Otro 11-S sume a Nueva York en la impotencia
La cat¨¢strofe no es ajena a la historia de la ciudad, pero la crisis del coronavirus, a diferencia de otras, ha vaciado sus calles plet¨®ricas
El primer caso se detect¨® a principios de marzo, en un suburbio al norte de la ciudad. Tres semanas despu¨¦s, Nueva York contabilizaba la mitad de los casos de coronavirus de Estados Unidos y cerca del 5% del total a escala global. Se tard¨® en tomar la decisi¨®n, pero por fin, a mediados de la semana pasada, el gobernador del Estado, Andrew Cuomo, decret¨® el confinamiento de la poblaci¨®n, efectivo a partir del domingo al anochecer. Nueva York se adentraba as¨ª en territorio desconocido.
El confinamiento al que desde entonces est¨¢ sometida la ciudad no es distinto del que se ha impuesto en otras partes del mundo, pero lo que hace de Nueva York un caso especial es que muchos sienten la ciudad como un lugar que trasciende sus l¨ªmites, como si lo que ocurre all¨ª nos afectara de alg¨²n modo a todos. Los sentimientos dominantes son los mismos que en otros lugares: impotencia, p¨¢nico y la sensaci¨®n de que cuando esto pase, las cosas habr¨¢n cambiado para siempre. A escala nacional, frustraci¨®n ante la falta de visi¨®n y liderazgo demostrados por la Casa Blanca y las autoridades federales.
La palabra m¨¢s adecuada para designar lo que sucede es cat¨¢strofe, t¨¦rmino que en modo alguno es ajeno a la historia de la ciudad, jalonada de desastres de gran envergadura: accidentes a¨¦reos, incendios que arrasaron barrios enteros, apagones de proporciones m¨ªticas, huracanes que causaron una devastaci¨®n indecible. De todas estas cat¨¢strofes, la que dej¨® una huella m¨¢s profunda fue el ataque terrorista perpetrado contra el World Trade Center el 11 de septiembre de 2001. Millones de personas de todos los rincones del planeta contemplaron en directo la tragedia por televisi¨®n, sintiendo en carne propia la vulnerabilidad de la ciudad herida. De aquel n¨®dulo de extra?o dolor surgieron sentimientos que persisten hoy. Lo que ocurri¨® entonces es muy distinto de lo que est¨¢ empezando a suceder ahora, salvo en la manera de interiorizar la tragedia. Cuando cayeron las Torres Gemelas, el sur de Manhattan recordaba la devastaci¨®n de una zona de guerra. La herida se extendi¨® a los cinco condados, que parec¨ªan escapar as¨ª de las coordenadas normales del espacio y del tiempo. Entonces la ciudad se paraliz¨®, pero lo hizo de una manera muy distinta a como lo ha hecho ahora.
Al d¨ªa siguiente del atentado, nadie fue a trabajar, pero todo el mundo sali¨® a la calle. Lo que ocurri¨® el domingo fue exactamente lo contrario: las calles, parques y avenidas de Manhattan, Brooklyn, el Bronx, Queens y Staten Island se vaciaron como por ensalmo. Pocas cosas m¨¢s dif¨ªciles de imaginar que una ciudad tan plet¨®rica de vida como Nueva York vac¨ªa, pero as¨ª es, independientemente de la zona del mapa que escojamos se?alar. Central Park, Times Square, Madison Avenue, los callejones del Village o Chinatown, los teatros de Broadway o los escaparates de la Quinta Avenida son lugares que todos conocemos, hayamos puesto o no el pie en ellos. Pocas veces a lo largo de su historia Wall Street experiment¨® paradas cardiacas como las que ha padecido ahora.
La rabiosa independencia de car¨¢cter de los neoyorquinos impide hacer generalizaciones. Cada barrio reacciona conforme a su peculiar idiosincrasia, y lo mismo ocurre con los distintos estamentos sociales. ?C¨®mo confinar al ej¨¦rcito de homeless que tiene como residencia fija la calle? ?O a quienes dependen de su dosis diaria de hero¨ªna? Los millonarios, que en esta ciudad tienen un enorme peso espec¨ªfico, se han refugiado en sus propiedades lejos de Manhattan. Por supuesto, lo que cuenta por encima de todo es la inmensa mayor¨ªa de trabajadores y profesionales: actores, camareros, abogados, artistas, agentes inmobiliarios¡ personal sanitario.
Toda crisis tiene su centro de gravedad que cabe fijar en un lugar f¨ªsico, en el caso de Nueva York, un rascacielos. En esta ocasi¨®n, el centro de gravedad moral de la ciudad es el rascacielos que alberga la redacci¨®n de The New York Times, en la calle 41, aunque sus oficinas est¨¦n todas desocupadas. Depositario de la conciencia ciudadana, estos d¨ªas nadie ha sabido tomar el pulso a la ciudad mejor que el formidable equipo de reporteros y columnistas del peri¨®dico, obligados ahora a trabajar desde sus casas. Centinela de la verdad en la era de las fake-news, la bit¨¢cora de noticias de ¨²ltima hora del diario neoyorquino es la mejor manera, la ¨²nica tal vez, que tienen los ciudadanos para orientarse en el caos.
Fotos | Las calles se vac¨ªan en EE UU por la pandemia
En medio de la vor¨¢gine, sobrepasadas por la magnitud de los acontecimientos dos voces se han hecho o¨ªr con distinto nivel de eficacia: la de Andrew Cuomo, gobernador del Estado, y la de Bill de Blasio, alcalde de la ciudad. Sus opiniones, con frecuencia encontradas, han logrado converger, aunque no ha sido f¨¢cil. Ir¨®nicamente, el poder del gobernador se superpone al del alcalde, lo cual est¨¢ en proporci¨®n inversa al peso de sus dominios respectivos. Ante la gravedad de la situaci¨®n ambos coinciden en se?alar la ineficacia de la gesti¨®n del Gobierno federal y la insuficiencia de la ayuda recibida.
Tal vez las cosas cambien en las pr¨®ximas horas, pero frente a una cat¨¢strofe cuyo alcance resulta imposible precisar, seguramente ya sea tarde. Como en el resto del planeta, se trabaja a ritmos forzados, sin horario, haciendo preparativos como transformar el gigantesco complejo de convenciones que es el Jacob K. Javits Center en un lugar de atenci¨®n hospitalaria. El caos alcanza a todas las esferas de la vida ciudadana: el n¨²mero de camas, unidades de cuidados intensivos y equipos m¨¦dicos es escandalosamente insuficiente, las universidades est¨¢n cerradas, y sus alumnos, llegados de los m¨¢s remotos puntos del pa¨ªs y del planeta, han sido intempestivamente desalojados de sus residencias. Los laboratorios de investigaci¨®n cient¨ªfica, algunos de ellos entre los m¨¢s prestigiosos del mundo, se han visto obligados a cerrar.
En el momento de escribir estas l¨ªneas, De Blasio calcula que la situaci¨®n estallar¨¢ dentro de diez d¨ªas: ¡°A escala dom¨¦stica esta va a ser la mayor crisis que hemos tenido desde la Gran Depresi¨®n¡±, afirm¨®. Poco antes hab¨ªa hecho una advertencia a¨²n m¨¢s ominosa: ¡°No lo puedo decir de manera m¨¢s clara: si el presidente no se decide a actuar habr¨¢ muertes que se hubieran podido evitar¡±.
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