La guerra en Tigray provoca una limpieza ¨¦tnica
Un informe de Amnist¨ªa Internacional y Human Right¡¯s Watch denuncia una operaci¨®n sistem¨¢tica y altamente organizada para vaciar la zona de ciudadanos tigri?as. Se calcula que unas 700.000 personas han sido expulsadas de su tierra en esta regi¨®n de Etiop¨ªa
Las masacres de civiles, el hambre obligada, las violaciones en grupo. Lo ocurrido en el oeste de Tigray trasciende los horrores de cualquier guerra: esa violencia extrema sedimentada en el caos y los c¨ªrculos viciosos de crueldad y venganza. M¨¢s que producto de la impunidad y la sangre caliente, los excesos encajan en una campa?a dise?ada para expulsar a los tigri?as de su tierra. Para limpiar ¨¦tnicamente esta f¨¦rtil ¨¢rea y repoblarla con oriundos de Amhara, extensa regi¨®n al sur de Tigray. Este es el principal hallazgo de un reciente informe con t¨ªtulo expl¨ªcito: We will erase you from this land (Os borraremos de esta tierra).
Los investigadores de Amnist¨ªa Internacional y Human Rights Watch fueron atando cabos mientras entrevistaban a los tigri?as que, poco despu¨¦s del inicio del conflicto, empezaron a llegar a Sud¨¢n. Vetadas en Etiop¨ªa, ambas organizaciones han tenido que conformarse con los testimonios ¨Crecogidos durante m¨¢s de un a?o¨C de 400 refugiados que abandonaron su pa¨ªs rumbo al oeste. Material suficiente para concluir, sin fisuras de duda, que en Tigray occidental se ha orquestado una operaci¨®n sistem¨¢tica de limpieza ¨¦tnica. ¡°No son solo cr¨ªmenes de guerra, sino cr¨ªmenes contra la humanidad, los m¨¢s graves, seg¨²n la legislaci¨®n internacional. Es otro nivel¡±, afirma Jean-Baptiste Gallopin, investigador de Amnist¨ªa Internacional y coautor del estudio.
La investigaci¨®n se ha realizado con los testimonios ¨Crecogidos durante m¨¢s de un a?o¨C de 400 refugiados que abandonaron su pa¨ªs
La intrincada red de culpables ¨Cy las dificultades para tejerla con precisi¨®n¨C revelan la complejidad de la guerra en Tigray, un conflicto que ha ido congregando, en un campo de batalla ilimitado, a ej¨¦rcitos regulares (de Etiop¨ªa, pero tambi¨¦n de su vecina Eritrea), unidades paramilitares regionales y milicias variopintas. Todos ellos con sus respectivas cabezas pensantes, dando ¨®rdenes en la retaguardia. Y azuzando rencores identitarios, con frecuencia en torno a disputas fronterizas sin zanjar.
La investigaci¨®n apunta directamente a las fuerzas especiales de Amhara y los milicianos de Fano, un grupo pol¨ªtico-militar originario de la misma regi¨®n. Pero su estrategia de terror, especifica el estudio, ha contado ¡°con la aquiescencia y posible participaci¨®n del Ej¨¦rcito et¨ªope¡±. No se ha podido probar, hasta el momento, que los gobiernos (federal de Etiop¨ªa, regional de Amhara) hayan dictado desde sus despachos el desplazamiento de tigri?as. Aunque las f¨¦rreas medidas para silenciar Tigray entero invitan a la sospecha.
¡°La regi¨®n lleva 17 meses sin internet, y sin tel¨¦fono desde junio del pasado a?o. Tambi¨¦n se ha cortado la electricidad para que la gente no pueda cargar sus dispositivos y grabar o tomar fotograf¨ªas¡±, detalla Laetitia Bader, directora de Human Rights Watch en el Cuerno de ?frica, quien a?ade una l¨®gica consecuencia: ¡°Cuando nos reunimos con refugiados en Sud¨¢n, esper¨¢bamos que tuvieran fotos o v¨ªdeos de lo que hab¨ªan presenciado; no ten¨ªan nada¡±. Bader explica que el Gobierno et¨ªope sigue sin permitir el acceso de periodistas a la zona. Y da largas sine die a las peticiones de una investigaci¨®n independiente sobre el terreno. ¡°La constante es negarlo todo en un marco de minimizaci¨®n sobre lo ocurrido¡±, se?ala.
