Lo que se aprende al comer legumbres o llevar mascarilla
A veces nos sorprendemos al escuchar a negacionistas del calentamiento global o del coronavirus, sin percatarnos de que con algunas de nuestras decisiones diarias nos convertimos en algo similar, resisti¨¦ndonos a peque?os cambios que benefician a todos
Lo hemos visto recientemente con la pol¨¦mica campa?a Menos carne, m¨¢s vida. Mientras compramos un coche el¨¦ctrico de ¨²ltima generaci¨®n porque queremos ser m¨¢s neutros, nos cuesta ver el impacto de nuestro plato de comida, que cada vez es menos local y de temporada. Mientras se apoyan pol¨ªticas billonarias de construcci¨®n de energ¨ªas renovables, dudamos de datos cient¨ªficos m¨¢s que contrastados sobre la principal fuente de emisiones y de p¨¦rdida de biodiversidad a escala mundial: nuestro sistema alimentario y los cambios de uso del suelo que provoca.
Es dif¨ªcil comunicar sobre un reto complejo como la transformaci¨®n de nuestros h¨¢bitos alimentarios, en el que existen tantos grupos de inter¨¦s y tantos matices y en el que las consecuencias no se ven a corto plazo. A los medios les cuesta profundizar en c¨®mo nuestras decisiones influyen en el cambio clim¨¢tico que est¨¢ detr¨¢s de las olas de calor, inundaciones o incendios.
Seguimos denominando con las palabras gen¨¦ricas ¡°carne¡± o ¡°ganader¨ªa¡± a todo un universo de opciones. Sin embargo, no tiene el mismo impacto en nuestra salud ni en la del planeta la oveja que pasta en la dehesa, que el cerdo de macrogranja alimentado con pienso de soja transg¨¦nica importada desde la Amazon¨ªa. No son iguales los huevos de gallinas de corral, que los de 23.000 millones de pollos de engorde, con tratamientos de hormonas y antibi¨®ticos.
Las campa?as no dudan de que la ganader¨ªa extensiva es necesaria para mantener ciertos ecosistemas naturales, como es el caso de los reba?os de ovejas y cabras en las dehesas que tenemos tan cerca. Es el que crea m¨¢s empleo, fija poblaci¨®n en los pueblos y mantiene el territorio. Durante mi viaje a las 28 provincias con mayor despoblaci¨®n entrevist¨¦ a muchos de estos pastores, que conocen el car¨¢cter de cada una de sus ovejas y que casi mantienen el oficio por devoci¨®n, m¨¢s que por ganancia. Las dificultades administrativas, el papeleo y el elevado margen de los intermediarios provoca que no lleguen a ser competitivos con la industria c¨¢rnica.
Lo mismo ocurre con la agricultura, que va abandonando las pr¨¢cticas tradicionales de cuidado de la tierra, para pasar a una agroindustria en la que se desperdicia alrededor del 30% de la producci¨®n y en la que puede que el productor solo reciba el 1% de lo que pagamos. La nueva Pol¨ªtica Agraria Com¨²n (PAC) europea sigue sin resolver estos fallos de mercado y sin incorporar las externalidades negativas de lo que compramos. Aunque haya j¨®venes que se atrevan a trabajar en el sector primario, el mercado les arrastra a sistemas intensivos de producci¨®n agraria y ganadera, en los que la ganancia llega de la cantidad m¨¢s que de la calidad, en los que no premiamos el cuidado de nuestra salud y la de los ecosistemas.
Y as¨ª los pueblos se han vaciado de personas dedicadas al pastoreo y a la cultura agr¨ªcola. Y se vac¨ªan las dehesas de reba?os, para llenarse de paneles solares y monocultivos. Y nuestro paladar y bolsillo van prefiriendo los tomates que no saben a tomate y los embutidos procesados para los que solo hay que abrir un envoltorio pl¨¢stico que nos devolver¨¢ el mar en 30 a?os.
Parece inherente a la condici¨®n humana pensar que aspirar a vivir mejor es hacer cotidiano lo que para nuestros abuelos era excepcional
Parece inherente a la condici¨®n humana pensar que aspirar a vivir mejor es hacer cotidiano lo que para nuestros abuelos era excepcional; es acercarnos lo m¨¢s posible a la forma de vida que proyectan las personas con m¨¢s recursos. Esto provoca que miles de millones de personas habitemos el planeta muy por encima de las capacidades que este puede soportar, y que los otros miles de millones quieran acercarse a ese perfil.
En lo relativo a la alimentaci¨®n, la demanda diaria de prote¨ªna animal, en cantidades mucho mayores de las que necesitamos para tener buena salud, ha disparado la creaci¨®n de macrogranjas y sobreexplotaci¨®n pesquera. Los datos sobre el impacto de la ganader¨ªa intensiva en las emisiones, deforestaci¨®n, contaminaci¨®n por qu¨ªmicos o monocultivos para pienso se vienen repitiendo hace m¨¢s de una d¨¦cada. Al igual que el da?o de la pesca de arrastre que ya no solo explota los oc¨¦anos, sino que libera casi tres millones de toneladas de CO? al d¨ªa.
