pa¨ªses encerrados cada uno en su trinchera identitaria o cultural, empeque?ecida en un provincialismo anacr¨®nico. Es el miedo lo que explotan estas fuerzas, un miedo opuesto a la alegr¨ªa que conlleva la esperanza en una pertenencia supranacional robusta. Ojal¨¢ ejerci¨¦ramos como ciudadanos con la historia en mente e hici¨¦ramos todo lo posible para no perder este mundo de hoy imperfecto que tenemos. ¡°He sido testigo de la m¨¢s terrible derrota de la raz¨®n y del m¨¢s enfervorizado triunfo de la brutalidad¡±, resum¨ªa Zweig al principio de El mundo de ayer. Ahora somos nosotros quienes estamos siendo testigos de c¨®mo se est¨¢n plantando las semillas de movimientos antidemocr¨¢ticos contrarios a los derechos fundamentales. Por los muertos del pasado y por el futuro de nuestros hijos no deber¨ªamos dejar que germinaran en el coraz¨®n de este oasis excepcional.
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