El Ni?o de Turkana, nuestro ancestro mejor conservado con 1,6 millones de a?os
Tambi¨¦n conocido como Ni?o de Nariokotome por el lago de Kenia en el que fue hallado hace 37 a?os, el f¨®sil esqueleto casi completo pertenece a un ¡®Homo ergaster¡¯
La dificultad, y tambi¨¦n la satisfacci¨®n, que supone realizar un ¨¢rbol geneal¨®gico familiar e ir remont¨¢ndonos siglos atr¨¢s en nuestros antepasados puede dar una idea de la magnitud de lo que supuso el descubrimiento, hace 17 a?os, de nuestro antepasado mejor conservado: un f¨®sil esqueleto casi completo de un ni?o de 12 a?os que vivi¨® hace 1,6 millones de a?os y que dentro del g¨¦nero Homo es posterior al Homo habilis y anterior al Homo erectus y al antecessor.
Conocido con los apodos locales de Ni?o de Nariokotome o Ni?o de Turkana por la denominaci¨®n del yacimiento y del lago de Kenia, respectivamente, donde se encontr¨®, el nombre cient¨ªfico del f¨®sil es KNM-WT 15000 (cifra de referencia por Kenya National Museum-West Turkana). Se trata de un esqueleto casi completo, ya que tan solo le faltan las manos y los pies, correspondiente a un joven que falleci¨® alrededor de a los 12 a?os de edad hace aproximadamente 1,6 millones de a?os, al inicio del Pleistoceno.
Los restos fueron encontrados en la zona occidental de lo que era el lago Turkana, en la actualidad un desierto, al norte de Kenia y cerca de la frontera con Sud¨¢n y Etiop¨ªa. Dentro del ¨¢rbol filogen¨¦tico humano, en el g¨¦nero Homo, pertenecen al Homo ergaster (trabajador) y son posteriores al Homo habilis y anterior al Homo erectus y antecessor.
El Ni?o de Turkana representa el f¨®sil m¨¢s completo de los primeros humanos que se haya descubierto hasta el momento, pero el lago situado en Kenia contiene restos que abarcan cuatro millones de a?os de evoluci¨®n humana. Hoy en d¨ªa el lago Turkana se encuentra en medio de un ambiente des¨¦rtico, pero hace dos millones de a?os era una gran extensi¨®n rodeada de verde y constitu¨ªa un lugar ideal para que los humanos vivieran.
El lago, situado en una zona volc¨¢nica, era tambi¨¦n el sitio perfecto para que sus restos se fosilizaran al morir, ya que la actividad tect¨®nica mov¨ªa la corteza terrestre y creaba nuevas capas. As¨ª, los descubrimientos ¨®seos y de herramientas pertenecen a distintos periodos de la evoluci¨®n humana que, de forma casi natural y debido a la erosi¨®n por las fuertes lluvias, han dejado al descubierto los f¨®siles.
El esqueleto del bautizado como Ni?o de Turkana fue descubierto por el experto buscador y recolector de f¨®siles keniano Kamoya Kimeu, miembro del equipo de paleoantrop¨®logos que entonces dirig¨ªan Richard Leakey, director del Museo Nacional de Kenia, y Alan Walker, de la Universidad Johns Hopkins de Washington.
La forma de la pelvis revel¨® de inmediato que el hallazgo se trataba de un var¨®n, y el posterior an¨¢lisis de los huesos, en especial los alargados f¨¦mures, dieron una estatura de 160 cent¨ªmetros. Estudios posteriores ofrecieron el resultado de que el Homo ergaster, la especie a la que pertenece el Ni?o de Turkana, presentaba un desarrollo ontogen¨¦tico m¨¢s r¨¢pido que el Homo sapiens, por lo que a los 11-12 a?os de edad habr¨ªa finalizado su crecimiento y su estatura de adulto no superar¨ªa esa talla de 160 cent¨ªmetros.
Por otro lado, el estudio de los dientes contin¨²a siendo el modo m¨¢s fiable de aproximarnos al ciclo vital de estas especies extinguidas. Sin embargo, en este caso, la formaci¨®n de las coronas dentales del f¨®sil KNM-WT 15000, perteneciente en teor¨ªa a un joven inmaduro, nos ofrece datos distintos a su estudio ¨®seo. Tomando como referencia las poblaciones humanas actuales, la estatura y el desarrollo de determinadas partes esquel¨¦ticas sugieren una muerte en torno a los 12 a?os de edad; pero los datos de su histolog¨ªa dental indican que este individuo falleci¨® antes de cumplir los ocho a?os.
Estos datos permiten concluir que la duraci¨®n del ciclo vital del Homo ergaster todav¨ªa est¨¢ muy lejos del nuestro. El Ni?o de Turkana hab¨ªa alcanzado una estatura considerable y la osificaci¨®n de las articulaciones estaba mucho m¨¢s avanzada de lo que corresponder¨ªa a un ni?o o ni?a actual de ocho a?os.
