La maldici¨®n de la segunda legislatura
Los ¨²ltimos esc¨¢ndalos se suman a los indicios de que el Gobierno no consigue tomar las riendas de la situaci¨®n
Tras la larga y excepcional experiencia de gobierno del PSOE de Felipe Gonz¨¢lez, quien ejerci¨® como presidente durante cuatro legislaturas (1982-86, 1986-89, 1989-93 y 1993-96), los presidentes Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero y Mariano Rajoy se mantuvieron en el poder dos legislaturas. Y en los tres casos, por razones distintas, la segunda legislatura no sali¨® bien.
La segunda legislatura de Aznar (la de 2000-04), tras una primera marcada por el entendimiento con los nacionalistas catalanes y los buenos resultados econ¨®micos, estuvo marcada por la arrogancia (guerra de Irak) y la mentira (a prop¨®sito de la autor¨ªa del atentado del 11-M). En cuatro a?os, el PP pas¨® de la mayor¨ªa absoluta a la oposici¨®n.
En su segunda legislatura, 2008-2011, Zapatero tuvo que lidiar con una brutal crisis econ¨®mica que cambi¨® enteramente el programa pol¨ªtico de su Gobierno. Sometido a fuertes presiones dentro de la uni¨®n econ¨®mica y monetaria, en 2010 se vio obligado a renunciar a una ¡°salida social¡± de la crisis, adoptando pol¨ªticas de austeridad que agravaron el impacto de la recesi¨®n econ¨®mica y que produjeron un fuerte desgaste en su electorado tradicional.
En el caso de Rajoy se advierte una continuidad entre sus dos legislaturas (no cuento la intermedia en 2016, de tan solo 188 d¨ªas de duraci¨®n). Se mantuvieron las pol¨ªticas de austeridad, con recortes en servicios sociales e infraestructuras de los que a¨²n no nos hemos recuperado del todo. A pesar de este continuismo, la acumulaci¨®n de esc¨¢ndalos de corrupci¨®n se volvi¨® asfixiante en la segunda legislatura y, con su proverbial pasividad pol¨ªtica, Rajoy agrav¨® la crisis catalana, que explot¨® de la peor manera posible en oto?o de 2017.
Como puede verse, las circunstancias fueron muy distintas con cada presidente, pero en los tres casos la segunda legislatura no aport¨® gran cosa al avance del pa¨ªs. Sus segundas legislaturas se caracterizaron por perder el rumbo o por no tenerlo.
A estas alturas, tiene sentido considerar la posibilidad de que la maldici¨®n de la segunda legislatura est¨¦ afectando ya a Pedro S¨¢nchez (soy consciente de que S¨¢nchez tuvo un primer periodo de gobierno entre junio de 2018 y abril de 2019, pero dicho periodo debe considerarse como una fase de interinidad o transici¨®n, siendo en realidad la primera legislatura la que va entre las elecciones de noviembre de 2019 y las de julio de 2023 y la segunda aquella en la que nos encontramos actualmente).
Hay un contraste innegable entre el impulso reformista con el que arranc¨® el primer Gobierno de coalici¨®n de izquierdas a finales de 2019 y el actual, que desde un primer momento se ha presentado ante la ciudadan¨ªa con el objetivo ¨²ltimo de frenar un Gobierno alternativo de las derechas. Los indicios de que el actual Gobierno no consigue tomar las riendas de la situaci¨®n pol¨ªtica son varios. En primer lugar, las medidas que ha adoptado el Ejecutivo para estabilizar la situaci¨®n de Catalu?a y superar la fase del proc¨¦s no han servido para forjar un entendimiento duradero con los partidos independentistas en el Congreso. Parece parad¨®jico, pero el esfuerzo realizado con la ley de amnist¨ªa (que ha supuesto un fuerte desgaste para las izquierdas en el conjunto de Espa?a) ha terminado provocando un comportamiento err¨¢tico de Junts, partido que ha optado en varias ocasiones por dejar tirado al Gobierno en el ¨²ltimo momento. En realidad, hay una l¨®gica interna detr¨¢s de esta secuencia: el fin del proc¨¦s ha inducido una fuerte crisis interna en los partidos independentistas, que tienen que redefinir su proyecto futuro. Mientras no lo hagan, son socios poco fiables que generan mayor inestabilidad legislativa. El precio que paga el Gobierno de S¨¢nchez por arreglar los destrozos pasados de la crisis catalana es muy alto: por un lado, una parte de su electorado no comprende medidas como la amnist¨ªa y, por otro, los propios partidos independentistas ponen mayor distancia con el Ejecutivo.
