?Podr¨ªa el f¨²tbol contribuir a prevenir el suicidio?
La prevenci¨®n del suicidio no es asunto exclusivo de los profesionales sanitarios. Es un reto de la sociedad civil y el f¨²tbol puede jugar un papel central
Mi paciente se llama Fidel, tiene depresi¨®n y sus pulmones est¨¢n colapsados por una enfermedad cr¨®nica. Acude a la consulta con gafas nasales y arrastrando una bombona de ox¨ªgeno. Su mujer lo abandon¨® hace meses, vive en una habitaci¨®n alquilada y cobra una exigua pensi¨®n. Nunca habla de por qu¨¦ su hija tarda tanto en llamarle, no se explica por qu¨¦ se ha desentendido tanto de ¨¦l, ¡°estar¨¢ a sus cosas¡± dice con languidez. Me mira a los ojos y se sincera: ¡°Doctor, a m¨ª ya solo me queda el Atleti¡±.
Fidel tiene el perfil que los estudios sobre suicidio denominan de alto riesgo. Tiene una ideaci¨®n de muerte permanente ¡ªconsidera que vivir conlleva demasiados pesares y anhela un descanso final¡ª, tiene un trastorno mental ¡ªen realidad dos: depresi¨®n y abuso de alcohol¡ª, es impulsivo y padece una enfermedad cr¨®nica, limitante y dolorosa. Y, sobre todo, es var¨®n. Los hombres mueren por suicidio entre 3 y 4 veces m¨¢s que las mujeres, diferencia que se ha mantenido de forma regular en las ¨²ltimas d¨¦cadas y que se ampl¨ªa de forma impresionante en la tercera edad: el 30 % de los suicidas son varones de m¨¢s de 65 a?os. Y, aunque sea m¨¢s anecd¨®tico, en nonagenarios, la tasa de suicidio es de 53 por 100.000 (y en mujeres del 4,4, doce veces menor). No hay ning¨²n pa¨ªs del mundo en el que las mujeres superen a los hombres en tasa bruta de suicidio, lo que constituye un fen¨®meno epidemiol¨®gico remarcable.
?A qu¨¦ se debe? Se suele se?alar en primer lugar la diferencia en los m¨¦todos utilizados, de mayor letalidad en los hombres (ahorcamiento y armas de fuego, frente a ingesta masiva de f¨¢rmacos y precipitaci¨®n en mujeres). Alg¨²n autor plantea hip¨®tesis biol¨®gicas en clave evolucionista, pero es r¨¢pida y fuertemente respondido (?vade retro, Satan¨¢s!), y hay bastante consenso en asumir la explicaci¨®n sociocultural, basada en el estereotipo de invulnerabilidad, provisi¨®n de recursos, status social y ¨¦xito que interiorizan muchos hombres (ll¨¢malo, si quieres, mandato patriarcal). El caso es que el hombre en apuros, desprovisto de rol familiar (viudos, separados y solteros tienen un riesgo aumentado) y social (el desempleo o la ruina reciente aparecen en la mayor¨ªa de estudios como factores de riesgo) no tiende a verbalizar su sufrimiento ni a pedir ayuda psicol¨®gica.
A menudo aplica el mecanismo de la negaci¨®n a trav¨¦s del abuso de alcohol y otros t¨®xicos, que acaban funcionando como precipitantes del impulso autodestructivo. Acuden menos a los centros de salud mental, por lo que sus trastornos mentales subyacentes no son diagnosticados ni tratados, y llaman menos a los tel¨¦fonos de la esperanza. Su socializaci¨®n pasa por intereses comunes (el f¨²tbol, la pol¨ªtica, jugar al mus) y no tanto por la expresi¨®n de su devastado mundo emocional. Obviamente, excusa decirlo, esto son generalizaciones y an¨¢lisis de tendencias estad¨ªsticas. M¨¢s all¨¢ de la dicotom¨ªa hombre-mujer, hay otros muchos factores relevantes. Las personas LGBTIQ+ tienen un riesgo muy elevado de tentativa y suicidio consumado, lo que muestra que siguen sufriendo rechazo, discriminaci¨®n y, en ocasiones, violencia.
