Un d¨ªa con los guardabosques en Uganda: una lucha contrarreloj para proteger la vida salvaje
Cientos de trabajadores se afanan por detener la caza ilegal y furtiva en el pa¨ªs africano, un problema agravado por la pandemia de covid-19. Una cr¨®nica desde el Parque Nacional de la Reina Isabel, en la cuenca Albertina, una de las regiones con m¨¢s biodiversidad del planeta
Veronika Night escogi¨® su futuro de madrugada, pocos minutos despu¨¦s de que un ruido ensordecedor la despertase en mitad de la oscuridad. No necesit¨® salir de su habitaci¨®n para comprender qu¨¦ estaba pasando. Ese estruendo solo pod¨ªa significar una cosa: los elefantes hab¨ªan irrumpido en los huertos de sus vecinos, as¨ª que una turba de campesinos intentaba espantarlos con gritos y golpes.
Night, que en ese momento ten¨ªa 15 a?os, observ¨® a los paquidermos que entreluc¨ªan en el amanecer. Adem¨¢s del tama?o de esos animales, le asombr¨® c¨®mo defend¨ªan a sus cr¨ªas: los adultos corr¨ªan a su lado para protegerlas. Ella quer¨ªa contemplarlos m¨¢s tiempo, pero los campesinos no ten¨ªan clemencia. El apetito voraz de los elefantes, que comen de 100 a 200 kilogramos de plantas cada d¨ªa, pod¨ªa destruir un huerto en cuesti¨®n de minutos. En el suroeste de Uganda, donde una buena parte de la poblaci¨®n depende de sus cultivos para cubrir sus necesidades b¨¢sicas, una huerta destrozada significa pasar hambre durante meses.
¡°Entonces decid¨ª que quer¨ªa ser guardabosques¡±, asegura Night. Diez a?os m¨¢s tarde, patrulla las sabanas del Parque Nacional de la Reina Isabel, en el suroeste de Uganda, con un uniforme de camuflaje y un kal¨¢shnikov al hombro. ¡°Los guardabosques nunca hemos estado tan ocupados¡±, explica. ¡°Todos los d¨ªas encontramos decenas de trampas para animales. Desde que comenz¨® la pandemia de coronavirus, el furtivismo se ha disparado. Por eso, no debemos bajar la guardia¡±.
Night y sus compa?eros caminan despacio, en fila india. Est¨¢n en una sabana abierta, salpicada de vez en cuando con arbustos redondos o plantas con un aspecto parecido al de los cactus, conocidas como Euphorbia candelabrum. Deben concentrar toda su atenci¨®n en el terreno. Los errores no est¨¢n permitidos. Esa es la ¨²nica manera de moverse con seguridad por el territorio de los leones, leopardos, hienas, hipop¨®tamos, elefantes y b¨²falos cafres, entre otros animales.
Tenemos la responsabilidad de proteger la naturaleza para las generaciones futuras, as¨ª que no podemos quedarnos dormidosVer¨®nica Night, guardabosques del parque nacional de la reina Isabel
La covid-19 ha ralentizado casi todo. Sin embargo, la caza ilegal de animales no ha disminuido. Todo lo contrario. Tras perder sus medios de subsistencia, centenares personas identificaron la caza furtiva como una opci¨®n para comer carne o conseguir ingresos adicionales, y se lanzaron a las reservas naturales. Para Night y sus compa?eros, ha sido un a?o extenuante: nunca hab¨ªan arrestado a tantas personas ni recuperado tantas trampas. Mientras que el resto del mundo qued¨® paralizado por culpa de la enfermedad, los guardabosques de la Autoridad para la Vida Salvaje de Uganda (UWA) trabajaron sin descanso. ¡°Tenemos la responsabilidad de proteger la naturaleza para las generaciones futuras, as¨ª que no podemos quedarnos dormidos¡±, asevera Night con una sonrisa t¨ªmida.
