Stefan Zweig m¨¢s cercano que nunca
Los cuadernos ¨ªntimos del popular escritor austriaco se mueven entre la ligereza sentimental de los primeros a?os del siglo XX y el drama de las dos guerras mundiales
En 1984 la editorial alemana Fischer public¨® por primera vez los Diarios de Stefan Zweig. Era un solo volumen en octavo de 600 p¨¢ginas, de las cuales 200 conten¨ªan los comentarios del editor: Knut Beck. Captaron el inter¨¦s del p¨²blico porque Zweig nunca compuso obras autobiogr¨¢ficas, exceptuando El mundo de ayer. Cuando el escritor y su segunda esposa, Lotte Altman, abandonaron Europa para siempre, los nueve cuadernos que conten¨ªan los diarios quedaron en la casa de la ciudad de Bath, en Inglaterra. Gracias a su publicaci¨®n p¨®stuma pudo conocerse a Zweig m¨¢s de cerca, porque estos escritos conten¨ªan confidencias e impresiones inmediatas nunca antes divulgadas. Nac¨ªan de la espontaneidad e impulsadas por el ardor del momento.
Zweig nunca fue un diarista apasionado, al estilo de Andr¨¦ Gide o de Thomas Mann. En varias etapas de su vida intent¨® someterse a esta disciplina cotidiana, aunque se cansaba pronto. Sol¨ªa empezar un diario con ocasi¨®n de efem¨¦rides concretas que cre¨ªa dignas de menci¨®n para ser recordadas en un futuro: situaciones personales, algunos viajes o la guerra y la situaci¨®n pol¨ªtica. Pero su temperamento fogoso era inconstante, pasaba raudo de la exaltaci¨®n al des¨¢nimo y, a menudo, solo encontraba la calma refugi¨¢ndose en su obra y olvid¨¢ndose de todo lo dem¨¢s. Esa inconstancia se aprecia en estos apuntes, a menudo muy intensos, pero fragmentarios y llenos de lagunas temporales.
El estupendo volumen de Acantilado, traducido con eficacia y enriquecido con comentarios que actualizan los de Beck, comprende todos los diarios que se han conservado. Al parecer, falta alg¨²n cuaderno correspondiente a los a?os mozos del escritor, perdido ya en vida de Zweig. Los editados datan de 1912, 1914 y 1918; luego pasan a 1931, 1935 y 1936, para finalizar en 1939 y 1940.
Zweig nunca fue proclive a comentar sus propias obras, y esta ausencia se refleja en los diarios, que tampoco contienen reflexiones filos¨®ficas o pensamientos sobre literatura, se centra en consignar acontecimientos del momento. Aun as¨ª, constituyen una fuente biogr¨¢fica e hist¨®rica inestimable para conocer las sensaciones del escritor frente a la Gran Guerra y la cat¨¢strofe europea del advenimiento del nazismo, aunque tambi¨¦n reflejan dos gozosos viajes a Nueva York y Brasil.
El tono mundano de las entradas del primer diario (1912 a 1914) es muy distinto del resto. Zweig ten¨ªa 31 a?os cuando las consign¨®, viv¨ªa en Viena en un apartamento propio y con un criado; saboreaba sus incipientes ¨¦xitos literarios. Como hombre atractivo, cosmopolita, libre y rico, al estilo de su admirado Casanova, entusiasmaba a las mujeres. Su autorretrato de esta ¨¦poca bien pudiera ser el del personaje masculino de Carta de una desconocida: apasionado en el amor de una noche, pero fr¨ªo de sentimientos e incapaz de comprometerse con relaciones duraderas.
