R¨¦gimen de visitas y padres maltratadores
La cuesti¨®n no es qu¨¦ falla en el sistema, sino entender que el fallo es el de una sociedad que crea un sistema insuficiente lleno de resquicios para que la paternidad se mantenga intacta en su ejercicio, incluso cuando existe violencia

Un r¨¦gimen, seg¨²n el diccionario, es un sistema pol¨ªtico o un conjunto de normas por el que se rige una naci¨®n, instituci¨®n, entidad o actividad, por lo que podemos concluir que nuestra sociedad es un ¡°r¨¦gimen de visitas¡± a favor del padre, aunque el padre sea un maltratador de la madre de los ni?os y ni?as a los que las instituciones obligan a ver. Todo forma parte de la realidad, que es la manera en la que suceden los acontecimientos derivados de las din¨¢micas de una sociedad; sociedad que es hija de la cultura, y una cultura que es hija de los hombres que la han gestado y criado desde su mirada androc¨¦ntrica.
La anterior no es una tarea solo de hombres, sino de hombres-padre en una concepci¨®n de la paternidad que trasciende lo biol¨®gico para darle sentido a toda la realidad, desde lo humano a lo divino; mientras que la maternidad solo es biol¨®gica e instrumental para esa cultura paternalista con las mujeres. Por eso, la identidad de las mujeres se define sobre la funci¨®n de madre, y una mujer que no sea madre es una mujer ¡°incompleta¡±; y un hombre que no sea padre puede seguir siendo ¡°hombre completo¡±, porque la paternidad de los hombres se ejerce sobre todo el sistema androc¨¦ntrico. Eso lleva, por ejemplo, a que todos los sacerdotes sean reconocidos como ¡°padres¡±, pero la mayor¨ªa de monjas lo sean como ¡°hermanas¡±, salvo algunas excepciones.
Los hombres reivindican la autor¨ªa de sus obras a trav¨¦s de la paternidad cultural que conlleva un componente social y otro biol¨®gico, y del mismo modo que a lo largo de la historia han discriminado a las mujeres y les han ido concediendo derechos cuando las circunstancias lo hac¨ªan inevitable ¡ªir a la escuela, estudiar en la universidad, votar, trabajar sin el permiso del padre o del marido¡ª, tambi¨¦n han ido creando nuevos espacios para la maternidad conforme la situaci¨®n social ha cambiado y se han visto obligados.
Era impensable en principio una maternidad sin paternidad, ante la imposibilidad de que las mujeres se pudieran separar o divorciar, y cuando eso ocurr¨ªa ¡ªuna madre soltera o un marido que la abandonaba¡ª, todo el peso del reproche social ca¨ªa sobre ella para dejarla sin espacio y sin vida social. Despu¨¦s, cuando se pudieron divorciar, el control se manten¨ªa por medio de la pensi¨®n de alimentos, puesto que las dificultades para que las mujeres trabajaran eran enormes; m¨¢s adelante la ley cambi¨® para exigir a los padres el cumplimiento de sus obligaciones y la asunci¨®n de las responsabilidades econ¨®micas. Toda esa evoluci¨®n demuestra desde el principio que importa m¨¢s el control de las mujeres que el bienestar de sus hijos e hijas.
Los cambios sociales y el progreso consecuente permitieron que las mujeres tuvieran un mayor acceso al trabajo y m¨¢s libertad para ser reconocidas como madres separadas y libres, adem¨¢s de contar con instrumentos legales para garantizar las responsabilidades de los padres, pero entonces inventaron el SAP (S¨ªndrome de Alienaci¨®n Parental) y otras estrategias para continuar con el da?o individual, tal y como ha puesto de manifiesto la reciente sentencia del Tribunal Constitucional para garantizar que los padres paguen la pensi¨®n de alimentos. Pero en ning¨²n caso han podido detener la transformaci¨®n social a favor de la igualdad iniciada por las mujeres y el feminismo.
Una violencia que sigue tras la separaci¨®n
As¨ª llegamos a la situaci¨®n actual en la que las mujeres-madre se separan, la violencia de g¨¦nero sigue presente, y los hombres, en su paternidad, se ven limitados en el abuso violento que hab¨ªan creado con su cultura. Pero esa cultura sigue siendo androc¨¦ntrica, por eso la realidad se camufla con circunstancias para hacerla invisible y luego tomarla como inexistente.
El asesinato de Elisa y Larissa en Almer¨ªa a manos de su padre ha vuelto a poner de manifiesto, como lo hacen los cinco asesinatos de ni?os y ni?as que se cometen cada a?o en el contexto de la violencia de g¨¦nero, la incapacidad de un sistema para asumir la realidad. Y lo demuestra porque, como apuntaba, son de media casi cinco homicidios cada a?o ¡ªdesde que existen datos oficiales, en 2013¡ª, de los cuales en el 29% hab¨ªa denuncia previa sin que el sistema reaccionara frente a esta realidad habitual en t¨¦rminos de criminalidad.
La cuesti¨®n no es qu¨¦ falla en el sistema, sino entender que el fallo es el de una sociedad que crea un sistema insuficiente, lleno de resquicios para que la paternidad se mantenga intacta en su ejercicio, y sea modelo para que ni?os y ni?as aprendan a ser hombres y mujeres en el futuro. Los asesinatos de Elisa y Larisa se produjeron debido a que el padre maltratador ten¨ªa un r¨¦gimen de visitas: ese es el n¨²cleo del problema. Y la pregunta que surge es muy sencilla: ?cu¨¢ntos padres maltratadores tienen visitas con sus hijos e hijas en la actualidad?
