Aguirre, una dimisi¨®n en seco
Este verano, Esperanza Aguirre se tom¨® un mes de vacaciones. A su regreso, limit¨® los actos p¨²blicos, aunque aprovech¨® alguno para subrayar, con el ¡®caso Bolinaga¡¯, su falta de sinton¨ªa con Rajoy. El lunes anunci¨® su adi¨®s. Tras 30 a?os, por primera vez antepon¨ªa la familia
Nunca se hab¨ªa tomado unas vacaciones tan largas como las de este verano. Desde el 26 de julio, d¨ªa en el que acudi¨® a la sede de Hispasat en Arganda, hasta el 23 de agosto, que entr¨® en acci¨®n con una visita al centro de emergencias 112. Casualmente, en ambos actos coincidi¨® con el Rey. Esperanza Aguirre estuvo un mes fuera de cobertura.
Y desde entonces, solo 15 actos. Muy pocos para su ritmo habitual, que se hab¨ªa desacelerado desde que le diagnosticaron un c¨¢ncer de mama en febrero de 2011. Quedaba tiempo para que se cumpliera el pacto no escrito con su vicepresidente Ignacio Gonz¨¢lez, seg¨²n el cual ella dejar¨ªa su cargo en el a?o 2014. Pero tres semanas despu¨¦s, fiel a su forma de ser, cambi¨® el guion de su agenda. Convoc¨® a la prensa con car¨¢cter urgente. No se anduvo por las ramas.
¡°Les he convocado a ustedes para anunciarles mi dimisi¨®n¡¡±.
No pudo ser m¨¢s directa.
Eran las 13.51 del lunes 17 de septiembre y la bomba hab¨ªa estallado en el centro de la capital. Nadie lo sab¨ªa. O, mejor dicho, muy pocos lo sab¨ªan, porque Aguirre sabe que un secreto de este tipo no debe andar en boca de compa?eros de partido. ?Cu¨¢ndo tom¨® la decisi¨®n? ?Por qu¨¦ eligi¨® ese momento? ?Cu¨¢les fueron los motivos?
Esperanza Aguirre regres¨® de sus vacaciones de verano con dos medallas colgadas del cuello, muy sencillas, como dos chapas sujetas por sendos cordones de cuero, que la han acompa?ado hasta su acto final. Una del ?ngel de la Guarda y otra de la Virgen Mar¨ªa. Para quienes se precian de conocer a fondo a la todav¨ªa presidenta de la Comunidad, este no es un detalle menor, tal y como es ella, tan apegada a los amuletos que cree que le dan suerte. Otro detalle: el lunes para su despedida se visti¨® con el mismo traje blanco que el viernes anterior. No es habitual que repita vestuario con tan poco margen porque tiene muy en cuenta todo lo relacionado con su imagen: por eso lleva permanentemente en su veh¨ªculo oficial unos pendientes, unas medias nuevas y unos zapatos de tac¨®n.
Su c¨ªrculo m¨¢s pr¨®ximo admite que Esperanza Aguirre es otra tras su enfermedad. Ya no es el torbellino de antes
Las interpretaciones se han sucedido por decenas en la opini¨®n p¨²blica y ninguna parece suficientemente acreditada: razones de salud, razones familiares, razones pol¨ªticas, o todas ellas a un tiempo. El espectro es demasiado amplio. El propio silencio de la presidenta ha contribuido al desconcierto, hasta el punto de que demasiada gente ha comenzado a sacar el cuchillo en Madrid sin pararse a pensar que ella no ha dimitido a¨²n de sus cargos en el Partido Popular. Cada cual hace recuento de sus afines. ?Hacia qui¨¦n se inclinar¨¢n los que prometieron adhesi¨®n a Esperanza? El PP de Madrid est¨¢ en ebullici¨®n.