Zweig adoraba Par¨ªs. El diario recoge una apasionada estancia en la Ciudad de la Luz, en la que, a la vez que visitaba a buenos amigos como Romain Rolland, trababa amistades femeninas en tranv¨ªas y parques. En uno de sus paseos conoci¨® a la joven modista Marcelle, con la que vivir¨ªa ¡°noches t¨®rridas¡±, seg¨²n anota el apuesto donju¨¢n. Es posible que la muchacha quedase embarazada y que abortara ¡ªlas palabras a este respecto son cr¨ªpticas¡ª. Al poco tiempo, Zweig regres¨® a Viena y se despreocup¨® del asunto. En 1914 volvi¨® a Par¨ªs y encontr¨® a Marcelle ¡°m¨¢s bella que antes¡± y sin ning¨²n atisbo de reproche. La relaci¨®n con la chica francesa no le impidi¨® mantener a la vez un romance con la austriaca Friderike von Winternitz, una belleza en la treintena, casada insatisfecha y madre de dos ni?as, que lo enamor¨® mediante una carta an¨®nima. Pese a que Zweig quer¨ªa sobre todas las cosas ¡°ser libre e independiente¡±, se comprometer¨¢ con Friderike, se casar¨¢n y luego se divorciar¨¢n, pero nunca dejar¨¢n de ser amigos y ella siempre ser¨¢ un apoyo para ¨¦l: la calma de su tempestad interior. Pero esto no aparece en ninguno de sus diarios.
Esta frivolidad de se?orito privilegiado del imperio austroh¨²ngaro de la que Zweig hac¨ªa gala en 1912 desapareci¨® en los a?os posteriores: la Primera Guerra Mundial marc¨® el final de su mundo de ayer y tuvo que madurar. Las anotaciones de los dos primeros a?os de guerra son tristes, llenas de malos presentimientos, tr¨¢gicas; ya desde el primer d¨ªa de las hostilidades, Zweig mostr¨® su rechazo a una guerra que supo perdida e in¨²til.
En 1914 qued¨® libre de servir como soldado, en 1915 entr¨® a formar parte del servicio de propaganda en el Archivo de Guerra. Junto con otros escritores, entre ellos Rilke, cooper¨® como redactor y censor en la retaguardia. Nunca vio el frente, lo atisb¨® de lejos en un viaje que hizo a Galitzia, devastada por los rusos. Dej¨® notas vibrantes del trayecto; de los trenes atestados de valientes soldados que iban al frente cantando, intuyendo que quiz¨¢ no sobrevivir¨ªan o que regresar¨ªan con terribles heridas como las que ¨¦l mismo pudo ver en un estremecedor hospital de campa?a. Las impresiones de los a?os de guerra forjaron el pacifismo militante que Zweig exhibir¨ªa antes de que terminara la contienda y en su drama Jerem¨ªas.
¡°Nuestro continente no volver¨¢ a ser habitable hasta que est¨¦ unificado¡±, escribi¨® sobre Europa
Entre finales de 1917 y principios de 1918, Zweig pas¨® unos meses en Suiza. All¨ª, junto a Friderike, hall¨® tranquilidad y pudo dedicarse a escribir. Afianz¨® su gran amistad con Rolland, a quien admiraba por su integridad de hombre ejemplar; conoci¨® a escritores como Fritz von Unruh o Hans Carossa; se hizo amigo del grabador belga Frans Masereel, y trat¨® a exiliados de varios pa¨ªses. En esos meses, Zweig exultaba optimismo al encontrarse de nuevo en un ambiente literario y cosmopolita. En cambio, a finales de 1918, con Europa devastada y disuelto el imperio de los Habsburgo, le invadi¨® un profundo pesimismo: ¡°La guerra se ha cobrado una terrible venganza contra quienes la deseaban: emperadores, reyes, diplom¨¢ticos, militares, capitalistas¡ su mundo se desmorona. Nos hallamos ante un cambio como el de la Revoluci¨®n Francesa, con la ¨²nica diferencia de que todo ha adquirido unas dimensiones monstruosas. Tendremos que aprender a vivir de otro modo, no queda m¨¢s remedio¡±. Y Europa es la que le doler¨¢ de nuevo en 1931, cuando inicia otro diario al verla otra vez en peligro: ¡°Nuestro continente no volver¨¢ a ser habitable hasta que est¨¦ unificado y ofrezca en su espacio libertad de movimientos¡±.
