Por una independencia digital europea
La prohibici¨®n de X en Brasil y la detenci¨®n del jefe de Telegram en Francia demuestran que la UE debe crear sus propias infraestructuras, sujetas al control democr¨¢tico
Los recientes enfrentamientos entre varios gobiernos democr¨¢ticos y los gigantes tecnol¨®gicos X (antes Twitter), de Elon Musk, y Telegram, de P¨¢vel D¨²rov, ponen de relieve un problema crucial que tiene que abordar Europa: la urgente necesidad de reclamar su soberan¨ªa digital. Lo ocurrido en Brasil y en Francia forma parte de una batalla global por controlar la esfera p¨²blica digital, que es una cuesti¨®n fundamental para la propia legitimidad de la democracia. Europa no solo debe hacer cumplir sus normas, sino tambi¨¦n tomar la iniciativa y ser capaz de crear unas infraestructuras digitales independientes, gobernadas de forma democr¨¢tica y que defiendan los valores comunes.
La negativa de Musk a cumplir las ¨®rdenes judiciales en Brasil, que ha llevado al bloqueo parcial de X en el pa¨ªs, es una se?al preocupante de que los gigantes tecnol¨®gicos se comportan cada vez con m¨¢s impunidad ante los gobiernos y los tribunales. El hecho de que se haya suspendido la secci¨®n 2 de la orden del juez Alexandre de Moraes, del Tribunal Supremo Federal de Brasil, que pretend¨ªa bloquear el acceso a las VPN y otras herramientas que permiten sortear las prohibiciones gubernamentales, muestra a las claras lo complejo que es regular unas entidades tan poderosas.
Este desaf¨ªo es paralelo a las tensiones actuales en Europa, donde la aplicaci¨®n de la Ley de Servicios Digitales (DSA, por sus siglas en ingl¨¦s) ha enfrentado directamente a las grandes tecnol¨®gicas con los reguladores europeos. Thierry Breton, comisario de Mercado Interior de la UE, ha subrayado que las plataformas como X no pueden ser espacios sin ley. Es fundamental que haya una normativa estricta para garantizar que no ponen en peligro la seguridad p¨²blica.
La detenci¨®n en Francia de P¨¢vel D¨²rov, consejero delegado de Telegram, pone de relieve el delicado equilibrio entre la libertad de expresi¨®n y la responsabilidad de las plataformas. El arresto de D¨²rov, relacionado con la acusaci¨®n de que Telegram no hace nada para impedir las actividades delictivas, ha suscitado un debate sobre los l¨ªmites de la libertad de expresi¨®n. Algunos libertarios sostienen que es un precedente peligroso, pero su postura pasa por alto la important¨ªsima necesidad de proteger las normas y las responsabilidades sociales.
Los grupos de extrema derecha, en pleno ascenso en Europa, est¨¢n manipulando estos casos en su propio inter¨¦s y mezclan la responsabilidad tecnol¨®gica con la negaci¨®n de derechos. Estos incidentes nos recuerdan que las democracias nunca deben permitir que haya unas empresas tan poderosas como para poder plantar cara a los gobiernos y los tribunales. Cuando las empresas alcanzan esa dimensi¨®n, pueden distorsionar el discurso p¨²blico, influir en las elecciones, evadir impuestos y ahondar las divisiones sociales, lo que constituye una amenaza directa para la democracia.
El debate sobre la responsabilidad de las plataformas y el equilibrio entre el poder p¨²blico y el privado no es nuevo. En los a?os noventa, en Estados Unidos, el Gobierno del presidente Clinton autoriz¨® el uso comercial de internet y facilit¨® as¨ª la creatividad econ¨®mica estadounidense. Las excepciones normativas, como la Ley de Telecomunicaciones de 1996 y la Secci¨®n 230 de la Ley de Decencia en las Comunicaciones, hicieron que internet quedara exento de muchas normas vigentes. Esa medida allan¨® el terreno al r¨¢pido crecimiento de las plataformas digitales, pero tambi¨¦n sent¨® las bases del poder monopol¨ªstico y los problemas de regulaci¨®n a los que nos enfrentamos en la actualidad. La concentraci¨®n de poder de la econom¨ªa digital hace m¨¢s dif¨ªcil conseguir unas infraestructuras digitales al servicio de las necesidades p¨²blicas y que protejan los derechos fundamentales.
