Crimen de Alc¨¤sser: el espanto y el espect¨¢culo del tali¨®n
El brutal asesinato tras la tortura y violaci¨®n de tres ni?as de la localidad valenciana dio rienda suelta al dolor y a la explotaci¨®n televisiva de la ira popular
¡°?Que los maten!¡±, rugi¨® una multitud en medio de la noche, mientras las campanas tocaban a muerto. ¡°?Que me los dejen a m¨ª¡±, vocifer¨® un hombre con ganas de hacerse notar. "?Les pegar¨ªa cinco tiros!", chill¨® un ni?o que aparentaba poco m¨¢s de ocho a?os.
La sed de sangre se palpaba en el ambiente. Aquello recordaba a El ¨¢rbol del ahorcado. Pero esto no era el Far West americano ni sus protagonistas calzaban un Colt a la cintura. La escena ocurr¨ªa la no?che del 27 de enero de 1993 en el pueblo valenciano de Alc¨¤sser, unas horas despu¨¦s del hallazgo de los cad¨¢veres de las ni?as Desi?r¨¦e Hern¨¢ndez, Miriam Garc¨ªa y Antonia G¨®mez, salvaje y brutal?mente asesinadas despu¨¦s de haber sido secuestradas durante la tar?de-noche del 13 de noviembre de 1992.
Entre la desaparici¨®n de las tres adolescentes y el descubrimien?to de sus cuerpos destrozados hab¨ªan pasado 75 d¨ªas. 75 d¨ªas con sus 75 noches en los que los 7.000 vecinos del pueblo de Alc¨¤sser, a tiro de piedra de la capital valenciana, hab¨ªan vivido la incertidumbre, el miedo, la desesperanza y, finalmente, la angustia compartida con millones de espa?oles a trav¨¦s de los reality shows de televisi¨®n que en esas fechas hac¨ªan furor en todas las audiencias. Demasiada bilis contenida, demasiada rabia ahogada, como para que al final no se produjera una explosi¨®n ...
?Y, claro, la explosi¨®n se produjo activada por los tres ata¨²des que conten¨ªan los cuerpos sin vida de Miriam, To?i y Desir¨¦e. El pueblo clam¨® justicia, aunque en realidad exig¨ªa venganza; y pidi¨®, claro, un castigo adecuado para los culpables, aunque en verdad quer¨ªa decir pena de muerte. Ojo por ojo y diente por diente. La ley del ta?li¨®n a rajatabla. "iQue cuelguen a los asesinos!", exigi¨® un joven, al que s¨®lo le falt¨® acompa?ar el grito con una soga en la mano para que la imagen hubiera quedado perfecta.
"Alc¨¤sser clama justicia tras el hallazgo de las tres ni?as asesina?das", titul¨® EL PA?S en su primera p¨¢gina, a tres columnas, dedican?do a la noticia el mejor espacio. Debajo, una foto y un titular de si?milar tama?o para otra noticia dram¨¢tica: la muerte de seis personas aplastadas por la marquesina del cine Bilbao, en Madrid. El anuncio de Felipe Gonz¨¢lez de expulsar del PSOE a los que aprovecharan el cargo para enriquecerse se vio arrinconado a una columna.
Espa?a entera estaba conmocionada desde las siete de la tarde del 27 de enero de 1993. A esa hora, los teletipos de las agencias in?formativas escupieron como un trallazo la noticia del hallazgo de tres cad¨¢veres enterrados en un inh¨®spito monte de la partida de La Romana, cerca de la presa de Tous y a medio centenar de kil¨®metros de Alc¨¤sser. Las radios tardaron apenas unos segundos en vomitar el teletipo en las ondas. Nadie se atrevi¨® a asegurar que se trataba de las tres quincea?eras desaparecidas aquel fat¨ªdico 13 de noviembre anterior. Pero no hab¨ªa que ser muy listo para deducirlo. A pesar de que el portavoz de la Delegaci¨®n del Gobierno en Valencia se esfor?zaba por pedir calma a los periodistas antes de dar por cierto algo que, seg¨²n ¨¦l, no pasaba de ser m¨¢s que una mera suposici¨®n.
Una mano descarnada
La suposici¨®n, sin embargo, hac¨ªa ya horas que hab¨ªa adquirido la categor¨ªa de verdad absoluta. Casi, casi desde que Gabriel Aquino y Jos¨¦ Sala hab¨ªan subido al monte a revisar sus colmenas de abe?jas y se hab¨ªan tropezado con una mano descarnada que emerg¨ªa de la tierra como con desesperaci¨®n. Esto ocurri¨® en torno a las 10 de la ma?ana. Despu¨¦s pasaron por all¨ª el jefe forestal de la zona, Ser?gio Balbastre; el empleado de la funeraria El Amparo de Alberic, Pedro Carboneres ?lvarez; el juez de Alcira, el forense, los guardias civiles del cuartel m¨¢s pr¨®ximo ... Toda una legi¨®n de bocas que no tardaron demasiado en propalar el descubrimiento por toda la co?marca. Aunque el juez no orden¨® exhumar los cad¨¢veres hasta casi las cinco de la tarde ¡ªestaba ocupado con el levantamiento de un suicida ahorcado en Benimala¡ª, para entonces todo el mundo sab¨ªa que la b¨²squeda de Miriam, To?i y Desir¨¦e hab¨ªa tocado a su fin. Ya no era necesario seguir pegando carteles con sus fotos, ni continuar asistiendo a programas de televisi¨®n para reclamar la colaboraci¨®n ciudadana, ni volver a hablar con el presidente del Gobierno para que pusiera a los mejores polic¨ªas al frente de la investigaci¨®n ... Lo que la gente de Alc¨¤sser hab¨ªa temido durante 75 d¨ªas y 75 noches, se hab¨ªa producido.