En el reciente informe del Consejo General del Poder Judicial sobre las denuncias por violencia de g¨¦nero en 2023 se indica que ascendieron hasta pr¨¢cticamente las 200.000. Si tenemos en cuenta que la Macroencuesta de 2019 recoge que el 89,6% de las mujeres maltratadas lo son con sus hijos e hijas menores de edad en el hogar, podemos extrapolar y comprobar que el a?o pasado alrededor de 179.200 denuncias se realizaron por mujeres con hijos e hijas menores.
Las ¨®rdenes de protecci¨®n y medidas cautelares adoptadas fueron 42.478, de las cuales, seg¨²n la extrapolaci¨®n, 38.061 fueron sobre mujeres con menores, y de ellas solo en 4.126 se suspendieron las visitas, es decir, en el 89,1% de los casos en los que un padre agresor ejerci¨® una violencia tan grave que requiri¨® una orden de protecci¨®n o una medida cautelar, no se adopt¨® ninguna medida sobre las visitas a sus hijos e hijas. Y las 4.126 suspensiones del r¨¦gimen de visitas suponen un 2,3% del total de mujeres con hijos e hijas que denunciaron, o sea, en el 97,7% de los casos no se adopt¨® una suspensi¨®n de las visitas.
En muchas de estas denuncias pudo existir una suspensi¨®n ¡ªpor la aplicaci¨®n del art¨ªculo 544 ter. 7 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal¡ª, pero aun as¨ª, la situaci¨®n indica que hay miles de casos donde el padre maltratador con su paternidad due?a de la realidad contin¨²a con visitas con sus hijos e hijas a pesar de no haber resuelto la violencia que ejercen. ?Qu¨¦ diremos cuando alguno de estos padres vuelva a asesinar a sus hijos e hijas? ?Nos preguntaremos de nuevo qu¨¦ ha fallado en ese caso particular, o nos tranquilizaremos al pensar que en la mayor¨ªa de los casos no las asesinan, como se dice con frecuencia respecto a mujeres y menores?
Una patria potestad que se mantiene
Vivimos en un ¡°r¨¦gimen de visitas¡± que favorece a los padres maltratadores, porque incluso despu¨¦s de asesinar a la madre de sus hijos, a veces contin¨²an con la patria potestad. En las ¨²ltimas sentencias sobre homicidios por violencia de g¨¦nero analizadas por el CGPJ (a?os 2021 y 2022), solo en siete casos del total de 74 se ha suspendido la patria potestad, lo cual supone un 9,4% del total; y aunque no en todos los casos hab¨ªa menores, es un dato que refleja que no se suspende en todos los homicidios por violencia de g¨¦nero donde hay menores.
Como se puede ver, se trata de una situaci¨®n estructural que debemos cambiar para evitar el riesgo nada despreciable que lleva a que cinco ni?os y ni?as sean asesinados cada a?o dentro de la violencia de g¨¦nero. No se trata solo de los homicidios de los hijos cuando hay denuncia, centrarnos en estos casos es otra trampa, puesto que en el 71% de ellos no hab¨ªa denuncia previa. Se trata de entender c¨®mo la construcci¨®n cultural juega con la normalidad para que los hombres-padres que lo decidan ejerzan la violencia en cualquier circunstancia, como ha ocurrido en Girona con el padre que ha asesinado a su hijo de cinco a?os, y eso exige anticiparnos mediante la prevenci¨®n y la detecci¨®n.
Hacerlo no es actuar contra los hombres, lo que es actuar contra los hombres es entender que la paternidad permite compatibilizar ser maltratador y buen padre. No es aceptable que los hombres mantengamos el silencio y la pasividad frente a aquellos que utilizan la masculinidad y la paternidad, com¨²n a todos nosotros, para conseguir beneficios particulares en nombre de la cultura y su normalidad. Nos utilizan al otorgarse una representaci¨®n de todos nosotros que yo no les doy, y que ning¨²n hombre deber¨ªa darles ni permitirles.
Vivimos en un ¡°r¨¦gimen de visitas¡± porque la cultura impone una paternidad sin l¨ªmites, por eso el objetivo debe ser transformar este r¨¦gimen de la desigualdad por uno levantado sobre la igualdad y la paz, y no abordar los casos como si se tratara de problemas puntuales y aislados. As¨ª se ha hecho siempre, y as¨ª nos va.
El tel¨¦fono 016 atiende a las v¨ªctimas de violencia machista, a sus familias y a su entorno las 24 horas del d¨ªa, todos los d¨ªas del a?o, en 53 idiomas diferentes. El n¨²mero no queda registrado en la factura telef¨®nica, pero hay que borrar la llamada del dispositivo. Tambi¨¦n se puede contactar a trav¨¦s del correo electr¨®nico 016-online@igualdad.gob.es y por WhatsApp en el n¨²mero 600 000 016. Los menores pueden dirigirse al tel¨¦fono de la Fundaci¨®n ANAR 900 20 20 10. Si es una situaci¨®n de emergencia, se puede llamar al 112 o a los tel¨¦fonos de la Polic¨ªa Nacional (091) y de la Guardia Civil (062). Y en caso de no poder llamar, se puede recurrir a la aplicaci¨®n ALERTCOPS, desde la que se env¨ªa una se?al de alerta a la Polic¨ªa con geolocalizaci¨®n.
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