Un mes fuera de cobertura. Un mes con una larga estancia en Catalu?a, adonde viaja en muchas ocasiones porque una parte de sus amistades m¨¢s frecuentadas y menos conocidas son catalanas. Curioso. Entre sus m¨¢s ¨ªntimos, tanto de Madrid como de Barcelona, Aguirre consigue desconectar completamente. No habla de pol¨ªtica. ¡°Es capaz de re¨ªrse con cualquier chorrada, con cualquier chiste¡±, reconoce un amigo. ¡°En p¨²blico, Esperanza manda mucho¡±, comenta uno de esos cercanos, ¡°pero en su casa no manda demasiado¡±. ¡°Manda, incluso, su marido, Fernando¡±, apunta ir¨®nico otro amigo.
Madre de dos hijos, Fernando (36 a?os) y ?lvaro (32), Esperanza va camino de ser abuela por tercera vez con el nacimiento de Beltr¨¢n, que ser¨¢ el primer beb¨¦ de ?lvaro, abogado, que trabaj¨® en el despacho de Jos¨¦ Pedro P¨¦rez Llorca antes de ser fichado esta primavera como asesor de Jaime Garc¨ªa-Legaz, secretario de Estado de Comercio. Pero ha sido Fernando quien le ha dado una de las mayores alegr¨ªas de su vida: Beatriz, su nieta mayor, que a punto de cumplir cuatro a?os saca de su abuela su lado m¨¢s sentimental.
Aguirre se mueve por lealtades y deslealtades, y llega a ser cruel si entiende que alguien se ha movido de su sitio
Porque se ha especulado con esta circunstancia, la de una presunta falta de atenci¨®n hacia su familia, como la causa de su retirada de la pol¨ªtica cumplidos los 60 y superada ¡°presuntamente¡± una grave enfermedad. Alguno de sus amigos rechaza esa interpretaci¨®n. ¡°No ha sido una madre que haya dejado de lado a sus hijos. Ha sabido disfrutar de ellos, porque tiene esa capacidad para desconectar¡±. Otros, sin embargo, recuerdan la cantidad de veces que su marido, Fernando Ram¨ªrez de Haro, conde de Murillo y Grande de Espa?a, le ha pedido que acabara con esas jornadas que comenzaban a las seis y media de la ma?ana leyendo los peri¨®dicos y llamando a sus consejeros para comentar las noticias mientras aguardaba la llegada de su entrenador personal.
La enfermedad de dos amigas con c¨¢ncer ha sido tambi¨¦n motivo de especulaci¨®n. ¡°No me consta que haya sido determinante. S¨ª es cierto que a la familia le afect¨® mucho la muerte de su cu?ado¡±. Su c¨ªrculo m¨¢s pr¨®ximo admite que Aguirre es otra tras su enfermedad. Su salud es buena pero no tan s¨®lida. Tras sesiones de radioterapia y una medicaci¨®n de por vida ya no es el torbellino de antes.
Es en ese entorno privado, con los amigos, donde Esperanza Aguirre deja de ser la presidenta. Disfruta con cualquier chascarrillo. Juega a las cartas, al bridge sobre todo. Y naturalmente al golf, su gran pasi¨®n, un deporte en el que es una acreditada practicante. Alterna el elitista club de Puerta de Hierro de Madrid (donde suele coincidir con su amiga Carmen Cazanga) con el campo en Naturavilla, en Cebreros (?vila), donde coincide con el exministro ?ngel Acebes. ?De d¨®nde saca tiempo un pol¨ªtico para ser un buen jugador de golf? ¡°Es buena jugando al golf por la misma raz¨®n por la que es buena en pol¨ªtica. Porque consigue lo que se le mete en la cabeza. Porque es muy perfeccionista y tiene una fuerza de voluntad fuera de lo normal¡±.
Sus fieles la punt¨²an muy alto y sus detractores muy bajo, la presidenta no admite el t¨¦rmino medio
Aparte del golf, las conversaciones, las cartas, juega al p¨¢del y da largos paseos, otra de sus aficiones favoritas. Y en todas las situaciones se mezcla con la gente, un territorio donde tiene un descaro imbatible. Porque es su naturalidad la que le permite adaptarse sin problemas a cualquier escenario, sea p¨²blico o privado, lo cual a veces provoca un gran desconcierto. Es as¨ª como, aprovechando un acto p¨²blico, decide cambiar de improviso el itinerario de la comitiva para irse a comprar algo a un establecimiento: antes que otras celebridades, hizo gala de vestir ropa de Zara. Los fot¨®grafos han tenido en ella una gran c¨®mplice: se vest¨ªa de chulapa, tomaba el pico y la pala, se colocaba un maillot ciclista, montaba en bicicleta o se sub¨ªa a una piragua. Ella estaba dispuesta al no va m¨¢s con tal de ocupar la portada: por ejemplo, cantarle el cumplea?os feliz a Rubalcaba.
