Hasta que desaparezca o se produzca
Todo estaba escrito. Y sin embargo el 'proc¨¦s' mantiene una innata capacidad de sorpresa que hace de cada d¨ªa hist¨®rico un d¨ªa distinto
De la plaza Catalunya al aeropuerto de El Prat hay 16 kil¨®metros, m¨¢s de tres horas andando. Un 14 de octubre que lo parec¨ªa de junio, con todo el mundo en manga corta; mucho calor y mucha humedad a las doce de la ma?ana, cuando se empez¨® a disolver la manifestaci¨®n del centro para que todo el mundo se pudiese ir a ocupar el aeropuerto: a falta de parar la ciudad, que ya reacciona como un organismo entrenado para la supervivencia tras meses as¨ª, cientos de personas se fueron a parar los aviones. Y as¨ª fue como la imagen de columnas de gente meti¨¦ndose en la autov¨ªa y filtr¨¢ndose entre los coches parados dio la medida del jaleo en el que qued¨® sumido el aer¨®dromo y sus alrededores; una escena de pel¨ªcula de cat¨¢strofes para tener repercusi¨®n internacional y un golpe de mano contra el Gobierno para tratar de impedir la normalidad en Catalu?a tras la sentencia de juicio del proceso soberanista.
Despu¨¦s de a?os de concentraciones, cadenas humanas, lazos y dem¨¢s acciones, algunas de ellas ex¨®ticas, lo que hizo el independentismo este lunes fue dar un paso adelante en su enfrentamiento con el Estado y hacerlo no a trav¨¦s de sus representantes pol¨ªticos, que ese ya se dio con el resultado conocido, sino de la gente de la calle. Esa gente se manten¨ªa a las nueve de la noche en la T1 de El Prat animada y excitada por autoridades huidas, como el expresident Carles Puigdemont, y en ejercicio, como el presidente actual Quim Torra, cuya polic¨ªa del Govern se dedic¨® a cargar en El Prat contra los manifestantes en una de esas escenas que resumen el rumbo del procesismo
Todo estaba escrito (no solo se esperaba una sentencia as¨ª, sino que se fue sabiendo casi por entregas en los ¨²ltimos d¨ªas) y sin embargo el proc¨¦s mantiene, tanto en Barcelona como en Madrid, una innata capacidad de sorpresa que hace de cada d¨ªa hist¨®rico un d¨ªa distinto. Se desconoce a estas horas si la jornada callejera de este lunes tambi¨¦n quedar¨¢ en el calendario como un d¨ªa m¨¢s de protestas o el embri¨®n, tan esperado por los l¨ªderes independentistas, de una movilizaci¨®n hist¨®rica que equiparar a las revoluciones a las que citan y miran.
La noticia falsa de una caravana de coches bajo la lluvia en Madrid, distribuida por los perfiles de Tsunami Democr¨¤tic y atribuida a la llegada de 1.200 veh¨ªculos destinados a parar Barajas, da para pensar que no, y sin embargo, parad¨®jicamente, cuanto m¨¢s pasan los d¨ªas m¨¢s cala la sensaci¨®n en Catalu?a de que el independentismo pierde batallas para ganar adeptos, y que cada victoria del Estado espa?ol, incluso cuando se trata de la mera aplicaci¨®n de la justicia, le separa m¨¢s de esa otra Catalu?a, la tercera, que no defiende la independencia ni la vota, pero se moviliza con los que s¨ª cuando ¨²nicamente le dan dos opciones a elegir. Que es lo que suele ocurrir cuando la pol¨ªtica traslada sus traumas a la calle: una decisi¨®n envenenada en ausencia de grises.
Las im¨¢genes de las muchedumbres en el aeropuerto, a sus puertas y dentro (¡°el agua siempre se filtra, be water¡±, animaba Tsunami), explican esa otra Catalu?a que tiene en Barcelona una capital mundial del turismo. Tan impactante era ver a la gente cantando y a la polic¨ªa cargando como ver a esos turistas que parece que tienen, por el mero hecho de serlo, aspecto de despistados, saliendo con su malet¨ªn con ruedas mirando a todas partes, diciendo ¡°what the fuck¡± ["pero qu¨¦ carajo"] y, p¨¢lidos, enterarse de que hay que tirar hacia Barcelona andando.
Esos turistas y los que pululaban a esas horas en la ciudad, que no solo preguntan sino que tambi¨¦n responden dudas de otros como ellos, mantienen con los espa?oles una distancia parecida a la que hay entre la ciudad y el aeropuerto, 16 kil¨®metros y tres horas andando; la distancia que hay para ver desde dentro un conflicto pol¨ªtico del cual se van a marchar respecto a otros como los independentistas y los constitucionalistas, obligados a ver, moverse y opinar de acuerdo a un conflicto del cual est¨¢ tan lejos la soluci¨®n que solo queda acostumbrarse a convivir con ¨¦l; con la ruptura, hasta que desaparezca o se produzca.
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