Puigdemont y la maniobra de ¡°hacerse respetar¡±
El af¨¢n de Junts por hacerse valer no solo es de consumo interno para el independentismo, tambi¨¦n supone una cura de humildad para el Gobierno
Carles Puigdemont ha regresado a su estrategia de ¡°hacerse respetar¡± por Pedro S¨¢nchez. Que Junts est¨¦ dispuesto a negociar ahora el objetivo de d¨¦ficit, pese a haberlo tumbado en julio, no dista de las maniobras que Puigdemont lleva aplicando desde que empez¨® la legislatura. Es decir, tensar la cuerda con el Gobierno oblig¨¢ndole en este caso a aplazar la votaci¨®n para evitar un varapalo en el Congreso con el prop¨®sito de alimentar el relato de que los de Junts no son como los vendidos de ERC, sino unos dur¨ªsimos negociadores. Pero incluso esa t¨¢ctica de llevarlo todo hasta el l¨ªmite solo descubre las debilidades del l¨ªder independentista.
Si Puigdemont necesita ¡°hacerse respetar¡± es porque sus ¨¦xitos no son hasta la fecha de la magnitud que vende la derecha. Primero, su mayor frustraci¨®n nace de que no se le est¨¢ aplicando la amnist¨ªa, lo que ha propiciado esos amagos de dejar colgado al Gobierno como forma de protesta. Segundo, Junts tampoco ha logrado la oficialidad del catal¨¢n en la Uni¨®n Europea, motivo por que ahora le reclama al Ejecutivo retomar sus esfuerzos en ese sentido. Tercero, est¨¢ sobre la mesa reactivar las comisiones de investigaci¨®n por los atentados del 17 de agosto de 2017, y la de la llamada Operaci¨®n Catalu?a, algo que el PSOE y Junts ten¨ªan pendiente. En definitiva: el presunto dur¨ªsimo negociador Puigdemont se ve insistiendo en partidas que ya hab¨ªan sido firmadas, pese a ufanarse de cobrarse ¡°por adelantado¡± sus votos. La novedad es la petici¨®n de aumentar el objetivo de d¨¦ficit de las comunidades aut¨®nomas, en la l¨ªnea posibilista de aquella vieja Converg¨¨ncia.
El bloqueo de Puigdemont frente a S¨¢nchez a lo largo de estas semanas quiz¨¢s se acabe encauzando porque todav¨ªa le quedan a Junts algunas cuentas pendientes con el Ejecutivo. De un lado, ganan tiempo para seguir tramitando la amnist¨ªa en los tribunales, y del otro, logran atenuar la sensaci¨®n de que sus dem¨¢s acuerdos quedaron en mera palabrer¨ªa, par¨¢lisis o incumplimiento. Ahora bien, ese af¨¢n por hacerse valer no solo es de consumo interno para el independentismo: tambi¨¦n supone una cura de humildad para el Gobierno.
En esencia, porque es un clamor entre los socios plurinacionales que La Moncloa lleva demasiado tiempo aprovech¨¢ndose del mantra de que ¡°peor ser¨¢ la ultraderecha¡± para forzar sus apoyos. Ese miedo ha servido para que S¨¢nchez redujera el poder de negociaci¨®n de sus aliados en el Parlamento, tardara en materializar los pactos a los que llegaban a cambio de sus votos, o incluso, esperara un contrato de adhesi¨®n a muchas de sus leyes, sin negociarlas del todo previamente. Otra muestra de ello es c¨®mo el presidente ha abusado del decreto ley en los ¨²ltimos seis a?os, una f¨®rmula que limita el debate parlamentario y convierte cada votaci¨®n de sus socios en lentejas, o las tomas o las dejas. Las consecuencias son perniciosas: desde el PNV, hasta Junts, pasando por ERC, muchos de sus aliados se reconocen hartos de que el PSOE se haya impuesto mediante esas f¨®rmulas de estilo presidencialista, hasta el punto de que el Ejecutivo rectific¨® hace semanas anunciando que limitar¨ªa el uso de decretos ley, por ejemplo.
Que Junts se ponga siempre tan dif¨ªcil es una maniobra que viene, en parte, de la sensaci¨®n de que fundirse bajo el ala de S¨¢nchez, sin fisuras, acaba perjudicando o anulando a los partidos del bloque de investidura. El ejemplo es ERC, incapaz de visibilizar qu¨¦ ha obtenido en estos a?os, adem¨¢s de unos indultos; por concretar, siguen pendientes la cesi¨®n sobre Rodal¨ªes y la promesa de una financiaci¨®n singular para Catalu?a. Algo parecido ocurre con Bildu: aunque est¨¦ pujante en Euskadi, tiende a quedar como un socio d¨®cil porque nunca se ha plantado ante el Gobierno. Ello tambi¨¦n aplica para Yolanda D¨ªaz o para Podemos, diezmados tras su paso por el Consejo de Ministros. Y no casualmente, quienes dan el golpe en la mesa, como Junts y el PNV, son los m¨¢s temidos o quienes reciben mayores atenciones por parte del presidente. No ser¨ªa de extra?ar que la frase del presidente sobre ¡°gobernar sin el Parlamento¡±, haya propiciado que peneuvistas y Puigdemont se pongan m¨¢s duros en los ¨²ltimos d¨ªas, a modo de toque.
Sin embargo, la estrategia de las lentejas de S¨¢nchez ha empezado a flaquear desde que Alberto N¨²?ez Feij¨®o promueve votaciones para atraerse a Junts y el PNV. Regal¨¢ndole algunas victorias al PP, ya sea en lo relativo a Venezuela, los alquileres, o la migraci¨®n, los partidos de la derecha plurinacional han encontrado una forma de preciarse a¨²n m¨¢s ante el PSOE.
A la postre, Puigdemont seguir¨¢ en su forcejeo habitual con S¨¢nchez por miedo a que no se cumplan satisfactoriamente los pactos suscritos hasta la fecha. Por eso, si el Gobierno logra sacar el techo de gasto, que se prepare para los Presupuestos: Junts volver¨¢ a las andadas de llevar al Ejecutivo hasta el l¨ªmite. Aunque qui¨¦n sabe, quiz¨¢s todo se resuelva como hasta ahora: concretando alg¨²n acuerdo de esos que estaban firmados pero pendientes, como por ejemplo, la cesi¨®n de competencias migratorias. Si eso de ¡°hacerse respetar¡± es muy subjetivo ya en la vida, no digamos en el terreno de la pol¨ªtica.
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