Una naturalidad (o un populismo) que conforma un estilo de hacer las cosas. Por ejemplo, a la hora de nombrar a altos cargos, algunos por tel¨¦fono y en medio de interferencias, como fue el caso de Juan Jos¨¦ G¨¹emes, que lleg¨® a la sede de la Comunidad de Madrid, en la Puerta del Sol, sabiendo que le hab¨ªan nombrado consejero pero no de qu¨¦ cartera, y pudo enterarse por la prensa de que hab¨ªa sido de Empleo y Mujer. O Santiago Fisas, a quien quiso sacar de la empresa privada para ser consejero de Cultura y Deportes. Lo hizo por tel¨¦fono. ¡°Pero t¨² y yo no pensamos lo mismo sobre algunas cosas¡±, le dijo Fisas. ¡°Por eso te nombro¡±, contest¨® ella. Algunos consejeros reci¨¦n nombrados se llevaron sorpresas inesperadas. La presidenta hab¨ªa impuesto tambi¨¦n a sus principales colaboradores. A su viceconsejero, por ejemplo. O a su secretaria.
Para las reuniones de Consejo, Esperanza Aguirre no necesitaba conocerse los temas. Preguntaba al consejero hasta el agotamiento. Y si no ten¨ªa argumentos en contra, terminaba la discusi¨®n con un terminante ¡°Pues no lo veo¡±. Ya en su biograf¨ªa autorizada (La Presidenta, editorial La Esfera de los Libros), Esperanza Aguirre reconoci¨®: ¡°Saqu¨¦ muchas matr¨ªculas estudiando poco¡±. Su descaro la permit¨ªa tomar cualquier decisi¨®n por encima de los t¨¦cnicos, como cambiar el color de las paredes de la recepci¨®n de un hospital.
Se estaba convirtiendo en una amenaza de corriente de opini¨®n en el PP. Cada vez le resulta m¨¢s dif¨ªcil seguir a Rajoy
Y, naturalmente, las destituciones. Dicen que Esperanza Aguirre se mueve por un sistema de lealtades y deslealtades. Y llega a ser cruel si entiende que alguien se ha movido de su sitio. As¨ª han ido cayendo destacados consejeros como Manuel Lamela, que protagoniz¨® en Sanidad la pol¨¦mica investigaci¨®n sobre las sedaciones en el hospital Severo Ochoa de Legan¨¦s, pero de quien finalmente sospech¨® que era un hombre de Rajoy. La misma raz¨®n (y alguna otra m¨¢s) est¨¢ detr¨¢s del cese de Alfredo Prada, que lleg¨® a ser vicepresidente y consejero de Justicia, a quien destituy¨® por tel¨¦fono cuando este sal¨ªa del Teatro Real tras asistir a una noche de ¨®pera con su mujer. Hay testigos que recuerdan esa escena y a un Prada l¨ªvido y sin reaccionar por unos segundos, oyendo las palabras de la presidenta. Otros se fueron un minuto antes, como G¨¹emes. Era El Ni?o para Esperanza, pero su carrera cay¨® en picado cuando se inclin¨® por Rodrigo Rato en la batalla por la conquista de Cajamadrid y no por Ignacio Gonz¨¢lez, su fiel compa?ero de vida pol¨ªtica desde que se conocieron en el Ayuntamiento de Madrid, su cerebro en la sombra, el malo de la pel¨ªcula en el Gobierno de la Comunidad. Y, finalmente, Francisco Granados, que tiene en su haber el dudoso honor de haber sido destituido dos veces.