Ahora en Espa?a se est¨¢n poniendo en marcha unos excelentes planes auton¨®micos de prevenci¨®n de suicidio (Euskadi, Catalu?a, Madrid, Arag¨®n¡), que previsiblemente ser¨¢n armonizados y completados desde la administraci¨®n estatal. Ojal¨¢ aborden este tema espec¨ªfico del que hablamos: c¨®mo hacer que esos varones de 40 a?os para arriba, desacostumbrados a hablar de emociones y vulnerabilidad personal, puedan ser ayudados antes de que acaben mal. ?Debemos esperar a que opere en ellos el cambio cultural que deseamos y se decidan a pedir cita en su centro de salud?, ?o debemos acercarnos a su mundo, sus h¨¢bitos, sus c¨®digos, y decirles que no est¨¢n solos? 4 de cada 5 espectadores de f¨²tbol son hombres, lo que constituye una magn¨ªfica oportunidad para una prevenci¨®n selectiva. Sue?o con un anuncio de La Liga que diga: ¡°quiz¨¢ todo te ha fallado, lloras por las noches, no ves salida, te sientes solo. Pero, recuerda¡ eres uno de los nuestros¡±. La ayuda ofrecida desde el club, desde las pe?as, desde ¡°los suyos¡± puede ser m¨¢s efectiva.
Ser¨ªa como cantar You¡¯ll never walk alone en Anfield, recuperar la autoestima y el se?or¨ªo de las remontadas del Bernab¨¦u, dejarse contagiar por esas criaturas, como Messi o Lamine, tocadas por los dioses¡ Como han se?alado Jorge Valdano, Santiago Segurola, Ram¨®n Besa y tantos maestros, el f¨²tbol es m¨¢s que un deporte. Aporta identidad y pertenencia a un grupo, representa una simulaci¨®n inocua de la guerra y a la vez un escaparate para hacer arte con el bal¨®n. Su estrategia tiene la sofisticaci¨®n del ajedrez y la feroz competencia ha llevado a los equipos a la excelencia. Aunque a trompicones, est¨¢ sirviendo para combatir el racismo y promover el juego limpio. En una sociedad deshumanizada, acudir al estadio, ver el partido por la tele o escuchar el Carrusel ofrece compa?¨ªa y estructura mental para mucha gente. Ahora podr¨ªa servir tambi¨¦n para ofrecer una mano tendida a aquellas personas que se agarran a su equipo como ¨²ltima opci¨®n vital. Mi paciente Fidel me cont¨®, entre respiraciones entrecortadas, que hab¨ªa estado en Lisboa (2014) y Mil¨¢n (2016), en esas finales perdidas ante el Madrid de la manera m¨¢s s¨¢dica posible (el gol de Ramos, ese penalti fallado de Griezmann¡). Perder le hab¨ªa hecho m¨¢s fuerte, m¨¢s resistente. Debajo de su jersey deshilachado, llevaba una camiseta comprada en un bazar chino de Koke Resurrecci¨®n.
La prevenci¨®n del suicidio es cosa de todos, no un asunto que puedan llevar a cabo los profesionales sanitarios por s¨ª solos. Es un reto nacional: educativo, social y cultural, centrado en el objetivo de no dejar a nadie excluido, desahuciado, solo, echado a perder. Podemos mejorar nuestro sistema de atenci¨®n a la salud mental (de hecho, es acuciante hacerlo), pero no ser¨¢ suficiente. Debemos entender que cada ciudadano, cada empresa, cada organizaci¨®n es, potencialmente, un agente anti-suicidio. Hay d¨ªas en los que los espa?oles nos llenamos de lodo y barro, incompetencia, vileza y crispaci¨®n, y parecemos sumidos en una especie de suicidio colectivo. Quiz¨¢ lo que nos ayude a muchos es recordar una noche africana del 2010: la brutal patada en el pecho de Nigel De Jong a Xabi Alonso en el minuto 28, el milagroso pie de Iker frente a Robben en el 61 y ese pase filtrado del nunca suficientemente valorado Cesc F¨¤bregas a un chico t¨ªmido, depresivo y genial llamado Andr¨¦s Iniesta. Lo dem¨¢s es Historia.
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