Un argentino en medio de la crisis humanitaria en Mozambique: ¡°He intentado salir de esto y no he podido¡±
El conflicto en la provincia de Cabo Delgado ha desencadenado el desplazamiento de 800.000 personas. Luis Montiel trabaja en la zona como coordinador de emergencias de M¨¦dicos Sin Fronteras
A los 31 a?os, el argentino Luis Montiel estaba cansado de la vida que llevaba en la provincia de C¨®rdoba. Se propuso dejar atr¨¢s su empresa constructora y cambiar de rumbo. Al poco tiempo, se le present¨® la oportunidad de formar parte de la organizaci¨®n humanitaria M¨¦dicos Sin Fronteras (MSF) para desempe?arse como logista en una misi¨®n. Es decir, deb¨ªa facilitar todos los medios materiales para la realizaci¨®n de las actividades m¨¦dico-humanitarias. Unos meses despu¨¦s viaj¨® a Nigeria para asistir a una epidemia de meningitis.
En la actualidad, Montiel, de 46 a?os, se desempe?a como coordinador de emergencias en Cabo Delgado, una provincia del norte de Mozambique afectada por un conflicto desde 2017. En su carrera como trabajador humanitario, Montiel ha pasado por diversas funciones. Estuvo presente en territorios que enfrentaban el c¨®lera, el sarampi¨®n o el ¨¦bola, entre otras epidemias. ¡°Trabajamos en zonas con violencia exacerbada, donde suele haber muchos desplazados. Llegamos, montamos la operaci¨®n y enseguida comenzamos a dar respuesta a las necesidades b¨¢sicas¡±, explica.
En MSF, que asiste a personas amenazadas por conflictos armados, violencia, epidemias o enfermedades olvidadas, desastres naturales y exclusi¨®n de la atenci¨®n m¨¦dica, el equipo est¨¢ formado por profesionales de la salud, especialistas en log¨ªstica y personal administrativo. El 50% de los que all¨ª trabajan no es personal sanitario. Montiel, que tiene estudios en abogac¨ªa, desempe?a un papel generalista. Coordina el equipo m¨¦dico, el log¨ªstico, el financiero y el de recursos humanos. La misi¨®n en Cabo Delgado, por ejemplo, involucra a 150 empleados.
El 50% de los que trabajan en M¨¦dicos Sin Fronteras no es personal sanitario
En 2020 el conflicto en Cabo Delgado se intensific¨® y en marzo de 2021 alcanz¨® su punto ¨¢lgido cuando un ataque sobre Palma transform¨® la ciudad ¨Canta?o muy concurrida y sede de la extracci¨®n de gas de Total¨C en una urbe fantasma. Hoy la situaci¨®n es muy vol¨¢til, con personas que se desplazan para huir de la violencia o regresar a sus hogares. La ayuda humanitaria se concentra en puntos m¨¢s estables del sur de la provincia, cerca de la capital, Pemba.
Montiel lleg¨® por primera vez a Cabo Delgado en octubre del 2020 para participar de una misi¨®n exploratoria y se qued¨® hasta febrero de 2021. Tras pasar por otros destinos, regres¨® en febrero de 2022 y all¨ª se quedar¨¢ hasta agosto.
Actualmente, hay alrededor de 800.000 personas desplazadas en Cabo Delgado, seg¨²n Naciones Unidas. ¡°La principal causa de este conflicto es la desigualdad social. Cabo Delgado es la provincia con mayores recursos naturales y la m¨¢s pobre de Mozambique. Luego se sum¨® un componente religioso, cuando un grupo se aline¨® con el Estado Isl¨¢mico¡±, recuerda Montiel. El grupo yihadista Al Shabab ha sido extremadamente violento con la poblaci¨®n. ¡°Lo primero que hacen es incendiar todo. Ejecutan decapitaciones y se van¡±, cuenta.
MSF proporciona agua potable, alimentos, refugio o materiales para construir una casa a los desplazados. Hay quienes llevan meses ¨Cincluso m¨¢s de un a?o¨C viviendo en la selva, en zonas inh¨®spitas. Algunos comen solo lo que pudieron encontrar en el camino: plantas o ani
males que cazan. Muchos son personas mayores que sufren desnutrici¨®n, anemia y llevan la ropa pr¨¢cticamente destrozada. Si padecen enfermedades cr¨®nicas como la tuberculosis o el VIH (muy prevalente en Mozambique) se encuentran en mal estado porque han tenido que interrumpir el tratamiento. Casi todas las familias han experimentado traumas, presenciado o sufrido violencia o perdido sus hogares, experiencias que han tenido un efecto muy negativo en su salud mental.