Granados cesa del Gobierno aut¨®nomo y m¨¢s tarde del cargo de secretario general del partido en Madrid. Y aunque la trayectoria de Granados es larga, tambi¨¦n a su alrededor aparece la sombra de Rajoy. El primer cese parec¨ªa anunciado. Generalmente, Esperanza le convocaba a cualquier reuni¨®n fuera de agenda por tel¨¦fono, a trav¨¦s del m¨®vil. Esta vez fue Mar¨ªa Jos¨¦, la secretaria de la presidenta, quien le convocaba. Aguirre no se anduvo por las ramas: ¡°Creo que eres la persona indicada para ser el portavoz de la Asamblea¡±, le dijo. ¡°Creo que no¡±, contest¨® Granados. ¡°Sabes que eso significa que te puedes quedar fuera del Gobierno¡±, respondi¨® ella. ¡°Eso significa que ya estoy fuera¡±, sentenci¨® ¨¦l. Granados se qued¨® como secretario general del PP de Madrid, pero no dur¨® tampoco demasiado tiempo. Minutos antes de un comit¨¦ directivo en la sede de G¨¦nova, le llam¨® a su despacho sin previo aviso: ¡°Paco, he perdido la confianza en ti¡±. Granados se qued¨® en blanco. Mientras se produc¨ªa esa conversaci¨®n, una secretaria introduc¨ªa un nuevo punto en el orden del d¨ªa del comit¨¦: ¡°Nuevos nombramientos¡±.
Naturalmente, uno de los ceses que siguen siendo recordados por su peculiaridad fue el de la exministra Elena Salgado cuando era directora de la Fundaci¨®n Teatro L¨ªrico (y por extensi¨®n del Teatro Real) reci¨¦n nombrada Esperanza Aguirre como ministra de Educaci¨®n y Cultura: ¡°Elena, siento decirte esto porque nuestros hijos van al mismo colegio, pero el secretario de Estado me ha dicho que no puedes seguir en el cargo ni un minuto m¨¢s¡±. Implacable, con un toque de distinci¨®n, fue Esperanza en aquel caso, que no tuvo consecuencias (Salgado lleg¨® a ser vicepresidenta del Gobierno) como tantos otros (Lamela y Prada siguen con Rajoy mientras Granados espera su oportunidad) porque el juego de la pol¨ªtica est¨¢ repleto de segundas y terceras oportunidades.
Pero fuera de la pol¨ªtica es otra cosa. Hay m¨¦dicos del caso Legan¨¦s a los que esa pol¨¦mica cambi¨® su vida profesional. O el ejemplo de Coral Palomeras, seg¨²n la hemeroteca el primer caso de destituci¨®n provocado por Esperanza Aguirre. Ella, reci¨¦n nombrada concejal de Medio Ambiente de Madrid, mal asesorada pero ya impetuosa, anunci¨® a bombo y platillo que en Madrid no habr¨ªa m¨¢s podas de ¨¢rboles. Dicho y hecho. Pero, d¨ªas despu¨¦s del anuncio, en el parque del Retiro se procedi¨® a podar tres pl¨¢tanos, noticia que motiv¨® el cese inmediato de la responsable de Jardines Hist¨®ricos del Ayuntamiento de Madrid, Coral Palomera. Aquello sucedi¨® en 1989 y hoy Coral est¨¢ jubilada: ¡°Aquello destruy¨® mi carrera profesional. Fui dando tumbos en el Ayuntamiento por estar bajo sospecha¡±. Coral ten¨ªa 43 a?os y recuerda: ¡°Estaba enamorada de mi cargo y de mi profesi¨®n, porque era una de las pocas ingenieras agr¨®nomas que hab¨ªa en Espa?a¡±. ¡°En lo personal¡±, dice ahora, ¡°no odio a Esperanza Aguirre. Pero aquello fue muy doloroso. Ella tom¨® una postura arrogante. Me he jubilado en un puesto en el que no ten¨ªa nada que hacer¡±.