Un ecosistema amenazado
El equipo de Night acaba de sorprender a una manada de b¨²falos cafres. Son unos animales pertinaces e impredecibles, pero ahora est¨¢n a 50 metros de distancia, demasiado lejos para que los guardabosques los identifiquen como una amenaza importante. Los b¨²falos han detenido todos sus movimientos. Est¨¢n paralizados, con sus cabezas giradas en la direcci¨®n de los guardabosques. Permanecen de esta manera un buen rato, hasta que la brisa cambia de orientaci¨®n repentinamente, llevando el olor de los humanos hasta su posici¨®n. Entonces empiezan a correr en la direcci¨®n contraria y una polvareda envuelve la sabana durante varios minutos. En la actualidad, en este parque nacional es habitual encontrar manadas con decenas e incluso centenares de animales, pero no siempre ha sido as¨ª.
Desde finales de la d¨¦cada de los sesenta hasta mediados de los ochenta, la inestabilidad pol¨ªtica de Uganda, con cinco golpes de estado en 20 a?os, adem¨¢s de reg¨ªmenes que masacraron a decenas de miles de personas para aplastar a sus opositores, debilit¨® la capacidad del estado para perseguir el furtivismo. Aunque el n¨²mero de animales decreci¨® dram¨¢ticamente por toda la naci¨®n, el Parque Nacional de la Reina Isabel fue uno de los m¨¢s castigados por esas escabechinas. Mientras que en los a?os sesenta este espacio natural protegido era el hogar de m¨¢s de 4.000 elefantes africanos, en 1980 solamente quedaban alrededor de 150.
En los noventa, el gobierno ugand¨¦s decidi¨® terminar con ese escenario. Y lo consigui¨® en buena medida: las poblaciones de animales empezaron a aumentar. Seg¨²n un censo a¨¦reo publicado en 2018, el Parque Nacional de la Reina Isabel ahora cuenta con un n¨²mero de elefantes parecido al de la d¨¦cada de los sesenta.
Este espacio natural protegido est¨¢ en el centro de la cuenca Albertina, una de las regiones con m¨¢s biodiversidad del planeta, con m¨¢s de la mitad de las especies de aves de ?frica y cerca del 40% de las de mam¨ªferos. Pero esta deslumbrante variedad de vida salvaje, as¨ª como el crecimiento de las poblaciones de muchos animales, a¨²n contin¨²an en peligro.
Seg¨²n el doctor Ludwig Siefert, director del Programa para los Carn¨ªvoros de Uganda (UCP), una ONG especializada en la investigaci¨®n y conservaci¨®n de los grandes depredadores, ¡°los medios de comunicaci¨®n y las organizaciones a menudo condensan su atenci¨®n en los animales m¨¢s carism¨¢ticos, como los leones o los elefantes. Pero cada planta o animal tiene una funci¨®n especial, manteniendo el equilibrio de sus ecosistemas, de modo que todos son importantes. Si una especie desaparece o sus poblaciones se reducen, el resto tambi¨¦n est¨¢ en peligro¡±.
Si una especie desaparece o sus poblaciones se reducen, el resto tambi¨¦n est¨¢ en peligroLudwig Siefert, director del Programa para los Carn¨ªvoros de Uganda (UCP)
El doctor Siefert menciona el ejemplo de los hipop¨®tamos comunes: el Reina Isabel es, en la actualidad, el hogar de cerca de 6.000 hipop¨®tamos, pero sus poblaciones est¨¢n menguando. Los furtivos comen o comercian con su carne, un alimento popular en los pueblos que rodean el espacio natural. Por eso se han transformado en las principales v¨ªctimas de los cazadores, un hecho que amenaza a centenares de especies de plantas y animales.
En los lugares con humedales o r¨ªos estacionales, la sobrepoblaci¨®n de hipop¨®tamos puede convertirse en un problema porque sus excrementos alteran la calidad del agua. Pero en el parque nacional de la reina Isabel, donde el agua es abundante todos los meses del a?o, los desechos de esos mam¨ªferos aportan nutrientes imprescindibles para las poblaciones de peces, adem¨¢s de fertilizar las sabanas colindantes con los humedales, favoreciendo la aparici¨®n de praderas de hierba donde se alimentan tanto los herb¨ªvoros como sus depredadores.
