El PP ante la cat¨¢strofe, o la cat¨¢strofe del PP
La actuaci¨®n de la Generalitat valenciana repite c¨®mo han gestionado los populares otros grandes dramas, con claros errores, manipulaciones y desviando sus responsabilidades
A estas alturas, no parece controvertido afirmar que el retraso de m¨¢s de 12 horas del presidente de la Generalitat valenciana, Carlos Maz¨®n, en lanzar la alarma y pedir a la ciudadan¨ªa que tomara medidas dr¨¢sticas de protecci¨®n ha tenido consecuencias muy graves. Si la gente hubiese estado debidamente informada, no se habr¨ªan producido tantas muertes. Las lluvias y las riadas habr¨ªan sido las mismas, los municipios afectados habr¨ªan quedado igualmente devastados, ...
A estas alturas, no parece controvertido afirmar que el retraso de m¨¢s de 12 horas del presidente de la Generalitat valenciana, Carlos Maz¨®n, en lanzar la alarma y pedir a la ciudadan¨ªa que tomara medidas dr¨¢sticas de protecci¨®n ha tenido consecuencias muy graves. Si la gente hubiese estado debidamente informada, no se habr¨ªan producido tantas muertes. Las lluvias y las riadas habr¨ªan sido las mismas, los municipios afectados habr¨ªan quedado igualmente devastados, pero una alarma a tiempo habr¨ªa reducido considerablemente la hecatombe que se ha vivido en Valencia.
Los motivos que llevaron a Maz¨®n a cometer un error de esta ¨ªndole ser¨¢n materia para la especulaci¨®n durante mucho tiempo. Quiz¨¢ el presidente valenciano no se tom¨® suficientemente en serio las advertencias de los expertos en clima, quiz¨¢ no hubo acuerdo entre sus asesores y t¨¦cnicos, quiz¨¢ no quiso crear alarmismo, quiz¨¢ pes¨® el inter¨¦s de mantener la actividad econ¨®mica, en fin, no sabemos todav¨ªa qu¨¦ sucedi¨®, pero es dif¨ªcil evitar la conclusi¨®n de que hubo una negligencia que ha tenido un coste enorme en vidas humanas. Mucha gente que hac¨ªa vida normal qued¨® atrapada o muri¨® ahogada antes de recibir el mensaje de alarma.
Se trata de uno de esos errores que resulta imposible borrar. Al d¨ªa siguiente, Alberto N¨²?ez Feij¨®o se present¨® en Valencia y realiz¨® unas declaraciones que no le dejan en buen lugar. Con tal de disculpar a Maz¨®n, cuestion¨® el servicio prestado por la Aemet (cuando las predicciones sobre la gravedad de la dana eran p¨²blicas e inequ¨ªvocas) e intent¨® desviar la responsabilidad hacia el Gobierno central.
A partir de ah¨ª, el presidente Maz¨®n ha tenido una gesti¨®n err¨¢tica y vacilante, con retrasos inexplicables a la hora de solicitar ayuda al Gobierno central, descoordinaci¨®n en los servicios de rescate y decisiones que no son f¨¢ciles de entender (como anunciar la creaci¨®n de grupos de emergencia cuatro d¨ªas despu¨¦s de la cat¨¢strofe).
La reacci¨®n del Gobierno popular en Valencia tiene precedentes. El PP ha tenido que gestionar unas cuantas cat¨¢strofes y, en todas ellas, ha seguido un patr¨®n regular de conducta. Dicho patr¨®n se caracteriza por la mezcla, en grado variable, de una serie de elementos: 1. Ocultaci¨®n de informaci¨®n. 2. Desconfianza hacia el criterio de los expertos. 3. Incapacidad para reconocer errores. 4. Politizaci¨®n de la cat¨¢strofe. Y 5. Falta de empat¨ªa y escaso respeto hacia la ciudadan¨ªa.
Durante la segunda legislatura de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar hubo varios casos en los que el Gobierno perdi¨® completamente el norte. En 2002 fue la crisis del Prestige, en la que se tom¨® la peor decisi¨®n posible: llevar el petrolero averiado mar adentro, con la consecuencia de contaminar buena parte de la costa gallega. El PP gobernaba tanto en la Xunta como en Madrid. Sus dirigentes intentaron ocultar el alcance del desastre, no quisieron hacerse cargo del error cometido y, encima, hubo declaraciones incomprensibles, como aquella de Mariano Rajoy, entonces vicepresidente primero del Gobierno, hablando de los ¡°hilillos de plastilina¡±. Antes, en la crisis de las vacas locas, la entonces ministra de Sanidad, Celia Villalobos, ya hab¨ªa dejado desconcertado a todo el mundo con sus declaraciones sobre el uso de huesos en la preparaci¨®n del caldo. Este tipo de frivolidades en medio de la cat¨¢strofe resultan profundamente desconcertantes para la opini¨®n p¨²blica y solo contribuyen a aumentar la alarma.
