En la zona cero de la guerra contra el aborto en Estados Unidos
Oklahoma es el ¨²ltimo de los Estados en sumarse a la ola de leyes que recortan los derechos de salud reproductiva de las estadounidenses. Esta semana, una filtraci¨®n ha confirmado que el Supremo se dispone a tumbar un precedente de medio siglo
La zona cero del aborto en Oklahoma est¨¢ en un suburbio de Tulsa de edificios comerciales de una sola planta y aparcamientos medio vac¨ªos. All¨ª, un centro de salud reproductiva llamado Tulsa¡¯s Women Health¡¯s Clinic ha resistido hasta el final las amenazas de la severa ley estatal que fija en seis semanas el l¨ªmite para la interrupci¨®n del embarazo, lo que en la pr¨¢ctica equivale a una prohibici¨®n casi total. El final lleg¨® el martes, cuando el republicano Kevin Stitt, que dice que quiere convertirse en el ¡°gobernador m¨¢s favorable a la vida de Estados Unidos¡±, firm¨® una norma que contempla penas de hasta 10 a?os y multas de hasta 100.000 d¨®lares (94.800 euros) a quien colabore en un aborto, y eso ata?e desde al m¨¦dico que lo practique hasta al taxista que lleve a la paciente.
Oklahoma es el ¨²ltimo de los 22 Estados que torpedean un derecho arraigado en Estados Unidos desde hace medio siglo, en una oleada conservadora que podr¨ªa estar a punto de recibir el respaldo definitivo del Supremo. Seg¨²n se desprende del borrador obtenido esta semana por la web Politico, cinco de sus nueve jueces est¨¢n decididos a tumbar el precedente de la sentencia Roe contra Wade, que en 1973 consagr¨® constitucionalmente el derecho al aborto. Si eso sucede, el fallo devolver¨¢ a los Estados la ¨²ltima palabra en la materia, lo que provocar¨¢ que el pa¨ªs se parta en dos.
El Instituto Guttmacher, organizaci¨®n independiente dedicada a la investigaci¨®n sobre derechos sexuales y reproductivos, calcula que si Roe cae es m¨¢s que probable que 26 (de los 50) Estados acaben prohibiendo en mayor o menor medida el aborto. Una de sus analistas en pol¨ªtica estatal, Elisabeth Nash, detalla que, entre ellos, hay 22 cuyos parlamentos de mayor¨ªa republicana ya han promulgado leyes restrictivas o tienen normas que entrar¨¢n en efecto inmediatamente o en los meses siguientes a conocerse la sentencia del Supremo (se las llama ¡°trigger laws¡±, normas gatillo). De esos, 13 Estados prev¨¦n una ¡°prohibici¨®n total¡±. ¡°Algunas de las leyes est¨¢n impugnadas en los tribunales¡±, a?ade Nash. Luego hay cinco, Alabama, Arizona, Virginia Occidental, M¨ªchigan y Wisconsin, que tienen textos escritos antes de la sentencia de Roe, esperando desde hace m¨¢s de 50 a?os su momento de hacerse efectivos. ¡°Y Nebraska e Indiana no han hecho nada a¨²n¡±, aclara la experta, ¡°pero han anunciado sesiones legislativas especiales¡± para estudiar maneras de recortar esos derechos.
El mapa que esta oleada regresiva amenaza con dejar tras de s¨ª presenta una gran mancha en el centro del pa¨ªs con algunas zonas de excepci¨®n (como Colorado, Nuevo M¨¦xico o, de momento, Kansas). Ese ¡°desierto¡±, como lo define Nancy Northup, presidenta del Centro para los Derechos Reproductivos, quedar¨¢ flanqueado por dos franjas permisivas en ambas costas. Algunos Estados dem¨®cratas ya han anunciado que amarrar¨¢n legislativamente los derechos de las mujeres como reacci¨®n al nuevo escenario post Roe y otros, como Nueva York, se han ofrecido como refugio para quienes no puedan abortar en sus lugares de origen.
Al d¨ªa siguiente de que el gobernador Stitt firmara su ley S. B. 1503 en Oklahoma, cuatro voluntarios, tres mujeres y un hombre, estaban apostados de buena ma?ana a las puertas de la cl¨ªnica de Tulsa para ayudar a las pacientes a atravesarlas. Vest¨ªan petos con los colores del arco¨ªris que los identificaban como ¡°acompa?antes¡±, para diferenciarse de los que acuden cada d¨ªa a protestar. Algunos llevan un par de semanas turn¨¢ndose para colaborar. La joven Judy (nombre ficticio) empez¨® a venir en febrero porque est¨¢ ¡°convencida de la importancia del acceso a la salud femenina¡±, y de que si no hace ¡°algo, pronto ser¨¢ demasiado tarde¡±.
