La octogenaria que ense?a a llegar al orgasmo
A sus 89 a?os, la estadounidense Betty Dodson, icono del feminismo, imparte talleres de sexo en su casa en Nueva York
Si las paredes del piso de Betty Dodson hablaran. Por el apartamento ubicado en el card¨ªaco Manhattan han pasado tantas mujeres en busca de placer que la artista y sex¨®loga no se atreve a calcular. A sus 89 a?os, esta vieja roquera del feminismo se vanagloria de llevar d¨¦cadas ense?ando a sus clientas t¨¦cnicas de masturbaci¨®n. La idea no le vino sola a la cabeza. Tampoco la fama. En los sesenta mont¨® org¨ªas en el mismo sal¨®n en el que hoy realiza sus talleres sexuales. Fue entonces cuando se dio cuenta de que muchas de las asistentes fing¨ªan el disfrute. En paralelo, la artista expuso sus cuadros rupturistas de vulvas y gente practicando sexo y, sin que ese fuera el prop¨®sito, las j¨®venes acudieron a ella en busca de respuestas.
Son las dos de la tarde y Betty no responde al timbre de la puerta en el piso nueve. Tampoco contesta al m¨®vil. En el p¨®rtico, el conserje se encoge de hombros suponiendo que la octogenaria no lleva puestos los aparatos auditivos. Otra vez en la novena planta. Un ama de llaves ofrece abrir el cerrojo. ¡°Aplaude para que no se asuste¡±, recomienda. El sal¨®n que tantas veces ha sido testigo de un coro de gemidos es habitado por el silencio y la quietud. Los aplausos no surten efecto. Varios pasos m¨¢s adentro, en el umbral de la habitaci¨®n, aparece un canasto con decenas de consoladores. Finalmente, una respuesta: Betty Dodson, la mujer que seis d¨¦cadas atr¨¢s se sub¨ªa arriba de las mesas para explicar c¨®mo se usaban los vibradores, aparece en la cama vistiendo ¨²nicamente una camiseta negra de manga corta.
Betty se masturba desde los cinco a?os. Si hay alguien a quien agradece haber vivido una sexualidad libre es a su madre. Una mujer de Kansas ¡°sin educaci¨®n, pero con sentido com¨²n¡±, cuenta la sex¨®loga, y alerta del da?o que hace un padre cada vez que rega?a a un ni?o por tocarse: ¡°Si le dicen que eso es asqueroso, la primera lecci¨®n sobre sexo es negativa, cuando es uno de los aspectos m¨¢s importantes en el crecimiento de una persona y que obtenga placer de ello¡±. El sal¨®n luce dos cuadros may¨²sculos firmados por la artista. Uno es de su madre a los 65 a?os posando desnuda en posici¨®n horizontal. ¡°Ella me pidi¨® que la dibujara as¨ª, ¡®como las modelos¡¯, me dijo¡±.
La segunda de cuatro hermanos, los otros tres hombres, lleg¨® a Nueva York en los cincuenta para formarse como dibujante. A los 35 a?os, cuando acab¨® su matrimonio, se desat¨® la segunda ola feminista. ¡°Yo me quer¨ªa casar de nuevo, pero no era el momento para eso. Era el momento para vivir¡±. Aparecieron las p¨ªldoras anticonceptivas, las bajas por maternidad y la organizaci¨®n pro-derechos civiles de la mujer. El libro La m¨ªstica del feminismo (1963), de Betty Friedan, le abri¨® los ojos. Dodson comulgaba con el an¨¢lisis de la autora, pero sent¨ªa que hab¨ªa dejado de lado un aspecto que cogi¨® como su bandera de lucha: la liberaci¨®n sexual de la mujer. Como artista, desarroll¨® el primer espect¨¢culo de arte er¨®tico femenino en la Galer¨ªa Wickersham y unos a?os despu¨¦s proyect¨® diapositivas de vulvas en la NOW Sexuality Conference. Se volc¨® de lleno en la revoluci¨®n.
