Los mas¨¢is expulsados del norte de Tanzania: ¡°Este es un nuevo tipo de colonialismo¡±
Miles de pastores est¨¢n siendo desalojados de sus tierras, codiciadas para otros usos, seg¨²n l¨ªderes comunitarios y ONG. Muchos huyen por la frontera con Kenia, donde son acogidos por otros mas¨¢is
Es la hora punta para Juma Olesampuerap, el ¨²nico m¨¦dico de servicio en la peque?a cl¨ªnica Enkitoria, en las afueras de la aldea mas¨¢i keniana de Ololaimutiek, cerca de la frontera de Kenia y Tanzania. Decenas de personas esperan fuera para recibir ayuda. La mayor¨ªa son mujeres; el suave tintineo de sus coloridas joyas de cuentas y de los peque?os discos de espejo que llevan al cuello se oye a trav¨¦s de una puerta abierta.
En el interior, Olesampuerap examina la herida de bala de Partalala, un joven vestido con una sudadera con capucha gris y un shuka (manto tradicional) de cuadros rojos y negros. A trav¨¦s de un enorme agujero en la pierna se ve el blanco del hueso. ¡°Qu¨¦ verg¨¹enza de Gobierno tanzano¡±, murmura el doctor mientras venda la pierna. ¡°Est¨¢n disparando a su propia gente¡±. A Partalala se le tuerce la cara de dolor.
Un nuevo parque de fauna salvaje
El 9 de junio, el d¨ªa antes del incidente, tres agentes se presentaron en Ololosokwan, un pueblo de Loliondo (norte de Tanzania), seg¨²n la versi¨®n de los vecinos. Quer¨ªan clavar un poste de hormig¨®n en el suelo para indicar d¨®nde se iba a construir pronto un nuevo parque de fauna salvaje, recuerda Partalala.
La licencia de caza para el parque, que abarcar¨¢ aproximadamente 1,5 kil¨®metros cuadrados, est¨¢ en manos de la Otterlo Business Corporation (OBC), una empresa de Emiratos ?rabes Unidos (EAU). Seg¨²n un informe de la ONU de 2019, OBC es una empresa de yates de lujo a la que se le concedi¨® una licencia de caza en Tanzania en 1992 ¡°que permite a la familia real de EAU organizar viajes de caza privados¡±. Aunque para esta actividad se va principalmente al sur de ?frica, la caza de trofeos tampoco est¨¢ prohibida en Tanzania.
Pero, seg¨²n los tratados internacionales de derechos humanos firmados por Tanzania, los mas¨¢is, un grupo ¨¦tnico de pastores n¨®madas, deben dar primero permiso para utilizar su h¨¢bitat tradicional. ¡°La expulsi¨®n sin autorizaci¨®n previa es una violaci¨®n de los derechos humanos¡±, afirma el relator especial de la ONU, Balakrishnan Rajagopal. ¡°El desalojo en nombre de la conservaci¨®n, el turismo de safari y la caza de trofeos amenaza su supervivencia f¨ªsica y cultural¡±.
Por eso, cuando la polic¨ªa quiso demarcar la zona a principios de junio, los mas¨¢is dijeron que hab¨ªa que hablarlo primero con los ancianos de las tribus de los alrededores. Reunidos en la zona fronteriza de Ololosokwan al d¨ªa siguiente, aseguran, recibieron una visita de agentes de polic¨ªa que dispararon y lanzaron botes de gas lacrim¨®geno. M¨¢s de 30 personas resultaron heridas, seg¨²n los vecinos.
¡°Enga?oso¡±: as¨ª es c¨®mo califica el primer ministro tanzano, Kassim Majaliwa, los sangrientos v¨ªdeos que circulan por las redes sociales desde entonces. Las autoridades afirman que no se registraron heridos, y que solo muri¨® un agente alcanzado en el ojo por una flecha disparada por los mas¨¢is. Por ello, 27 miembros de esta minor¨ªa ¨¦tnica han sido detenidos, acusados de asesinato.
¡°Detr¨¢s de ah¨ª est¨¢ Tanzania¡±, dice el herido Partalala cuando el m¨¦dico termina con su pierna. Se?ala, a trav¨¦s de la peque?a ventana en las paredes amarillas de la sala, las onduladas colinas que se encuentran a unos 15 kil¨®metros de distancia. ?l y ¡°miles m¨¢s¡± vinieron por esas colinas tras el ataque de la polic¨ªa, explica.