Doble rasero internacional
En el oeste de la regi¨®n, los combates entre el Ej¨¦rcito et¨ªope y el Frente de Liberaci¨®n Popular de Tigray (TPLF por sus siglas en ingl¨¦s) terminaron a las pocas semanas de que estallara la guerra, en noviembre de 2020. Las fuerzas federales se hicieron ¨Ca pesar de escaramuzas ocasionales desde entonces¨C con el control del territorio. ¡°En aquel momento, muchos cometieron el error de pensar que la mayor¨ªa de civiles estaba a salvo¡±, comenta Gallopin. Sin embargo, fue precisamente con la tensa calma cuando se activ¨® la campa?a masiva de expulsi¨®n de tigri?as.
We will erase you from this land narra, con la voz de testigos presenciales, c¨®mo se empez¨® a despachar fuera de sus hogares a todo aquel con origen ¨¦tnico tigri?a. Las fuerzas especiales de Amhara y los milicianos de Fano atestaron de seres humanos autobuses y camiones. Algunos se dirigieron a la frontera con Sud¨¢n. Pero la mayor¨ªa viaj¨® hacia el este, m¨¢s all¨¢ del r¨ªo Tekeze, que delimita naturalmente el oeste de Tigray del norte y el centro de la regi¨®n. En ocasiones, los organizadores del ¨¦xodo forzoso ahuyentaron las reticencias a punta de pistola. Otras, ni siquiera hizo falta.
Cerca de un puente que cruza el Tekeze, en enero de 2021 tuvo lugar uno de los actos m¨¢s atroces de violencia sumaria hasta ahora documentados en Tigray: 60 hombres asesinados a sangre fr¨ªa. ¡°Las noticias sobre la masacre empezaron a circular; muchos optaron por huir cuanto antes. La matanza de Tekeze ejemplifica la din¨¢mica de cualquier campa?a de limpieza ¨¦tnica: expulsar a poblaciones enteras mediante el terror¡±, asegura Gallopin.
La matanza de Tekeze ejemplifica la din¨¢mica de cualquier campa?a de limpieza ¨¦tnica: expulsar a poblaciones enteras mediante el terror
Se calcula que unos 700.000 tigri?as se han ido del oeste de la regi¨®n en el ¨²ltimo a?o y medio. Simult¨¢neamente, contin¨²a Gallopin, ¡°nuevos pobladores provenientes de Amhara est¨¢n llegando en grandes cantidades, como han demostrado im¨¢genes por sat¨¦lite a las que hemos tenido acceso¡±. Antes de la guerra, una minor¨ªa amhara conviv¨ªa en la zona ¨Cm¨¢s o menos pac¨ªficamente¨C con la mayor¨ªa tigri?a. Ante el cerrojazo informativo, poco se sabe con certeza sobre la composici¨®n demogr¨¢fica actual.
Cebarse con la poblaci¨®n civil est¨¢ siendo moneda corriente en la guerra de Tigray. Todas las partes implicadas, lamentan Bader y Gallopin, han cometido abusos espeluznantes. En el oeste, el informe alude a la masacre de Mai Kadra, una peque?a ciudad cercana a la frontera con Sud¨¢n donde, al poco de iniciarse la guerra, una turba tigri?a mat¨® ¨Ccon hachas, cuchillos y machetes¨C a todo amhara que encontr¨® a su paso. No hay cifras fiables de v¨ªctimas mortales, pero una estimaci¨®n de Amnist¨ªa Internacional las cuenta por cientos.
Bader admite que la ausencia de una distinci¨®n n¨ªtida entre agresores y agredidos limita la atenci¨®n internacional del conflicto: ¡°Los relatos simples suelen generar mayor inter¨¦s¡±. Aunque insiste en que una limpieza ¨¦tnica generalizada supera en gravedad a la categor¨ªa cr¨ªmenes de guerra. En el oeste de Tigray, los segundos han sido con frecuencia un medio para lograr ese fin de vaciar la zona de tigri?as. ¡°El mundo ha de conocer la magnitud de lo ocurrido¡±, resume Bader.
Gallopin conf¨ªa en que la repercusi¨®n global del horror en Bucha y otras ciudades ucranianas tenga un efecto contagio en Tigray. O en otros lugares del mundo donde la barbarie se ha hecho ley. ¡°Esperamos que esa mayor sensibilidad se traduzca en acciones decididas para parar la guerra en Etiop¨ªa y que los culpables rindan cuentas¡±. Bader se muestra m¨¢s esc¨¦ptica: ¡°Resulta frustrante el doble rasero. Nuestro informe ha logrado pocos titulares en la prensa internacional, todo es Ucrania... Parece como si el mundo solo pudiera ocuparse de una gran crisis al mismo tiempo¡±.
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