La raya
Casi siempre, el relato que acompa?a a la coca¨ªna es diversi¨®n desmesurada, eficacia laboral y sexo antol¨®gico. La realidad es opuesta: destrozo psicol¨®gico, fraude profesional y ruina sexual
Alguien tendr¨ªa que estudiar el empecinado empe?o de muchos creadores por dotar a la coca¨ªna de unos valores que no posee. El consumo de esta droga se dispar¨® en Espa?a hace d¨¦cadas hasta posicionarnos como uno de los mayores consumidores mundiales. Casi siempre, el relato que la acompa?a se?ala a diversi¨®n desmesurada, eficacia laboral y sexo antol¨®gico. La realidad es completamente opuesta: destrozo psicol¨®gico, fraude profesional y ruina sexual. La pregunta es: ?por qu¨¦ tiene tan buena imagen? ?Por qu¨¦ ese empe?o por retratarla en los picos festivos e inspiradores? La narrativa en el tiempo en que vivimos persigue la explosi¨®n del presente, pero carece de profundidad para hablar de las consecuencias. El futuro es necesariamente el c¨®digo que debemos desvelar para dotarnos de unas instrucciones de uso, pero, en cambio, seguimos a¨²n pele¨¢ndonos por imponer un relato del pasado, ya sea el colonial, el nacional, el personal, acorde con la pasi¨®n ideol¨®gica de hoy.
En estos d¨ªas se habla mucho de algunos esc¨¢ndalos de latrocinio y desmesura y del eterno disparate de ciertas hombr¨ªas rotundamente enfermas. En realidad, ambos elementos tienen gran relaci¨®n, pues no hay mayor v¨ªnculo de uni¨®n que el que provoca la mentira. Todas las mentiras se parecen; son una corrosi¨®n inacabable del car¨¢cter. Empiezan a veces por una falsedad anecd¨®tica y acaban por desencadenar el terremoto m¨¢s demoledor. Nadie relacionar¨¢ estos sucesos, que apuntan hacia intimidades fraudulentas, con episodios externos. Pero justo en estos d¨ªas los servicios aduaneros de la Agencia Tributaria acaban de intervenir un enorme cargamento de coca¨ªna en el puerto de Algeciras. En un contenedor procedente de Ecuador se encontraron nada menos que 13 toneladas de coca¨ªna. Todos sabemos que Espa?a es uno de los grandes puertos de entrada de droga, as¨ª que las cantidades requisadas nos pueden servir de pista sobre la magnitud de lo que entra sin ser detectado. En Pa¨ªses Bajos, que es el otro gran punto de entrada en Europa, las organizaciones del narco amenazan a las autoridades con un grado de desfachatez que impresiona. Por ahora, entre nosotros, entregados a pol¨¦micas est¨¦riles, la tranquilidad es absoluta.
Pero esa tranquilidad nuestra no evita que se vayan haciendo evidentes las consecuencias de un consumo disparado. Si analiz¨¢ramos las ra¨ªces profundas de algunos episodios que saltan a las portadas, nos encontrar¨ªamos con el inconfundible rastro de la coca¨ªna. Al igual que miramos con estupor los estantes de los supermercados de ocasi¨®n y descubrimos que el sector de las bebidas energ¨¦ticas no deja de crecer, tambi¨¦n nos podemos preguntar si esta popularizaci¨®n de las drogas de estimulaci¨®n y rendimiento no es la culminaci¨®n de un proceso de transformaci¨®n de las personalidades para convertir la vida ¨ªntima en una prenda de consumo. Cuando se reducen las relaciones humanas a los h¨¢bitos de uso y disfrute, no es raro que las personas acaben siendo tratadas como mu?ecos a tu servicio. La prisa es ya un h¨¢bito. Esa incapacidad de relacionar el esfuerzo pausado con la satisfacci¨®n profunda nos entrega a la b¨²squeda de aceleradores, de estimulantes, de revigorizantes, de fibriladores que nos terminan por confundir del todo. El triunfo y la conquista acelerada esconden detr¨¢s degradaci¨®n, rid¨ªculo, patetismo y abyecci¨®n. La coca¨ªna es el condimento que hace tragable lo vomitivo.
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