Ucrania, la sombra de la guerra
Trump insiste en decretar un acuerdo de paz que ni siquiera est¨¢ dispuesto a garantizar

Siempre conviene desconfiar de los paralelismos hist¨®ricos, sobre todo de las comparaciones con la Segunda Guerra Mundial: casi siempre se han utilizado mal. No obstante, en la mano tendida de Trump a Putin resuenan ecos aterradores de la traici¨®n a Checoslovaquia en 1938. Sin haber empezado todav¨ªa las negociaciones, Trump ya ha renegado impl¨ªcitamente de la cl¨¢usula del Tratado de la OTAN que garantiza el cumplimiento de cualquier acuerdo alcanzado y ha aceptado que Ucrania pierda el territorio anterior a 2015 sin obtener ninguna concesi¨®n a cambio. Si en esto consiste su arte de la negociaci¨®n, es un ejemplo de enorme desequilibrio, por no decir algo peor.
Lo que Trump no tiene en cuenta con su ¨¦nfasis en los l¨ªmites territoriales es una cuesti¨®n fundamental, que es la soberan¨ªa. Putin est¨¢ decidido a destruir la independencia de Ucrania. Aun en el caso de que se obligue a Zelenski a aceptar un ¡°acuerdo¡± territorial, ¨¦l seguir¨¢ haciendo todo lo posible ¡ªcon sabotajes, guerras asim¨¦tricas y probablemente un nuevo ataque militar¡ª para convertir a Ucrania en una entidad nacional inviable. No debemos olvidar que, cuando Hitler ocup¨® Checoslovaquia, lo hizo en dos etapas. Primero se asegur¨® el territorio de los Sudetes, con lo que impidi¨® que los checos pudieran defenderse, y luego, en marzo de 1939, rompi¨® el acuerdo de M¨²nich y la Wehrmacht invadi¨® el pa¨ªs.
Una de las principales exigencias de Putin ser¨¢ la devoluci¨®n de todos los activos y fondos rusos confiscados en el extranjero, que deber¨ªan servir para sufragar la reconstrucci¨®n de Ucrania en compensaci¨®n por lo que ha sufrido el pa¨ªs. Putin est¨¢ empe?ado en que los ucranios sigan sumidos en la m¨¢s absoluta pobreza y bajo su control, como castigo por haberse resistido a la invasi¨®n.
En el Washington trumpista no ha habido menci¨®n de la guerra propiamente dicha, una guerra iniciada sin provocaci¨®n, ni de los consiguientes cr¨ªmenes de guerra, entre los que hay ataques deliberados contra objetivos civiles, grandes saqueos, violaciones generalizadas, la tortura aleatoria de prisioneros ¡ªen algunos casos, se ha llegado a la castraci¨®n¡ª y el secuestro de ni?os ucranios para lavarles el cerebro y que se hagan rusos. Es evidente que Putin est¨¢ obsesionado con la velocidad a la que est¨¢n cayendo las tasas de natalidad de su pa¨ªs. Y tapar este tipo de situaciones no es realpolitik, sino el ejemplo m¨¢s flagrante de la raz¨®n del m¨¢s fuerte desde la Segunda Guerra Mundial; y, si Estados Unidos sigue por este camino, deber¨ªa avergonzarse.
Excluir a Ucrania de la reuni¨®n inicial que se ha propuesto, en Arabia Saud¨ª, va en contra de toda justicia natural. Trump y Pete Hegseth, su sorprendente elecci¨®n como secretario de Defensa, parecen decididos a marginar a los l¨ªderes aliados e incluso a la OTAN y, de paso, a dejar sin rumbo la defensa europea y de esa forma dividir a Europa. Si alg¨²n pa¨ªs se atreve a discrepar o a criticarlo, Trump amenazar¨¢ con imponerle aranceles hasta que ceda, tal como hizo con Colombia y la devoluci¨®n de inmigrantes.
La arrogancia y la irresponsabilidad que delatan esta actitud son simplemente impresionantes. Trump insiste en decretar un acuerdo que ni siquiera est¨¢ dispuesto a garantizar de ninguna manera. No va a ofrecer tropas estadounidenses para formar una fuerza de paz ni, que se sepa hasta ahora, ning¨²n apoyo a¨¦reo ni medidas de protecci¨®n antimisiles. Considera que la guerra es culpa de Europa y que es Europa la que tiene que arreglar el estropicio.
Por desgracia, Trump tiene raz¨®n en un aspecto. La mayor¨ªa de los pa¨ªses europeos, incluido el Reino Unido, tienen la responsabilidad de haber sido terriblemente complacientes desde que naci¨® la fantas¨ªa del ¡°dividendo de la paz¡± tras la ca¨ªda de la Uni¨®n Sovi¨¦tica, hace 35 a?os. Los sucesivos gobiernos han permitido que nuestras fuerzas armadas disminuyan sin cesar para ahorrarse tener que pagar por la seguridad b¨¢sica que constituye la principal obligaci¨®n de cualquier Estado para con su pueblo; y la reducci¨®n ha continuado incluso despu¨¦s de que saltaran las primeras se?ales de alarma. Todav¨ªa no se han firmado los contratos para reemplazar las municiones entregadas a Ucrania en los tres ¨²ltimos a?os. Si, tal como prev¨¦ el plan de Trump, el ej¨¦rcito brit¨¢nico enviar¨¢ 20.000 soldados para defender una frontera ucrania redefinida, no tendr¨ªan munici¨®n m¨¢s que para una semana en cuanto las fuerzas rusas dieran un paso.
Basta con fijarse en la alegr¨ªa que ha despertado en Mosc¨² la intervenci¨®n de Trump. Vlad¨ªmir Putin debe de estar frot¨¢ndose las manos de alegr¨ªa. Por su parte, el presidente estadounidense presume de ser el gran pacificador y se considera probablemente m¨¢s importante que Roosevelt y Churchill en 1945, cuando se repartieron el mundo con Stalin y decidieron con aire imperial el destino de los pa¨ªses de Europa central y meridional. Eso tampoco era realpolitik; fue un caso monumental de la raz¨®n del m¨¢s fuerte. Y da la impresi¨®n de que va a volver a ocurrir. La ¡°teor¨ªa del gran hombre¡± ha vuelto con m¨¢s energ¨ªa que nunca.
Trump quiz¨¢ se convenza a s¨ª mismo de que controla los acontecimientos, pero, en cuanto tenga la atenci¨®n desviada hacia el Lejano Oriente, Putin podr¨¢ decidir en qu¨¦ momento romper cualquier acuerdo con argumentos espurios para destruir definitivamente la voluntad y la independencia de Ucrania. Dado que cada vez hay m¨¢s indicios de que los j¨®venes europeos no tienen intenci¨®n de combatir por su libertad, la tentaci¨®n de Putin de seguir avanzando y recuperar m¨¢s territorios del antiguo imperio de los zares ser¨¢ inmensa. La ignorancia de Trump y su desprecio por la historia afectan a la concepci¨®n que tiene de otros pa¨ªses y regiones. Est¨¢ claro que ha olvidado la advertencia de Ambrose Bierce de que ¡°la guerra es la forma que tiene Dios de ense?ar geograf¨ªa a los estadounidenses¡±.
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