Sin embargo, Partalala no recuerda nada de ese viaje. Perdi¨® el conocimiento tras ser alcanzado en la pierna; la bala la atraves¨®. Sus compa?eros de aldea no se atrevieron a llevarlo a un hospital tanzano, porque ¡°est¨¢n dirigidos por el mismo Gobierno que nos dispar¨®¡±. Despert¨® en Kenia.
¡°Un nuevo colonialismo¡±
En muchos lugares de ?frica emplean un modelo de conservaci¨®n que los activistas denominan ¡°conservaci¨®n de fortalezas¡±. Este, que se remonta a la ¨¦poca colonial, trata de mantener a los habitantes originales fuera de las zonas naturales en la medida de lo posible, en nombre de la conservaci¨®n del medio ambiente. Sin embargo, la poblaci¨®n aut¨®ctona reclama cada vez m¨¢s su propia gesti¨®n y protecci¨®n de los parques nacionales en los que, en muchos casos, llevan viviendo cientos de a?os.
¡°Cuando el Gobierno trabaja con inversores extranjeros y no coopera con la gente que ya vive en las zonas, es un nuevo tipo de colonialismo¡±, asegura un l¨ªder mas¨¢i tanzano que pide permanecer en el anonimato por miedo a las represalias. Las ¡°reubicaciones¡± no son nada nuevo, afirma. Seg¨²n ¨¦l, la poblaci¨®n mas¨¢i de Tanzania (unas 400.000 personas en total) ha sido intimidada durante d¨¦cadas. ¡°El Gobierno acude regularmente a las aldeas para decir que necesita tierras para parques de fauna salvaje o f¨¢bricas. No tenemos nada que decir al respecto¡±.
El Gobierno nacional de la presidenta Samia Hassan Suluhu no tiene en cuenta en sus decisiones los deseos de las autoridades locales y regionales en las que est¨¢n representados los mas¨¢is, afirma el dirigente. ¡°Ellos han sido el alma de esta zona durante siglos¡±, prosigue. ¡°?C¨®mo puedes arrebatarles eso? Luego queda una tierra vac¨ªa y marchita, sin vida¡±.
Abogados, activistas y grupos de derechos humanos tambi¨¦n dan la voz de alarma. Afirman que m¨¢s de 70.000 pastores semin¨®madas que viven en el norte de la regi¨®n de Loliondo est¨¢n siendo obligados a hacer sitio para los cotos de caza privados.
El Gobierno tanzano niega cualquier desalojo o deportaci¨®n, pero no permite que investigadores o periodistas independientes entren en Loliondo
El Gobierno tanzano niega cualquier desalojo o deportaci¨®n, pero no permite que investigadores o periodistas independientes entren en Loliondo. La intenci¨®n es que observadores de derechos humanos de la ONU visiten Tanzania, pero a¨²n no est¨¢ claro cu¨¢ndo ser¨¢n bien recibidos.
Los observadores tambi¨¦n visitar¨¢n Ngorongoro, otra zona del norte donde los mas¨¢is est¨¢n siendo desplazados. Seg¨²n la ONU, 165.000 se han visto afectados por los planes de reubicaci¨®n en las dos zonas; en total hay unos 40.000 viviendo en Tanzania.
Preocupaci¨®n por los derechos humanos
Los derechos humanos en Tanzania han sido objeto de creciente presi¨®n en los ¨²ltimos a?os. El presidente Magufuli, que dirigi¨® el pa¨ªs de ?frica Oriental desde 2015 hasta su muerte en 2021 y que fue apodado La Apisonadora, silenci¨® a los medios y miembros de la oposici¨®n que no eran bienvenidos y detuvo los programas contra el VIH. En 2018, el Banco Mundial cancel¨® un pr¨¦stamo de 265 millones de euros, en medio de la preocupaci¨®n por las pol¨ªticas gubernamentales que impiden a las j¨®venes embarazadas asistir a la escuela.
