¡°Empezamos sabiendo poco o nada. Y ahora no sabemos c¨®mo ser¨¢ el final¡±: cr¨®nica de una m¨¦dica en primera fila
EL PA?S selecciona cuatro cartas que relatan el d¨ªa a d¨ªa de los sanitarios durante la pandemia
EL PA?S publica una selecci¨®n de las historias personales enviadas por los lectores sobre la pandemia. Cientos han respondido con sus relatos y experiencias a la invitaci¨®n de la redacci¨®n.
Soy m¨¦dico de familia y trabajo en un equipo de atenci¨®n primaria excepcional. Me gusta diagnosticar y tratar, pero sobre todo me apasiona establecer buena relaci¨®n con el paciente y conocer la esfera biopsicosocial que lo engloba. En ella encontramos, en la mayor¨ªa de ocasiones, la soluci¨®n a los problemas de salud. Nuestro trabajo es cada d¨ªa diferente. Al comienzo de la jornada laboral aguardas expectante el transcurso del d¨ªa, pero nunca imagin¨¢bamos cu¨¢nto podr¨ªan cambiar las cosas en tan poco tiempo. En apenas unas semanas todo dio un giro de 180 grados. Las consultas que ten¨ªamos previstas, las sesiones, las jornadas y los congresos se iban anulando... Y no sab¨ªamos lo que estaba por llegar.
Solo sab¨ªamos de ¨¦l lo que nos hab¨ªa contado el Gobierno, las sociedades cient¨ªficas y los medios de comunicaci¨®n. Un virus invisible, con nombre propio; primero llamado ¡°coronarivus¡± y m¨¢s tarde ¡°covid-19¡±. Muy poderoso. Iba a deshacer, sin todav¨ªa nosotros saberlo, todos los planes que ten¨ªamos previstos. Nos iba a confinar en casa por tiempo ilimitado, celebrar¨ªamos nuestros cumplea?os separados de nuestras familias y amigos y no ser¨ªa f¨¢cil derrotarlo.
En diciembre apareci¨® en China. Pens¨¢bamos que no llegar¨ªa a Europa, lo ve¨ªamos demasiado lejos. Nos cre¨ªamos invencibles. A finales de enero aparecieron los primeros casos. Eran pocos, muy dispersos, controlados, hasta que sin saber c¨®mo se desbordaron. Inicialmente, en el norte de Italia, a continuaci¨®n en Madrid y, posteriormente, por toda la geograf¨ªa espa?ola, sin ning¨²n control, sin seguir ning¨²n criterio. A mediados del mes de febrero comenzaron a aparecer en nuestro centro de salud los primeros pacientes.
Sab¨ªamos poco o nada. Nos encontr¨® desprotegidos. En las primeras visitas con estos pacientes, no llev¨¢bamos ning¨²n equipo de protecci¨®n individual, los EPI ya tan conocido por todos. En ese momento sab¨ªamos que fiebre y tos eran los s¨ªntomas principales, poco m¨¢s. Al principio, pod¨ªan confundirse con una gripe o un resfriado, sobre todo, porque la mayor¨ªa no ten¨ªa ning¨²n antecedente de viaje a China o a Italia y todav¨ªa no eran casos sospechosos de covid-19 (si segu¨ªamos los primeros protocolos).
Con el paso de los d¨ªas los criterios diagn¨®sticos de la covid-19, al igual que los protocolos que hemos ido siguiendo, iban cambiando. Muchas modificaciones en pocas horas. Semanas de caos. Cada vez m¨¢s y m¨¢s pacientes que presentaban cl¨ªnica compatible y cada vez m¨¢s diversa. Ya no solo eran s¨ªntomas respiratorios, aparecieron los s¨ªntomas gastrointestinales-como diarrea y dolor abdominal- y m¨¢s tarde las lesiones cut¨¢neas. Lleg¨® el d¨ªa en el que ya no solo visit¨¢bamos pacientes, sino que comenzamos a visitar a nuestros propios compa?eros, que poco a poco, se iban contagiando.
