El debate | Prostituci¨®n, ?regular o prohibir?
El reciente fracaso en el Congreso de una proposici¨®n contra el proxenetismo pone de manifiesto la dificultad de conciliar los diferentes enfoques sobre el mercadeo de sexo en Espa?a, que se ejerce en un limbo alegal
El PSOE se qued¨® solo en el Congreso hace un mes al intentar aprobar una Proposici¨®n de Ley contra el Proxenetismo. Desde el PP hasta Sumar, el socio de Gobierno, rechazaron una propuesta que te¨®ricamente recoge una reivindicaci¨®n feminista y de amplio consenso. Aparte del contexto preelectoral, el debate revel¨® la dificultad de conciliar dos enfoques en torno a la prostituci¨®n que dividen al feminismo, y tambi¨¦n a la pol¨ªtica: la necesidad de regular el mercadeo de sexo o la abolici¨®n completa de esta actividad.
Dos expertas exponen los argumentos de uno y otro lado. La soci¨®loga Rosa Cobo defiende el enfoque abolicionista para perseguir el entramado criminal que rodea la prostituci¨®n mientras que la fil¨®sofa Encarna Bodel¨®n cree que hay que reconocer derechos a quienes ejercen esta actividad.
La abolici¨®n es una conquista
ROSA COBO
En los ¨²ltimos a?os, la prostituci¨®n se ha situado en un lugar central de la opini¨®n p¨²blica. El movimiento feminista, por su parte, ha colocado la lucha contra la prostituci¨®n en el coraz¨®n de su agenda pol¨ªtica. Y sectores del poder pol¨ªtico han recogido esta preocupaci¨®n con la promesa de hacer pol¨ªticas abolicionistas, tal y como han hecho pa¨ªses europeos como Francia, Irlanda o Suecia, entre otros.
La prostituci¨®n se ha colocado en el debate pol¨ªtico porque se ha convertido en una industria global que ha hecho de los cuerpos de las mujeres un mercado de consumo. Su transformaci¨®n en una gigantesca industria de la explotaci¨®n sexual tiene su origen en el surgimiento del nuevo capitalismo. Cuando comienzan a aplicarse las primeras pol¨ªticas econ¨®micas neoliberales, nos encontramos con pa¨ªses que no pueden engancharse a la econom¨ªa global porque sus aparatos productivos no son competitivos. En ese contexto hacen su aparici¨®n las econom¨ªas il¨ªcitas: exportaci¨®n ilegal de armamento, narcotr¨¢fico o exportaci¨®n de mujeres para la explotaci¨®n sexual. Estas econom¨ªas ilegales ser¨¢n cruciales para la reconstrucci¨®n de pa¨ªses con altas tasas de pobreza. Para ello pondr¨¢n en marcha circuitos semi-institucionalizados creados por mafias con la complicidad y el aliento de sus ¨¦lites econ¨®micas y pol¨ªticas. Por esos circuitos son exportadas las mujeres para la prostituci¨®n que, al enviar remesas de dinero a sus familiares, reactivan el consumo y con ello las econom¨ªas nacionales. Son captadas en su pa¨ªs, a veces con violencia, otras con enga?os y siempre con la promesa falsa de dinero f¨¢cil. Es entonces cuando comienza un viaje de sufrimiento y dolor inimaginable para quienes vivimos ajenas a esa realidad. La prostituci¨®n es una estrategia de desarrollo para pa¨ªses con altas tasas de pobreza. ?Es tolerable que los cuerpos de mujeres marcadas por la pobreza se conviertan en una estrategia de desarrollo?
Las mujeres en prostituci¨®n son mostradas en serie, como art¨ªculos de consumo, hipersexualizadas y, por tanto, desindividualizadas. Lo ¨²nico que cuenta son sus atributos corporales y su procedencia. El proceso de deshumanizaci¨®n comenz¨® cuando fueron exportadas como mercanc¨ªas y culmina con las muchas modalidades de violencia de las que son objeto.
La patronal proxeneta y los puteros, acompa?ados de ONG, investigaciones acad¨¦micas, periodismo de opini¨®n en medios de comunicaci¨®n y diversos productos culturales, adem¨¢s de aquellas empresas que ven aumentados sus beneficios por la prostituci¨®n, han elaborado un discurso que blanquea la prostituci¨®n con la denominaci¨®n de trabajo sexual. Tendr¨ªamos que preguntarnos si una doble penetraci¨®n, golpes o ahogamientos pueden ser definidos como trabajo. Se trabaja con las manos o con la cabeza, pero solo las mujeres prostituidas hacen de su cuerpo un lugar de trabajo. La prostituci¨®n es un allanamiento del cuerpo, un dejarse hacer y una negaci¨®n del propio deseo. Hablar con supervivientes de la prostituci¨®n es enfrentarse a vidas marcadas por el trauma.