A la presidenta no le tiembla el pulso. Porque es en su manera de ejercer el poder donde no solo ha desarrollado un estilo de hacer pol¨ªtica, sino tambi¨¦n un liderazgo ideol¨®gico dentro de la derecha espa?ola sobre el que, sin embargo, no existe una unanimidad a la hora de calificarlo. ?Es Aguirre fiel representante del liberalismo espa?ol? ?Est¨¢ m¨¢s pr¨®xima al thatcherismo? ?O es un exponente del nuevo neocapitalismo conservador refugiado en las tesis del Tea Party? ?D¨®nde se sit¨²a la presidenta? ?Podr¨ªa establecerse un paralelo entre Aguirre y Merkel?
Sobre esas cuestiones hay disparidad de criterio entre los propios columnistas del centro-derecha. Uno de los m¨¢s acreditados es el economista Pedro Schwartz, a quien se le considera el mentor de Aguirre. En su art¨ªculo en la Tercera P¨¢gina del diario Abc, escrito tras el anuncio de dimisi¨®n y titulado Modelo de gobernantes liberales, Schwartz reconoce que el ambiente intelectual donde se mov¨ªa Esperanza Aguirre en su juventud ¡°no la predispon¨ªa hacia una filosof¨ªa liberal¡±. Schwartz destaca dos momentos de transformaci¨®n, una visita a sus cu?ados en la Embajada de Espa?a en la Ruman¨ªa de Ceausescu durante el viaje de novios, y la lectura de The Economist durante su preparaci¨®n para opositar al cuerpo especial del Ministerio de Informaci¨®n y Turismo. Esos dos hechos y unas lecturas posteriores lanzaron a Esperanza Aguirre hacia el liberalismo, seg¨²n Schwartz.
Sin embargo, no es eso lo que los espa?oles piensan de ella, ni siquiera sus partidarios, seg¨²n los estudios sociol¨®gicos. El de Aguirre es un tipo de liderazgo que no tiene parecido con el resto de protagonistas de la clase pol¨ªtica. Sus fieles la punt¨²an muy alto y sus detractores muy bajo. La presidenta no admite el t¨¦rmino medio, aunque su puntuaci¨®n termine en una cifra media. Lo m¨¢s curioso es que quienes se declaran votantes del PP no solo le dan una puntuaci¨®n elevada, sino que piensan que ella est¨¢ m¨¢s a la derecha que ellos. Es decir, el votante del PP la sit¨²a en la derecha del partido, una posici¨®n que no coincide con su posici¨®n liberal. Aun as¨ª, detractores y partidarios destacan de ella su sinceridad. De Esperanza Aguirre se elogia que dice lo que piensa.
Por eso cuando regres¨® de vacaciones, nadie estaba al tanto de sus prop¨®sitos, m¨¢xime cuando su regreso no fue especialmente tranquilo. En el comit¨¦ del partido celebrado el lunes 3 de septiembre, Aguirre protagoniz¨® un duro pero versallesco debate en torno a la libertad condicional del etarra Bolinaga, en abierta discrepancia con el ministro del Interior. Aguirre lleg¨® a manifestar que la decisi¨®n no la entender¨ªan los votantes del PP y que, aunque est¨¢ dentro de la legalidad, ella no adoptar¨ªa una decisi¨®n semejante. Aquella fue una bomba para un Gobierno acorralado por los mercados. Ese ¡°yo no lo har¨ªa¡± lo repiti¨® dos d¨ªas despu¨¦s tras una reuni¨®n del comit¨¦ del PP de Madrid. La presidenta hab¨ªa comenzado el curso con fuerza, marcando su territorio como de costumbre. Nada hac¨ªa sospechar que estuviera cerrando un cap¨ªtulo importante de su carrera.
Nunca hab¨ªa estado tanto tiempo alejada de los focos que tanto le gustan como durante este verano. Un mes sin focos. Para eso tiene en su despacho un espejo profesional con luz para maquillarse, para obtener un acabado de los que no fallan. Un espejo, por cierto, junto a un capote firmado por Cayetano Rivera Ord¨®?ez y una r¨¦plica del modelo de helic¨®ptero que se desplom¨® al suelo cuando viajaba con Mariano Rajoy.
