La visita del miedo
La econom¨ªa de la vieja dama es la que rige la vida pol¨ªtica catalana desde que fue invocada por sus m¨¢ximos dirigentes
La vieja y siniestra dama ha venido de visita. Trae encargos de todos, seamos sinceros y no nos atengamos a sectarismos: de un lado y de otro, todos le han pedido que nos haga llegar sus mensajes y obedezcamos sus designios, que significan paralizar nuestro entendimiento y nuestra voluntad.
Por un lado, el gran y monstruoso Leviat¨¢n, la arcaica bestia marina a menudo olvidada, que Hobbes adopt¨® como s¨ªmbolo del Estado, se nos ha presentado de repente y en vivo. Y eso que aqu¨ª, el domingo, s¨®lo ense?¨® la u?a afilada y sucia de una de sus pezu?as, probablemente la m¨¢s peque?a, aunque le bast¨® para sembrar el dolor y la consternaci¨®n s¨®lo con un rasgu?o. Lo explic¨® muy bien aqu¨ª mismo Cristian Segura, que la ha visto muchas veces de cerca y ha sabido dominar la ansiedad que provoca su mera visi¨®n. Saber que ya est¨¢ aqu¨ª nos da toda una idea del momento pol¨ªtico al que hemos llegado. Mejor no imaginar c¨®mo ser¨¢ si se desata y nos golpea con toda la fuerza de su bestialidad.
Por otro, observamos fascinados c¨®mo incubamos el huevo de una nueva serpiente, un peque?o Leviat¨¢n que ya quiere nacer, lejos a¨²n del tama?o adecuado, pero ya con los mismos designios e incluso reflejos del pavor propios del original. Lo dijo claramente Carles Puigdemont el primero de julio en una reuni¨®n de alcaldes que ya entonces manifestaban su compromiso de poner las urnas este primero de octubre tan agitado.
"Damos miedo y m¨¢s miedo que daremos", dijo el presidente rebelde. Ten¨ªa toda la raz¨®n y a¨²n se qued¨® corto. El miedo se ha instalado en nuestra vida cotidiana y nos impele ya a reprocharnos unos a otros, a callarnos o participar en actos y eventos de muchos tipos que la vieja dama nos va sugiriendo. As¨ª es como la econom¨ªa del miedo rige la vida pol¨ªtica catalana desde que fue invocada por sus m¨¢ximos dirigentes.
Sufrimos una incursi¨®n primera, violenta, salvaje, que nos despert¨® del letargo de los tiempos inocentes, cuando no hab¨ªa miedos ni angustias que interfirieran en nuestras decisiones y deseos. Fueron los atentados del 17 de agosto, inmediatamente aprovechados para acu?ar una expresi¨®n negacionista, inventada por alguien que ya pensaba en el d¨ªa siguiente. "No tenemos miedo", gritaban los manifestantes contra el terrorismo, sin saber que preparaban as¨ª los esl¨®ganes para encararse a la polic¨ªa espa?ola en el momento m¨¢s arriesgado del proc¨¦s.
La vieja dama no falla y pasea por todos lados su figura siniestra y flaca. Ha venido de visita y est¨¢ claro que le gusta la ciudad y el pa¨ªs que ahora la acogen. La vimos el domingo, desafiada por las multitudes en los colegios electorales. La percibimos tambi¨¦n dentro de las casas y en los despachos, en las conversaciones interrumpidas entre familiares y amigos. La masa la reclama cuando se mueve, cuando crece, al acosar a los disidentes o al enfrentarse a las fuerzas de seguridad. Nos habla con el ruido de los rotores de los helic¨®pteros y con los gritos de la multitud, con los disparos de fogueo y con las balas de goma y los gases lacrim¨®genos que siempre acaban saliendo cuando sobre el asfalto se libra la pelea por el poder.
Ment¨ªan quienes dec¨ªan que no ten¨ªamos miedo, porque tenemos, y mucho. Dec¨ªa verdad en cambio el presidente Puigdemont cuando dec¨ªa que daba miedo y que har¨ªa mucho m¨¢s todav¨ªa. La vieja dama vino de visita y ya se ha emparejado, ahora con Puigdemont, ahora con Rajoy, los presidentes del miedo.
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