Cuando Magufuli falleci¨® repentinamente, en marzo de 2021, la exvicepresidenta Hassan Suluhu ocup¨® su lugar. Desde su nombramiento, los lazos entre Tanzania y EAU se han reforzado. Durante una visita de Hassan a Dubai, en febrero, se anunci¨® que EAU invertir¨¢ m¨¢s de 7.000 millones de euros en Tanzania a lo largo de los pr¨®ximos cuatro a?os. Seg¨²n los activistas, ese acuerdo no puede desligarse de lo que est¨¢ ocurriendo ahora en Loliondo.
Para los mas¨¢is que viven en el lado keniano de la frontera, acoger a los tanzanos es algo l¨®gico. Estos tambi¨¦n se han alojado recientemente en un asentamiento mas¨¢i a las afueras de Ololaimutiek. ¡°Vinieron varias familias¡±, relata el anciano de la tribu Ole Ndaika, ¡°y nos contaron historias terribles¡±. Bajo su gorra de los New York Yankees, mira con ojos llorosos la tierra seca. ¡°No tienen que preguntar si pueden quedarse aqu¨ª¡±, dice. ¡°Son nuestros hermanos y hermanas, y est¨¢n en apuros¡±.
En su casa, repleta de ni?os, hace un calor sofocante. Ole Ndaika, que vive aqu¨ª con sus dos esposas y seis hijos, ha acogido a dos mujeres tanzanas y sus hijos. ¡°Lo estamos pasando mal¡±, dice el anciano. ¡°No hay suficiente espacio ni comida¡±. Los mas¨¢is kenianos no reciben ninguna ayuda del Gobierno de Kenia, aseguran. Ole Ndaika se?ala una peque?a caja-cama. ¡°Solo tenemos tres camas peque?as para 15 personas¡±, afirma. ¡°Los ni?os duermen en el suelo¡±.
Kiramatisho est¨¢ sentada en uno de los maltrechos colchones amamantando a su beb¨¦. ¡°Su hijo naci¨® mientras ella hu¨ªa a Kenia¡±, explica Ole Ndaika con tristeza, ¡°en el monte¡±. Unas horas despu¨¦s, su marido tuvo que volver con las vacas, su posesi¨®n m¨¢s importante. La mujer, de 25 a?os, est¨¢ preocupada; hace semanas que no habla con ¨¦l. ¡°Tengo miedo de que lo detengan, lo golpeen o le disparen¡±, dice.
Aunque es probable que el marido de Kiramatisho siga escondido en la espesa maleza junto a sus vacas, muchos condujeron su ganado a trav¨¦s de la frontera keniana, seg¨²n observ¨® el doctor Olesampuerap. Teme que se produzcan conflictos ¨¦tnicos por la tierra y los alimentos entre las comunidades kenianas y las tanzanas. ¡°Ahora hay vacas por todas partes¡±, dice el doctor, ¡°pero no hay hierba ni lluvia. La situaci¨®n es insostenible. La gente morir¨¢, muchos ni?os ya est¨¢n desnutridos¡±.
Terminada la hora de consulta en la cl¨ªnica, el doctor Olesampuerap se sienta en una silla de escritorio de piel. Cuanto m¨¢s habla de los acontecimientos, m¨¢s se indigna. ¡°Desde tiempos inmemoriales, hemos vivido en armon¨ªa con la naturaleza¡±, exclama. ¡°No cazamos animales y ni siquiera comemos su carne¡±. Gracias a los mas¨¢is todav¨ªa hay animales salvajes en Loliondo, remacha. ¡°?Y ahora se mata a la gente para que los ¨¢rabes puedan venir a matar animales? Es inconcebible¡±.
Durante la arenga del m¨¦dico, Partalala sigue mirando las colinas del horizonte. ¡°No es solo mi cuerpo el que sufre¡±, comenta al cabo de un momento, sujetando su pierna herida. ¡°Mi sustento y mi familia est¨¢n en peligro. No s¨¦ d¨®nde est¨¢n mis hijos, mis vacas no tienen d¨®nde pastar aqu¨ª. La polic¨ªa sigue ocupando la tierra que heredamos de nuestros antepasados. Si no la recuperamos, moriremos¡±.
Puedes seguir a PLANETA FUTURO en Twitter, Facebook e Instagram, y suscribirte aqu¨ª a nuestra ¡®newsletter¡¯.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.