Santiago Abascal, el fan de Marine Le Pen
El l¨ªder de Vox estimula a la extrema derecha espa?ola con su trayectoria de pol¨ªtica a contracorriente
Santiago Abascal (Bilbao, 1976) naci¨® el 14 de abril, d¨ªa de la Rep¨²blica. Un escarmiento embrionario al que ha tratado de poner remedio abjurando de ella. Y perseverando en una carrera pol¨ªtica prematura y a contracorriente que le proporcion¨® su mayor satisfacci¨®n el pasado 7 de octubre en Vistalegre. All¨ª donde Pablo Iglesias proclam¨® su asalto a los cielos, el l¨ªder de Vox prometi¨® devolver a Espa?a su orgullo y su grandeza. Un mitin multitudinario cuyas banderas y euforia contradicen la marginalidad que la formaci¨®n de extrema derecha desempe?aba desde que el propio Abascal la fund¨® en el a?o 2014, desenga?ado de la indolencia del Partido Popular.
Refuta Abascal la categor¨ªa ultra, pero las cien medidas de su programa pol¨ªtico implican la reescritura de la Constituci¨®n y sobrentienden un ¨¦nfasis antifeminista, antiglobalizador, antieuropeo, autoritario, confesional, xen¨®fobo que identifican a Vox con los partidos extremistas europeos.
El propio Abascal, con menos telegenia y carisma que sus colegas internacionales, ha frecuentado los m¨ªtines de Le Pen y sostiene que Marine es el espejo en que debe mirarse la nueva pol¨ªtica, aunque la pujanza del Frente Nacional, finalista de las ¨²ltimas presidenciales, no puede equipararse al tama?o discreto de Vox. El CIS le concede un margen del 1,4% y otros sondeos sostienen que el partido obtendr¨ªa un par de esca?os o tres en los comicios europeos de 2019. Ser¨ªa la manera de abandonar la insignificancia. De emular cuanto hizo Podemos a la izquierda de la izquierda. Y de prepararse a la entrada del Parlamento aireando la bandera del patrioterismo y del populismo en nombre de los otros indignados. Espa?a parec¨ªa haber cauterizado la representaci¨®n parlamentaria de la extrema derecha, entre otras razones por la dilataci¨®n de cuatro d¨¦cadas del franquismo. Y no parece casual que la resurrecci¨®n de Vox, tras cuatro a?os de anonimato, coincidida con la exhumaci¨®n del Caudillo y la crisis catalana. Abascal sostiene que a los conservadores les acompleja reaccionar con mano dura al desaf¨ªo independentista.
Lo conoce bien Abascal porque lo padeci¨® en Euskadi. Y lo padecieron su abuelo, alcalde franquista en Amurrio (?lava), y su padre, l¨ªder de Alianza Popular en el Pa¨ªs Vasco. Abascal, que se apunt¨® al PP al cumplir 18 a?os, fue concejal en Llodio (?lava) y lo amenazaron y agredieron el d¨ªa que recogi¨® su acta. Ten¨ªa 23 a?os y sobrevivi¨® en una atm¨®sfera de hostilidad y de acoso que lo ha armado para cualquier contratiempo. En sentido simb¨®lico. Y en sentido real. Abascal convivi¨® con escoltas y lleva todav¨ªa una pistola Smith and Wesson. Un remedo de los a?os de plomo. Y una expresi¨®n de la propaganda de la inseguridad que ¨¦l airea en los plat¨®s. Vox ha venido a salvarnos de peligros que dramatizan, empezando por los extranjeros. Y por la eficacia emocional de un lema inspirado en esl¨®ganes de Le Pen y Trump desde principios antiglobalizadores: Espa?a para los espa?oles.
Vox es un partido filocastrense. Y nacionalcat¨®lico. La primera premisa se la inculc¨® el lugarteniente Javier Ortega, secretario general, ex boina verde y ex¨¦geta del modelo autoritario. La segunda, Roc¨ªo Monasterio, presidenta de Vox en Madrid y depositaria de esencias religioso-identitarias en la psicosis del islamismo. Se trata de emular el orgullo cristiano de Orb¨¢n en Hungr¨ªa o de Duda en Polonia. El crucifijo como exorcismo a la ¡°invasi¨®n¡± musulmana. ¡°Dios, patria y familia¡± es el lema menos visible de Vox. Y puede que el m¨¢s inc¨®modo para Abascal. Se divorci¨® de su primera mujer (tuvieron dos hijos) y convive ahora con una bloguera bastante popular entre embarazadas y primerizas, Lidia Bedman, con la que ha tenido otros dos ni?os.
Refuta la categor¨ªa ultra, pero el programa de Vox lo identifica con el extremismo europeo
Ya dec¨ªa Iglesias que la pol¨ªtica exige cabalgar en las contradicciones. Y ha sido Abascal un pol¨ªtico inquieto e indomesticable. Permaneci¨® en el PP desde 1994 hasta 2013. Fue concejal en Llodio (1999-2007) y diputado auton¨®mico (2005-2009), lo que no le impidi¨® alejarse del partido. No tanto por los esc¨¢ndalos de corrupci¨®n, sino por la tibieza de Rajoy en la gesti¨®n del independentismo. Consigui¨® la adhesi¨®n de Alejo Vidal-Quadras y la comprensi¨®n de Esperanza Aguirre, no solo su mentora, sino presidenta de la Comunidad de Madrid cuando ¨¦l, licenciado en Sociolog¨ªa por Deusto, fue nombrado director de la agencia auton¨®mica de Protecci¨®n de Datos, y beneficiario de una subvenci¨®n de 183.000 euros como trabajador ¨²nico de la Fundaci¨®n para el Mecenazgo y el Patrocinio Social. Es uno de sus pasajes de nepotismo m¨¢s oscuros, aunque se erige como timonel de la transparencia y la lucha contra la corrupci¨®n, muchas veces a bordo de sus tres motos. Una es una Yamaha vintage que le regal¨® su suegro y que pilota James Bond en El ma?ana nunca muere, aunque hay otros t¨ªtulos que definen al agente de Vox. Al servicio de su majestad, porque cree en la monarqu¨ªa. Y Solo se vive dos veces, porque ha logrado reencarnar la extrema derecha espa?ola con la paciencia y obstinaci¨®n con que cuida sus bons¨¢is. De momento, ha colocado a su partido en el debate nacional. Ha forzado la preocupaci¨®n de Pablo Casado (PP). Y es consciente de un caladero de un mill¨®n de votantes que podr¨ªan conducirlo a hombros por la escalera de los leones.
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