El humor nos salva
En la tragedia actual de la conversaci¨®n p¨²blica ser¨ªa bueno recordar que la risa nos libera y nos une
Me encuentro a Carlos P¨¢ez en un desayuno en M¨¦xico. Llega en traje de ba?o azul con un estampado de veleros, una camiseta Lacoste negra, gafas de sol, un rosario vasco colgado del cuello y una cruz alargada que le cubre una buena parte del b¨ªceps que acaba de tatuarse en Playa del Carmen. El sobreviviente de la tragedia de los Andes dice que no ve la cruz como s¨ªmbolo de lo tachado y de la muerte, sino de las aspas del helic¨®ptero que le dio la bienvenida a la vida. Cuando las vio crey¨® que ah¨ª terminaba esa historia ins¨®lita con la que se estrell¨® a los 18 a?os, pero m¨¢s de medio siglo despu¨¦s ah¨ª sigue en el encierro de su hit, de la canci¨®n que no puede dejar de cantar.
Me cuenta que, ya pasados unos a?os, en un avi¨®n le ofrecieron el men¨² y dijo: ¡°No, mejor tr¨¢igame la lista de pasajeros¡±. Y ah¨ª descubro, sorprendido, que podemos hablar en ese registro en el que el humor aliviana la tragedia, y le cuento de la historia de Zeke, que en su librer¨ªa de La Plata ubic¨® el libro Viven en la secci¨®n de gastronom¨ªa. El humor es el mejor ant¨ªdoto para transitar los temas m¨¢s inc¨®modos, para poner en marcha la f¨¢brica cerebral de nepente, la droga que verti¨® Helena en la cr¨¢tera del vino para poder hablar con Tel¨¦maco, que no sab¨ªa si su padre Ulises hab¨ªa sobrevivido a la guerra de Troya.
Coincidimos en un congreso, y en su charla P¨¢ez recorre las historias archiconocidas del avi¨®n partido al medio, de la avalancha y de comerse a sus amigos muertos. No hay nada nuevo en lo que cuenta, pero s¨ª en c¨®mo lo cuenta: lo hace en tono de humor y no de tragedia. Dice que la madre lo encuentra despu¨¦s de 70 d¨ªas en el hospital, y que, cuando ya se est¨¢ yendo, ¨¦l le da los 70 d¨®lares con los que hab¨ªa despegado para que le compre algo de ropa y la madre lo mira y le dice: ¡°Carlitos, ?no gastaste nada!¡±. Y que hace 10 a?os sube a un avi¨®n, que cierra las puertas y enciende motores, y pasan minutos no se mueve y una se?ora le grita: ¡°Ten¨ªa que venir usted para que pase algo en este avi¨®n¡±. Y luego, que apenas vueltos de la tragedia, un periodista argentino le pregunta: ¡°?Ustedes sab¨ªan que estaban en territorio argentino, a 14 kil¨®metros de un hotel?¡±. Y le contesta: ¡°S¨ª sab¨ªamos, pero como nos parecieron mejores los chilenos caminamos 70 kil¨®metros¡±.
El humor nos salva. En la tragedia actual de la conversaci¨®n p¨²blica ser¨ªa bueno recordarlo. Robert Levenson, el profesor de Psicolog¨ªa de la Universidad de Berkeley que ha estudiado exhaustivamente el devenir de distintas parejas en el tiempo, hizo un experimento de lo m¨¢s curioso en el que convoc¨® a unas cuantas parejas al laboratorio y las expuso a todo tipo a conversaciones estresantes. Las reacciones eran de lo m¨¢s variadas en tono y emociones, y en medio de este menjunje descubri¨® que aquellas que afrontaban el estr¨¦s con humor resultaban ser, retrospectivamente, las m¨¢s duraderas y las que ten¨ªan mejor convivencia. Es decir, la risa nos une.
Ese era el rol de Carlos P¨¢ez, el menos entrenado, un ni?o mimado que ni siquiera hab¨ªa hecho su maleta y que, de repente, encontr¨® en el humor una herramienta para sacar a todos de ese enredo imposible. La risa sincr¨®nica produce una cascada de endorfinas, una sustancia an¨¢loga a los opioides que amaina el dolor y da una sensaci¨®n de bienestar que permite, como el nepente, superar las conversaciones m¨¢s ¨¢speras. No existen, que yo sepa, experimentos an¨¢logos al de Levenson llevados de la arena de la pareja a la conversaci¨®n pol¨ªtica, salvo un estudio de Dean Yarwood sobre los beneficios del humor en el Congreso de Estados Unidos, pero todo hace suponer que el mecanismo deber¨ªa ser id¨¦ntico y que poder alivianar cada tanto la aspereza plomiza de la chicana constante con la grasa del humor no puede ser un mal ejercicio.
Hay un precedente c¨¦lebre en la pol¨ªtica espa?ola en d¨ªas de mucha mayor cordialidad. En 1994, luego de muchas horas de sesi¨®n, la secretaria de la Mesa del Parlamento andaluz Hortensia Guti¨¦rrez del ?lamo tuvo que llamar por tercera vez a una votaci¨®n y algo dispar¨® un ataque de risa que se propag¨® sin remedio entre los parlamentarios hasta obligar a su presidente, Diego Valderas, a suspender la sesi¨®n. Es imposible ver el v¨ªdeo sin contagiarse.
Re¨ªrse cada tanto de uno mismo, desde una discusi¨®n de tr¨¢fico hasta el hemiciclo, da liviandad, nos tempera y a veces nos salva. A?os despu¨¦s, los sobrevivientes volvieron al lugar del accidente. Nando Parrado no quiso ir al sitio donde yac¨ªan muertas su hermana y su madre, y les dej¨® una carta de la que Carlos solo cuenta la ¨²ltima frase: ¡°Chicos, si se llegan a perder, la salida es para el otro lado¡±.
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