Sin embargo, el lunes 17 decidi¨® mostrarse vulnerable, dej¨® brotar sus l¨¢grimas, que el r¨ªmel ti?era sus mejillas, que la voz se le quebrara aun antes de pronunciar la palabra dimisi¨®n. Ninguno de estos detalles escapa a la presidenta, que gestiona de forma muy personal su imagen. De hecho, un exconsejero recordaba estos d¨ªas aquella famosa ¨¦poca en la que Aguirre, ministra de Educaci¨®n, parec¨ªa haberse convertido en una colaboradora del programa Caiga quien caiga. ¡°Quien piense que ella fue v¨ªctima de aquel programa que la convirti¨® en un personaje popular, se equivoca. Recuerdo un acto que acab¨¢bamos de terminar y en el que deb¨ªamos de irnos al aeropuerto, a riesgo de perder el avi¨®n, y c¨®mo ella nos dej¨® tirados cuando lleg¨® a sus o¨ªdos que en los alrededores estaban los del programa. Fue ella la que los busc¨® y no al rev¨¦s¡±.
Tras el verano, algo debi¨® cambiar en el entorno de la presidenta. Alguno de sus excolaboradores habla de un cansancio pol¨ªtico respecto de la gesti¨®n del Gobierno central. ¡°Como es una persona que se mueve por lealtades, nota que cada vez le cuesta m¨¢s ser leal con la pol¨ªtica del Gobierno. Cada vez le resulta m¨¢s dif¨ªcil seguir a Rajoy¡±. Flota la sensaci¨®n a su alrededor de que esper¨® la decisi¨®n afirmativa sobre el caso Eurovegas (donde nunca se ha sentido suficientemente respaldada por el Gobierno) para dejar el asunto resuelto y darle carpetazo a su mandato. Tambi¨¦n hay versiones seg¨²n las cuales es el caso Eurovegas el detonante de su dimisi¨®n ante una posici¨®n encontrada con el Gobierno.
Subir los impuestos. Subir el IVA. Muchas decisiones del Gobierno de Rajoy no son del agrado de la presidenta. Y muchas de sus indecisiones. Una vez que fracas¨® su asalto al poder en el congreso de Valencia (hab¨ªa incluso un eslogan preparado para ella, ¡°Es PP¡±) y que volvieran a chocar con el candidato a la presidencia de Cajamadrid (Rajoy puso a Rato porque no quer¨ªa a Ignacio Gonz¨¢lez en ese puesto), Aguirre se estaba convirtiendo en una amenaza de corriente de opini¨®n dentro del partido. Sus ex¨¦getas se apresuran a glosar la herencia Aguirre en Madrid, donde no acaban de cuadrar las grandes cifras de la Comunidad: parece que esa locomotora impetuosa de los a?os de la burbuja se hab¨ªa gripado hace ya alg¨²n tiempo. El clima social en Madrid se est¨¢ volviendo irrespirable.
Aguirre no ha terminado de marcharse, pero acaba de abrir la lucha por su sucesi¨®n. Aunque quiso controlarlo todo (un aspecto poco liberal de su naturaleza, por cierto), desde Telemadrid hasta Cajamadrid pasando por la C¨¢mara de Comercio o cualquier instituci¨®n que se precie, no puede impedir que se desate la batalla por el poder. Madrid ha sido el epicentro del caso G¨¹rtell, que ha tocado a consejeros suyos y alcaldes, adem¨¢s de alg¨²n alto cargo del PP nacional. Madrid ha sido tambi¨¦n escenario de casos de espionaje pol¨ªtico desconocidos en otros lugares, algunos de los cuales ha implicado de una u otra forma a Ignacio Gonz¨¢lez.
Madrid es ciudad con larga tradici¨®n de conspiraciones. No hay partido y pol¨ªtico ajeno a ellas. Y tampoco Esperanza Aguirre, que lleg¨® a la presidencia tras el Tamayazo, que oblig¨® a repetir unas elecciones que hab¨ªa perdido. Todav¨ªa hay quien recuerda ciertas escenas en su despacho. Ella, tumbada en un sof¨¢, tapada con una manta para ocultar que se hab¨ªa bajado los pantis hasta la rodilla, mientras planeaba la estrategia para una reuni¨®n con Rajoy. Ignacio Gonz¨¢lez hacia de Rajoy malo y Francisco Granados interpretaba a un Rajoy bueno.
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