Esta ciudad no es para m¨ª
Los lectores escriben acerca de la situaci¨®n de Madrid, las mujeres y los cuidados, el drama de la demencia y de la compasi¨®n
Querer a Madrid cada vez es m¨¢s dif¨ªcil. Despu¨¦s de a?os viviendo en el centro de la capital, la ciudad me expuls¨® cuando decid¨ª que era el momento de invertir mis discretos ahorros en comprar una vivienda ¡ªa las afueras, por supuesto¡ª y dejar de pagar el alquiler de mi piso que se hab¨ªa vuelto abusivo. Hoy, desde la perspectiva del extrarradio, Madrid se me hace un lugar hostil, exasperante, lleno de coches y parques sin sombra, cuya ¨²nica oferta de asueto la ofrece una cafeter¨ªa de franquicia en la que pararse a tomar un cortado hace que te sientas ajeno. Tampoco est¨¢n muchos de los peque?os locales de artesanos y comerciantes que conoc¨ªa y que han sido sustituidos sibilinamente por miniviviendas de uso tur¨ªstico que se pagan a precio de suites de lujo. Pienso en esto paseando entre sus calles y se me vienen a la cabeza los discursos de esos pol¨ªticos que enarbolan la palabra ¡°madrile?os¡± como si de verdad les import¨¢ramos. ?Acaso alguien se lo cree?
Eva Mach¨®n Saavedra. Madrid.
?Por qu¨¦ las mujeres hablan tanto?
Mi madre habla much¨ªsimo. Puede enviarme un mensaje de audio de siete minutos como quien no quiere la cosa. Cuando est¨¢ con mi t¨ªa incluso se multiplica; el silencio es de las ¨²nicas cosas que no han compartido en 74 a?os. Cuando empec¨¦ a analizar m¨¢s al detalle, me di cuenta de que la mayor¨ªa de los temas eran: qu¨¦ hab¨ªan comprado en la fruter¨ªa, el mejor detergente quitamanchas o la compra de la camiseta interior para que no pasara fr¨ªo mi sobrina. La mayor¨ªa de los temas giran en torno a la misma cosa: los cuidados. Esas se?oras que tanto charlan y a las que siempre han tachado de cotorras est¨¢n gastando su energ¨ªa para cuidarte a ti y a los tuyos.
Nazaret Reyes Alba. Barbate (C¨¢diz)
La crueldad de la demencia
Los sanitarios las vemos todos los d¨ªas, pero no hay enfermedad m¨¢s mezquina y cruel que las demencias. Son las patolog¨ªas del yo, que diluyen a la persona misma. Te extinguen el sabor del helado en Las Ramblas en el 2002, la manera de proceder en la ducha o el reconocer el hogar que has creado. En este tiempo de avances y esperanza, pero a¨²n no soluciones, no resta mucho m¨¢s para transitar el camino que el asesoramiento adecuado, la comprensi¨®n y el amor incondicional, pues no existe testigo m¨¢s universal del amor absoluto entre dos personas que el deterioro (cognitivo y f¨ªsico) de una de ellas.
Anxo M. Minguill¨®n Pereiro. Santiago de Compostela
Mirar por la ventana
Mundo interconectado: confusa sala de espejos que muestran a la Ant¨¢rtida lo que ocurre en el Polo Norte. Hoy miro por la ventana ¡ªuna pantalla¡ª y alcanzo a ver el dolor de cualquier lado. V¨¦rtigo es mi primera reacci¨®n; frustraci¨®n es la segunda cuando, conmovido, estiro un brazo voluntarioso que no rebasa mi propio alf¨¦izar. Aparece una soluci¨®n: a mi lado hay una planta. ¡°Puedes regarla, hacer ese bien¡±. Pero aqu¨ª llueve, no necesita agua, no m¨¢s que aquel ni?o que veo en el campo muri¨¦ndose de sed. ?C¨®mo voy a conformarme regando una planta que ya tiene agua, solo porque desde aqu¨ª no logro hac¨¦rsela llegar a ¨¦l?
El¨ªas Richart Olba. Sant Joan d¡¯Alacant (Alicante)
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