Al igual que los protocolos y tratamientos, a los profesionales sanitarios tambi¨¦n nos comenzaron a reorganizar porque cada vez m¨¢s compa?eros ten¨ªan que aislarse en casa a la espera de la PCR. Algunos porque empezaron a presentar s¨ªntomas y otros porque hab¨ªan tenido contacto con pacientes sospechosos o confirmados y no dispon¨ªan del EPI adecuado, alejados de sus parejas e hijos, que no entend¨ªan por qu¨¦ sus seres queridos no pod¨ªan volver a casa.
Durante este per¨ªodo hemos atendido urgencias, domicilios y residencias de ancianos. Adem¨¢s, hemos realizado visitas telem¨¢ticas para solucionar dudas sobre medicaci¨®n, seguimiento de bajas y controles de enfermedades cr¨®nicas. Aunque la covid-19 era lo que ocupaba la mayor parte de nuestro tiempo y recursos, otras enfermedades urgentes y cr¨®nicas tambi¨¦n nos necesitaban. Hemos estado en las primeras y en las ¨²ltimas fases de la enfermedad, perdiendo a pacientes sin habernos podido despedir y consolar a los familiares. Hemos intentado mantener la empat¨ªa y cercan¨ªa que caracterizan al m¨¦dico de familia, pero resulta demasiado complicado expresarse y hablar con una mascarilla, mirar tras una pantalla de pl¨¢stico y sujetar la mano del paciente con dos pares de guantes. No es lo mismo. A pesar de ello, el lenguaje no verbal sigue fluyendo, permiti¨¦ndote continuar siendo t¨² y dejando escapar alguna l¨¢grima que sutil y suavemente desaparece en la mejilla.
Van pasando las semanas. Vas superando el d¨ªa a d¨ªa, no sabes muy bien c¨®mo. Has perdido la paciencia y el ¨¢nimo algunas veces. Tambi¨¦n ha habido momentos de carcajadas y otros en lo que has llorado sin sentido. Has echado de menos a la familia, a los amigos y los ratitos que te hicieron feliz sin saberlo. Has reemplazado los viajes y las celebraciones previstas por momentos de soledad, estudio y descanso.
Los m¨¦dicos no somos superh¨¦roes, somos mujeres y hombres con las mismas necesidades y sentimientos que el resto de la sociedad. Pero al enfundarnos la bata blanca y coger nuestro fonendo, no s¨¦ si ser¨¢ por vocaci¨®n o por actitud, sacamos una fuerza extraordinaria. Y, aunque tras la mascarilla no se vea, llevamos una gran sonrisa para poder afrontar un nuevo d¨ªa. Cada d¨ªa al despertar, te autoconvences de que todo saldr¨¢ bien y de que vamos a superarlo como hemos hecho en otras ocasiones. Llegas a trabajar con energ¨ªa, hablas con los compa?eros, compartes nuevas noticias y protocolos sobre la covid-19, tambi¨¦n experiencias personales y emociones. Comienzas la jornada visitando urgencias y domicilios, acabando con las visitas telef¨®nicas y la tan esperada reuni¨®n de equipo (en la sala de espera a 1,5 metros entre compa?eros) para explicar las novedades. A lo largo del d¨ªa van llegando malas noticias de pacientes o compa?eros y, de forma paulatina, vas perdiendo energ¨ªa. Se va apoderando de ti un sentimiento de rabia que intentas que desaparezca cuanto antes para no llegar a casa derrotado.
No sabemos cu¨¢ndo dejaremos de vivir esta incertidumbre y cu¨¢ndo volveremos a nuestra anhelada libertad. Cu¨¢ndo derrotaremos a la covid-19 y c¨®mo ser¨¢ el final.