A medida que Europa avance en la elaboraci¨®n de su nueva ¡°Constituci¨®n digital¡±, con normativas como la DSA, la ley de inteligencia artificial y el Reglamento Europeo sobre la Libertad de los Medios de Comunicaci¨®n, debe demostrar que tiene no solo la capacidad de hacer respetar esas normas, sino tambi¨¦n la ambici¨®n de ir m¨¢s all¨¢. Europa debe garantizar la independencia digital, que es esencial para la prosperidad, la seguridad y la democracia.
Para ello, Europa debe crear sus propias infraestructuras digitales p¨²blicas, unos espacios sujetos al control democr¨¢tico y que sirvan al inter¨¦s p¨²blico, una especie de BBC de la era digital. Igual que las instituciones p¨²blicas tradicionales, como la BBC, se crearon para ofrecer una informaci¨®n imparcial y proteger los intereses p¨²blicos, Europa necesita hoy equivalentes digitales capaces de funcionar sin el ¨¢nimo de lucro de las empresas ni el intervencionismo excesivo de los gobiernos. Estas nuevas esferas p¨²blicas digitales garantizar¨ªan que los ciudadanos puedan participar en los procesos democr¨¢ticos, tener acceso a informaciones fiables e intervenir en el discurso p¨²blico al mismo tiempo que se respetan los valores de transparencia, responsabilidad y servicio p¨²blico.
Si no se hace nada, las consecuencias ser¨¢n nefastas. Cuando personajes como Elon Musk utilizan sus plataformas para dar un altavoz a las opiniones de extrema derecha, apoyar a l¨ªderes divisivos como Trump y Bolsonaro e incitar a la violencia contra los inmigrantes y los grupos marginados, no est¨¢n ejerciendo la libertad de expresi¨®n, sino socavando los principios fundamentales que representa la democracia. La respuesta europea, con normativas como la DSA, es una medida necesaria, pero no debe quedarse ah¨ª. Con la construcci¨®n y el cultivo de infraestructuras p¨²blicas digitales verdaderamente independientes, Europa puede salvaguardar sus valores democr¨¢ticos y garantizar que internet siga siendo un espacio al servicio del bien p¨²blico, en lugar de convertirse en un instrumento de quienes quieren erosionar los cimientos de la democracia.
Si Europa encuentra el equilibrio entre la gobernanza p¨²blica y la innovaci¨®n privada y fomenta unos entornos en los que las nuevas empresas tecnol¨®gicas puedan prosperar dentro de un marco regulador que proteja los derechos y los datos, estar¨¢ defendiendo sus valores democr¨¢ticos al tiempo que promueve un ecosistema de innovaci¨®n sano y din¨¢mico, que supere la hegemon¨ªa de las grandes empresas tecnol¨®gicas. Esta estrategia est¨¢ en consonancia con las recomendaciones del Informe Draghi sobre competitividad, encargado por la presidenta Von der Leyen, que hace hincapi¨¦ en la necesidad de que haya inversiones europeas en bienes p¨²blicos, entre ellos las infraestructuras digitales, para reducir la brecha de productividad en una nueva era geopol¨ªtica.
Las consecuencias para Europa son muy serias. En esta batalla est¨¢n en juego su soberan¨ªa digital y la legitimidad de sus instituciones democr¨¢ticas. La creaci¨®n de infraestructuras digitales independientes y gobernadas de forma democr¨¢tica es no solo necesaria, sino crucial para el futuro de la democracia en el continente. Hay que actuar ya, porque de ello depende el futuro de la propia democracia.
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