La vigilancia que devor¨® Occidente
El ¡®caso Pegasus¡¯ demuestra que los gobiernos siempre usar¨¢n la tecnolog¨ªa en secreto para vulnerar derechos ciudadanos
La clave de Surveilled, el documental de Ronan Farrow sobre la industria de la vigilancia, Pegasus y el Catalangate, est¨¢ en la pregunta que le hace David Remnick, su jefe en The New Yorker: ?hay alguna manera de usar esta tecnolog¨ªa de forma responsable? Farrow piensa que no. Como Laura Poitras, oscarizada por su documental sobre Snowden, Farrow fue v¨ªctima de espionaje mientras investigaba las acusaciones de abuso sexual contra Harvey Weinstein. ¡°Es emocionalmente devastador e intrusivo, y te hace sentir inseguro¡±, le dijo a The Guardian. Sus entrevistados no opinan lo mismo. Es interesante ver qu¨¦ posiciones coinciden y por qu¨¦.
NSO Group, la empresa israel¨ª que vende Pegasus, argumenta que la tecnolog¨ªa es neutra y que es el Gobierno que la compra el que debe usarla para perseguir a terroristas y traficantes. ?Pegasus no esp¨ªa a ciudadanos; los gobiernos esp¨ªan a ciudadanos! Una posici¨®n interesante, teniendo en cuenta que Pegasus no es un malware como WannaCry, que infecta sistemas como una gripe, sino una plataforma como Instagram o YouTube. El uso de esa tecnolog¨ªa, legal o il¨ªcito, ocurre siempre y exclusivamente en los servidores de NSO Group.
Jim Himes, miembro principal del Comit¨¦ Permanente de Inteligencia de la C¨¢mara de Representantes de EE UU, dice que ¡°ser¨ªa un error muy grave simplemente prohibir la compra de esta tecnolog¨ªa¡± porque, una vez que existe, es responsabilidad del Gobierno tenerla, saber c¨®mo funciona y ser capaz de usarla responsablemente. Como quien hace un uso responsable de las cabezas nucleares. Pero ning¨²n Gobierno usar¨ªa cabezas nucleares contra su propia poblaci¨®n y, si lo hiciera, no ser¨ªa secreto. El caso Pegasus demuestra que los gobiernos siempre usar¨¢n la vigilancia en secreto para vulnerar derechos ciudadanos.
Un detalle importante. La idea de que un Gobierno pueda ¡°poseer¡± esta tecnolog¨ªa es incompatible con la naturaleza misma de la plataforma. Comprar servicios de Pegasus es como usar las aplicaciones de Google, Meta o Amazon. No es una colaboraci¨®n. Una de las consecuencias es la doble opacidad. Si queremos investigar qui¨¦n contrata la operaci¨®n para vigilar a los independentistas catalanes, no podemos hacer una ingenier¨ªa inversa de la infraestructura t¨¦cnica para realizar una atribuci¨®n. Sea quien sea el que pag¨® el servicio, todos los caminos llevan a NSO Group. Otra consecuencia es la acumulaci¨®n. Cuesta imaginar una base de datos con m¨¢s valor pol¨ªtico que la lista de gobiernos y organizaciones que han usado Pegasus para espiar a periodistas, activistas y opositores. Un d¨ªa sabremos qu¨¦ consecuencias ha tenido esa lista en manos de Benjam¨ªn Netanyahu, responsable ¨²ltimo de aprobar las licencias para su uso comercial.
Quien s¨ª piensa que Pegasus se debe prohibir es Claudiu Dan Gheorghe, exingeniero jefe de WhatsApp. Pero el software de espionaje comercial funciona precisamente porque trabaja sobre monocultivos: un agujero de seguridad en WhatsApp abre la puerta a 2.000 millones de usuarios. Un fallo de seguridad en Android abre 2.500 millones de tel¨¦fonos a la vez. Las empresas como Google, Apple y Meta invierten mucho presupuesto luchando contra estos ataques y comprando agujeros de seguridad en un mercado caliente y competitivo. Al final, Pegasus est¨¢ en el mismo negocio que WhatsApp ¡ªespiar al usuario a trav¨¦s de sus propios dispositivos¡ª, pero no existir¨ªa sin ¨¦l. Los dos son la verdadera amenaza contra nuestro modelo de sociedad.
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