Ondas cerebrales: el ¡®thriller¡¯
El descubrimiento de las se?ales el¨¦ctricas del cerebro indujo un histori¨®n de oscuros secretos cient¨ªficos, delirios nazis, invasiones rusas y psiquiatras muertos
Sobre las ondas alfa se han dicho tal cantidad de tonter¨ªas que es posible que las tengas archivadas en el mismo caj¨®n mental que Cuarto milenio y las caras de B¨¦lmez, pero el caso es que no solo existen, sino que se descubrieron hace un siglo. Son uno de los diez tipos de ritmos cerebrales que se pueden detectar f¨¢cilmente desde fuera del cr¨¢neo sin necesidad de un equipo muy sofisticado. Deben significar algo muy gordo, puesto que reflejan la activaci¨®n coordinada de millones de neuronas del c¨®rtex, o corteza cerebral, la sede de nuestra mente. Me acabo de enterar de que su descubrimiento en 1924 indujo un histori¨®n tremebundo de oscuros secretos cient¨ªficos, delirios nazis, invasiones rusas y psiquiatras muertos que, francamente, supera de largo a la parva imaginaci¨®n de los embaucadores paranormales.
El descubridor oficial de las ondas cerebrales fue el neur¨®logo alem¨¢n Hans Berger, director del Hospital Psiqui¨¢trico de Jena. Fue en 1924, y por alguna raz¨®n mantuvo su descubrimiento en secreto hasta 1930. Los nazis accedieron al poder pocos a?os despu¨¦s, y entre sus prioridades destac¨® enseguida la higiene racial, es decir, la esterilizaci¨®n forzosa y el asesinato ¡ªeutanasia, lo llamaban ellos¡ª de los inadaptados, una categor¨ªa en la que encajaba cualquiera que no les gustara lo suficiente. Los hospitales psiqui¨¢tricos fueron el epicentro de ese programa eugen¨¦sico, seg¨²n Douglas Fields, un profesor de la Universidad de Maryland que ha investigado a fondo el tema, y en esas instituciones se desarrollaron algunos de los m¨¦todos que despu¨¦s se aplicaron a gran escala en los campos de exterminio.
Berger es el psiquiatra suicidado de esta historia. Acab¨® con su vida en 1941, al poco de estallar la Segunda Guerra Mundial. Un disc¨ªpulo suyo, el tambi¨¦n psiquiatra Rudolf Lemke, escribi¨® mucho despu¨¦s (1956) en un memorial: ¡°Berger no era partidario de Hitler y, por tanto, tuvo que renunciar al servicio de su universidad. Esto le infligi¨® una depresi¨®n que lo acab¨® matando¡±. Pero qu¨¦ morro hay que tener. Sabemos ahora que Lemke, el autor de ese memorial, no solo era miembro del partido nazi, sino que trabaj¨® en la Erbgesundheitsgericht, la Corte de Salud Hereditaria que decid¨ªa qui¨¦n deb¨ªa ser esterilizado en pro de la pureza racial. Tras la guerra, Jena qued¨® en la Alemania oriental bajo control sovi¨¦tico, y sus posturas antisemitas y hom¨®fobas fueron ocultadas por las autoridades, que incluso le nombraron director del hospital hasta 1948.
Pero la cosa no queda ah¨ª. La historiadora de la medicina Susanne Zimmermann, que ha obtenido registros sovi¨¦ticos liberados tras la ca¨ªda del Muro, ha documentado que el propio Berger, el descubridor de las ondas cerebrales, era otro nazi. Seg¨²n ella, su suicidio en 1941 no se debi¨® a que los nazis le echaran de la universidad, sino a la depresi¨®n que se agarr¨® al percibir las atrocidades en las que ¨¦l mismo hab¨ªa participado. De hecho, sus notas de laboratorio sobre el descubrimiento de las ondas alfa ¡ªese que mantuvo en secreto durante a?os¡ª est¨¢n salpicadas de comentarios antisemitas. Berger deneg¨® todas las apelaciones de las v¨ªctimas que ped¨ªan librarse de la esterilizaci¨®n forzosa.
En un giro final que nos devuelve al principio de esta columna, el nazi Berger pens¨® que las ondas cerebrales eran el fundamento de la telepat¨ªa, un cuento en el que el psiquiatra cre¨ªa, aunque despu¨¦s cambi¨® de teor¨ªa y las adjudic¨® a no s¨¦ qu¨¦ ¡°energ¨ªa ps¨ªquica¡± en la que tambi¨¦n cre¨ªa. Parece ser que Berger cre¨ªa en demasiadas cosas. Como la energ¨ªa ps¨ªquica, seg¨²n ¨¦l, deb¨ªa aumentar la temperatura del cerebro, el psiquiatra investig¨® el fen¨®meno insertando term¨®metros rectales en el cr¨¢neo de sus pacientes. Espero que al menos los lavara antes. Nada de esto, por supuesto, resta importancia a las ondas, aunque tal vez explique que nadie haya celebrado el centenario de su descubrimiento.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.