Los sucesos de EL PA?S
Los reportajes y ensayos de esta serie veraniega han sido extra¨ªdos del libro Los sucesos de EL PA?S, publicado en 1996 como parte de la conmemoraci¨®n de los 20 a?os del diario, lanzado el 4 de mayo de 1976. Hist¨®ricas firmas del peri¨®dico, como Rosa Montero, Juan Jos¨¦ Mill¨¢s o Jes¨²s Duva desmenuzan algunos de los cr¨ªmenes que han marcado la reciente Historia de Espa?a, de la matanza de Atocha al crimen de los Marqueses de Urquijo.
En los bares, en las tiendas, en las casas de la comarca, el rumor inicial se hab¨ªa transformado pronto en evidencia, en contra de los deseos de la Guardia Civil, que hubiera preferido que el asunto se mantuviera en silencio durante el mayor tiempo posible. ?Para qu¨¦? Para poder realizar la inspecci¨®n ocular en la partida de La Romana sin agobios, sin la avalancha de reporteros que, sin duda, empezar¨ªan a llegar a aquella monta?a, pese a lo escarpado del terreno. Y, ade?m¨¢s, porque conven¨ªa que el asesino o asesinos no supieran que los cad¨¢veres de Miriam, To?i y Desir¨¦e hab¨ªan sido localizados, que si?guieran creyendo que el cuerpo de su delito continuaba bajo tierra.
Los sabuesos del tricornio se vieron obligados a trabajar contra?rreloj. Acordonaron la zona donde hab¨ªan sido sepultados los cad¨¢?veres de las ni?as ¡ªun picacho azotado por el viento, frecuentado s¨®lo por alima?as, jabal¨ªes y cazadores¡ª para recoger cualquier cosa que resultase ser una pista: unos cinturones, una radio vieja, colillas de cigarrillo, trozos de tela ... y 17 pedazos de papel que debidamen?te pegados entre s¨ª resultaron ser parte de un volante de la ciudad sanitaria La Fe, de Valencia. Un formulario en el que, aun sucio y arrugado, se pod¨ªa leer con relativa facilidad que se trataba de un parte de asistencia m¨¦dica a un paciente que hab¨ªa acudido a ese hospital a la 1.09 de la madrugada del 14 de mayo anterior y al que se le hab¨ªa diagnosticado una blenorragia. Al volante le faltaba un pedazo correspondiente al espacio reservado a rese?ar la identidad del enfermo. Sin embargo, en el folio recompuesto se adivinaba que el primer apellido del paciente empezaba por ANG ...
Los guardias civiles corrieron a La Fe. Aquellos trozos de papel pod¨ªan ser la clave para resolver el triple crimen de las ni?as de Alc¨¤sser. Y no hab¨ªa tiempo que perder. Los asesinos no tardar¨ªan en poner pies en polvorosa en cuanto se enterasen por la radio o la televisi¨®n del hallazgo de los cad¨¢veres.
¡ª ?Nos pueden decir a qui¨¦n corresponde este historial cl¨ªnico?¡ª pregunt¨® el sargento a la administrativa de guardia en el hospital valenciano.
¡ª Lo siento. No les puedo dar ese tipo de informaci¨®n. Eso es con?fidencial ¡ªrefunfu?¨® la joven.
¡ª Mire, se?orita, tenemos una autorizaci¨®n judicial. Necesitamos saber inmediatamente a qui¨¦n corresponde el historial n¨²mero 9317583. Es muy, muy importante... De verdad. No puedo decirle m¨¢s, pero le aseguro que es muy urgente.
Tras las consabidas consultas a la superioridad, la oficinista aca?b¨® aporreando las teclas del ordenador para saber qui¨¦n se ocultaba tras ese an¨®nimo y as¨¦ptico 9317583. Y al cabo de unos segundos, como por arte de magia, la pantalla electr¨®nica se llen¨® de palabras.
¡ª Aqu¨ª dice que esa historia cl¨ªnica se abri¨® a nombre de Enrique Angl¨¦s Mart¨ªnez, con domicilio en el Cam¨ª Real n¨²mero 101, de Ca?tarroja. El 14 de mayo se le atendi¨® en urgencias y se le recomend¨® que siguiera tratamiento ambulatorio bajo supervisi¨®n de su m¨¦dico de cabecera.
Los picoletos no tardaron demasiado en descubrir que el tal Enri?que Angl¨¦s era un hombre con personalidad trastornada y pertene?ciente a una familia muy conocida en Catarroja, no precisamente por su moral y buenas costumbres, sino por haber tenido alguno de sus miembros m¨¢s de un problema con la justicia. El ministro de In?terior, el visceral Jos¨¦ Luis Corcuera, pis¨® el acelerador y orden¨® prioridad absoluta al caso.
