El convulso a?o belga de Puigdemont, el hombre sin melancol¨ªa
Invisible para los vecinos de Waterloo, Puigdemont esquiva la irrelevancia con un ojo en la internacionalizaci¨®n y el otro en Catalu?a
Discreto en Waterloo, estent¨®reo en su incesante deambular internacional. Hace un a?o Carles Puigdemont cruz¨® la frontera espa?ola en un largo viaje en coche de m¨¢s de 1.200 kil¨®metros de Girona a Bruselas. En el trayecto atraves¨® Francia y entr¨® en B¨¦lgica por Luxemburgo para evitar atascos. Mientras el embotellamiento se manten¨ªa en la pol¨ªtica catalana, el expresidente ha tocado casi todas las puertas con suerte desigual. Ignorado por las instituciones europeas, arropado por los nacionalistas flamencos, y guarecido bajo el manto protector de la justicia belga, sobrelleva la distancia sin melancol¨ªas ("no va con mi car¨¢cter"). Y ha dado a luz a dos nuevas criaturas para recuperar la iniciativa dentro y fuera de Catalu?a: la Crida Nacional y el Consejo de la Rep¨²blica.
La librer¨ªa Grafiti de Waterloo tiene en el cristal de su escaparate una cita de Napole¨®n. "La historia es a veces una serie de mentiras aceptadas de com¨²n acuerdo". Dentro conviven h¨¦roes y villanos. La reci¨¦n publicada obra de Carles Puigdemont, en su versi¨®n en franc¨¦s, reposa entre las cartas desde la prisi¨®n de Nelson Mandela y una biograf¨ªa del controvertido pr¨ªncipe saud¨ª Mohamed bin Salman. Hace unos d¨ªas pidieron un ejemplar en catal¨¢n para un cliente interesado. Pero como corroboran sus encargadas, el autor, lector voraz, no ha pisado el local.
A un kil¨®metro, el restaurante L'accent catalan, mezcla de gastronom¨ªa francesa y catalana con un burro como logo, no ha tenido como comensal a Puigdemont. Al menos de momento. Hace un mes, Josep Mar¨ªa Matamala, su inseparable amigo empresario, se acerc¨® a echar un vistazo por si lo eleg¨ªan para una cena. No volvi¨® a haber noticias suyas. Estrechando el radio, media docena de vecinos niegan haberle visto. Vincent Watelet, de 48 a?os, antiguo diplom¨¢tico en Indonesia reconvertido en empresario, cuenta que la ¨²nica interacci¨®n con el habitante m¨¢s famoso de Waterloo ¡ªcon permiso del seleccionador belga Roberto Mart¨ªnez¡ª, ha sido una carta en el buz¨®n pidiendo disculpas por el ruido de la celebrada vuelta a casa tras su encierro en Alemania. El silencio es un bien preciado en la zona. Por eso, y no por gui?arle un ojo a la historia, la eligi¨® Puigdemont para instalarse. "No soy mit¨®mano, es un lugar tranquilo, cercano a Bruselas, donde se puede trabajar discretamente", revela en las p¨¢ginas de La crisis catalana. Una oportunidad para Europa, sin traducci¨®n al castellano.
Nada interesante parece ocurrir en Waterloo. El bolet¨ªn municipal tiene en su portada la construcci¨®n de una pasarela en una zona verde. Y los vecinos que aguardan en el Ayuntamiento su turno para charlar con la alcaldesa discuten sobre el asfaltado de una calle. Legiones de periodistas han perturbado esa paz puntualmente. Y en agosto, un goteo de cientos de fieles independentistas convirti¨® el lugar en centro de peregrinaci¨®n tras desviar su camino vacacional para conocer la denominada Casa de la Rep¨²blica. Sus 4.400 euros mensuales de alquiler y 500 metros cuadrados son en realidad una forma de ahorro para Puigdemont. "Hay quien critica que haya elegido una casa grande y cara. ?Deber¨ªa haber escogido un lugar donde no se pueda trabajar? Hay una solidaridad muy grande por parte de muchos catalanes que desean que continuemos nuestro trabajo en el exilio en las condiciones m¨¢s dignas posibles. Permite ahorrar mucho dinero en restaurantes y hoteles", argumenta. A ese gasto se suma el de seguridad. Basta acercarse t¨ªmidamente a la casa, equipada de c¨¢maras, para que un miembro de su escolta se asome al jard¨ªn a vigilar al merodeador. El antiguo jefe del Govern no oculta que teme ser objeto de un ataque. "Igual que pusieron una baliza de seguimiento en el coche pueden colocar un explosivo", advierte en su libro.