La mentira, la chapuza y la falta de respeto a las v¨ªctimas y sus familiares fueron las notas dominantes en el accidente del Yak-42 en 2003 (62 militares fallecidos). Aparte de la pol¨¦mica sobre las penosas condiciones en las que viajaban los militares espa?oles, hubo una negligencia grave en la identificaci¨®n de cad¨¢veres, para escarnio de los familiares de las v¨ªctimas. Algo parecido sucedi¨® con el accidente del metro de Valencia en 2006 (43 fallecidos): Juan Cotino, entonces vicepresidente de la Generalitat, enga?¨® a las familias de las v¨ªctimas, presion¨® a los medios de comunicaci¨®n para que no contaran la verdad e influy¨® para dar carpetazo a la investigaci¨®n sobre aquella tragedia.
Esta forma de reaccionar ante la cat¨¢strofe se llev¨® hasta el l¨ªmite tras el atentado yihadista del 11-M (192 fallecidos). En este caso, el Gobierno de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar minti¨®, poniendo por delante de las v¨ªctimas el empe?o en mantenerse en el poder. Aznar y los suyos pensaron que, si se sab¨ªa la verdad sobre la autor¨ªa del peor ataque terrorista de la historia de Espa?a, perder¨ªan las elecciones. Y decidieron ocultar dicha autor¨ªa todo lo que pudieron. Nunca han reconocido la mentira; prefirieron azuzar la teor¨ªa de la conspiraci¨®n.
Muchos de los rasgos antes descritos son reconocibles en esta primera semana de la crisis de Valencia. En primer lugar, falta de confianza en el criterio de los expertos y en los propios organismos p¨²blicos encargados de este tipo de sucesos (cr¨ªticas a la Aemet). En segundo lugar, un error de bulto (lanzar la alarma cuando la situaci¨®n ya estaba fuera de control). En tercer lugar, incapacidad para reconocer los errores, con la correspondiente huida hacia adelante. En cuarto lugar, falta de informaci¨®n sobre fallecidos y desaparecidos, como si la ciudadan¨ªa no estuviera preparada para saber la verdad. En quinto lugar, echar balones fuera responsabilizando al Gobierno central por un asunto sobre el que la comunidad aut¨®noma tiene la competencia exclusiva. Y, finalmente, falta de sensibilidad hacia las v¨ªctimas, como se puso de manifiesto en las declaraciones de la consejera Nuria Montes (luego corregidas).
Lo extra?o es que este patr¨®n se repita en tantas ocasiones. Cabr¨ªa esperar que el PP hubiese aprendido algo de los fallos cometidos en el pasado. Sin embargo, cada vez que surge un acontecimiento extraordinario, el Partido Popular vuelve a caer en las mismas trampas. Es evidente que, de no haber gestionado tan mal las cat¨¢strofes, el PP no habr¨ªa pasado de la mayor¨ªa absoluta en 2000 a irse a la oposici¨®n cuatro a?os despu¨¦s. Con todo, no sacan las lecciones pertinentes, tal vez porque cuentan con un apoyo cerrado de los medios derechistas que les da una falsa sensaci¨®n de seguridad, pero la opini¨®n p¨²blica acaba hart¨¢ndose de tanta mentira y tanta ineficacia. A veces tarda un tiempo, pero este tipo de gesti¨®n tiene al final un coste reputacional y electoral importante.
Es en los momentos extraordinarios cuando un partido en el poder revela su verdadera naturaleza. Una cosa es gobernar la coyuntura y otra enfrentarse a una cat¨¢strofe. Ante las sucesivas cat¨¢strofes ocurridas durante sus periodos de gobierno, ya sea a nivel auton¨®mico o central, el PP se ha caracterizado por cometer errores importantes de gesti¨®n y por rehuir la responsabilidad de los mismos, recurriendo incluso a informaci¨®n falsa y a la manipulaci¨®n. Parece que estamos otra vez en lo mismo. La situaci¨®n resultante es muy confusa, y el PP y los medios conservadores ya est¨¢n tratando de disculpar a la Generalitat desviando la responsabilidad hacia arriba. Lo ocurrido el pasado domingo, cuando la indignaci¨®n popular se transform¨® en agresiones por parte de miembros de la ultraderecha, revela que hay una voluntad deliberada de extender el caos pol¨ªtico. Unos quieren disimular los errores cometidos y otros buscan cobrarse la presa m¨¢s preciada, el propio Pedro S¨¢nchez. Pese a todo ello, el origen de la tragedia est¨¢ claro. Y tiene m¨²ltiples antecedentes.
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