Blancos y/o negros: el dilema migratorio para el futuro de Europa
La Uni¨®n Europea se empecina en demostrar a la sociedad que Vox y su ej¨¦rcito de ¡®odiadores¡¯ est¨¢n en lo cierto: el valor de la vida humana es inversamente proporcional al oscurecimiento del color de la piel
1984, Sud¨¢n. Decenas de miles de personas huyen de la guerra civil et¨ªope a la que se suma una hambruna de proporciones b¨ªblicas. Centenares de miles m¨¢s ven sus cuerpos y los de sus hijos desaparecer bajo la piel cuarteada por el sol mientras la comunidad internacional debate c¨®mo reaccionar ante una emergencia de tales magnitudes. Entre tanto, el Gobierno israel¨ª, en un momento en el que el sionismo todav¨ªa busca activamente habitantes para reforzar su pol¨ªtica de ocupaci¨®n en Palestina, decide emprender una misi¨®n casi imposible: sacar del pa¨ªs (y salvar de la hambruna) a la poblaci¨®n jud¨ªa et¨ªope que se agrupa en uno de los campos de refugiados.
Durante siete semanas la operaci¨®n Moses, ejecutada por las Fuerzas de Defensa Israel¨ªs y la CIA, concluye la evacuaci¨®n de m¨¢s de ocho mil personas. A priori, nada que reprochar. El Estado de Israel ha salvado la vida a miles de personas al borde de la muerte. De no ser porque toda la operaci¨®n se eleva sobre un principio bastante aterrador: que el valor de la vida de unas personas es culturalmente superior al de otras: Por cada et¨ªope jud¨ªo vivo morir¨ªa otro ortodoxo a qui¨¦n se le expuso a la muerte por una elecci¨®n afirmativa basada en la fe que profesaban. El Estado de Israel decidi¨® que las vidas de los otros no merec¨ªan la pena.
La Uni¨®n Europea parece haber elegido el mismo camino con Ucrania: tras a?os de pol¨ªticas reaccionarias frente a la migraci¨®n que viene del Sur, repentinamente se han abierto todas las costuras del cors¨¦ que hac¨ªa imposible embutir los proyectos vitales de centenares de miles de personas. Del ¡°no hay cama pa¡¯tanta gente¡± que resonaba en las manifestaciones anti-inmigraci¨®n en las Islas Canarias, hemos pasado a un escenario en el que acoger a cuatro millones de ucranios parece una alternativa irrenunciable. Y ojo, comparto la elecci¨®n de acogerlos. El problema est¨¢ en que la simultaneidad del abrazo al rubio en la frontera polaca y el moler a palos al negro en la valla de Melilla no solo es una aberraci¨®n humana, sino que puede acabar con toda la ret¨®rica que sostiene la ficci¨®n que nos distingue a las democracias y que sustenta nuestro Estado de Derecho.
El a?o 1999, el acad¨¦mico estadounidense Stephen Krasner public¨® el libro Soberan¨ªa con un subt¨ªtulo tremendamente sugerente: hipocres¨ªa organizada. Su tesis: que los Estados democr¨¢ticos modernos se sostienen bajo una ret¨®rica de principios que, demasiado a menudo, se contradicen por sus actuaciones y sus pol¨ªticas. Y ello, dec¨ªa Krasner, tiene dos consecuencias inmediatas, una buena y una mala: la buena es que la ret¨®rica, aunque superada muchas veces por el pragmatismo, tiene la capacidad de generar una direccionalidad, una forma de separar lo bueno de lo malo; la virtud ciudadana, que dir¨ªa Arist¨®teles. Es decir, que mantener la ret¨®rica de igualdad, democracia y libertad apuntala la percepci¨®n que los ciudadanos nos hacemos de esa ficci¨®n que es el Estado moderno y la hace mantenerse.
Si abrimos las puertas a que las vidas tienen valores distintos, no nos asustemos cuando el precio de nuestras cabezas disminuya por razones de procedencia, renta o ideolog¨ªa. Ni nos asombremos cuando alguien proponga cortarlas
La mala, que cuando la acci¨®n transgrede sistem¨¢ticamente los principios que sustentan esa ficci¨®n, puede acabar por generar la sensaci¨®n de que, efectivamente, los principios son una mentira. Y la Uni¨®n Europea se est¨¢ empecinando en demostrar a la sociedad en su conjunto que Abascal y su ej¨¦rcito de odiadores est¨¢n en lo cierto: el valor de la vida humana es inversamente proporcional conforme el color de la piel oscurece, las cruces se tornan en medialunas y los ojos se rasgan.
Y esto no solo es malo porque dar la raz¨®n a los voceros del odio es un fracaso en s¨ª mismo, sino porque si la sociedad en su conjunto valida que la igualdad de derechos es una ficci¨®n renunciable, no tardaremos en ver representaciones mucho m¨¢s pr¨®ximas que cerquen cada vez m¨¢s la libertad que tanto adoramos. Si abrimos las puertas a que las vidas tienen valores distintos, nos nos asustemos cuando el precio de nuestras cabezas disminuya por razones de procedencia, renta o ideolog¨ªa. Ni nos asombremos cuando alguien proponga cortarlas: si establecemos criterios para asignar los derechos, muy poco tardar¨¢n en desaparecer para responder ¨²nicamente a los privilegios.
La lucha por las migraciones est¨¢ en el centro de la batalla por la sociedad abierta y diversa por la que la humanidad ha batallado durante siglos. Y hoy, en Europa, en Espa?a, se juega una parte decisiva de esta guerra: o reacciona aprovechando esta ventana de oportunidad para demostrar que, efectivamente, las vidas que se juegan en las fronteras valen lo mismo, deslegitima a la extrema derecha y sus discursos de odio, y se abre a cambiar a?os de pol¨ªtica migratoria racista y discriminatoria, o dentro de unos a?os recordaremos este a?o como uno de esos momentos que dan respuesta a esa pregunta ret¨®rica, de en qu¨¦ momento empez¨® a joderse la Uni¨®n Europea. Ese d¨ªa ser¨¢ hoy, y el Gobierno de Espa?a y sus colegas europeos habr¨¢n sido c¨®mplices necesarios de este fracaso.
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