La escasa relaci¨®n de Puigdemont con el lugar en que se instal¨® hace nueve meses tras un breve periodo en un hotel de Bruselas y otra estancia en un apartahotel de Lovaina puede justificarse con su fren¨¦tica actividad. Imparte charlas, concede entrevistas ¡ªnunca a medios de ¨¢mbito espa?ol, a los que considera degradados y embarcados en una cruzada por desacreditarle¡ª, escribe art¨ªculos de prensa, interviene por videoconferencia en actos pol¨ªticos en Catalu?a, se re¨²ne con los exconsejeros huidos y saca tiempo para ayudar con los deberes a sus dos hijas a trav¨¦s de una pantalla o hacer alguna escapada de fin de semana cuando la familia le visita. No han trascendido nuevas salidas a la ¨®pera o a ver el f¨²tbol a un pub como en su primera etapa. Tal vez porque entonces se le acus¨® de llevar una vida de vino y rosas mientras sus excompa?eros de gabinete estaban entre rejas. ?l mismo pag¨® ese peaje carcelario en Alemania durante 12 d¨ªas. Pero dice rehuir de la autocompasi¨®n. "Dejarme llevar por la tristeza o la depresi¨®n no va con mi car¨¢cter", repite dos veces en el ensayo, en el que hace una lectura b¨¦lica del choque con el Estado: "Hace muchas semanas que estoy mentalizado de que estamos en guerra contra Espa?a".
En su af¨¢n por ganar la batalla de la opini¨®n p¨²blica europea, el pol¨ªtico gerundense no ha descuidado el flanco exterior: ha viajado a Helsinki, ?msterdam, Ginebra, Copenhague, islas Feroe o Edimburgo. La internacionalizaci¨®n ha sido el gran objetivo. En este ¨¢mbito, sus limitados ¨¦xitos y sonoros fracasos se concentran en B¨¦lgica. Ning¨²n representante de las instituciones europeas ha aceptado recibirle. Solo el nacionalismo flamenco le ha dado un respaldo sin paliativos. No solo mediante cenas y reuniones m¨¢s o menos peri¨®dicas. El presidente del parlamento de Flandes, Jan Peumans, dijo que Espa?a era indigna de pertenecer a la UE por su actuaci¨®n en Catalu?a, lo cual precipit¨® el encontronazo diplom¨¢tico con Madrid. Y la sede de la instituci¨®n acoge la exposici¨®n La revoluci¨®n de las urnas, a cuya inauguraci¨®n asisti¨® Puigdemont.
B¨¦lgica, "una decisi¨®n acertada"
Con la UE cerrando filas con Espa?a, las victorias judiciales en B¨¦lgica y Alemania han servido de p¨®lvora al independentismo para denostar a los tribunales espa?oles. La estrategia naci¨® pocos d¨ªas antes de la fuga. El concejal de Barcelona en Com¨² Jaume Asens, amigo de Toni Com¨ªn, pidi¨® al abogado Gonzalo Boye un informe con los pa¨ªses m¨¢s favorables para iniciar la batalla legal en el extranjero. El documento, de tres p¨¢ginas, inclu¨ªa una lista con los nombres de B¨¦lgica, Holanda, Reino Unido, Irlanda y Alemania. Ordenados de m¨¢s a menos recomendables.
Un a?o despu¨¦s, para Boye es obvio que la opci¨®n fue la acertada. "Claro que fue una buena idea ir a B¨¦lgica. Aunque tambi¨¦n lo habr¨ªa sido ir al resto de pa¨ªses. Lo demuestra la decisi¨®n de Alemania, una rotunda derrota del juez Llarena", estima. En paralelo, los acusados han pasado a la ofensiva en los juzgados. Queda por resolver una demanda civil contra Llarena. Otra contra la periodista Ana Rosa Quintana y Telecinco por grabar y difundir sus mensajes de m¨®vil sin permiso. Y una ¨²ltima por la colocaci¨®n de presuntas balizas de seguimiento en sus coches.
Mientras aguarda el juicio del Supremo a los pol¨ªticos presos para mover ficha ante el tribunal de Estrasburgo, la en¨¦sima reinvenci¨®n pol¨ªtica de Puigdemont, experto en buscar salidas imposibles cuando parece que nada bajo el agua en la bodega de un barco hundido, se sustenta en dos nombres. La Crida Nacional, las nuevas siglas a imagen y semejanza del expresident desde las que arrebatar el liderazgo al PDeCAT. Y el Consejo de la Rep¨²blica, presidido por el propio Puigdemont y en la pr¨¢ctica manejado por Com¨ªn en las labores ejecutivas, que ser¨¢ presentado este martes.
Partidario de la unidad de acci¨®n y de una lista ¨²nica independentista, la transversalidad de Puigdemont puede despistar. "Detestaba la tendencia de los partidos al sectarismo y todav¨ªa hoy la detesto. Aunque milito en uno, tengo mi propio punto de vista", afirma en su libro, donde reconoce tener "una pulsi¨®n anarquista". Hay quien dice que es un convergente que piensa como si fuera de ERC y act¨²a como la CUP. En un momento en que las ideolog¨ªas aparecen opacadas por la cuesti¨®n nacional, Com¨ªn, uno de sus colaboradores m¨¢s cercanos, lo sit¨²a as¨ª en las etiquetas pol¨ªticas tradicionales: "Dir¨ªa que es m¨¢s de centro izquierda".
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