El movimiento feminista sostiene que hay que distinguir la prostituci¨®n del colectivo concreto que son las mujeres prostituidas, para as¨ª interpelar cr¨ªticamente esa instituci¨®n y, al tiempo, elaborar pol¨ªticas p¨²blicas para las mujeres prostituidas. El objetivo del abolicionismo es acabar con una de las modalidades m¨¢s criminales de violencia contra las mujeres y con una de las mayores vulneraciones de los derechos humanos. Una sociedad que anhela mayores espacios de igualdad no debe permitir que mujeres con escasos recursos, vulnerables y migrantes mayoritariamente est¨¦n en lugares segregados para que cualquier var¨®n pueda acceder a sus cuerpos con impunidad. ?Queremos que nuestros hijos e hijas se socialicen en la idea de que las mujeres son mercanc¨ªas que ellos pueden comprar? Por todo esto avanza la masa cr¨ªtica abolicionista y sectores sociales cada vez m¨¢s numerosos entienden que la prostituci¨®n es una forma ¨¦ticamente intolerable de esclavitud sexual.
Las trabajadoras sexuales merecen vivir con derechos
ENCARNA BODEL?N
La ultraderecha ha avanzado en toda Europa en las ¨²ltimas elecciones, y m¨¢s que nunca hay que pensar c¨®mo fortalecer feminismos que se enfrenten al poder del capitalismo y del patriarcado, del racismo, del colonialismo, del binarismo sexual, el capacitismo y otras exclusiones.
En mi opini¨®n, las posiciones pro-derechos sobre trabajo sexual est¨¢n poniendo sobre la mesa un enfoque que permite avanzar, ya que plantean de forma profunda cu¨¢les son las necesidades de muchas mujeres atravesadas por vidas precarizadas, y nos advierten sobre las consecuencias de medidas sancionadoras, en un contexto de Estados securitarios. Debe aclararse que las posiciones pro-derechos son muy diferentes de las reglamentaristas. El reglamentarismo plantea regulaciones que en muchos casos no garantizan derechos y solo establecen formas de gestionar la actividad de la prostituci¨®n, sin poner en cuesti¨®n la explotaci¨®n econ¨®mica que pueda existir. Tambi¨¦n debe recordarse que en el posicionamiento pro-derechos se distinguen formas aut¨®nomas de trabajo sexual de otras situaciones atravesadas por situaciones de violencia o de explotaci¨®n.
En mayo, el Gobierno present¨® un proyecto de ley que fue rechazado: la Proposici¨®n de Ley Org¨¢nica por la que se modifica la Ley Org¨¢nica 10/1995, de 23 de noviembre, del C¨®digo Penal, para prohibir el proxenetismo en todas sus formas. Era un texto de dos p¨¢ginas, que solo propon¨ªa una reforma del C¨®digo Penal centrada en tres elementos que caracterizan los modelos sancionadores n¨®rdicos: ampliaci¨®n del concepto de proxenetismo (delito que ya existe en nuestro C¨®digo Penal), punici¨®n de las personas que alquilen viviendas en las que se ejerza la prostituci¨®n y sanciones a los clientes. Medidas que ya se ha demostrado s¨®lo marginan y precarizan m¨¢s a las trabajadoras sexuales.
Es un paso m¨¢s en un recorrido que se inici¨® hace veinte a?os, con las ordenanzas municipales de ¡°civismo¡± y la Ley Mordaza (una ley catastr¨®fica para los derechos civiles). El abolicionismo sancionador no se ha desmarcado de dos artefactos jur¨ªdicos que solo han servido para aumentar la exclusi¨®n social de trabajadoras sexuales, y adem¨¢s ha pretendido dar un paso m¨¢s en un modelo de persecuci¨®n y sanciones hacia las trabajadoras sexuales.
Diversos estudios sobre la aplicaci¨®n de las ordenanzas han mostrado sus efectos: la mayor¨ªa de las sanciones las sufren las mujeres, no los clientes; se empobrece a las mujeres con las multas; se precarizan sus espacios de trabajo; se sanciona a mujeres en situaci¨®n de trata; se da una especial persecuci¨®n de mujeres migrantes y trans, y un largo etc¨¦tera de vulneraciones de derechos. Nada ha mejorado en la vida de las mujeres que ejercen trabajo sexual voluntariamente, y nada ha mejorado all¨ª donde en vez de prostituci¨®n hay violencia.
Estudios acad¨¦micos y organizaciones sociales en los pa¨ªses del llamado modelo n¨®rdico est¨¢n denunciando los efectos marginadores y las vulneraciones de derechos que sufren las mujeres (por ejemplo, Amnist¨ªa Internacional en su informe sobre Irlanda en 2022).
Hay que cambiar el eje: derechos para las mujeres migrantes, luchar por la distribuci¨®n de la riqueza y los trabajos de cuidado, modificar el modelo productivo que arrasa el planeta, educar en feminismos, transformar las masculinidades patriarcales... En los modelos sancionadores el centro no son los derechos de las mujeres migrantes sin regularizar, ni las precariedades econ¨®micas que genera el sistema. Las situaciones de violencia, de marginaci¨®n o de exclusiones que puede haber tambi¨¦n detr¨¢s de algunas formas de prostituci¨®n deben ser distinguidas del trabajo sexual y deben ser combatidas con las herramientas de la emancipaci¨®n y los derechos.
Hace unos d¨ªas se realizaron unas jornadas en Madrid, en las que participaron diferentes colectivas de trabajadoras sexuales y propusieron un manifiesto: ¡°Manifiesto de los derechos de las personas que ejercen trabajo sexual¡±. Escuchen sus voces resumidas en una frase final: ¡°Nadie vive mejor sin derechos¡±.
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