No hay epidemia que afecte m¨¢s a los ricos que a los pobres
Diego Armus, doctor en Historia por la Universidad de California, investiga la covid-19 como un fen¨®meno pol¨ªtico y cultural y recuerda c¨®mo otras enfermedades como la tuberculosis se vincularon a una clase social
Diego Armus, doctor en Historia por la Universidad de California y profesor de historia latinoamericana en Swarthmore College (Estados Unidos), investiga la enfermedad como un fen¨®meno pol¨ªtico y cultural. Armus es argentino y en un libro que escribi¨® sobre la tuberculosis en Buenos Aires retrata c¨®mo esta se vincul¨® a una clase social, a una definici¨®n de mujer y hasta un tipo de tango, ¡°la milonguita¡± (La Ciudad Impura: Salud, Tuberculosis Y Cultura En Buenos Aires, 1870-1950, es el t¨ªtulo de su investigaci¨®n).
Pregunta. Uno de sus argumentos es que las enfermedades se vuelven una preocupaci¨®n p¨²blica cuando afectan a los que tienen poder. Ejemplifica con el Mal de Chagas que ha enfermado y matado durante casi un siglo en Latinoam¨¦rica.
Respuesta. Se trata de una enfermedad transmisible, distintiva de la pobreza rural y semi-rural de muchas regiones en Am¨¦rica del Sur. Un problema que los pobres, la gente com¨²n, acepta como un dato de la vida cotidiana. Pero ahora est¨¢ llegando al hemisferio norte y hay voces que proponen hablar de la epidemia del Mal de Chagas. La malaria es otro ejemplo. La gente viv¨ªa con malaria y lo aceptaba, ¡°bueno es as¨ª¡±, hasta que el poder pol¨ªtico, por los motivos que fueren, empez¨® a tomar nota de ¡°eso¡±.
P. ?Qu¨¦ lecciones podemos sacar de esto para hacer frente a la covid-19?
R. Poco. Me resisto a buscar ense?anzas en la historia. A lo mejor el historiador de la salud p¨²blica puede identificar en el pasado instrumentos para desarrollar mejor pol¨ªtica p¨²blica pero el historiador de la enfermedad aprende a cuidarse de las generalizaciones. Cada epidemia es ¨²nica, resultante de un microorganismo y del modo en que una sociedad lo confronta, reacciona e interpreta. Adem¨¢s, el presente no es un buen alumno del pasado. La historia puede se?alar una hoja de ruta, pero nada m¨¢s.
P. Lo que s¨ª ense?a la historia es que las epidemias son el reino de las incertidumbres.
R. Lo primero que hay que hacer es reconocer y aprender a convivir con incertidumbres: aquellas cosas para las cuales tengo una pregunta pero no puedo formular una respuesta. Articular una respuesta pol¨ªtica, de salud p¨²blica, en medio de la incertidumbre que trae una epidemia nueva como la covid-19, es un desaf¨ªo brutal.
P. Adem¨¢s de la incertidumbre, otro patr¨®n que caracteriza a las epidemias es que no afectan a todos por igual.
R. Las epidemias no son democr¨¢ticas. Pueden afectar a todos, pero los que m¨¢s mueren son los pobres, los m¨¢s vulnerables. No hay epidemia que haya afectado m¨¢s a los ricos que a los pobres.
P. Un caso caracter¨ªstico en Am¨¦rica Latina es la epidemia de c¨®lera ocurrida en Per¨² en los 90. Entonces, murieron 2 909 personas y las poblaciones m¨¢s golpeadas fueron las zonas rurales y del Amazonas, por su falta de acceso a agua potable y una adecuada red de alcantarillados.
R. Este caso demuestra lo poco que algunos pa¨ªses aprenden de sus crisis sanitarias. Si sigues las noticias sobre la covid-19, parece ser que no se entendi¨® nada de la epidemia del c¨®lera, porque la red de infraestructura de agua potable sigue siendo tan precaria como en los a?os 90 en Per¨².
P. ?Qu¨¦ estrategia se debe seguir para combatir la covid-19 en Am¨¦rica Latina?
R. En muchos pa¨ªses de la periferia lo que se intent¨® hacer, y la Argentina es un caso, fue utilizar los mismos recursos que est¨¢n usando los europeos. Como si la Argentina fuera un pa¨ªs de clase media. Esa perspectiva puede funcionar ¨Cy solo hasta cierto punto¨C en Buenos Aires. En el Gran Buenos Aires la situaci¨®n es otra y es horrorosa, con casi 50% de la poblaci¨®n debajo del nivel de pobreza. Entonces, la agenda antiepid¨¦mica para mitigar el contagio necesita localizarse. Las ciudades de Sierra Leona no son ciudades de clase media, las de Liberia tampoco; en Vietnam, en Ho Chi Min City, el hacinamiento no es una excepci¨®n. Pero en esos pa¨ªses la vigilancia epidemiol¨®gica, por ahora, ha dado buenos resultados. Me parece que hay algo en Am¨¦rica Latina que no funciona bien, y no me pida una explicaci¨®n muy convincente porque no la tengo.