Enfrente, fuera de los l¨ªmites de la propiedad, estaba apostado Jacob Gibson con un cartel que dec¨ªa: ¡°Os amamos y queremos ayudaros a ti y a tu beb¨¦¡±. ¡°Cristiano de veintitantos a?os y sin hijos¡±, aprovecha su d¨ªa libre en el restaurante de comida r¨¢pida en el que trabaja para venir desde Muskogee, a unos 45 minutos en coche. Lo hace cada mi¨¦rcoles, llueva o salga el sol. El pasado mi¨¦rcoles llov¨ªa a c¨¢ntaros.
En una hora entraron cuatro coches al aparcamiento, y el ritual de Gibson fue siempre el mismo. Al llegar, se echaba encima de los veh¨ªculos y gritaba frases como ¡°ojal¨¢ quieras tanto a tu beb¨¦ como a ti misma¡±, ¡°a¨²n hay esperanza¡± o ¡°ese ni?o quiere vivir¡±. Los voluntarios de la cl¨ªnica se acercaban y escoltaban a las mujeres con sus paraguas, porque, si no, dicen, los antiabortistas las graban desde la calle y difunden las im¨¢genes. Al salir de la consulta, Gibson les vociferaba la direcci¨®n de una web que ofrece un tratamiento para deshacer los efectos de la p¨ªldora abortiva.
Andrea Gallegos, administradora ejecutiva de la cl¨ªnica, explica que quienes se congregan para protestar a sus puertas ¡°pueden ser muy agresivos con las pacientes, pero tambi¨¦n con los empleados¡±. ¡°Saben c¨®mo nos llamamos. Es bastante horrible¡±, aclara. A veces, los antiabortistas logran desviar a las potenciales pacientes a una ¡°consulta falsa¡±, seg¨²n Gallegos, que hay al otro lado de la calle y que pertenece a una organizaci¨®n llamada GoLife. All¨ª, sus codirectoras, dos desconfiadas mujeres en la sesentena que prefirieron no decir su nombre a EL PA?S, explicaron que practican ¡°ecograf¨ªas gratuitas y pruebas de embarazo¡±. Tambi¨¦n afirmaron que dan indicaciones sobre d¨®nde obtener ¡°ayuda para la casa, pr¨¦stamos financieros o comida¡± y que les ofrecen ¡°fiestas de bienvenida gratuitas para el beb¨¦ [baby showers]¡±. Gallegos advierte de que en sitios como ese es com¨²n que las enga?en ¡°con la semana del embarazo en la que se encuentran, de manera que cuando quieren abortar ya se ven fuera de plazo¡±.
La cl¨ªnica de Tulsa ha estado trabajando a todo rendimiento desde que se promulg¨® en septiembre la llamada ley del latido de Texas ¡ªque proh¨ªbe la interrupci¨®n del embarazo desde que el coraz¨®n del feto comienza a latir, en torno a la sexta semana¡ª, de la que la de Oklahoma es una copia casi exacta. Gallegos calcula que ve¨ªan a ¡°entre 25 y 35 pacientes diarias¡±, y que ahora que se ajustan al l¨ªmite de las seis semanas, est¨¢n ¡°m¨¢s o menos en un 5 o un 10%¡± de lo anterior.
El nuevo plazo, que sustituye al anterior (22 semanas y 6 d¨ªas), es pr¨¢cticamente imposible de cumplir. ¡°Muchas no saben para entonces que est¨¢n embarazadas¡±, recuerda Emily Wales, presidenta interina y consejera delegada de Planned Parenthood Great Plains (PPGP), filial de una organizaci¨®n nacional con sede en Nueva York y Washington y sucursales en m¨¢s de 40 Estados. Tienen tambi¨¦n un centro en Tulsa (en total, en Oklahoma hay cinco cl¨ªnicas registradas). ¡°Como pronto, se enteran a las cuatro semanas, y no les da tiempo a conseguir una cita, porque las consultas est¨¢n colapsadas, trabajando a un mes vista. Eso las empuja a situaciones tan kafkianas como pedir vez antes de hacerse la prueba, por si acaso¡±, a?ade.
Esas dificultades se agravan a medida que nuevos Estados se suman a las prohibiciones, y las pacientes se van amontonando en su di¨¢spora hacia otros lugares. Seg¨²n c¨¢lculos facilitados a este diario por el Centro para los Derechos Reproductivos, las consultas en Oklahoma de mujeres tejanas crecieron ¡°un 2.500%¡± tras la prohibici¨®n en el Estado vecino. Los repubicanos del Capitolio de Oklahoma City se han agarrado a ese dato. El senador Greg Treat ha definido ese crecimiento en las intervenciones en el Estado en los ¨²ltimos meses como ¡°un nauseabundo estado de emergencia¡±. Seg¨²n cifras del Centro para el Control y Prevenci¨®n de Enfermedades (CDC), el n¨²mero de abortos practicado ha ca¨ªdo a la mitad entre 1986 y 2019 (de 1,3 millones a 630.000).
En Tulsa¡¯s Women¡¯s Health Clinic, esta semana han empezado a desviar mujeres a un centro en Little Rock (Arkansas, a cuatro horas en coche) y a otro en Alburquerque (Nuevo M¨¦xico, a nueve horas), donde administran p¨ªldoras abortivas, pero no practican intervenciones quir¨²rgicas. El problema es que muchas mujeres no pueden pagarse esos viajes.
