¡®Ley trans¡¯: m¨¢s que una batalla por el cuarto de ba?o
Se pueden, y se deben, proteger las identidades sexuales diferentes sin cuestionar las mayoritarias. Los que apoyan a la vez al feminismo y a los LGTBI asisten espantados a los ataques en torno a la norma
Las puertas de los lavabos de un restaurante costero en California estaban se?alizadas para ¡°aliens¡± y ¡°robots¡±. No intente averiguar cu¨¢l le toca: son espacios gender free. ¡°S¨¦ lo que quieras ser¡±, dec¨ªa el cartel. Choca constatar que una de las batallas de la igualdad de nuestro tiempo se libra en torno a los cuartos de ba?o, pero es as¨ª. En un gesto a los transexuales, Obama orden¨® que en los centros educativos se pudiese acceder al lavabo del sexo con que cada uno se identifique; fue una de las primeras normas que derog¨® Trump al llegar al poder.
Espa?a vive ahora un acalorado debate en torno a la ley trans, hay quien dice ley Veneno, impulsada por la ministra de Igualdad, Irene Montero, que proclama la ¡°autodeterminaci¨®n de g¨¦nero¡±. Una norma similar rige en Argentina y se aparc¨® en el Reino Unido; el asunto est¨¢ en el programa de Biden. Lo que se debate es el derecho a cambiar el sexo registrado sin que se exijan informes m¨¦dicos ni tratamientos hormonales. El fin es hacer menos penoso el proceso, ¡°despatologizarlo¡±: que cada uno sea lo que quiera ser. Otro punto espinoso ser¨¢ el de los espacios separados: lavabos y vestuarios, s¨ª, o m¨®dulos penitenciarios.
No hay un articulado a¨²n, pues la iniciativa est¨¢ en fase de consultas. Si la base es la proposici¨®n de ley de Unidas Podemos en 2018, cabe temer que se legisle desde el activismo antes que desde el rigor jur¨ªdico. El conflicto surge por el recelo de que, para acomodar mejor en la sociedad a las personas transexuales, transg¨¦nero, intersexuales, no binarias o de g¨¦nero fluido, lo que resulta loable, parezca negarse la realidad de todos los dem¨¢s, los cis, como se llama a quien est¨¢ conforme con su sexo biol¨®gico, al margen de que sea hetero, homo o bisexual. Inquieta del discurso queer que pueda llegar al extremo de presentar el sexo, y no solo el g¨¦nero, como una mera construcci¨®n cultural. Se pueden, y se deben, proteger las identidades sexuales diferentes sin cuestionar las mayoritarias.
El plan encuentra resistencias en el PSOE y contra ¨¦l se han alzado voces hist¨®ricas del feminismo. Ha surgido una denominada Alianza contra el Borrado de las Mujeres que rechaza que para ser mujer baste con decirlo. Y apela al asunto de los ba?os: ¡°La amenaza a las mujeres en estos espacios que pasar¨ªan a ser compartidos con varones es clara¡±. ?Acaso son varones las trans? (los trans parecen fuera de esta pol¨¦mica por ahora). A este pensamiento se lo ha etiquetado como feminismo radical transexcluyente, TERF por sus siglas en ingl¨¦s. Desde el bando contrario se denuncia por transfobia a quienes ¡ªcomo la escritora J. K. Rowling, diana de un boicot¡ª se oponen a que a las nacidas mujeres se las llame ahora ¡°gente que menstr¨²a¡±.
De todos los movimientos emancipadores, el feminismo es el ¨²nico que no defiende a una minor¨ªa, sino a la mitad de la poblaci¨®n. Los LGTBI s¨ª son una minor¨ªa, aunque nada irrelevante, dentro de la cual los y las trans son una peque?a parte. Estos ¨²ltimos viven una experiencia muy dura: son objeto de discriminaci¨®n, acoso y burla, a menudo sufren la marginalidad y explotaci¨®n sexual. Dar el paso exige valent¨ªa. Tienen motivos para reivindicar su dignidad.
Volvamos al cuarto de ba?o: ser¨ªa humillante forzar a alguien trans a usar el retrete de su sexo de nacimiento. Es disparatado pensar que alguien se dir¨¢ mujer para colarse en los vestuarios femeninos. No es tan absurdo temer el fraude a la hora de elegir prisi¨®n o eludir una condena por violencia de g¨¦nero. Y las competiciones deportivas traen otro dilema: lo que da ventaja ah¨ª es la testosterona, m¨¢s alta en una mujer trans si no sigui¨® un tratamiento.
Un amplio sector social que siente simpat¨ªa por las dos causas, la del feminismo y la de los LGTBI, observa espantado el dur¨ªsimo cruce de ataques e insultos en las redes sociales. E intuye que los dos movimientos, rivales del machismo ancestral, se han equivocado esta vez de enemigo.
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