A las tres en Alexanderplatz: una furgo multicolor ayuda a j¨®venes de la calle en Berl¨ªn
La pandemia ha dificultado el apoyo que el Centro de Contacto y Asesoramiento (KuB) presta al creciente n¨²mero de menores sin hogar en la capital alemana. As¨ª se las apa?an durante la pandemia
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La furgoneta blanca de dibujos multicolores, entre los que destaca un zombi, aparca en la c¨¦ntrica Alexanderplatz, justo al lado de la iglesia de Santa Mar¨ªa, una de las m¨¢s antiguas de Berl¨ªn. Inmediatamente la quincena de j¨®venes que la estaba esperando al otro lado de la calle se precipita hacia ella. Peter Brennan, un hombre que lleva una boina y una sudadera acolchada, y Anjoushka Baer, pelo corto te?ido de azul verde y sudadera negra con capucha, sacan del veh¨ªculo unas sillas de pl¨¢stico verde, amarillo y azul, y cintas para precintar, con las que forman una especie de barrera alrededor del bus.
As¨ª es como todo el mundo conoce la furgoneta: el ¡°bus de KuB¡±. En ¨¦l, desde hace d¨¦cadas, el Centro de Contacto y Asesoramiento para ni?os y j¨®venes sin hogar lleva a diario comida, productos de aseo, condones, kit de primeros auxilios o simplemente consejos y apoyo a personas entre los 12 y los 21 a?os que viven en la calle en Berl¨ªn. Aquellos que ahora, por el aumento del sinhogarismo en Alemania, la pandemia y la llegada del fr¨ªo, se encuentran cada vez m¨¢s desamparados.
El lugar donde se levanta la Torre de la Televisi¨®n, que en su momento fue el gran orgullo de la Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana (RDA) en tanto que s¨ªmbolo de la sociedad socialista alz¨¢ndose sobre la capitalista, se ha convertido en los ¨²ltimos a?os en el centro de encuentro de las personas j¨®venes y de los menores de edad de la ciudad que viven en la calle. No hay datos oficiales con respecto a su presencia en Alemania. ¡°El problema existe desde hace d¨¦cadas y se debe principalmente a que los servicios sociales han fallado en darles el apoyo adecuado¡±, apunta Claudia Steckelberg, docente de Ciencias del Trabajo Social de la Universidad de Ciencias Aplicadas de Neubrandenburg.
¡°Ahora que, sobre todo por la falta de acceso a la vivienda, crece el sinhogarismo, tambi¨¦n lo hace la presencia de las personas j¨®venes: cuando las familias viven en espacios peque?os y en pobreza obviamente es mucho m¨¢s probable tener situaciones de estr¨¦s y violencia, de las que las j¨®venes escapan o se las echa¡±. Y subraya el componente de g¨¦nero que determina la separaci¨®n de la familia: ¡°A menudo a las chicas se las echa por no portarse como se espera de una mujer, por ejemplo por ser agresivas, la misma raz¨®n por la que luego se ven expulsadas tambi¨¦n de los centros de acogida¡±. Coincide Eileen Stieher, trabajadora social que lleva un centro de acogida de emergencia para mujeres sin techo en D¨¹sseldorf: ¡°Es una realidad que los pol¨ªticos est¨¢n invisibilizando, y no estamos hablando de n¨²meros peque?os de mujeres y ni?as que se est¨¢n quedando en la calle, y que a menudo acaban en un sinhogarismo oculto en casas de otras personas¡±.
En esta tarde fresca de noviembre, las sillas de colores dispuestas por Anjoushka y Peter, que llevan m¨¢s de 20 a?os ejerciendo el trabajo social en KuB, perteneciente al Servicio de Emergencia de Protecci¨®n Infantil del Gobierno de la ciudad, se han llenado de cajas de bocadillos, yogures, zumos y agua. Entre las primeras en acercarse a las bolsas de pl¨¢stico selladas que guardan la comida hay dos chicas: una tiene el pelo rojo te?ido, ojos azules maquillados, ortodoncia y un vistoso pijama azul de una pieza; la otra, tambi¨¦n lleva el cabello coloreado y va acompa?ada de un perro.
Son Eireen, de 18 a?os y Liza, de 23. La perra, July, una labrador mestiza de color negro de dos a?os, es, seg¨²n asegura Liza, su mejor amiga. Eireen acude a KuB desde hace dos a?os y Liza desde hace tres. Como ellas, seg¨²n las fuentes consultadas, la mayor¨ªa de las personas j¨®venes de la calle son de ciudadan¨ªa alemana; hay muchos hombres, pero tambi¨¦n numerosas mujeres y personas trans. No trabajan ni estudian; a menudo tienen a sus espaldas familias con problemas de droga, mentales y econ¨®micos (que hacen que sus casas no sean lugares donde se sientan seguras); casi todas han estado tuteladas en alg¨²n momento y casi siempre han vivido de un sistema de ayudas estatales que, como recalca la experta Steckelberg, no funciona para ellas. Por eso desconf¨ªan de casi todo el mundo: los integrantes de KuB son la excepci¨®n.
No trabajan ni estudian, y a menudo tienen a sus espaldas familias con problemas de droga, mentales y econ¨®micos
¡°Me gustan porque est¨¢n all¨ª para m¨ª¡±, resume Eireen. La experta Steckelberg tambi¨¦n destaca la relevancia del trabajo de la entidad, que desde su creaci¨®n en 1971 se ha hecho conocer m¨¢s all¨¢ de Berl¨ªn: ¡°Lo que les ofrecen es apoyo incondicional: contrariamente a lo que suelen hacer los servicios sociales, no les juzgan ni les dicen qu¨¦ es lo que tienen que hacer, sino que les acompa?an a que lo encuentren por s¨ª mismos¡±.
