Sigmar Polke, en el lado velado
El artista alem¨¢n se sumergi¨® en ¡®Las viejas¡¯ de Goya para recorrer desde sus sombras y resonancias el mundo que inaugur¨® la Revoluci¨®n Francesa

Todo empieza con un cuadro de Goya, Las viejas. Sigmar Polke aparece delante de ¨¦l en una fotograf¨ªa que sirve de pr¨®logo a la exposici¨®n Afinidades desveladas que puede verse hasta el 16 de marzo en el Museo del Prado. En 1982 el artista alem¨¢n se encontr¨® con esta pintura de Goya que se exhibe en el Museo de Bellas Artes de Lille. Y ah¨ª empez¨® una larga historia que lo llev¨® a explorar cada detalle de las resonancias que le llegaron de esta pieza y del an¨¢lisis con rayos X que se hizo de la misma, en el que aparecieron otras formas borrosas, viejos restos tapados por las nuevas capas de pintura y que guardan lo que qued¨® por hacer, lo que fue cubierto y escondido, truncado. Las viejas del cuadro se miran en un espejo en el que por detr¨¢s est¨¢ escrita la pregunta ¡°?Qu¨¦ tal?¡±. Las dos est¨¢n vestidas con elegancia y llenas de joyas. Detr¨¢s, el Tiempo levanta una escoba.
Polke se sumergi¨® en Las viejas y empez¨® a recorrer los caminos que fue abri¨¦ndole la obra de Goya y que le permitieron regresar sobre la historia de Alemania, pero visitar tambi¨¦n las zonas oscuras del inconsciente, e intentar atrapar las formas de sus augurios, amenazas y temblores. No resulta por eso raro que en algunas de las piezas que presenta la exposici¨®n, Polke trabajara a partir de algunos grabados del siglo XIX sobre los que intervino Max Ernst y en los que el artista surrealista proyect¨® las marcas del presente sobre una ¨¦poca lejana. Polke realiza un viaje semejante y encuentra en Goya lo que estaba latiendo en la Europa de su tiempo.
En una de las obras que pueden verse en el Prado, la titulada Ha llegado el d¨ªa de la gloria, Polke vuelve a la secuencia de las escaleras de El acorazado Potemkin, de Eisenstein, y al hacerlo est¨¢ mostrando c¨®mo los desgarros de quienes, como el propio artista alem¨¢n, vivieron su juventud en los a?os sesenta agitaban en su interior las convulsiones de una revoluci¨®n. Ese tiempo, que se prolong¨® luego en los setenta, est¨¢ marcado por un anhelo profundo de cambios. Polke no fue ajeno a las drogas alucin¨®genas, le facilitaron la v¨ªa para mirar con naturalidad el verdadero rostro de los fantasmas, los que quedan atrapados y borrados y sepultados en el trastero de la historia. Los que tienen acaso parecidas formas a las que descubri¨® detr¨¢s de Las viejas tras el an¨¢lisis del cuadro con rayos X.
As¨ª que Polke vuelve a Goya porque el artista aragon¨¦s, como ¨¦l mismo, habitaba tambi¨¦n un tiempo de cambios, y conoci¨® el horror de la guerra y se familiariz¨® con los monstruos de la raz¨®n. El pasado de la Alemania nazi, los colocones con la amanita muscaria, el Tiempo que espera paciente con su escoba: en esas coordenadas opera Polke y su obra atrapa los desajustes, los desequilibrios, el miedo enorme que se levanta como un coloso, la soledad de las criaturas en un mundo que se revuelve constantemente, el mundo que inaugur¨® la Revoluci¨®n Francesa. Flaubert, en la La primera educaci¨®n sentimental, acaso da con esa atm¨®sfera que contagi¨® a Polke igual que invadi¨® a uno de sus personajes: ¡°No descubr¨ªa en s¨ª mismo sino miserias inexploradas y profundidades tenebrosas, amarguras sin causa, desfallecimientos o c¨®leras inmotivadas, melanc¨®licas alegr¨ªas e inefables languideces, una confusi¨®n, todo un mundo cuyo secreto, cuya unidad resultaban incomprensibles, junto a un dolor vago y universal que flotaba sobre el conjunto¡±. En este inmediato presente, y con lo que est¨¢ cayendo, si nos preguntaran ?qu¨¦ tal?, la respuesta ser¨ªa seguramente que estamos confundidos. Y col¨¦ricos.
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