Hemos hecho todo aquello que ha estado en nuestras manos. Seguro que hay cosas que podr¨ªamos haber hecho diferente pero, al igual que el resto de la sociedad, los sanitarios hemos ido aprendiendo a contracorriente, d¨ªa a d¨ªa, con los recursos limitados que ten¨ªamos a nuestro alcance. Seguiremos aprendiendo del hoy, aplaudiendo al presente y creciendo para poder proyectar soluciones para el ma?ana.
El precio de tener una hija m¨¦dica
Cristina Oria Ponce / Andoain (Gipuzkoa)
Los sanitarios hemos tenido muchos miedos durante esta pandemia: miedo a contagiarnos, miedo a no poder atender a los pacientes debidamente por el exceso de trabajo, miedo a contagiar a nuestros familiares... Esta es mi historia y se centra en el miedo a contagiar a mi familia.
Soy m¨¦dica y trabajo en urgencias de un hospital. D¨ªas antes de empezar el confinamiento, mi familia y yo tuvimos que tomar una decisi¨®n importante. Nuestra ama es dependiente y aunque contamos con ayuda para su cuidado necesitamos arreglarnos entre nosotros para cuidarle. Antes de empezar el confinamiento decidimos que yo me quedaba con ella. Estaba claro que el confinamiento no iba a durar 15 d¨ªas, iba a ser m¨¢s largo, meses incluso ,por lo que sopesamos que para ella lo menos traum¨¢tico iba a ser quedarse con su cuidadora y conmigo a pesar del riesgo de contagio que esta decisi¨®n conllevaba.
Por otro lado para m¨ª fue dif¨ªcil tomar la decisi¨®n, ya que yo sab¨ªa que quien compart¨ªa conmigo el confinamiento ten¨ªa el peligro de contagiarse, siendo yo la culpable, claro. Mis hermanos tambien pertenecen a grupos de riesgo y mis t¨ªos tambi¨¦n son vulnerables, por lo que la decisi¨®n no era f¨¢cil. Finalmente decidimos que tanto para m¨ª como para nuestra ama, la mejor opci¨®n era seguir viviendo como lo hac¨ªamos antes de que llegase el coronavirus.
Y lleg¨® la pandemia. Todo iba bien, yo trabajaba en el hospital de d¨ªa y de noche cuidaba de ella. Pero pasadas las primeras semanas, una noche mi ama empez¨® con una tos seca. Mis miedos y mis fantasmas llegaron tambi¨¦n. Con la angustia de pensar que el coronavirus se col¨® en mi casa, casi ni not¨¦ que yo ten¨ªa la nariz taponada y a las 48 horas mi ama y yo perdimos el olfato. ?Horror! A pesar de todo pasamos las dos la covid-19 casi sin enterarnos, pero este virus no tuvo bastante con hacer realidad mis presagios y cargar mi mala conciencia.
Guardaba otro reto para nosotras: debido a la astenia (sensaci¨®n de debilidad y falta de vitalidad) mi ama es incapaz de levantarse de la cama y eso nos ha llevado a tener que ingresarla para hacer rehabilitaci¨®n. Hoy escribo desde la habitaci¨®n de mi hospital, mi casa durante la pandemia, donde paso la noche con ella con la esperanza de que volvamos pronto a casa y de que este ingreso sea el ¨²ltimo precio que tiene que pagar mi ama por tener una hija m¨¦dica en tiempos de pandemia.
¡°Pude ser ¨²til¡±
Juan Carlos Cencerrado Ruiz / Madrid
Como m¨¦dico de familia (en el sector privado) y como dentista, me ofrec¨ª para trabajar en Ifema y me apunt¨¦ en varios centros de salud. No me llamaron y qued¨¦ apenado porque no pude ayudar durante la pandemia. Me agradecieron desde Ifema que me ofreciese, pero pude ser ¨²til. ?Habr¨¢ sido por mis 61 a?os? Pues sigo ejerciendo y con mucha experiencia. Recursos m¨¦dicos existen.
