La mentirosa compulsiva que mand¨® matar a sus padres cuando descubrieron que falsific¨® sus notas desde los a?os de instituto
La canadiense Jennifer Pan perge?¨® desde 2010 un plan para asesinar a sus progenitores tras a?os de mentiras sobre sus resultados acad¨¦micos, su trabajo y su vida
Sus padres la controlaban en todo. A Jennifer Pan, una canadiense nacida de 1986 en una familia de origen asi¨¢tico, le exig¨ªan sobresalientes en sus notas. No pod¨ªa hacer cosas de una chica de su edad: el ¨²nico tiempo en el que no estaba bajo la supervisi¨®n directa de sus padres era el que pasaba en el colegio. El resto: clases de piano, de flauta y de patinaje art¨ªstico. Sus progenitores ten¨ªan la esperanza de que alg¨²n d¨ªa se convirtiera en deportista ol¨ªmpica, algo que impidi¨® la rotura del ligamento de una de sus rodillas.
Las mentiras comenzaron ya en la escuela, seg¨²n relata Medium. En las calificaciones, muchos sobresalientes eran en realidad notas m¨¢s bajas, pero ella se las ingeniaba para falsificar los boletines. Y a pesar de esas falsas buenas notas, sus padres no bajaban la guardia: cuando lleg¨® a adolescente, le imped¨ªan tener cualquier tipo de relaci¨®n con chicos. La prohibici¨®n afectaba incluso a los bailes del instituto, pero eso no impidi¨® que conociera a Daniel el primer a?o de? secundaria, en la banda de m¨²sica, y que viajara junto a sus compa?eros m¨²sicos a Europa. All¨ª Daniel y ella se enamoraron, aunque lo ocultaron. Tambi¨¦n mantuvo en secreto que hab¨ªa sido rechazada en la Universidad Ryerson, en Toronto. Todo el mundo pensaba que la hab¨ªan admitido: ten¨ªa una carta de aceptaci¨®n (falsificada) para demostrarlo. Dif¨ªcilmente pod¨ªa acceder a la educaci¨®n superior si ni siquiera hab¨ªa obtenido el t¨ªtulo de secundaria, algo que, obviamente, tambi¨¦n tap¨®.
Su padre quer¨ªa que estudiara Farmacia, y eso le hizo creer que estudiar¨ªa en Ryerson. El dinero no era un problema, porque supuestamente hab¨ªa recibido un pr¨¦stamo universitario y adem¨¢s convenci¨® a su padre de que iba a recibir una beca de 3.000 d¨®lares, seg¨²n los datos recopilados por la revista Toronto Life. Tambi¨¦n eso era falso. Compr¨® algunos libros de texto y se empap¨® con el contenido de algunos documentales para aparentar ser una estudiante de farmacia modelo. Su verdadera fuente de ingresos eran las clases de piano y su trabajo en un restaurante. Dec¨ªa que viv¨ªa con una compa?era de piso, pero su compa?ero real era su novio, Daniel. Cuando lleg¨® la hora de graduarse tuvo que inventarse una excusa sobre el aforo del sal¨®n de actos para que sus padres no acudieran y seguir manteniendo la mentira.
Como si fuera una versi¨®n femenina de Jean-Claude Romand, el hombre que asesin¨® a su esposa, hijos y padres tras enga?arlos durante a?os sobre su formaci¨®n y su trabajo, y que inspir¨® la novela El adversario, de Emmanuel Carr¨¨re, Jennifer aumentaba cada vez m¨¢s el alcance de sus embustes. De los estudios al trabajo: mentira era que hubiera conseguido una plaza en un laboratorio de an¨¢lisis de sangre en un hospital, como les dijo a sus padres.
Ya con la mosca detr¨¢s de la oreja, los ellos quisieron acompa?arla al centro m¨¦dico donde supuestamente trabajaba como voluntaria. Todo el montaje vital de la joven estaba en peligro. Su ¨²nico recurso entonces fue escapar cuando ya estaban dentro de las instalaciones, lo que aument¨® las sospechas. Estas se hicieron m¨¢s s¨®lidas cuando decidieron llamar a la amiga con la que supuestamente hab¨ªa convivido tantos a?os: todo era mentira.
La furia de los padres los llev¨® a tomar medidas severas de control sobre ella, una mujer que ya era adulta por entonces. La forzaron a dejar su trabajo, instalaron un dispositivo de seguimiento por GPS en su veh¨ªculo. La supervisi¨®n era tan f¨¦rrea, que el novio de Jennifer Pan termin¨® rompiendo con ella.
En 2010, retom¨® la amistad con un viejo amigo del instituto, Andrew Montemayor, que le confes¨® que quer¨ªa matar a su padre. Jennifer Pan pens¨® en hacer lo mismo. Junto a otra persona, idearon un plan para asesinarlo a cambio de 1.500 d¨®lares (1.275 euros) que le pagar¨ªa al sicario, que result¨® ser un estafador: huy¨® con el dinero sin cumplir el encargo. Recuperada la relaci¨®n con Daniel, retom¨® la idea de acabar con la vida de sus padres. Un nuevo contacto se ofrec¨ªa a cometer el doble crimen por 10.000 d¨®lares (8.500 euros), contando con la ayuda de otro hombre y de Daniel.
Y, as¨ª, la noche del 8 de noviembre de 2010, Jennifer le franque¨® el paso a la casa familiar a los sicarios. "Ten¨¦is acceso VIP", le escribi¨® al m¨®vil al novio, para que entraran. Forzaron a los Pan, padre, madre e hija, a que bajaran a la planta baja, les exigieron que les entregasen todo el dinero que tuvieran y la llevaron a ella a la planta de arriba, donde la ataron. Poco despu¨¦s, les dispararon en la cabeza, seg¨²n la sentencia.
Entonces la joven llam¨® a la polic¨ªa para avisar de que hab¨ªa o¨ªdo disparos. Su padre hab¨ªa conseguido zafarse, salir a la calle y pedir ayuda a un vecino, y logr¨® llegar con vida al hospital. La madre no sobrevivi¨®.
A la polic¨ªa le extra?aba que en el robo los ladrones no se hubieran llevado nada valioso aparte del dinero. Tambi¨¦n que los asaltantes hubieran entrado directamente por la puerta principal del domicilio, como si nada se lo impidiese. El relato del padre al despertar del coma inducido en el hospital reafirm¨® las sospechas policiales: su hija parec¨ªa conocer a los asaltantes. Rodeada nuevamente por miradas inquisitivas, la joven dijo que sufr¨ªa depresi¨®n y que hab¨ªa acordado con los asesinos que la mataran a ella, pero que se confundieron y atacaron a sus padres.
Cuatro a?os despu¨¦s, en diciembre de 2014, Jennifer y sus tres compinches fueron considerados culpables y luego condenados a cadena perpetua. A los 25 a?os tendr¨¢n derecho a que se estudie su libertad provisional. El padre, mermado por las heridas causadas por culpa de su hija, qued¨® impedido para trabajar.
Lea m¨¢s temas de blogs y s¨ªganos en Flipboard.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.