Adem¨¢s, igual que para la mayor¨ªa del grupo reunido alrededor del bus, tambi¨¦n para Eireen y Liza la que reciben de KuB es la ¨²nica comida en condiciones de todo del d¨ªa; en el caso de Liza, tambi¨¦n lo es para su perra July. A¨²n m¨¢s en tiempos de covid-19, cuando el miedo y la crisis econ¨®mica han mermado fuertemente las entradas que las personas de la calle ten¨ªan gracias a las limosnas.
¡°Es cada vez m¨¢s dif¨ªcil que la gente d¨¦ dinero¡±, explica Liza. ¡°Yo creo que no se quieren acercar demasiado porque nos sentamos en el suelo¡±. Por su parte, la trabajadora social Anjoushka destaca un aumento de la agresividad percibida, que en su opini¨®n hace que mucha menos gente est¨¦ ahora dispuesta a ayudar a las personas de la calle, y tambi¨¦n a apoyar su trabajo. En cambio, seg¨²n relata Peter, las donaciones, especialmente de comida y ropa, siguen llegando a la entidad igual que antes.
El trabajo de KuB s¨ª se ha visto claramente afectado por la pandemia: si antes de la covid el bus viajaba todos los d¨ªas de la semana con cuatro trabajadores y hac¨ªa tres paradas, hoy viaja de cuatro a cinco d¨ªas, con dos personas y tiene dos paradas.
Aparte del bus, KuB tambi¨¦n tiene un centro de d¨ªa y uno de acogida nocturna, el ¨²nico de la ciudad en el que los chicos pueden quedarse sin que se tenga que avisar a la Administraci¨®n P¨²blica, en el barrio hist¨®ricamente turco y hoy gentrificado de Kreuzberg. A ra¨ªz de la pandemia, la entidad ha tenido que recortar sus servicios presenciales a la mitad. Si antes el centro de d¨ªa estaba abierto de diez de la ma?ana a seis de la tarde, y todo el mundo era bienvenido, ahora cierra a la una del mediod¨ªa. A la primera planta del edificio, donde est¨¢n la cafeter¨ªa, los ba?os, la sala del chill-out con la televisi¨®n, los sof¨¢s de piel negra y el futbol¨ªn, con conexi¨®n a Internet y el tel¨¦fono, la lavander¨ªa y el cuarto de la ropa, solo pueden entrar m¨¢ximo 15 j¨®venes por hora. A la vez, para cumplir con las medidas sanitarias, la disponibilidad de acogida nocturna, de la que a menudo Eireen disfruta, ha pasado de 16 a 8 personas. ¡°Si llegan mujeres siempre les damos prioridad, porque sabemos que para ellas pasar la noche fuera es mucho m¨¢s peligroso que para sus compa?eros varones¡±, apunta Peter Brennan.
Sobre todo quisiera que en el futuro la vida ya no fuese tan dura conmigo.Liza, joven sin hogar
Por la pandemia tambi¨¦n han desaparecido algunos momentos de cercan¨ªa que eran especialmente importantes tanto para Eireen y las dem¨¢s, como para el personal de KuB: la comida del domingo, que Peter preparaba para todo el mundo y hoy entrega para llevar a quienes toquen el timbre para pedirla; las fiestas de navidad o las excursiones. Las mismas cosas que much¨ªsimas personas echan de menos en estos tiempos, pero que, seg¨²n apunta Steckelberg, para ellas tienen un valor a?adido: ¡°Cuando no tienes un hogar, poderte encontrar f¨ªsicamente es mucho m¨¢s importante para la supervivencia diaria que cuando lo tienes: todo el mundo necesita un lugar para disfrutar, discutir, descansar y cuando no tienes dinero y te miran mal, entonces tienes muchas menos posibilidades de encontrarlo; especialmente para las chicas, estar en grupo tambi¨¦n es mucho m¨¢s seguro¡±.
En estos momentos, las restricciones por la covid impiden que KuB lleve a cabo tambi¨¦n el asesoramiento en su sede. Por eso Anjoushka, Peter y la decena de trabajadores de KuB se est¨¢ organizando para que el bus pueda pasar m¨¢s rato en la calle en los pr¨®ximos meses. ¡°Con la llegada del fr¨ªo ser¨¢ todo mucho m¨¢s dif¨ªcil para nosotros, pero sobre todo para las ni?as y los ni?os; por eso intentaremos ayudar m¨¢s¡±, concluye Anjoushka con una sonrisa que esconde una mueca de preocupaci¨®n. ¡°Lo m¨¢s importante es que mantengamos abierta la acogida nocturna: tenemos que ofrecer una cama y un lugar seguro porque se trata de menores y tienen que ser una prioridad de la ciudad de Berl¨ªn¡±, apunta con voz serena y decidida Peter Brennan.
Son las cuatro y media de la tarde y la oscuridad ya se ha apoderado del cielo berlin¨¦s. El bus se prepara para marchar y pronto el grupo se dispersa. Una pareja de polic¨ªas observa a lo lejos, para asegurarse de que no se junten m¨¢s de 10 personas tal y como establecen las restricciones. Liza y Eireen van cada una por su camino, acompa?adas de sus novios, que tambi¨¦n viven en la calle. Ambas sue?an con salir de all¨ª y encontrar un trabajo como cuidadoras de animales. ¡°O por lo menos un curro donde pueda ir con July¡±, dice Liza. ¡°Sobre todo quisiera que en el futuro la vida ya no fuese tan dura conmigo¡±, concluye.
Este art¨ªculo es parte de una serie realizada gracias a IJ4EU (Investigative Journalism for Europe).
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