Visita a una ciudad fantasma
En Moc¨ªmboa da Praia, una importante ciudad costera en el norte de Mozambique y la capital de un distrito con el mismo nombre, viv¨ªan antes del conflicto unos 120.000 habitantes, en su mayor¨ªa dedicados a la pesca artesanal e industrial. La localidad fue tomada en 2020 por miembros de un grupo armado no estatal. En agosto del a?o pasado, las fuerzas armadas mozambique?as y ruandesas retomaron el control. Sin civiles viviendo all¨ª, los funcionarios de la Administraci¨®n visitan regularmente la zona. El puerto est¨¢ siendo dragado y se han restablecido servicios como electricidad y agua.
A principios de abril, Montiel lider¨® un equipo de MSF que visit¨® brevemente Moc¨ªmboa por primera vez desde que hace dos a?os la violencia golpeara con fuerza a esta localidad costera. ¡°Las autoridades civiles nos informaron de que varias decenas de personas que hab¨ªan pasado mucho tiempo viviendo en el bosque fueron trasladadas por las fuerzas de seguridad a Moc¨ªmboa tras ser liberadas por el grupo armado no estatal. En abril, un peque?o equipo en una visita de un d¨ªa pas¨® consulta a 39 pacientes, en su mayor¨ªa hombres adultos y algunos adolescentes y ni?os. No encontramos ning¨²n problema m¨¦dico cr¨ªtico y solo tuvimos que derivar a una persona que sufr¨ªa problemas cardiacos al hospital rural de Mueda¡±, cuenta Montiel.
Las restricciones de vivir en zona de conflicto
A pesar de vivir en medio del conflicto, Montiel ha desarrollado una rutina en Cabo Delgado. Se levanta a las cinco de la ma?ana para salir a correr o a caminar. A las siete llega a la oficina, ubicada en Pemba, para resolver las cuestiones que se presentan y a las cinco de la tarde vuelve a su casa. A menudo cambia estos ritmos para asistir al trabajo sobre el terreno.
Montiel admite que tiene restricciones en su vida cotidiana por seguridad. ¡°Al principio cuesta mucho asimilarlo, pero a lo largo de los a?os se naturaliza. En C¨®rdoba no estaba acostumbrado a lidiar con ej¨¦rcitos para moverme. Uno tiene que incorporar todos esos procedimientos para vivir en una zona en conflicto. Lo m¨¢s dif¨ªcil es ver el sufrimiento de la gente. Algunos d¨ªas me afecta mucho y otros lo puedo procesar mejor. Para ser lo m¨¢s productivo posible, uno trata de manejar el sufrimiento de otra forma¡±, reconoce.
Es muy dif¨ªcil, subraya, dejar el trabajo humanitario. ¡°Yo he intentado salir de esto y no he podido. No he encontrado ning¨²n trabajo en Argentina que me genere este nivel de est¨ªmulo. Uno pone la cabeza y el cuerpo. Tambi¨¦n se asumen riesgos¡±, se?ala.
Eso s¨ª, reconoce que para ¨¦l es muy importante volver a su casa despu¨¦s de pasar tiempo en una misi¨®n. Mantiene su hogar, en las sierras de C¨®rdoba, para tener un sitio a donde retornar. ¡°Uno necesita una ra¨ªz, un lugar donde anclar y donde bajar un poco a la tierra. All¨ª, est¨¢n mis amigos de toda la vida, mi madre y mi hermano¡±, aclara.
Pas¨® la primera parte de la pandemia en Argentina, luego en Mozambique, Yemen y Venezuela. ¡°Con la covid-19 no hab¨ªa zona segura. Los trabajadores humanitarios entramos y salimos de zonas inseguras: uno se arriesga, pero luego puede salir. Con la pandemia fue permanecer por un tiempo largo en una zona peligrosa. Me cost¨® asimilarlo¡±, recuerda.
Montiel cree que no es bueno pasar m¨¢s de tres a?os en un territorio con una emergencia humanitaria. ¡°Cuando uno se queda mucho tiempo en el mismo lugar, comienza a perder la objetividad. Lo m¨¢ximo que me qued¨¦ en un sitio fue en Siria, dos a?os y ocho meses¡±. Lo m¨¢s dif¨ªcil result¨® trabajar en Argentina. ¡°Es m¨¢s complicado porque te unen lazos afectivos. Cuando sos extranjero, en el aeropuerto encuentras una salida¡±, relata. En agosto, despu¨¦s de seis meses de trabajo, Montiel deja Cabo Delgado y vuelve a su casa en las sierras de C¨®rdoba. All¨ª estar¨¢ un tiempo para luego tomar una nueva misi¨®n. Entre las posibilidades se encuentran Yemen o Ucrania.
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