Pero, ?c¨®mo ser capaces de frenar nuestras ansias por devorarnos la Tierra en un par de generaciones como si no tuviera l¨ªmites suficientemente marcados? En definitiva, ?c¨®mo vencer nuestra inmunidad al cambio como humanidad?
La pandemia es algo mucho m¨¢s cercano y visible que lo es el cambio clim¨¢tico. Cada habitante del planeta ha tenido que estar en confinamiento y conoce a alguna persona fallecida por covid-19, m¨¢s o menos cercana. Ya sabemos que se trata de un virus de transmisi¨®n a¨¦rea, que incluso vacunados podemos contagiar y que la mascarilla resulta imprescindible. El h¨¢bito de la mascarilla, ventilaci¨®n y distancia es mucho m¨¢s claro, inequ¨ªvoco y temporal que los que tenemos que adquirir para revertir el cambio clim¨¢tico. Sin embargo, nos cuesta mantener la mascarilla por encima de la nariz, saltamos de alegr¨ªa cuando quitan la obligatoriedad, cerramos las ventanas para mantener la temperatura y a¨²n en medio de la quinta ola nos cuesta ver que cualquiera puede ser vector de contagio.
Estos meses de pandemia con una ola tras otra nos demuestran que cambiar h¨¢bitos no es tarea f¨¢cil, y que tampoco lo es percibir el impacto positivo que pueda llegar a tener la suma de los cambios individuales.
?Carne o pescado?
Hace unas semanas particip¨¦ en un encuentro presencial con un centenar de representantes de todos los sectores, desde administraci¨®n a empresa, desde universidades a emprendimiento. Nos un¨ªa la intenci¨®n de transformar la realidad viendo las consecuencias de la pandemia (aunque solo un 4% llevaba mascarilla en espacios abiertos). Para elegir el men¨² de la cena, la pregunta era ¡°?carne o pescado?¡±. En la Espa?a rural, sin costa cercana y sin dar m¨¢s explicaci¨®n sobre qu¨¦ carne era. ¡°?Carne o pescado?¡±.
A nadie le extra?¨® la pregunta ni se hicieron intentos por cambiar el men¨² al de huerta castellana de temporada. Solamente una persona pregunt¨® por opciones vegetarianas y otra se interes¨® por la procedencia de los alimentos y porque no sobrara comida. Si ¨¦sta es una elecci¨®n puntual de agentes de cambio preocupados por temas ambientales, ?c¨®mo ser¨¢ la decisi¨®n cotidiana de familias que necesitan llenar el carro de la compra al menor coste posible y sin tiempo para cocinar? La respuesta est¨¢ en la compra de productos procesados y envasados, sin mirar procedencia, ni huella, ni c¨®mo es la carne.
Ser¨ªa clave comenzar a introducir las externalidades negativas en los precios y acelerar pol¨ªticas p¨²blicas valientes
La pandemia ha sido la alarma m¨¢s clara, global y simult¨¢nea posible. Sigue y seguir¨¢ sonando a¨²n dram¨¢ticamente en muchos pa¨ªses, record¨¢ndonos que no ser¨¢ la ¨²ltima crisis, si continuamos sin garantizar una base social justa para todas las personas, dentro de los l¨ªmites que nos marcan los ecosistemas. Unos l¨ªmites que hemos sobrepasado, como nos ense?an tambi¨¦n las m¨¢s de 700 muertes por calor en Canad¨¢, las inundaciones en Alemania, los incendios en Siberia o un Amazonas que ahora emite m¨¢s CO? del que es capaz de capturar.
Ser¨ªa clave comenzar a introducir las externalidades negativas en los precios, acelerar pol¨ªticas p¨²blicas valientes, y darnos cuenta de que si logramos como consumidores que una marca se enriquezca, tambi¨¦n podemos beneficiar a los peque?os agricultores de cercan¨ªa que cuidan de nuestras ra¨ªces y de la tierra.
Para la transformaci¨®n radical que necesitamos, no bastar¨¢ con esperar pol¨ªticas millonarias del transporte el¨¦ctrico, ni una vacuna que nos salve del cambio clim¨¢tico, ni ser¨¢n suficientes las pol¨ªticas coercitivas. Para la regeneraci¨®n que compense la deuda ecol¨®gica acumulada nos necesitamos unos a otros, cambiando la manera en la que como ciudadan¨ªa y como organizaciones habitamos el planeta. Nuestra alimentaci¨®n o el uso continuo de mascarilla son ejemplos claros de c¨®mo peque?os h¨¢bitos adquiridos globalmente pueden llegar a ser tan significativos a la hora de vencer la inmunidad al cambio que tenemos como sociedad.
Rosa Castizo lleva trabajando 16 a?os en desarrollo sostenible y cambio clim¨¢tico para Am¨¦rica Latina. Impulsa la regeneraci¨®n rural y la innovaci¨®n social a trav¨¦s de iniciativas de incidencia y emprendimiento.
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