En segundo lugar, todo indica que se est¨¢ incubando una profunda desmoralizaci¨®n en el electorado progresista provocada por asuntos que se cre¨ªan superados y que afectan tanto a la izquierda socialdem¨®crata como a la alternativa. Aunque a¨²n no conocemos bien el alcance que pueda tener, las informaciones que van conoci¨¦ndose en torno a la gesti¨®n de Jos¨¦ Luis ?balos nos retrotraen a esc¨¢ndalos del pasado que afectaron al PSOE. Es como una vuelta atr¨¢s en el tiempo, como si todos los a?os de crisis pol¨ªtica y hartazgo ciudadano hubieran servido de poco. ?balos fue secretario de Organizaci¨®n del partido y persona pr¨®xima al propio S¨¢nchez, es decir, estaba incrustado en el n¨²cleo del aparato. Las acusaciones que est¨¢n surgiendo se asemejan demasiado a las de la etapa de podredumbre de la ¡°vieja pol¨ªtica¡±: comisiones, favores, enriquecimiento personal, empresarios sin escr¨²pulos que se arriman al partido, etc¨¦tera.
La izquierda alternativa no puede capitalizar en estos momentos el desgaste del esc¨¢ndalo en el PSOE porque tiene el suyo propio, un esc¨¢ndalo de ¡°nueva pol¨ªtica¡± en el ¨¢mbito del comportamiento privado. La dimisi¨®n del portavoz parlamentario de Sumar, I?igo Errej¨®n, fundador de Podemos y figura central y protagonista en las izquierdas durante la ¨²ltima d¨¦cada, pone en cuesti¨®n demasiadas cosas, empezando por la cr¨ªtica sin contemplaciones que se hizo en su d¨ªa de la clase pol¨ªtica y siguiendo por los nuevos niveles de exigencia que se hab¨ªan conseguido imponer en cuestiones de igualdad de g¨¦nero. Que un l¨ªder tan significado de la nueva izquierda se haya alejado tanto de los ideales que defend¨ªa p¨²blicamente resulta demoledor. El impacto es a¨²n mayor porque el esc¨¢ndalo se produce en un momento en que el bloque de la izquierda alternativa no consigue superar su fragmentaci¨®n y sus enfrentamientos personalistas.
Que el PSOE y Sumar hayan reaccionado r¨¢pidamente expulsando de sus filas a las personas afectadas es una buena se?al, pero eso no bastar¨¢ para disipar los efectos t¨®xicos de lo que se ha descubierto hasta el momento. Por lo dem¨¢s, habr¨¢ quien piense que los buenos resultados econ¨®micos que est¨¢ viviendo el pa¨ªs amortiguar¨¢n el impacto de todos estos problemas pol¨ªticos. No obstante, debe recordarse que el crecimiento acarrea sus propios problemas, el m¨¢s evidente de los cuales es el de la vivienda, que angustia a sectores de la ciudadan¨ªa que son claves para la supervivencia de un Ejecutivo de izquierdas. Parece claro que se trata de una cuesti¨®n en la que el Gobierno lleva retraso y no acaba de decidirse. Tambi¨¦n puede pensarse que si finalmente se alcanza un acuerdo legislativo para aprobar los Presupuestos Generales, el Gobierno conseguir¨¢ enderezar la situaci¨®n. Pero unos Presupuestos, aunque garantizan que muchas de las pol¨ªticas p¨²blicas puedan llevarse a cabo, no son suficientes para dar un sentido reconocible a lo que la coalici¨®n quiere alcanzar en esta segunda legislatura.
La maldici¨®n de la segunda legislatura planea sobre el Gobierno de coalici¨®n. No se trata de un destino inexorable; simplemente ha ocurrido as¨ª con los tres presidentes anteriores. S¨¢nchez y los suyos tendr¨¢n que pensarlo bien. Evitar que unas derechas radicalizadas lleguen al poder es un programa m¨ªnimo, que puede movilizar a la ciudadan¨ªa progresista si las cosas se hacen razonablemente bien, pero se trata, en ¨²ltima instancia, de una ambici¨®n puramente negativa, que no servir¨¢ de mucho si los miembros de la coalici¨®n no son capaces de superar las debilidades que est¨¢n mostrando.
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