Carta de un m¨¦dico a su abuela
Amalia Rosa Mart¨ªnez Fajardo / Arrecife (Las Palmas)
No hace mucho te gustaba darme la mano para cruzar la calle. Ahora soy yo al que le gustar¨ªa d¨¢rtela a ti. Cada vez que entro y salgo del hospital te llamo. Dices que voy a la guerra y que encima partimos en desventaja porque el enemigo no se deja ver.
Has pasado por malos momentos: dictadura de las de ¡°mejor estar callada¡±; guerras de las de ¡°tanques en las calles¡±; Estado de Bienestar con bajadas de pensiones que te dejan con ¡°malestar¡±; y ahora una guerra 2.0 cuyo ej¨¦rcito ni siquiera podemos ver, o¨ªr o tocar.
No conoces otro concepto que no sea el de luchar, y ahora me dices que yo soy tu soldado y que sea fuerte, que me falta una vida por ver pasar. Que cada d¨ªa el hospital es mi campo de batalla y que rezas hasta que te llamo para decirte que he salido de currar.
Llevo tiempo queriendo escribirte una carta, para darte un claro mensaje. As¨ª que subraya con un l¨¢piz, como te gusta, lo que te quiero decir: ¡°Abuela, morir no forma parte de mi trabajo, pero como lo m¨¢s duro de mi trabajo es ver morir, no podemos evitar luchar aunque nos cueste la vida¡±.
La gente no imagina lo que hemos pasado estos meses. Hace nada brind¨¢bamos en una guardia de Nochevieja por un gran 2020. Y ahora, despu¨¦s de meses, solo queremos que pase aquel brindis con la garant¨ªa de que hemos hecho todo lo que hemos podido hacer en estas condiciones. Porque no habr¨¢ peor tortura que saber que no estuvimos a la altura.
Lo cierto es que nos han mandado a la guerra con una varita m¨¢gica, pero tambi¨¦n hubiera ocurrido lo mismo hace unos a?os. Porque la creencia de que la sanidad es m¨¢gica ha existido desde hace mucho tiempo. Y nada es m¨¢gico si no se cuida. La pol¨ªtica nos ha tratado mal. Y con las mismas manos que nos aplauden, se han atrevido a recortarnos todos estos a?os.
?Cu¨¢nto vale un m¨¦dico? Pues no lo s¨¦... Lo que s¨ª s¨¦ es que la vida depende de ellos.
Hace un a?o nadie se acordaba de nuestros nombres, ahora todos son aplausos y ¡°viva la sanidad de calidad¡±. Si todo esto sirve para que la sanidad y los sanitarios podamos coger todos los aplausos de las 20.00 horas y los podamos transferir a una cuenta que mejore la sanidad p¨²blica, que aporte EPI y mejore nuestras condiciones laborales, entonces s¨ª, aplaudo los aplausos. Si no, los aplausos s¨®lo quedar¨¢n en un bonito recuerdo como himno transitorio que como todo, pasar¨¢ al olvido.
No te he podido ver desde hace m¨¢s de dos meses. Abuela, s¨¦ que te debo muchos abrazos, pero espero que me esperes para que podamos d¨¢rnoslos en paz.
Un m¨¦dico me escribi¨® hace una semana para pedirme que le escribiera unas palabras para su abuela, que me pagaba, dec¨ªa. Me dijo que segu¨ªa mis art¨ªculos y que se los le¨ªa a su abuela y a su madre. Y que ella dec¨ªa, desde las entra?as de la pen¨ªnsula, ¡°esa chica de Canarias parece que escribe mirando al mar¡±. Me gust¨® tanto eso que dec¨ªa su abuela que no he podido negarme. No s¨®lo no acept¨¦ su dinero, para m¨ª fue un aut¨¦ntico regalo.
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