Los descubridores del f¨®sil esqueleto tambi¨¦n determinaron que los huesos son pr¨¢cticamente iguales a los del hombre actual, con excepci¨®n del cr¨¢neo y la mand¨ªbula, que tienen un aspecto m¨¢s primitivo. Algunos paleoantrop¨®logos tambi¨¦n mantienen que la evoluci¨®n es diferente seg¨²n las partes del cuerpo analizadas, pero todos coinciden en que la mand¨ªbula del Ni?o de Turkana fue, junto con el lugar del descubrimiento y los sedimentos, uno de los elementos decisivos para determinar su edad, ya que presentaba muelas de leche.
Las costillas tambi¨¦n son sorprendentemente muy parecidas a las del hombre moderno, incluso la configuraci¨®n raqu¨ªdea, aunque el Ni?o de Turkana padec¨ªa una escoliosis producida, tal vez, por un accidente. Otra peculiaridad y elemento distintivo en este descubrimiento es la capacidad neurocraneal, que era de tan solo 880 cm? cuando el promedio del ser humano actual es de 1.350 cm?; es decir, correspond¨ªa a la capacidad neurocraneal de un ni?o de un a?o en la actualidad.
El estudio de la morfolog¨ªa interna del neurocr¨¢neo tambi¨¦n permite observar una concavidad para el ¨¢rea de Broca -dedicada al lenguaje articulado- bastante desarrollada; pero el peque?o hueco de las v¨¦rtebras en relaci¨®n a la del ser humano moderno tambi¨¦n indica con altas probabilidades que no pod¨ªa tener un lenguaje oral con un desarrollo ni por asomo pr¨®ximo al moderno.
Los descubridores del f¨®sil esqueleto del Ni?o de Turkana revelaron tambi¨¦n que al poner la mand¨ªbula del ni?o en el cr¨¢neo tuvieron la sensaci¨®n de encontrarse ante los restos de un hombre de Neanderthal, que es mucho m¨¢s posterior, lo que se explica por un proceso denominado neotenia, seg¨²n el cual los adultos de especies posteriores se asemejan a los j¨®venes de especies anteriores.
Junto al esqueleto del Ni?o de Turkana se encontraron tambi¨¦n algunas hachas bifaciales, por lo que se cree que fueron de los primeros hom¨ªnidos en utilizar herramientas ya elaboradas. Su alimentaci¨®n tambi¨¦n se volvi¨® m¨¢s carn¨ªvora por la falta de frutos del continente africano en esta ¨¦poca y ese cambio alimenticio supuso una reducci¨®n del tama?o de los molares.
Las causas de la muerte del joven de Turkana no est¨¢n del todo claras y se barajan tambi¨¦n varias hip¨®tesis. Una dice que no presenta signos de una grave enfermedad ni otros da?os que huesos partidos despu¨¦s de muerto, que podr¨ªan explicarse por hipop¨®tamos que pasaron sobre ¨¦l y lo fueron aprisionando en el barro, gracias a lo cual se ha conservado. La otra hip¨®tesis revela como posible causa del fallecimiento una septicemia generalizada a partir de la infecci¨®n de un molar.
Un estudio m¨¢s reciente de un grupo de paleoantrop¨®logos espa?oles ha sacado a la luz nuevos datos sobre el desarrollo del Ni?o de Turkana y de la especie Homo ergaster dentro de la evoluci¨®n humana. La principal conclusi¨®n es que la forma estilizada del humano moderno, con t¨®rax y pelvis estrecho (algo asociado con su habilidad para recorrer largas distancias), apareci¨® m¨¢s recientemente de lo que se pensaba, ya que el primer ancestro humano que se extendi¨® por el Viejo Mundo, desde ?frica hasta el sudeste asi¨¢tico, y al que hasta ahora se consideraba esbelto y estilizado, en realidad era compacto, robusto y achaparrado. El trabajo, publicado en la revista Nature Ecology and Evolution ha reconstruido en 3D la forma de la caja tor¨¢cica del ejemplar de Homo ergaster del Ni?o de Turkana, y ten¨ªa un t¨®rax m¨¢s profundo, m¨¢s ancho y m¨¢s corto que el de los humanos modernos.
Los estudios sobre c¨®mo el Ni?o de Turkana caminaba y corr¨ªa se han limitado en gran medida a las piernas y la pelvis. Sin embargo, para la carrera de resistencia, sus capacidades respiratorias tambi¨¦n habr¨ªan sido relevantes, lo que supone una gran adaptaci¨®n al medio.
Gracias al Ni?o de Turkana sabemos un poco mejor de d¨®nde venimos y c¨®mo hemos evolucionado, pero sin duda la historia que siguen revelando yacimientos como el de Nariokotome, en el extinguido lago Turkana de Kenia, contin¨²an ayud¨¢ndonos a entender mejor nuestra evoluci¨®n.
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