Mientras los boletines de radio machacaban la noticia del d¨ªa, los guardias civiles se mov¨ªan en una fren¨¦tica lucha contra el tiempo para tratar de impedir la fuga de los sospechosos. O, al menos, del que entonces se hab¨ªa convertido en sospechoso n¨²mero uno: el tal Enrique Angl¨¦s. ?Tendr¨ªa algo que ver con quienes recogieron aquel 13 de noviembre de 1992 a Miriam, To?i y Desir¨¦e cuando hac¨ªan autoestop para ir a la discoteca Coolor, de Picassent? ?Ser¨ªa ¨¦l uno de los que iban en aquel coche blanco en el que una vecina vio su?bir a las tres adolescentes antes de que desaparecieran? Los agentes no estaban en condiciones de afirmar o negar. S¨®lo ten¨ªan un indi?cio consistente en un papel en el que constaba su nombre.
Las pesquisas policiales se hicieron con tanto sigilo que nadie, ni siquiera los padres de las tres ni?as, supo en aquellos momentos que ya hab¨ªa un sospechoso. Ellos y sus convecinos de Alc¨¤sser soltaban su rabia y su dolor a raudales en la plaza del Ayuntamiento, con?vertida en el centro neur¨¢lgico de toda Espa?a.
Huida por los tejados
Los f¨¦retros con los cad¨¢veres de Miriam, To?i y Desir¨¦e llegaron al cuartel de la Guardia Civil de Llombai alrededor de las 10 y media de la noche del 27 de enero, unas 12 horas despu¨¦s de que los apicultores Gabriel Aquino y Jos¨¦ Sala hubieran descubierto junto a sus colmenas aquella mano descarnada que emerg¨ªa de la tierra. So?bre las 12 de la noche, los tres ata¨²des fueron trasladados en sendos furgones funerarios hasta el Instituto Anat¨®mico Forense para ser sometidos a la preceptiva autopsia.
¡ª A¨²n hay esperanzas. Nadie nos ha confirmado oficialmente que se trate de las ni?as ¡ªdec¨ªa a esa misma hora el abuelo de Miriam, como queriendo negar la evidencia.
?A unos pocos kil¨®metros de Alc¨¤sser, mientras tanto, un pu?ado de guardias civiles de paisano aporreaban la puerta de un piso del n¨²mero 101 del Cam¨ª Real, en Catarroja. ?Objetivo? Detener al sos?pechoso n¨²mero uno del triple crimen de las adolescentes.
¡ª ?Abran a la Guardia Civil! ¡ªgrita imperativamente uno de los agentes.
¡ª ?Qui¨¦n es? ?Qu¨¦ quieren? ¡ªpregunta una voz desde dentro de la casa.
¡ª ?Abran a la Guardia Civil! Abran o echamos la puerta abajo ¡ªamenaza el guardia que parece estar al mando de la operaci¨®n, en cuya mano sostiene una Star en posici¨®n de disparo.
Antonio Angl¨¦s Martins, de 27 a?os, uno de los nueve hijos de la brasile?a Neusa Martins y un valenciano muerto a?os atr¨¢s de ci?rrosis hep¨¢tica, aprovecha la colaboraci¨®n de su familia para poner?se a toda prisa unas zapatillas y salir volando por la ventana. Desde la Semana Santa anterior estaba evadido de la prisi¨®n de Valencia, de donde sali¨® mediante un permiso concedido por un juez. As¨ª que no dud¨® ni un segundo en saltar al vac¨ªo aun a riesgo de partirse las piernas o la crisma: sab¨ªa que, si le cazaban, tendr¨ªa que pasarse unos cuantos a?os entre rejas. Y no estaba dispuesto a entregarse sin resistencia.
Antonio Angl¨¦s salta de tejado en tejado, aprovechando las sombras de la noche, hasta alejarse del domicilio familiar. Mientras, los guardias civiles registran el piso sucio y destartalado, decorado ape?nas con unos carteles de amazonas sin enmarcar. Neusa Martins, sorda desde que tuvo un mal aborto, siente cerrarse unos grilletes en torno a sus mu?ecas. Lo mismo les ocurre a sus hijos Dolores y En?rique, a quienes de nada les valen sus protestas frente a la contun?dencia de los picoletos.
En plena operaci¨®n policial llega al portal de la casa de los An?gl¨¦s un joven rubio, de 23 a?os, cargado con una bolsa de naranjas, ignorante de lo que est¨¢ sucediendo en el piso de su amigo Antonio. Un guardia le cierra el paso.
¡ª Aqu¨ª hay un individuo que dice que va a ver a Antonio Angl¨¦s ¡ªinforma un agente a trav¨¦s del transmisor port¨¢til¡ª. Se llama Miguel Ricart.
¡ª ?Det¨¦nganle! Vamos a ver qu¨¦ sabe de este asunto ¡ªordena por la radio el jefe del grupo.
Miguel Ricart, Neusa Martins y sus hijos Enrique y Dolores son trasladados inmediatamente a la 311 Comandancia de la Guardia Civil, un edificio encalado y austero de la capital valenciana, donde est¨¢ ubicada la jefatura provincial del instituto armado fundado por el duque de Ahumada hace un siglo y medio.