En paralelo a la exhibici¨®n de sus obras, comenz¨® a asistir a reuniones de feministas y le sugirieron que armara su propio grupo. Invit¨® a sus amigas, novias y vecinas a ¡°fiestas sexuales¡± donde compart¨ªan sus experiencias. ¡°Eran solo quejas, muy aburrido: ¡®Creo que mi marido me enga?a¡¯, ¡®nunca recoge la basura¡¯, ¡®gasta mucho dinero en esto¡¯. As¨ª que ten¨ªa estas mujeres que no sab¨ªan nada de sexo y decid¨ª ense?arles. Yo follaba un mont¨®n, algo de lo que me enorgullec¨ªa y eso era raro para la ¨¦poca¡±, relata con aires de que a¨²n le complace. ¡°Sent¨ª la necesidad de instruirlas, el orgasmo no se logra por arte de magia¡±. Para ella, esa autonom¨ªa sexual representa una dosis de libertad para las mujeres; un momento donde se reconcilian consigo mismas y se alejan de sus inseguridades.
Las im¨¢genes de las conferencias que impart¨ªa Betty est¨¢n expuestas en la Biblioteca de la Universidad de Harvard en la secci¨®n ¡°La historia de la mujer en Am¨¦rica¡±. A fines de los sesenta fue una pionera en explicar p¨²blicamente el uso correcto de los vibradores. ¡°Los hombres se re¨ªan de m¨ª. Me pon¨ªan apodos vulgares, incluso mis hermanos, pero nunca me sent¨ª intimidada por eso¡±, aclara. Gloria Steinem, el gran referente de la segunda ola junto a Friedan, describi¨® a Dodson como una de las ¡°primeras feministas¡± tras escucharla debatir en un antro oscuro. ¡°Fue la primera vez que escuch¨¦ a las mujeres ser honestas sexualmente en p¨²blico", dijo en su momento.
La cama matrimonial semi deshecha es vigilada por una fotograf¨ªa de uno de sus talleres de fin de semana (1.200 d¨®lares, 1.063 euros): un grupo de mujeres desnudas de distintas edades, tama?os y or¨ªgenes, posan sonrientes. ¡°En general vienen chicas de entre 30 y 50 a?os. Muchas nunca se han tocado en su vida¡±, relata. En los cursos, las asistentes hablan de su intimidad, se enfrentan a sus genitales frente a un espejo, se tocan, hacen ejercicios respiratorios y lo que viene a continuaci¨®n... Betty no lo cuenta. Tambi¨¦n hace sesiones privadas de una tarde (1.500 d¨®lares, 1.330 euros) demandadas principalmente por se?oras mayores. El medio siglo que lleva Dodson en el negocio la ha llevado a una conclusi¨®n decepcionante: ¡°Seguimos reprimidas¡±. Responsabiliza a la religi¨®n, especialmente a la cat¨®lica. Sobre qu¨¦ ha mejorado, tras una larga pausa responde que Internet: ¡°Ya no pueden controlarnos como antes¡±, afirma con una risa casi maquiav¨¦lica.
El movimiento #MeToo no le gusta. ¡°La idea de ser una v¨ªctima indefensa nunca se me ha pasado por la cabeza. Mis amigas piensan que es importante que expresemos el dolor, pero creo que lo hacemos demasiado. Me dan ganas de decirles ¡®contin¨²a con tu vida, toma una clase de defensa personal¡¯. A todo hombre que ha intentado follarme y yo no he querido, lo he tumbado. Y no gritaba ayuda, ayuda, ayuda (exclama simulando la voz de una ni?a)¡±. Sobre qu¨¦ hacer para cambiar las cosas, contesta que "esa es la pregunta de los 64 millones de d¨®lares", pero que todo ayuda, aunque "falta mucho para que seamos iguales. Lo principal es conseguir la equidad salarial".
La mujer que ha visto partir a sus padres y a sus tres hermanos cumpli¨® 89 a?os en agosto. En medio de la mesa donde transcurre la entrevista hay un cenicero en el que reposa una pipa de marihuana y un cigarro de liar a medio fumar. No tiene una respuesta sobre c¨®mo logra mantenerse fuerte, pero reconoce que las pastillas ayudan. Tiene varias, m¨¢s de mil, quiz¨¢. Los frascos de los medicamentos est¨¢n perfectamente ordenados en una repisa que escolta la puerta de la cocina, como si se tratara de una de sus obras expuestas. ¡°Yo no tengo nada que ocultar¡±, confirma una vez m¨¢s la mujer que lleva 50 a?os luchando para quitar el velo que cubre la sexualidad femenina.
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