Ya en 1935, en un cambio de escenario, en Nueva York, Zweig rebosa entusiasmo en sus notas, est¨¢ fascinado por la ciudad: le encantan los inmensos edificios y la apertura de miras de aquel ¡°crisol de todas las culturas¡±. Asiste a conciertos, junto a la ¨¦lite cultural neoyorquina, es amigo personal de Toscanini y de Bruno Walter. Imparte conferencias ante un p¨²blico numeroso, aunque le invade el p¨¢nico esc¨¦nico; lo que de verdad ans¨ªa es deambular a solas por las avenidas. Visita el Metropolitan Museum y el Cotton Club, donde lo cautiva el claqu¨¦ de los bailarines negros.
Un embeleso semejante sinti¨® tambi¨¦n en su primer viaje a R¨ªo de Janeiro, en 1936; all¨ª sus obras gozaban de gran fama. Curiosamente, la primera escala de esta traves¨ªa fue Vigo; acababa de estallar la Guerra Civil en Espa?a, hab¨ªa falangistas y soldados insurrectos por las calles; pero al escritor le arrebat¨® la belleza de las espa?olas: ¡°He visto m¨¢s chicas guapas en dos horas en Espa?a que en Inglaterra en los meses que llevo viviendo all¨ª¡±.
Una vez en R¨ªo qued¨® prendado de la ciudad. Lo trataron de maravilla. El dictador Get¨²lio Vargas lo recibi¨® en privado, hablaron de Austria y de las operetas de Leh¨¢r. Todo eran elogios y parabienes p¨²blicos; Zweig pronunci¨® una conferencia a la que asistieron 2.000 personas. Le alegraba la ¡°libertad¡± de los brasile?os, la mezcla de razas, la falta de prejuicios que observaba a su alrededor; la belleza de las mulatas. Le entusiasmaron el paisaje, la luz, la selva, las monta?as, el mar. Por todo ello Brasil no se le ir¨ªa ya nunca del coraz¨®n; y hasta escribi¨® un libro sobre aquella maravilla: Brasil, pa¨ªs de futuro. Qu¨¦ iron¨ªa que fuera precisamente en Brasil, en la ciudad de Petr¨®polis, donde Zweig y Lotte se suicidaron en 1942, cuando hab¨ªan perdido la esperanza en el ¡°futuro¡±.
Brasil le entusiasm¨®. Convencido de que Hitler ganar¨ªa la guerra, all¨ª terminar¨ªa suicid¨¢ndose
Ese triste final lo auguran los apuntes desesperanzados de 1939 y 1940; Zweig cree que Europa est¨¢ perdida, que Hitler lo conquistar¨¢ todo y que no tendr¨¢ piedad con los vencidos, y menos con jud¨ªos como ¨¦l y su esposa. Los diarios terminan cuando Par¨ªs ha ca¨ªdo en manos de los nazis y se teme una invasi¨®n de Inglaterra. Los Zweig han comprado una casa en Bath, en la que solo han vivido unos meses. Aunque les han concedido la naturalizaci¨®n inglesa, a efectos de convivencia diaria se los ve como ¡°austriacos¡±, enemy aliens. No quieren vivir as¨ª, sin respeto ni amistades. Tienen un escape: Brasil; atr¨¢s dejar¨¢n un mundo irrecuperable. Zweig cumplir¨¢ pronto 60 a?os; pesimista y desilusionado, se siente ¡°viejo¡± para volver a empezar; durante unos meses todav¨ªa har¨¢ un ¨²ltimo esfuerzo por recuperarse en el ex¨®tico pa¨ªs, pero ser¨¢ en vano.
Diarios
Traducci¨®n de Teresa Ruiz Rosas.
Acantilado, 2021.
425 p¨¢ginas. 32 euros.
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