"Detenidos tres hombres en relaci¨®n con el asesinato de las ni?as de Alc¨¤sser", titula err¨®neamente EL PA?S en su primera p¨¢gina del 29 de enero de 1993 bajo una fotograf¨ªa en la que Fernando Garc¨ªa, el padre de la difunta Miriam, abraza a la hermana de otra de las adolescentes asesinadas. En realidad no eran tres hombres los dete?nidos, sino dos hombres varones y dos mujeres. Pero el hermetismo impuesto por las autoridades en torno a las investigaciones hac¨ªa ex?plicable la equivocaci¨®n period¨ªstica, debida tambi¨¦n en parte a la escasez de tiempo para poder reconfirmar las noticias antes de que echen a andar las rotativas.
Ese mismo d¨ªa, EL PA?S publicaba un peque?o editorial bajo el t¨ª?tulo de "Espanto y tali¨®n", en el que se criticaba el morboso espec?t¨¢culo televisivo que se hab¨ªa organizado en torno al espantoso su?ceso, fruto de la encarnizada batalla que aquellos momentos estaban librando varias cadenas en su empe?o por aumentar sus respectivas audiencias millonarias.
"La captura y puesta a disposici¨®n de la justicia de los autores es la respuesta de una sociedad civilizada a tales atrocidades. La utili?zaci¨®n del dolor de otros ni?os, compa?eros de las v¨ªctimas, para convertir el drama en espect¨¢culo resulta indecente. Especialmente cuando, como ocurri¨® ayer en algunos espacios televisivos, se apro?vecha la tensi¨®n vivida por esos ni?os durante m¨¢s de dos meses pa?ra convertirlos en heraldos de la ley del tali¨®n", conclu¨ªa diciendo el editorial del diario que entonces dirig¨ªa Joaqu¨ªn Estefan¨ªa.
La cr¨ªtica estaba m¨¢s que fundamentada, si se recuerda que Al?c¨¤sser se convirti¨® en un inmenso plat¨® televisivo por el que fueron obligados imp¨²dicamente a desfilar desde los padres de las ni?as, sus amigas, las autoridades locales ... Cualquiera que pudiese provocar los lacrim¨®genos sentimientos y los m¨¢s irracionales instintos de los televidentes. ?Usted qu¨¦ har¨ªa si tuviera ahora delante al asesino de su hija?, se les pregunt¨® una y otra vez a los padres de Miriam, To?i y Desir¨¦e, forz¨¢ndoles a que vomitaran su rabia y sus deseos de ven?ganza sin el menor recato. Eso, y no otra cosa, es precisamente lo que se quer¨ªa de ellos: que dieran espect¨¢culo.
Pero eso s¨®lo fue la parte visible del show. Porque detr¨¢s de las c¨¢maras, entre bambalinas, los colaboradores de Paco Lobat¨®n y los de Nieves Herrero libraron una reyerta que poco falt¨® para que no acabara a dentelladas. Lobat¨®n se cre¨ªa con derecho a explotar en exclusiva a los protagonistas del m¨®rbido espect¨¢culo, te?niendo en cuenta lo mucho que les hab¨ªa ayudado a buscar a las ni??as a trav¨¦s de su popular programa "?Qui¨¦n sabe d¨®nde?" de TVE.
Nieves Herrero pensaba que, despu¨¦s de haber prestado tantas veces su programa "De t¨² a t¨²" de Antena 3 para el mismo fin, tambi¨¦n ten¨ªa derecho a llevarse la mejor parte del tr¨¢gico pastel. Y en esta despiadada y necr¨®faga batalla por la au?diencia se emplearon todo tipo de trucos y artima?as, utilizando in?cluso a polic¨ªas municipales para que "secuestraran" a los invitados del programa contrario. La guerra sucia lleg¨® a las ondas.
El caso de Alc¨¤sser convulsion¨® los cimientos de la sociedad es?pa?ola, no s¨®lo por lo intr¨ªnsecamente terrible del mismo, sino tam?bi¨¦n por su impactante transmisi¨®n y explotaci¨®n de los medios de comunicaci¨®n. Consciente de este hecho, EL PA?S no dud¨® en dedicar las tres cuartas partes de su portada del 30 de enero a ese asunto, bajo un titular a cuatro columnas: "Los asesinos de Alc¨¤sser mata?ron a tiros a las ni?as tras torturarlas y violarlas". Completaba la in?formaci¨®n de primera p¨¢gina una fotograf¨ªa de los cientos de perso?nas que se hab¨ªan congregado ante el juzgado de Alzira y los rostros de Antonio Angl¨¦s y Miguel Ricart, los dos presuntos autores del rapto y posterior asesinato de las tres j¨®venes.
EL PA?S, un peri¨®dico tan renuente al sensacionalismo, dedic¨® na?da m¨¢s y nada menos que ocho primeras p¨¢ginas consecutivas al tri?ple crimen de Valencia, consciente del insaciable inter¨¦s informativo despertado por el caso y sus circunstancias pol¨ªticas, penales y peni?tenciarias. Este tema no ceder¨ªa los privilegiados honores de porta?da hasta el 5 de febrero, fecha en que el espacio de primera plana fue ocupado por el descubrimiento de que algunos abogados de He?rri Batasuna se hab¨ªan dedicado a transmitir a presos de ETA las consignas de la organizaci¨®n terrorista.