Nash cuenta que en algunos lugares no est¨¢ permitido intervenir el mismo d¨ªa de la visita m¨¦dica. Lo hacen, dicen, para que puedan consultarlo con la almohada y reconsiderar su decisi¨®n. ¡°Otra falacia¡±, seg¨²n Nash. ¡°En el Instituto Guttmacher contamos con estudios que dicen que entre el 92% y 95% est¨¢n convencidas de lo que van a hacer antes de pedir la cita¡±. Muchas no obtienen permiso para faltar al trabajo por ese motivo, as¨ª que pierden el dinero de hasta cuatro jornadas laborales, que hay que sumar a los costes en s¨ª (algunas grandes empresas han anunciado estos d¨ªas medidas especiales para ayudar a las empleadas que pasen por ese trance). ¡°Una intervenci¨®n cuesta unos 550 d¨®lares, y luego est¨¢n la gasolina, los hoteles, la comida¡ abortar en otro Estado puede suponer unos mil d¨®lares. Sencillamente, es demasiado dinero para la mayor¨ªa, que no se lo podr¨¢n permitir. Esto solo a?ade m¨¢s desigualdad¡±, a?ade la analista.
Wales, de PPGP, explica que en abril decidieron dejar de dar nuevas citas en su consulta de Tulsa ¡°hasta ver qu¨¦ pasa¡±. El ¨¢rea de actuaci¨®n de PPGP incluye Oklahoma, Arkansas, el Oeste de Misuri y Kansas, el ¨²nico de los lugares en los que a¨²n tienen un poco de margen, aunque eso tambi¨¦n podr¨ªa tener los d¨ªas contados: en agosto, ese Estado tiene previsto votar una iniciativa antiabortista. ¡°Simplemente, no es sostenible, no podemos atender a todas las pacientes que nos piden ayuda¡±, dice Wales, que explica que muchos de los m¨¦dicos que se dedican a esto ¡°no viven en los Estados en los que practican¡±, por ¡°la violencia¡± a la que se enfrentan en su trabajo. Pese a todo, PPGP no piensa cerrar sus cl¨ªnicas, porque ¡°la mayor parte¡± de sus consultas son para dar informaci¨®n y prestar ayuda reproductiva o para tr¨¢mites como las pruebas para la detecci¨®n del c¨¢ncer de mama. Desde ahora, a?ade Wales, sumar¨¢n una nueva tarea: ¡°Recibir a las que viajen a su regreso, para darles apoyo¡±.
Junto al Centro para los Derechos Reproductivos, han demandado al Estado ante el Tribunal Supremo de Oklahoma por la ley S. B. 1503, que, afirman, contempla unas excepciones tan limitadas y dif¨ªciles de probar (que la vida de la madre est¨¦ en peligro) que las hacen ¡°casi inutilizables¡±. Wales no tiene ¡°demasiada esperanza¡± en una victoria. ¡°Y mucho menos¡±, afirma, ¡°en vista de que est¨¢n a punto de tumbar Roe contra Wade en Washington¡±.
Ahora toca calibrar las consecuencias de una sentencia cuyo borrador, escrito por el juez Samuel Alito, parece redactado, seg¨²n Paul Collins, profesor de Derecho de la Universidad de Massachusetts, como si este ¡°tuviera entre manos la sentencia de 1973¡å. ¡°Es como si quisiera enmendar la plana al Supremo de hace cincuenta a?os¡±, asegura Collins. A la experta en historia legal de los derechos reproductivos Mary Ziegler, cuyo libro m¨¢s reciente se titula Abortion and the Law in America: Roe v. Wade to the Present (El aborto y la ley estadounidense: de Roe contra Wade a hoy), publicado por Cambridge University Press en 2020, le preocupa tambi¨¦n lo que pueda venir despu¨¦s en el plano pol¨ªtico. ¡°Todo indica que si los republicanos recobran el poder en 2024 tratar¨¢n de aprobar una ley federal que ilegalice el aborto en todo el pa¨ªs, sin Estados refugio¡±, aventura Ziegler.
Para ninguno de estos dos expertos ha sido una sorpresa conocer el contenido del borrador. Tampoco para las activistas consultadas en este reportaje. Pero eso no ha impedido que las noticias llegadas desde Washington hayan ca¨ªdo como una bomba hasta sumir al movimiento en favor de los derechos de salud reproductiva en una mezcla de estupor, rabia y desconsuelo.
Un estado de ¨¢nimo que defini¨® inmejorablemente la leyenda del rock Patti Smith en un concierto el viernes en Tulsa. ¡°Quer¨¦is que hablemos de Roe contra Wade?¡±, lanz¨® al p¨²blico la autora de People Have the Power. ¡°?De esas muchachas que ahora est¨¢n atemorizadas con la que se les viene encima? Es terrible. Y no tengo una respuesta. Solo puedo deciros lo que habr¨ªamos hecho cuando yo era joven: ?Desobedecer!¡±.
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