P. A mediados de septiembre, Martha Lincoln, antrop¨®loga de la salud, se preguntaba por el rol de la ¡°arrogancia¡± a la hora de combatir la covid-19.
R. M¨¢s que arrogancia, lo que afect¨® a autoridades y cient¨ªficos de Francia, Italia, Inglaterra, sobre todo al comienzo de la pandemia, fue el reconocimiento de su propia perplejidad frente al tsunami que es una epidemia. El Estado que logra desarrollar en la sociedad una consciencia de civilidad sanitaria ya gan¨® una primera batalla. Nueva Zelanda lo est¨¢ haciendo a su modo. Y Vietnam, donde seg¨²n las noticias la civilidad sanitaria es notable. La realidad es que en esta coyuntura est¨¢n mucho mejor. Y pareciera ser que estos logros tienen que ver con otro asunto: una epidemia es una marat¨®n, no una carrera de 100 metros. Para correrla es necesario una buena dosis de confianza para navegar colectivamente en medio de una neblina que afecta a todos. Si se asume la incertidumbre, si la sociedad y el gobierno entienden que no se podr¨¢ dar vuelta la p¨¢gina tan r¨¢pido, entonces construir confianza en lo que puede hacer la salud p¨²blica y la ciencia se vuelve una prioridad de la pol¨ªtica. Todo indica que en extremo Oriente en parte lo han logrado.
P. Tambi¨¦n destaca el caso africano, donde algunos pa¨ªses aprendieron del ¨¦bola.
R. ?Usted cree que en Sierra Leona y en Liberia hay muchos m¨¢s m¨¦dicos o ventiladores? No, pero s¨ª han logrado consolidar, a¨²n en la tremenda escasez de recursos, instrumentos que permiten alimentar y reproducir una civilidad sanitaria: redes de vigilancia epidemiol¨®gica a nivel comunitario, basadas en agentes sanitarios y no necesariamente m¨¦dicos, que son figuras clave en el esfuerzo por mitigar el contagio.
P. Usted habla de la ¡°dramaturgia de la enfermedad¡±. ?A qu¨¦ se refiere?
R. Todas las epidemias comparten una suerte de dramaturgia que comienza naturalmente con la negaci¨®n de lo que est¨¢ ocurriendo. Recordemos que la de covid-19 tambi¨¦n fue negada, incluso sanitaristas muy progresistas dec¨ªan que se trataba de un problema del norte, que los problemas de los pa¨ªses del sur eran otros, como el sarampi¨®n y el dengue. Por suerte pronto entendieron que a esas dos epidemias hab¨ªa que sumarle la de la covid-19. Luego de ese primer acto, el de la negaci¨®n, viene el segundo, donde, por los motivos que fueren, el contagio y el temor al contagio son tan obvios que hay que hacerse cargo. Entonces la sociedad y la cultura empiezan a interpretar, en medio de la incertidumbre, lo que est¨¢ pasando. Ese momento, en gran medida discursivo, es muy espec¨ªfico de cada epidemia y enfermedad. En el medioevo, las herej¨ªas de algunos serv¨ªan para explicar el azote epid¨¦mico y tambi¨¦n los castigos concomitantes.
En Brasil, con el sida, la primera interpretaci¨®n que emana del poder es que se trata de un castigo a la numerosa presencia de homosexuales en la sociedad. Luego se entra en el tercer acto de la dramaturgia: llegan las intervenciones, destinadas a intentar gobernar el contagio. Son intervenciones que no siempre producen resultados. De hecho, abundan los casos de epidemias que, despu¨¦s hacer estragos, se van apagando en su letalidad.
El ¨²ltimo acto es el del olvido, tal como ocurri¨® con la pandemia de influenza de 1918, que mat¨® entre 50 y 100 millones de personas, pero nadie hablaba de ella un par de a?os m¨¢s tarde de haberse terminado. Con el sida, en Brasil y el mundo, este ¨²ltimo acto no ha llegado.
P. ?Qu¨¦ ha pasado?
R. El sida se transform¨® en una suerte de enfermedad cr¨®nica, frente a la cual hay tratamientos pero no vacunas. Esto hay que tenerlo presente, pues queremos pensar que de esta pandemia saldremos pronto de la mano de una vacuna. Y s¨ª, puede que las vacunas est¨¦n en un horizonte no muy lejano, pero cuando lleguen presentar¨¢n problemas inmensos de log¨ªstica y accesibilidad, y con ellos inequidades entre naciones pobres y ricas, y, al interior de todas las naciones, entre ricos y pobres.
La versi¨®n original de esta entrevista fue publicada por el Centro de Investigaci¨®n Period¨ªstica (CIPER) de Chile, y en The Conversation Espa?a.
Puedes seguir a PLANETA FUTURO en Twitter, Facebook e Instagram, y suscribirte aqu¨ª a nuestra ¡®newsletter¡¯.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.