Pero, mientras tanto, los lectores tuvieron cumplida y abundante informaci¨®n del multitudinario entierrro de las ni?as, al que asistie?ron unas 30.000 personas; de la puesta en libertad de Neusa Martins y sus hijos Enrique y Dolores ante la falta de evidencias en su contra; de las m¨²ltiples salvajadas, violaciones y torturas que hab¨ªan sufrido Miriam, To?i y Desir¨¦e antes de ser asesinadas y enterradas en un hoyo cavado en un solitario y desconocido monte; y de la per?secuci¨®n y b¨²squeda del escurridizo Antonio Angl¨¦s por parte de un aut¨¦ntico ej¨¦rcito de polic¨ªas y guardias civiles desplegado por la co?marca de L'Horta valenciana.
"Experimentos con gaseosa"
Con el paso de los d¨ªas, el crimen de Alc¨¤sser adquiri¨® un nuevo giro. En la b¨²squeda de culpables, el debate se centr¨® en la pol¨ªtica penitenciaria y m¨¢s concretamente en la concesi¨®n de permisos a presos peligrosos. No en vano, el supuesto asesino Antonio Angl¨¦s se hallaba en libertad desde que el juez de Vigilancia Penitenciaria le concediera el 28 de febrero de 1992 un permiso de seis d¨ªas de du?raci¨®n. Gracias a eso pudo abandonar la c¨¢rcel que le hab¨ªa sido im?puesta por secuestrar, maltratar y dejar encadenada a un pilar a su antigua novia Nuria Pera, una yonki a la que acusaba de haberle ro?bado unos gramos de hero¨ªna. Y el tal Angl¨¦s, tras decidir prolongar el permiso por su cuenta y riesgo, hab¨ªa presuntamente asesinado a tres inocentes criaturas.
"Los experimentos, en casa y con gaseosa", proclam¨® el col¨¦rico Jos¨¦ Luis Corcuera, ministro del Interior dejando ver a las claras su postura contraria a que se deje en libertad a quien no se sepa muy bien qu¨¦ uso va a hacer de ella. Pascual Sala, presidente del Tribu?nal Supremo y del Consejo del Poder Judicial, calific¨® de "desafortu?nadas" tales declaraciones de Corcuera, mientras que otros jueces re?cordaron que Angl¨¦s ya hab¨ªa obtenido en 1991 un permiso navide?o de siete d¨ªas y que se hab¨ªa reintegrado a prisi¨®n "sin problemas".
EL PA?S terci¨® en la pol¨¦mica a trav¨¦s de un editorial publicado el 3 de febrero: "Es tal el horror social que puede generar un suceso co?mo el asesinato de las ni?as de Alc¨¤sser que no es extra?o que a su rebufo flaqueen las convicciones y se produzcan reacciones s¨®lo ex?plicables en el contexto de la gran emotividad del momento", co?menzaba se?alando el art¨ªculo de opini¨®n. Y prosegu¨ªa: "El caso concreto del presunto asesino de las ni?as de Alc¨¤sser pone de ma?nifiesto la impredecibilidad de determinadas conductas criminales y, por ello, la dificultad de prevenirlas por los crimin¨®logos, psic¨®logos, pedagogos, psiquiatras y soci¨®logos que integran los equipos de ob?servaci¨®n y tratamiento penitenciarios. El caso ha evidenciado de igual modo un defecto del sistema: la descoordinaci¨®n de las admi?nistraciones. Cuando un recluso no vuelve a la c¨¢rcel despu¨¦s de un permiso, lo normal es que campe por sus respetos, salvo que tenga la mala suerte de toparse con un polic¨ªa o que ¡ªes el caso del pre?sunto asesino de las ni?as de Alc¨¤sser¡ª vuelva a cometer un crimen que lo ponga tras ¨¦l. Con este agujero policial en el sistema, cual?quier permiso penitenciario es un riesgo".
El Ministerio de Justicia, por su parte, argument¨® que durante el a?o 1992 se hab¨ªan concedido 53.029 permisos penitenciarios y que solamente se hab¨ªan registrado 527 casos de no reingresos. O lo que es lo mismo: que ¨²nicamente hab¨ªa habido un porcentaje de fraca?sos cifrado en un 0,99%.
El entonces diputado de Izquierda Unida Jos¨¦ Luis N¨²?ez critic¨® la "tosquedad" verbal del ministro Corcuera y le sugiri¨® que, en vez de arremeter contra los jueces, ¨¦l tambi¨¦n era responsable de los cuerpos de seguridad del Estado y que como tal deber¨ªa "cumpli?mentar con la mayor rapidez posible" las ¨®rdenes de busca y captu?ra dictadas por aqu¨¦llos. El magistrado Ram¨®n Rodr¨ªguez Arribas remach¨® en el mismo clavo, al proclamar sin ambages: "El se?or Corcuera no es nadie para echar broncas a los jueces".