¡°Aunque las poblaciones de algunos animales emblem¨¢ticos, como los elefantes, han aumentado en Uganda, la caza ilegal todav¨ªa es una de las principales amenazas para la vida salvaje de Uganda¡±, dice la investigadora de cr¨ªmenes medioambientales Edith Kabesiime. La Uni¨®n Internacional para la Conservaci¨®n de la Naturaleza (UICN) describi¨® con n¨²meros esta crisis para la biodiversidad: debido sobre todo al furtivismo y la p¨¦rdida de sus h¨¢bitats, las poblaciones de ungulados decrecieron un 52% en el este de ?frica y un 85% en el oeste del continente desde 1970 hasta 2005. Como consecuencia de este destrozo, el n¨²mero de depredadores que se alimentan de ungulados ¨Cleones, leopardos, guepardos, hienas¨C tambi¨¦n est¨¢ menguando con rapidez.
Las ra¨ªces del furtivismo
¡°Durante las patrullas, es importante usar todos los sentidos para detectar a los furtivos¡±, dice Aggre Wafula, uno de los compa?eros de Night. ¡°Mientras caminamos, interpretamos el terreno continuamente: hierbas aplastadas, huellas, ramas dobladas, olores¡ Cada detalle es importante. Tambi¨¦n debes reconocer los sonidos que emiten las aves o algunos ant¨ªlopes cuando algo les asusta¡±.
Esta tarde, Wafula lidera un grupo de seis guardabosques. Night ocupa la segunda posici¨®n. Su misi¨®n consiste en cubrir las espaldas de su compa?ero. Antes de empezar una patrulla, los agentes se reparten entre ellos un cometido espec¨ªfico que deben mantener durante toda la jornada, de modo que cada uno puede concentrar toda su atenci¨®n en ese rol. Se protegen unos a otros. Mantienen todos los ¨¢ngulos vigilados. Avanzan como si fuesen una ¨²nica persona.
Seg¨²n un estudio del Instituto Internacional para el Medio Ambiente y el Desarrollo (IIED) publicado en 2015, los motivos que promueven el furtivismo en Uganda son, sobre todo, ¡°la b¨²squeda de m¨¦todos de subsistencia, el deseo de obtener ganancias comerciales, las tradiciones culturales, la presunta desigualdad al distribuir los beneficios de los espacios naturales protegidos, y otras razones pol¨ªticas¡±. Tras analizar decenas de casos, los investigadores concluyeron que ¡°la baja capacidad econ¨®mica es el principal impulsor de los delitos contra la vida salvaje¡±.
La covid-19 empeor¨® ese escenario. Debido a la ca¨ªda del turismo, miles de personas han perdido sus empleos. Uganda abri¨® sus fronteras internacionales a mediados de 2020 y ha registrado un n¨²mero de infecciones de coronavirus relativamente bajo, pero no ha recuperado las tendencias de a?os anteriores: muchos hoteles permanecen a medio gas, y varios turoperadores no tienen trabajo para sus empleados.
A sus 66 a?os, Patrick Nabaseya, un pastor del pueblo de Kasenyi, en los alrededores del Parque, est¨¢ de acuerdo con las conclusiones del IIED. Creci¨® en la sabana. Empez¨® a pastorear las vacas de su familia poco despu¨¦s de aprender a caminar. Sus padres le ense?aron que los animales salvajes no eran sus enemigos, a pesar de que, en ocasiones, los leones atacaban al ganado. ¡°Cuando era peque?o, mis familiares me contaron que deb¨ªamos amar a todos los animales, no solamente a las vacas¡±, dice.
Nabaseya pertenece a una naci¨®n precolonial de pastores ¨Clos basongora¨C que durante mucho tiempo consider¨® repulsivo el consumo de carne de caza. Sin embargo, eso est¨¢ cambiado. Seg¨²n este ganadero, la pobreza est¨¢ impulsando a muchos j¨®venes basongora a cazar dentro de los parques nacionales.
Para Nabaseya, es un momento triste: tanto su cultura como los animales que aprendi¨® a respetar podr¨ªan desaparecer en las pr¨®ximas d¨¦cadas. Sentado en una roca, mientras vigila a su reba?o de vacas pastando despacio en una pradera muy verde, Nabaseya resume el problema principal en una frase: ¡°Es imposible controlar a los j¨®venes cuando tienen hambre¡±.
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