Los narcoguardias de Isla Mayor, a prisi¨®n
La Audiencia Nacional condena a cuatro agentes del instituto armado por facilitar la entrada de hach¨ªs por el Guadalquivir
Al guardia civil Francisco Javier C¨¢ceres Borrero, de 43 a?os, con poco pelo y la cabeza afeitada, algunos lo conoc¨ªan en Isla Mayor como el sargento calvo, aunque, seg¨²n ¨¦l, nadie se lo dijo nunca a la cara. Este detalle sobre la falsedad natural de la gente es el ¨²nico aspecto que la Audiencia Nacional se ha cre¨ªdo de la declaraci¨®n del antiguo comandante del puesto de la Guardia Civil en la localidad sevillana, situada en las marismas del Guadalquivir. C¨¢ceres ha sido condenado a 14 a?os de prisi¨®n por ponerse al servicio de una banda de traficantes que introduc¨ªa hach¨ªs desde Marruecos y facilitar la entrada de alijos a cambio de dinero. El sargento, detenido en la Nochevieja de 2016, se empe?¨® en negar los hechos. Otros tres subordinados suyos reconocieron su culpa y se han conformado con cuatro a?os y medio de prisi¨®n.
La sentencia, publicada ayer, recoge que los d¨ªas 7 y 10 de abril de 2016, por la noche, el sargento C¨¢ceres cogi¨® su coche particular, un Opel Insignia, y se traslad¨® al pol¨ªgono industrial La Estrella, de Coria del R¨ªo. Al veh¨ªculo se subi¨® Francisco Antonio Rodr¨ªguez Cordero, El Negro, un narco local de 37 a?os. El suboficial, con problemas econ¨®micos, hab¨ªa pedido a un vecino suyo, Manuel Carrasco, miembro de la banda, que le pusiera en contacto con el traficante para hacerle una oferta. En el coche, al amparo de la oscuridad, el sargento y el narco acordaron que miembros de la comandancia dar¨ªan protecci¨®n a los alijos a cambio de un pago inicial de 6.000 euros y de 20.000 cada vez que un cargamento de droga llegara con ¨¦xito a las costas espa?olas.
Los hombres de C¨¢ceres facilitaron a la organizaci¨®n datos sobre los recorridos de las patrullas de la Guardia Civil. El Negro entreg¨® a los agentes, a trav¨¦s del vecino del sargento, hasta tres tel¨¦fonos m¨®viles para que le informaran de los movimientos de las fuerzas de seguridad y de cualquier veh¨ªculo sospechoso que pudiera vigilar sus descargas de hach¨ªs. De ese modo pod¨ªan saber si estaban siendo investigados por otras comandancias. Los guardias entregaron al traficante la llave de una cancela que permite acceder a una zona restringida del parque natural de Do?ana, lo que facilitaba el desembarco ilegal. El sargento C¨¢ceres y el guardia Luciano Mart¨ªnez vigilaban estas zonas con frecuencia en la furgoneta particular de este ¨²ltimo.
En diciembre de 2016, la Comandancia de la Guardia Civil de Sevilla, que ya estaba sobre los pasos de los agentes corruptos, pidi¨® informaci¨®n al puesto de Isla Mayor sobre las personas de la zona que se dedicaban al tr¨¢fico de hach¨ªs. El guardia Luciano Mart¨ªnez, que para entonces hab¨ªa desplazado al sargento C¨¢ceres en los contactos con los contrabandistas, solo suministr¨® datos sobre bandas rivales del Negro.
La colaboraci¨®n del mando policial de Isla Mayor con los traficantes de la zona, seg¨²n la sentencia, se inici¨® en 2012. Entre ese a?o y su detenci¨®n el sargento obtuvo de manera ilegal 22.040 euros, que fue ingresando en peque?as cantidades para no llamar la atenci¨®n ¨Cel llamado pitufeo¨C en una cuenta bancaria que compart¨ªa con su esposa. Adem¨¢s, en su casa, los investigadores encontraron otros 2.350 euros en met¨¢lico.
En el juicio, el sargento C¨¢ceres sostuvo que su participaci¨®n en las operaciones de tr¨¢fico de droga era profesional, para obtener informaci¨®n policial y que cogi¨® el dinero que le dieron para no levantar sospechas. Seg¨²n la sentencia, de la que ha sido ponente la magistrada Manuela Fern¨¢ndez Prado, estas manifestaciones ¡°carecen de la m¨¢s m¨ªnima verosimilitud¡±. ¡°De ser cierto que ¨¦l trataba de descubrir operaciones de narcotr¨¢fico, su principal preocupaci¨®n deber¨ªa haber sido la responsabilidad de sus propios hombres¡±, afirma el tribunal. El resto de guardias implicados reconocieron en la vista oral que estaban trabajando para facilitar la entrada de hach¨ªs.
En una de las conversaciones grabadas con autorizaci¨®n judicial se escucha al guardia Luciano Mart¨ªnez, de 55 a?os, decirle al sargento: ¡°Yo no me jubilo mientras esta gente siga ah¨ª, cobro 3.000 pavos, m¨¢s que media Comandancia junta¡±. En otra conversaci¨®n, Mart¨ªnez y otro compa?ero comentan que el sargento est¨¢ ¡°muy necesitado de dinero y dando vueltas por ah¨ª¡± y dando pie a que ¡°entre lo que no est¨¢ escrito¡± y a que ¡°no se entere y no cobre ni un duro¡±. Para entonces, C¨¢ceres ya sospechaba que sus subordinados se estaban enriqueciendo a sus espaldas.
En el juicio, celebrado entre el 21 y el 28 de marzo pasados, el sargento trat¨® de justificar sus ingresos irregulares a una herencia de su abuela materna, al dinero que recibi¨® de su madre por la venta de un piso y por los regalos de la comuni¨®n de su hijo. Tambi¨¦n asegur¨® que en sus ratos libres arreglaba aparatos de aire acondicionado. ¡°De todos esos ingresos no aporta elemento indiciario alguno que avale su existencia¡±, se?ala la sentencia. El sargento calvo y sus hombres no volver¨¢n a la Guardia Civil.
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