Al margen de pol¨¦micas y sutilezas legales, Antonio Angl¨¦s con?tinuaba libre, sin que los cientos de polic¨ªas y guardias civiles des?plegados por Valencia fueran capaces de echarle el guante. Su osad¨ªa quedar¨ªa nuevamente de manifiesto cuando se supiera que el 29 de enero, apenas unas pocas horas despu¨¦s del hallazgo de los tres cad¨¢veres, hab¨ªa acudido tranquilamente a La Peluquer¨ªa, un c¨¦n?trico sal¨®n de belleza de la valenciana calle de Fernando el Cat¨®lico, para hacerse te?ir el cabello de color cobre. Despu¨¦s pag¨® 3.500 pe?setas por el servicio y no tuvo el menor reparo en que una joven pe?luquera tomara sus datos para rellenar la correspondiente ficha de cliente. Claro que el astuto Angl¨¦s no dio su verdadera identidad, si?no la de Francisco Partera Zafra, una de las cuatro bajo las que so?l¨ªa encubrir su personalidad.
Por aquellas fechas, y durante dos semanas, periodistas y polic¨ªas jugaron al rat¨®n y al gato por las calles de Valencia y los pueblos de los alrededores. Todo el mundo hab¨ªa visto al fugitivo, que parec¨ªa tener el don de la ubicuidad: un taxista juraba haberle visto mero?dear por la estaci¨®n, y un confidente aseguraba lo mismo en la pun?ta opuesta de la ciudad... S¨®lo que eso era imposible, salvo que An?gl¨¦s fuera Dios o el mism¨ªsimo diablo en persona.
El 10 de febrero, el enemigo p¨²blico n¨²mero uno de Espa?a sac¨® la lengua para burlarse del ej¨¦rcito de hombres con metralleta que le ten¨ªa cercado. Se acerc¨® al pac¨ªfico sexagenario Vicente Golfe, mientras ¨¦ste se hallaba en su naranjal, ya punta de navaja le obli?g¨® a sacarle de la zona en su humilde Citroen 2CV. Ambos rodaron sin tropiezos hasta Cheste y, tras pasar este pueblo, repostaron com?bustible en una gasolinera. Angl¨¦s, embutido en un mono de traba?jo azul y tocado con una gorrilla, no tuvo miedo en bajar del coche y pedir al operario que echase en el dep¨®sito 2.000 pesetas de gaso?lina. Despu¨¦s, el presunto homicida y su forzado ch¨®fer volvieron a la carretera.
¡ª Para, p¨¢rate junto a esos camiones ¡ªordena al atemorizado Gol?fe, a la vez que deja hacerse bien visible la navaja que empu?a.
Antonio Angl¨¦s hab¨ªa dejado atr¨¢s ya la provincia de Valencia y acababa de entrar en la lim¨ªtrofe de Cuenca. El peligro quedaba a sus espaldas. Salvo que alguien hubiera alertado a la polic¨ªa de la extra?a desaparici¨®n de Vicente Golfe y su humilde Citro?n del pue?blo de Vilamarxant. Antes de permitirle regresar a casa, el supuesto homicida le advierte que no debe decir a nadie nada de lo que le ha ocurrido, si no quiere sufrir represalias.
Durante horas, el fugado merodea por Minglanilla. De pronto ve a un cuarent¨®n que sale del bar-restaurante Terry y que se encami?na hacia una furgoneta Citro?n C15 que tiene aparcada en las in?mediaciones. Es Pedro Requena Buleo, de 48 a?os, encargado del es?tablecimiento.
¡ª Tengo el coche averiado ah¨ª adelante. ?Puede acercarme?
¡ª No, lo siento. Tengo prisa ¡ªse disculpa Requena, m¨¢s que nada porque ese tipo de mono azul no le infunde confianza.
Angl¨¦s abre r¨¢pidamente la portezuela de la furgoneta y se mete dentro, mientras Requena forcejea para echarle fuera. El veh¨ªculo ya est¨¢ rodando y apenas puede controlar el volante. Siente un objeto duro apretado contra su ri?¨®n derecho y lo primero que le viene a las mientes es que aquello es una pistola y que aquel cabr¨®n le va a agujerear la barriga. As¨ª que no duda en saltar del coche, mientras ve c¨®mo ¨¦ste se aleja primero despacio y luego cada vez m¨¢s r¨¢pido.
Cuando la Guardia Civil descubre el autom¨®vil ya es demasiado tarde. Han transcurrido 48 horas y Angl¨¦s se ha esfumado. Pero al menos eso ha servido para algo: para reencontrar la pista del fugiti?vo. El teniente coronel Antonio Carrascosa, uno de los encargados de cazarle, anota en su expediente: "Graja de Iniesta. Fiabilidad 5". Es decir, la m¨¢xima. Es decir, que no hay duda de que el autor del ro?bo de la furgoneta es el mism¨ªsimo Antonio Angl¨¦s Martins. Y lo peor de todo es que, posiblemente, durmi¨® en una casa semiderruida de Graja de Iniesta, tras abandonar la furgoneta en unos vi?edos pr¨®?ximos al pueblo. ?Maldita sea!
Los rastreos realizados en puticl¨²s, pinares y carreteras de la co?marca no aportaron ninguna pista. Eso hizo pensar que el criminal hab¨ªa logrado escapar una vez m¨¢s, tal vez oculto en alguno de los muchos camiones que cubren la ruta Valencia-Madrid. Tal sospecha hizo que, desde ese momento, Angl¨¦s fuera visto en mil lugares di?ferentes de la capital de Espa?a y sus alrededores, provocando m¨¢s de una falsa alarma.
