La nueva normalidad enmascarada
La necesidad de contrarrestar las emociones negativas asociadas a este elemento de protecci¨®n lo convierten en un accesorio de moda, que tambi¨¦n refleja brechas raciales, sociales y de g¨¦nero
La mascarilla Louis Vuitton no existe. Ni de lona con el monograma de la firma, ni estampada con su reconocible damero. M¨¢s all¨¢ de las unidades m¨¦dicamente homologadas que el grupo Louis Vuitton Mo?t Hennessy ha confeccionado desde marzo en sus instalaciones para aprovisionar a los sanitarios franceses y algunos centros hospitalarios estadounidenses, nunca se ha puesto a la venta como producto de consumo p¨²blico. No hay rastro de ella en la tienda online oficial. Tampoco en su perfil de Instagram. Ni siquiera figura como accesorio ornamental en sus ¨²ltimas colecciones, tanto de mujer como de hombre. Y, sin embargo, la mascarilla Louis Vuitton es la sensaci¨®n de Internet. Ha estado hasta en Amazon. Algunos sitios de comercio electr¨®nico la ofrecen incluso con su correspondiente caja color ¡°azafr¨¢n imperial¡±, tono corporativo desde 2016. Todo falso.
La transformaci¨®n de un art¨ªculo sanitario en el nuevo colmo del lujo aspiracional dice mucho, aunque quiz¨¢ nada bueno, de la necesidad de la sociedad de recuperar su pulso mientras sigue inmersa en una situaci¨®n que no es normal en absoluto. Obligatorias por imposici¨®n gubernamental en casi todo el planeta, las mascarillas se han convertido en nuestro recordatorio diario de que las cosas a¨²n no van bien. De que vivimos inmersos en una crisis. M¨¢s a¨²n que el distanciamiento social, son el genuino s¨ªmbolo del miedo. Pero ah¨ª est¨¢ la moda para domesticar ese temor y desactivar las connotaciones negativas, su funesto significado. ¡°Nos guste o no, esta es la realidad que hay que afrontar. El virus est¨¢ en el aire. Si una mascarilla puede ser no solo funcional, sino tambi¨¦n atractiva, entonces ser¨¢ algo bueno, porque impulsar¨¢ a la gente a pon¨¦rsela de la forma correcta. Entiendo (y me consta) que haya voces que critican que las marcas de moda hagan dinero a costa de esta situaci¨®n, pero si as¨ª se anima a la gente a llevarlas y, adem¨¢s, se consigue que se vean bien con ellas, me parece realmente positivo¡±, opina la psic¨®loga Carolyn Mair.
Profesora de psicolog¨ªa de la moda en el London College of Fashion, Mair incide en el componente sentimental que va a condicionar la percepci¨®n social de lo que ya se intuye como el ¨²ltimo grito en accesorios. ¡°Solemos asociar objetos a las emociones. Y las emociones influyen en nuestras decisiones, creencias, acciones y comportamientos. Cuanto m¨¢s veamos algo en un contexto determinado, m¨¢s f¨¢cil ser¨¢ asociarlo profundamente en nuestra mente. Es lo que se conoce como neuroplasticidad¡±, explica la autora de The Psychology of Fashion (Routledge, 2018). ¡°Cuando algo nos produce un impacto poderoso, la conexi¨®n emocional que hacemos es instant¨¢nea. El v¨ªnculo entre memoria y emoci¨®n es muy estrecho en el cerebro. Ver una mascarilla, o un equipo de protecci¨®n personal, va a ser algo que asociemos para siempre a este momento, incluso mucho tiempo despu¨¦s de que ya no sea necesario su uso, y sobre todo para quienes hayan vivido una experiencia traum¨¢tica relacionada con la covid-19¡±, contin¨²a.
Como ya sucediera con las infames cajas de cart¨®n para guardar las m¨¢scaras de gas que deb¨ªan acarrear los brit¨¢nicos durante los bombardeos alemanes en la II Guerra Mundial, las actuales mascarillas pueden observarse como contenedores de las emociones viscerales de la poblaci¨®n. Un ejemplo es el uso de la mascarilla patri¨®tica con la bandera de Espa?a en un momento de mucha polarizaci¨®n y crispaci¨®n pol¨ªtica. En ese sentido, la posibilidad de ser objeto de manipulaci¨®n no se les escapa a los expertos. ¡°Est¨¢ claro que pueden surgir complicaciones, especialmente en t¨¦rminos de discriminaci¨®n racial: llevar la cara cubierta tiene connotaciones negativas, porque siempre se ha asociado a actividades delictivas. No hay m¨¢s que ver lo que sucede en Estados Unidos con la poblaci¨®n de color. Desafortunadamente, creo que su uso no va a ser igual para todo el mundo¡±, esgrime Mair, que tambi¨¦n advierte de posibles brechas de clase y g¨¦nero. ¡°Quiz¨¢ al convertirse en un objeto particular de moda, algunas personas puedan sentirse excluidas. He le¨ªdo que algunos hombres se sienten emasculados por tener que llevar mascarilla, como si no fueran lo suficientemente masculinos por usarla. Si no resultara tan rid¨ªculo ser¨ªa hasta gracioso¡±, opina la psic¨®loga.
Extendida entre las sociedades asi¨¢ticas no solo como protecci¨®n ante el alto nivel de contaminaci¨®n, sino tambi¨¦n como muestra de responsabilidad civil y respeto hacia los dem¨¢s (la cuesti¨®n del civismo y la higiene tiene largo recorrido en Jap¨®n, Corea del Sur, Tailandia y Singapur), la mascarilla es un elemento extra?o en Occidente, aunque su uso como complemento de moda goce de cierto predicamento en las subculturas urbanas juveniles. Marcas de streetwear (ropa casual) como la muy popular Supreme las incluyen para complementar sudaderas, cazadoras bomber y parkas. Un reflejo de la permeabilidad de las tendencias callejeras que proliferan en Tokio, Shangh¨¢i o Se¨²l, amplificadas por estrellas del pop y el hip hop que las utilizan como ornamento. La ¨²ltima, Billie Eilish en la gala de los Grammy el pasado enero, que luc¨ªa mascarilla a juego con el conjunto chandalero firmado por Gucci para ella. Estos trabajos en exclusiva para ciertos artistas hacen que quien quiera exhibir un logo como s¨ªmbolo de estatus se lance a replicarlas de manera casera, bien para uso personal, o para comercializar ilegalmente. Cadenas m¨¢s populares, como Mango, han incluido las mascarillas en sus colecciones tras la pandemia.
En Grailed.com, la principal comunidad de mercadeo de streetwear y prendas vintage (sobre todo de hombre), las b¨²squedas de mascarillas de dise?o ¡ªcuya ¨²nica funci¨®n es la est¨¦tica o, como mucho, antipoluci¨®n¡ª han doblado su n¨²mero desde el 12 de marzo. En su competidora directa, StockX, no dan abasto despachando cientos por d¨ªa. ¡°En t¨¦rminos de moda urbana, la mascarilla se ha convertido en un meme, la forma habitual de re¨ªrse de los chavales que la llevan combinada en plan total look¡±, confiesa Lawrence Schlossman, director de marca de Grailed. Aunque algunas supertiendas electr¨®nicas como Farfetch las han retirado de circulaci¨®n en cuanto sus precios se dispararon hasta casi 200 euros.
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