Pasquines y recompensa
M¨¢s desorientados que nunca, los responsables del Ministerio del Interior decidieron solicitar la colaboraci¨®n ciudadana para dar ca?za al presunto asesino. Para ello, a mediados de marzo se distribu?yeron 15.000 grandes carteles con el encabezamiento "Delincuente armado muy peligroso". Y debajo, junto al nombre de Antonio An?gl¨¦s Martins, una foto con el pelo te?ido de rubio y otra con el ca?bello negro y repeinado.
Interior indicaba en los pasquines que el fugitivo pod¨ªa utilizar las falsas identidades de Francisco Partera Zafra, Rub¨¦n Dar¨ªo An?gl¨¦s Martins, Rub¨¦n Dar¨ªo Romero Pardo y Enrique Angl¨¦s Martins (el nombre de su hermano). Tambi¨¦n se le conoce por los alias de Azuquiqui y Rub¨¦n. En el apartado epigrafiado como "otros datos", se indicaba que se trata de un individuo "desconfiado, muy violen?to, toma Rohipnol y tiene un quiste seb¨¢ceo en la garganta, sobre la nuez". El cartel¨®n, de caracter¨ªsticas similares a los empleados para reclamar ayuda contra activistas de ETA o GRAPO, finalizaba di?ciendo: "Si usted conoce alg¨²n dato que pueda facilitar su localiza?ci¨®n, le rogamos lo ponga en conocimiento de la Polic¨ªa o la Guar?dia Civil. SER? DEBIDAMENTE RECOMPENSADO".
Coincidiendo con la difusi¨®n de los carteles publicitarios, la pren?sa de Extremadura publica en repetidas ocasiones presuntos avista?mientos del fugitivo en las calles de C¨¢ceres o Badajoz. La Guardia Civil no otorga demasiada credibilidad a estas noticias y duda de que el delincuente haya llegado tan lejos de Valencia. Pero, frente al escepticismo de los agentes de tricornio, la Polic¨ªa Judiciaria portu?guesa organiza un rastreo en la regi¨®n m¨¢s pr¨®xima a Extremadura, despu¨¦s de que un campesino de Monfortinho crea reconocer al de?lincuente espa?ol como el sujeto que rob¨® algunos alimentos en su casa.
La posible presencia del asesino de Alc¨¤sser es ampliamente di?fundida por la prensa y la televisi¨®n portuguesa, originando un alu?vi¨®n de llamadas de ciudadanos de este pa¨ªs que aseguran haberle visto. Rafael Vera Fern¨¢ndez-Huidobro, el sempiterno n¨²mero dos de Interior, decide entonces enviar a Lisboa al inspector Ricardo S¨¢nchez, jefe del Grupo de Homicidios del Servicio Central de Poli?c¨ªa Judicial de Madrid, un antiguo cazaterroristas, al que sus supe?riores utilizan frecuentemente como apagafuegos para casos dif¨ªciles o aparentemente irresolubles.
El fantasma de Angl¨¦s reaparece en Lisboa y hasta all¨ª vuela des?de Madrid, el 15 de marzo de 1993, el inspector S¨¢nchez. ?ste y un grupo de colegas lisboetas patean de punta a punta el puerto de Tra?faria en busca de un tal Andr¨¦s Joaquim Carvalho, un drogadicto que seg¨²n un confidente hab¨ªa sido visto repetidamente acompa?a?do de un espa?ol. Pero no hay el menor rastro de uno ni de otro, co?mo si cualquiera que tuviese relaci¨®n con este maldito caso tuviese el don de desaparecer por ensalmo.
S¨¢nchez logra juntar todas las piezas del rompecabezas gracias a una peque?a noticia que publica un peri¨®dico lisboeta informando que un poliz¨®n portugu¨¦s hab¨ªa saltado al mar, a unas 300 millas de Burdeos, desde el barco de bandera brit¨¢nica City of Plymouth. Al sabueso espa?ol se le enciende una bombilla en el cerebro: ?y si fue?ra Angl¨¦s? La sospecha se convierte en certeza cuando, a trav¨¦s de la consignataria del buque en Lisboa, se sabe que el poliz¨®n dice ser portugu¨¦s y llamarse Carvalho, aunque curiosamente apenas cha?purrea unas pocas palabras en este idioma.
Sin embargo, cuando Ricardo S¨¢nchez y sus compa?eros logren pegar y hacer encajar todas las piezas del puzzle ya ser¨¢ demasiado tarde. El escurridizo Antonio Angl¨¦s se les ha vuelto a escapar entre los dedos casi, casi en el momento en que iban a echarle la red en?cima. En ese momento viaja ya en el City of Plymouth rumbo a Du?bl¨ªn; tras haber convivido durante casi dos semanas con Carvalho en Lisboa, una ciudad conmocionada tambi¨¦n en aquellos momentos por un descuartizador de prostitutas baratas.
Cuando el polic¨ªa alerta a las autoridades irlandesas, es demasia?do tarde: el mercante hab¨ªa levado anclas, el 25 de marzo, con des?tino a Liverpool. Pese a todo, los agentes irlandeses decidieron re?gistrar a fondo los muelles del puerto de Dubl¨ªn ante la posibilidad de que el criminal continuara oculto en la zona. Todo in¨²til. No obs?tante, el rastreo permiti¨® hallar un flotador del City of Plymouth en las aguas, de lo que se dedujo que Angl¨¦s hab¨ªa saltado antes de que el barco echara amarras para evitar as¨ª ser entregado a las autori?dades.
La noticia, pese a la incredulidad del jefe de turno, fue amplia?mente publicada en EL PA?S e inmediatamente tuvo una enorme re?percusi¨®n en los medios de comunicaci¨®n de Irlanda, que pronto bautizaron al criminal como El ?ngel de la Muerte. El programa te?levisivo Crime Watch, uno de los de mayor audiencia en el pa¨ªs, de?sat¨® una org¨ªa de morbo y miedo entre la poblaci¨®n, tras difundir la foto de Angl¨¦s y relatar que ¨¦ste era un tipo que ten¨ªa tatuado en el brazo derecho un esqueleto con una guada?a y en el izquierdo una chinita con sombrilla junto a la leyenda "Amor de madre".
La incre¨ªble desaparici¨®n del presunto homicida, cuando la poli?c¨ªa hab¨ªa llegado a pisarle los talones, fue una nueva burla para sus perseguidores. o es extra?o que desde el Ministerio del Interior se quisiera cerrar el caso. ?C¨®mo? Por un m¨¦todo tan expeditivo como el de sugerir que Angl¨¦s hab¨ªa muerto ahogado en Dubl¨ªn y que su cad¨¢ver hab¨ªa sido devorado por los peces o arrastrado por las co?rrientes marinas.
Los principales investigadores del triple crimen de Alc¨¤sser, sin embargo, dudan de que Angl¨¦s ya no exista. Porque ?d¨®nde est¨¢ su cad¨¢ver? ?C¨®mo es que no ha aparecido el menor rastro de su cuer?po? A?os despu¨¦s de su evaporaci¨®n, polic¨ªas y guardias ci?viles sospechan que logr¨® escapar de Dubl¨ªn a Inglaterra y desde aqu¨ª abordar un nuevo mercante en el que se traslad¨® a Sudam¨¦ri?ca, posiblemente a Brasil, su tierra natal. Interpol-Sao Paulo e In?terpol-R¨ªo de Janeiro, las dos oficinas de la polic¨ªa internacional existentes en ese enorme pa¨ªs, fueron alertadas. Aunque nunca se prob¨® la presencia del criminal espa?ol en su territorio.
Al margen de la odisea de Antonio Angl¨¦s, el juez de Alzira, Jos¨¦ Miguel Bort, continu¨® con la tramitaci¨®n del sumario por el triple crimen en el que ¨²nicamente estuvo incurso el joven Miguel Ricart, un ex camionero que lo m¨¢s que lleg¨® a reconocer es que viol¨® a una de las ni?as despu¨¦s de raptarlas en Picassent. Y jur¨® y perjur¨® que no tuvo nada que ver. En septiembre de 1997, Miguel Ricart fue condenado a 170 a?os de prisi¨®n por la violaci¨®n y el asesinato de las tres ni?as. En noviembre de 2013, sali¨® de la c¨¢rcel de Herrera de la Mancha al beneficiarse de la aplicaci¨®n de la doctrina Parot.
Las pruebas practicadas en el oto?o de 1995 han demostrado que los hermanos Antonio, Roberto y Mauricio Angl¨¦s eran asiduos visi?tantes de la casucha del monte La Romana, donde fueron asesina?das las tres adolescentes de Alc¨¤sser, como se deduce de los restos de sangre, semen y cabellos localizados en esa madriguera. En el coche utilizado por los criminales para trasladar a las ni?as desde Picas?sent a ese paraje se localizaron restos de vello perteneciente a Ricart.
?Fernando Garc¨ªa, el padre de Miriam, sigue convencido de que fueron m¨¢s de dos quienes sometieron a su hija y a sus dos amigas a un aberrante ritual de sangre y sexo, durante el que ¨¦stas llegaron a ser violadas mediante un punz¨®n piramidal. Hay polic¨ªas que tam?bi¨¦n tienen la firme sospecha de que no s¨®lo fueron Antonio Angl¨¦s y su compinche Ricart quienes arrancaron la vida a las tres mu?chachas, sino que al menos intervinieron tres desalmados.
?En el caso se personaron los abogados que representan a las tres familias de otras tantas ni?as que fueron v¨ªctimas del sadismo criminal durante los ¨²ltimos a?os: Ana Mar¨ªa Jerez Cano, asesinada en Huelva; Carmen Rivas, en Villaba (Lugo) y OIga Sangrador, cu?yo cad¨¢ver fue hallado enterrado en Tudela de Duero (Valladolid).
Mientras tanto, contin¨²a sin aclarar qu¨¦ pas¨® y d¨®nde est¨¢n otras dos adolescentes desaparecidas en la primavera de 1992: Virginia Guerrero Espejo, de 15 a?os, y su amiga Manuela Torres Buggeffa, de 14, se esfumaron entonces de su pueblo de Aguilar de Campoo (Palencia) y desde aquella fecha nadie ha vuelto a verlas ni vivas ni muertas. Parece como si se las hubiera tragado la tierra ... ?Se con?vertir¨¢ alg¨²n d¨ªa su historia en un segundo caso Alc¨¤sser?
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